vi.
Rin escribe, casi en automático y sin prestar mayor atención a las palabras que salen de la boca de su profesor.
Su mente se dispersa en otros lugares que no sean esa clase, sus palabras, las paredes blancas y los estudiantes que le dan igual a su alrededor. Después de todo, los tecnisismos que su profesor alude, no son más que otras cosas que ya aprendió y ya probó a lo largo de su trabajo como fotógrafo, que aunque no ha sido por un tiempo largo ciertamente ha sido intenso. Aprendiendo todo lo que pudo de los fotógrafos con los cuales trabajó u observó haciendo su trabajo.
Rin era autodidacta, aprendía mejor buscando por sí mismo la información que quería, en lugar de escuchar a otra persona intentando explicarle cosas que en el momento no le llamaban la atención. Tal vez por eso era tan malo en la escuela.
Cuando el profesor se despide, no sabe si suspirar de alivio por tener un pequeño descanso de veinte minutos o suspirar con fastidio tomando en cuenta que aún falta una clase más antes de volver a casa.
Recoje su bolso y se lo cuelga de un hombro, caminando con desgana por los pasillos e ignorando las sonrisitas y las miradas brillantes de algunas personas en los pasillos. Pues obviamente todos sabían quién era él y de quién era pariente. Y nunca faltaban aquellos que se le acercaban por simple interés en esas cosas, pero ya está en su segundo año, y después de múltiples rechazos, malas miradas y gestos groseros, son pocos aquellos que a estas alturas aún tienen el valor de acercarse.
—¡Hola, Rin!
Y hay otros a quienes les da igual aparentemente.
Nanase se acerca por su derecha y empieza a caminar junto a él con su característica sonrisa excesivamente amistosa. Itoshi solo asiente, sin prestarle mayor atención, continuando con su camino.
—¡Ya tengo más de la mitad de las fotos de nuestro proyecto! Pensaba enviártelas esta noche para que me dieras tu opinión, pero podrías verlas ahora mismo si no estás ocupado.
Rin se recuerda que es el único compañero que puede soportar al momento de tener que trabajar en equipos. Nanase no se queja, simplemente cumple al pie de la letra las fotografías y debe admitir que no es tan malo haciendo las cosas, aunque no mejor que él.
—De acuerdo.
Su respuesta es desabrida, sin un toque de emoción, pues Nanase tiene la efusividad suficiente para los dos al momento de sentarse y empezar a hablar sin parar, mientras le muestra las fotografías que Rin observa en silencio, a menos de tener una queja acerca de alguna cosa mal hecha, pero el otro pelinegro es demasiado optimista, usando sus reclamos como consejos y prometiendo mejorar o repetir la toma en otra ocasión.
El tiempo se le está escapando de las manos y Rin está a punto de irse cuando una fotografía le llama la atención.
—Oye. Regresa un par de fotos.
Nanase detiene sus dedos sobre el cursor de la laptop y deja de cambiar la fotografía antes de mirarlo con curiosidad para luego hacer lo que pidió.
—Detente ahí. ¿De dónde es esa fotografía?
—¡Ah! ¿Esta? No te preocupes, no es parte del trabajo, fue una foto que yo...
—Sé que no es parte del trabajo, idiota. No fue eso lo que pregunté. —contesta con brusquedad. Nanase rueda los ojos, sin importarle la falta de cortesía de su compañero, la cual no le ofendía ni un poco.
—Fue en el jardín botánico. Acompañé a mi amigo Hiori y a otro de sus compañeros que necesitaban unas referencias de la naturaleza para un trabajo de pintura.
Rin observa la imagen y no necesita de ningún acercamiento porque lo ve perfectamente. Junto a un chico de cabello cian y ojos grandes, está Isagi. Y le parece absurdo que ahora, incluso cuando dejó de huir de su recuerdo y le haya permitido ser parte de su presente, el idiota siga apareciendo una y otra vez en donde menos se lo espera.
—¿Qué sucede, Rin? ¿Viste algo que llamó tu atención? —Nanase mira con curiosidad al más alto al ver que una ligera sonrisa se asomó en sus labios, lo cual es algo que le sorprende de sobremanera, pues no recuerda antes haber visto nada más cercano a una sonrisa de parte de Rin, pero esa ligera mueca desaparece tras sus palabras, cuando el de ojos turquesa se levanta de su asiento.
—Tengo que irme. —Y el mismo Rin nota lo abrupto de sus palabras, así que antes de irse voltea un segundo en dirección a su compañero. —Y las fotografías están bien, Nanase. Puedes enviarmelas para empezar a armar la presentación desde ahora.
—¡De acuerdo, Rin! ¡Gracias! —Nanase cree que es lo más amable que le ha dicho alguna vez, y sonríe enorme antes de ver la fotografía una vez más con curiosidad pues aún no entiende qué es lo que llamó la atención del Itoshi.
Rin por en cambio, camina pensando en lo idiota que está siendo, pues antes era perfectamente normal simplemente existir sin pensar en nadie en especial, pero ahora solo por ver su imágen de casualidad, pudo incluso sonreír sin darse cuenta.
—Es estúpido. —gruñe con fastidio. Su celular suena en su bolsillo y aún con el ceño fruncido se decide a leerlo antes de entrar a su clase. —Imbécil.
Isagi no deja de rondar, pues es él quien le envía una fotografía y cuando la ve. No tiene idea si quiere golpear a Yoichi o golpearse a sí mismo.
La imagen es él, o un dibujo de él, en la misma posición y con casi los mismos detalles que tenía la fotografía que le envío esa mañana cuando estaba en el gimnasio, pero la diferencia clara está en el color rojo que usó Isagi para colorear sus mejillas, las gotas de sudor que agregó en su rostro, y que el hijo de puta cambió su sonrisa socarrona por una mueca de placer que lo hacía parecer un personaje de un jodido manga con escenas subidas de todo.
—Es un desgraciado hijo de...
No puede terminar de insultarlo pues Isagi le envía un audio.
«—Tienes razón, Rin. El solo mirarte me da la creatividad de crear cientos de obras de arte a tu semejanza. Eres mi musa, quien me inspira hasta para crear obras impuras.»
Al final, puede oír una risa de su parte. Y Rin sonríe con la mandíbula tensa.
—Bien jugado, idiota.
Debió saber que Isagi no se quedaría atrás en todo este juego.
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