ii.
—¡Isagi!
—¡¿Qué?!
—¡¿Qué estás haciendo?! —Rin gritó, abriendo la puerta del baño mientras que se secaba el cabello con una toalla pequeña.
—¡El desayuno! ¡No sé tú, pero yo sí tengo hambre!
—¡¿Y quién te dió permiso de usar mi cocina?!
—¡El mismo sujeto que me dió permiso de meterme en su cama! —Isagi le respondió de igual forma y pudo sentir la burla en sus palabras. El Itoshi bufó con diversión, negando con la cabeza al momento de entrar a su cuarto para buscar una camiseta y un par de pantalones de yoga.
Una vez vestido, caminó con pereza hasta la cocina, dónde se encontró con Isagi dándole la espalda. Lo miró de arriba a abajo, admirando el cuerpo del de ojos azules quien estaba usando los mismos jeans que trajo la noche anterior junto a una camiseta de manga larga con franjas azules que trae arremangada hasta los codos por lo grande que le queda.
—Isagi...
—¿Qué?
—¿Quién te dió permiso de saquear mi closet? —pregunta con ironía.
—¿Para qué preguntas si ya sabes la respuesta? —Isagi le responde con diversión, mientras sigue picando las frutas que consiguió en la nevera.
—¿Eres así de descarado con todas las personas que te invitan a sus casas?
—No, pero acostarme con el dueño de la casa me da ciertos privilegios.
Yoichi se ríe con diversión, antes de girar sobre sus pies con dos platos en sus manos con un montón de fruta picada.
—¿Eso es el desayuno?
—¿Qué te esperabas? Son las once de la mañana. Casi es hora del almuerzo. —contesta el de ojos azules, llevando una fresa a sus boca. —Y no voy a hacer almuerzo con el estómago vacío. Tengo hambre. ¿Por qué te levantas tan tarde?
—Porque edito las fotografías hasta muy tarde en la noche. —responde Itoshi con indiferencia, clavando su tenedor en un trozo de sandía. —Y últimamente he pasado más noches contigo.
—No puedes echarme la culpa. Siempre que pregunto, tú me dices que puedo venir.
—¿Cómo negarme? Me avisas que vienes para acá cuando ya estás del otro lado de la puerta. —responde acompañado de un bufido. Y lo cierto es que Isagi tiene el descaro de reírse.
—Buen punto.
El silencio es lo que se extiende un par de segundos después y solo pueden escuchar el tintineo de sus utensilios contra sus platos de porcelana.
—¿Por qué incluso tus platos son costosos?
—Porque Sae es bastante pretencioso. Este era nuestro apartamento, luego él se fue y me dejó casi todo lo que no era directamente suyo.
—Interesante...
—¿Quieres preguntar algo más?
—Claramente.
—Pues te responderé si cocinas el almuerzo.
—Me duele que te aproveches así de mí.
—Si quieres la historia, haz algo para conseguirla, cariño.
Y es bastante obvio para ambos que Rin se está burlando pero Isagi sabe que él es alguien que cumple con sus palabras.
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