xii.
Rin mira la puerta una vez más antes de seguir su camino en dirección a la cocina y servir un poco de vino en su copa.
El reloj marca que son pasadas las diez de la noche, así que el pelinegro suspira con fastidio.
Isagi no va a llegar.
Es muy tarde para la ruta de autobús que el de ojos azules toma para ir a verlo, y la estación del tren queda un poco lejos de su apartamento por eso a Isagi no le gusta tomarla.
Si antes tenía quejas respecto a las visitas repentinas de Yoichi, ahora tiene incluso más, pues el maldito imbécil ha causado que de forma o no consciente Rin espere su llegada.
Antes de conocerlo estaba perfectamente bien, las noches estando solo eran algo común y nada por lo cual preocuparse, Rin simplemente encendía la televisión con alguna película de terror como ruido de fondo y empezaba a trabajar en las fotografías que tenía pendientes o adelantar los trabajos que debía entregar en su universidad.
La noche para él, era el mejor momento para trabajar y por eso se dormía hasta tarde para así poder adelantar todo lo que fuese posible, lo cual en consiguiente terminaba con él teniendo tiempo libre los demás días. Así podría entrenar, leer libros, jugar videojuegos o simplemente salir a tomar fotografías por ahí. Él estaba bien con esa rutina que había adaptado con el tiempo pues no era muy diferente a lo que hacía cuando Sae aún vivía ahí.
Cuando se mudó con su hermano, tuvo que aprender lo necesario para mantener el apartamento en pie, y el hecho de que ambos fueran tan estrictos y metódicos facilitaba las cosas, pues rara vez dejaban cosas sin limpiar. Podrían discutir sobre quién haría la cena o simplemente cada uno hacer su comida por su lado, al tener Sae una dieta estricta y él no, pero fuera de todo, era algo soportable. Rin tenía compañía, con la sombra de Sae merodeando por ahí incluso si no se encontraba en casa en ese exacto momento.
Cuando Sae se fué, esa sombra desapareció y hubo un vacío, se notaba la falta de su presencia, en el espacio abandonado dónde iban sus zapatos en la entrada y en el silencio que se escondía detrás de la puerta de su antigua habitación antes de ser convertida en la especie de oficina que tenía Rin para pasar su tiempo con las fotografías o haciendo yoga.
No era algo demasiado preocupante o triste pues a fin de cuentas estaba acostumbrado a vivir así. No era muy diferente a su hogar en Kanagawa cuando Sae se había ido a Tokio, aunque ahora estaba más cerca y su hermano mayor va a visitarlo varias veces a lo largo de la semana, pero siempre de día.
En la noche sin embargo, era inevitable no sentirse diferente. Pero sin importar qué aunque fue un poco difícil lo consiguió, a la larga se acostumbro al silencio, al vacío, a la soledad que atraía aquel horario.
Aunque claro, Rin era alguien metódico y que intentaba preveer todos los posibles cambios a futuro que pudieran avecinarse.
Isagi fue un imbécil que llegó sin invitación y decidió quedarse sin pedir permiso a nadie.
Yoichi simplemente llegaba, revoloteando a su alrededor, hablando sin parar, sentándose a su lado, abrazándole por la espalda, golpeándole de improviso, o robándole besos cuando menos se lo esperaba.
Isagi reía mientras veía videos en su celular, gritaba cuando escuchaba los efectos especiales de las películas de terror, cantaba repentinamente las canciones que escuchaba en sus audífonos, hacía ruidos emocionados cuando pensada en alguna idea. Se hacía notar.
Rin sentía la presencia de Isagi por todo el lugar desde el momento que entraba por la puerta, porque era tan diferente al silencio al cual se había acostumbrado, que incluso cuando el idiota se quedaba quieto, podía sentir la diferencia, porque escuchaba su respiración, sus pasos, los murmullos cuando dibujaba, sentía el olor a pintura que traía impregnado en la piel, y veía su sombra merodeando a su alrededor.
Isagi se estaba haciendo de un lugar. Un espacio en su vida que sin darse cuenta fue cediendole poco a poco, y ahora...
Ahora, había pasado tan solo una semana desde la última vez que Yoichi había estado en el apartamento y Rin ya podía sentir algo distinto en el lugar.
Y no le gustaba.
—Creí que vendrías.
Ni siquiera quiere pensar demasiado en el hecho de que agarró su teléfono y le marcó de forma casi automática, sin molestarse en saludar y simplemente hablar cuando el otro contesto.
Directamente ignora el hecho de que su voz sonó como una acusación.
—Creí que no te gustaba que llegue sin avisar. —Isagi le responde, y hay un tono raro en su voz. No se siente como sus acostumbradas bromas.
—Eres raro, no me llamas para decirme cuando vienes, pero sí lo haces para decirme que no vendrás. —contesta con el ceño un tanto fruncido. —Últimamente no has hecho ninguna de las dos.
Hay un silencio del otro lado de la línea, puede escuchar la respiración pesada de Isagi, y después de largos segundos, el otro simplemente suspira.
—Estoy algo ocupado, Rin. Por eso no he podido ir. —responde, y Rin siente que no le puede creer. —Lo siento.
—¿Cuando vendrás?
—Yo... Tengo muchos trabajos esta semana. Probablemente tardaré un poco en ir contigo.
—Yo...
—Tengo que terminar el dibujo. Hablamos luego.
Isagi cuelga y Rin se queda con el teléfono junto a su oído totalmente quieto.
Sus hombros se tensan y él no es ningún estúpido. Sabe que Isagi está mintiendo, porque ha pasado el suficiente tiempo con él como para notarlo, incluso sin verlo directamente al rostro, puede saberlo por el tono tan desganado de su voz.
Itoshi aprieta con fuerza el teléfono en su mano, y simplemente lo arroja sobre su cama. Maldice en voz baja, antes de beberse lo poco que le quedaba en la copa de un solo trago.
—Imbécil.
Vaya que es un idiota por hacerse ilusiones falsas y creer que Isagi estaría para él de forma constante.
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