—¿Por qué tú sí estudias en la universidad?

—Porque la fotografía sí es una carrera universitaria. Aunque ya tengo trabajo, lo necesito para tener contratos más extensos con las empresas y para ampliar mi campo de forma internacional. —respondió Rin, pasando los dedos ahora por las mejillas del pelinegro. —Cuando Sae viaja a las pasarelas de Europa, no puedo ir con él, o al menos, no puedo ir como parte del equipo de fotografía de la agencia, sino como acompañante.

—Creí que era ilegal que cualquier persona que no fueras tú fotografíe a tu hermano.

—¿Quien te dijo eso? Es estúpido. —contesta con incredulidad. —Cualquiera que no sea de la agencia tiene prohibido distribuir y publicitar con la imagen de Sae sin tener un acuerdo previo con él y su agente.

—Oh. Eso tiene más sentido. —dijo el de ojos azules con asombro, su acompañante simplemente dejó escapar un sonido de su garganta como respuesta. —¿Y por qué siempre eres tú quien aparece en los créditos por sus imágenes?

—Porque, mientras estemos en Japón, tengo el permiso de la agencia de encargarme de las fotografías en los distintos eventos. No es temporada de desfiles, así que muchas de las fotos recientes son hechas por mí.

—¡Debe ser genial trabajar junto a tu hermano! Parecen ser muy unidos por lo que me cuentas.

—¿Unidos? Supongo que sí lo somos, pero no es como la mierda de los hermanos que se aman demasiado y hacen cosas bonitas juntos.

—¿No?

—Realmente apenas nos dirigimos la palabra y nos insultamos gran parte del tiempo.

—Oh...

—Pero no odio estar cerca de él.

—¿Tener un hermano es algo lindo, Rin? —pregunta Isagi, y el menor puede sentir el interés en sus palabras porque es una duda legítima. Y es que el de ojos azules es alguien sumamente curioso y no llegar a comprender esa extraña cosa que es la relación de hermanos parece molestarle. Así que Rin decide ser honesto.

—Solo te diré que, aunque me ha hecho daño antes y a veces es un completo idiota. No sé, simplemente no puedo imaginarme una vida sin ese imbécil.

—Eres muy tierno, Rin.

—Cállate. No es así.

Isagi solo se rió al escucharlo.