006. sentándose juntos
Cuando llegó el jueves, Ruby fue literalmente arrastrada a clases con Harry, Ron, Hermione y Evie. Cuando llegaron al salón, Ruby se sentó a un lado de Harry, sin importarle mucho que estaba en la primera fila.
―¿Que crees que pase en esta clase? ―susurró Evie, que estaba al otro lado de Ruby.
Ruby suspiró, fijando su mirada en la puerta, por donde se supone entraría Moody.
―Realmente no sé, pero no creo que sea algo... bonito.
―Ya pueden guardar los libros, no los van a necesitar ―dijo Moody, entrando al salón y dirigiéndose a la mesa.
Ruby se encogió de hombros, guardando el libro en la mochila.
―Algo bueno...
―Bien ―dijo Moody al terminar de pasar la lista―. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya son bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Estudiaron los boggarts, los gorros rojos, los hinkpunks, los grindylows, los kappas y los hombre lobo, ¿no es eso?
Ruby miró a Evie.
―¿Qué es todo eso?
―Te presto mis apuntes después de clases ―susurró Evie.
―Pero están atrasados, muy atrasados, en lo que refiere a enfrentarse a maldiciones ―prosiguió Moody―. Así que he venido para prepararlos contra lo que unos magos pueden hacerle a otros. Dispongo de un curso para enseñarles a tratar con las mal...
―¿Por qué, no se va a quedar más? ―dejó escapar Ron.
Ruby lo miró mal. Agradecía internamente que ese loco solo se quedara un año allí.
Moody volteó a ver a Ron, y una extraña mueca apareció en el rostro del profesor. Ruby lo miró asqueada. Pero, al parecer, esa extraña mueca era una sonrisa.
―Supongo que tú eres el hijo de Arthur Weasley, ¿no? ―dijo Moody―. Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto... Sí, sólo me quedaré este curso. Es u favor que le hago a Dumbledore: un curso y me vuelvo a mi retiro.
Ruby contuvo una sonrisa.
―Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho de forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñarles las contramaldiciones y dejarlo en eso. No tendrían que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estén en sexto. Se supone que hasta entonces no serán lo bastante mayores para tratar el tema. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de ustedes y piensa que podrán resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepan a que se enfrentan, mejor. ¿Como pueden defenderse de algo que nunca han visto? Un mago que esté a punto de echarles una maldición prohibida no va a avisarles antes. No es probable que se comporte de manera caballerosa. Tienen que estar preparados. Tienen que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.
Ruby se rió tapando su boca para que nadie la escuchara. Moody la oyó, pero no dijo nada.
―¿Alguno de ustedes sabe cuales son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?
Ruby tragó saliva. Sabía que esa clase no iba a terminar bien.
―Eh... ―dijo Ron titubeando― mi padre me ha contado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.
―Así es ―aprobó Moody―. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio muchos problemas.
Moody se levantó y de un cajón en la mesa, sacó un frasco con tres arañas. Moody sacó una y la puso en la palma de su mano. Ruby miró a Evie, y las dos supieron que iba a pasar: Moody iba a lanzarle aquella maldición a la araña.
―¡Imperio!
Ruby sintió mucha furia al escuchar como varios se reían de la araña. No era nada chistoso. ¿Se reirían si le hicieran eso a ellos?
―Les parece divertido, ¿verdad? ―dijo Moody―. ¿Les gustaría que se lo hicieran a ustedes?
La risa dio fin al instante.
―Esto supone el control total ―dijo Moody en voz baja―. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de ustedes...
Ruby gruñó en voz baja.
―Hace años, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición imperius ―explicó Moody―. Le dio bastante que hacer al ministerio, que tenía que averiguar quien actuaba por voluntad propia y quien, obligado por la maldición.
» Podemos combatir la maldición imperius, y yo les enseñaré como, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡ALERTA PERMANENTE! ―bramó y todos se sobresaltaron―. ¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohibida?
Ruby pudo ver como todos se sorprendían cuando un chico de cabello castaño alzaba su mano.
―¿Qué pasa? ―le preguntó a Evie.
―Se llama Neville Longbottom, no es conocido por alzar mucho la mano ―contestó Evie en voz muy baja.
―¿Sí? ―dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo a Neville.
―Hay una... la maldición cruciatus ―dijo Neville con voz muy leve pero clara.
―¿Tú te llamas Longbottom? ―preguntó Moody, bajando rápidamente el ojo mágico para consultar la lista―. La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que puedan apreciarla bien.
Ruby tragó saliva, sabiendo que iba a pasar, así que cerró sus ojos con fuerza y tomó la mano de Harry. Al sentir como Ruby apretaba su mano, Harry devolvió el agarre, intentando no sonrojarse.
―¡Crucio!
Entonces Harry comprendió porqué Ruby apretaba su mano. Los pequeños gritos de dolor que soltaba la pequeña araña. Ruby sintió sus ojos aguarse. No podía... no podía con los gritos de esa araña. Si bien le daban un poco de miedo y le daban asco, esos gritos...
―¡Pare! ―chilló Hermione con voz estridente.
Cuando Ruby dejó de oír los gritos de la araña, soltó la mano de Harry y se secó las lágrimas.
―Reducio ―murmuró Moody.
―Está loco ―susurró Ruby intentando dejar de temblar.
―Dolor. No se necesitan cuchillos ni carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus... También esta maldición fue muy popular en otro tiempo. Bueno, ¿alguien conoce alguna otra?
Ruby no quería ver. Lo único que quería hacer era levantarse y salir corriendo. Harry notó eso y volvió a tomar su mano.
―Tranquila ―le susurró.
―Avada Kedavra ―oyeron a Hermione susurrar.
―¡Ah! ―exclamó Moody―. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra: la maldición asesina. ¡Avada Kedavra!
Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente. Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna herida, pero indudablemente muerta. Ruby oyó a algunas chicas soltar gritos ahogados.
―No es agradable ―dijo Moody con calma―. Ni placentero. Y no hay contramaldición. Sólo se sabe de dos personas que hayan sobrevivido a esta maldición, una está sentada delante de mí y la otra no tengo permitido decirla.
Ruby vio como las mejillas de Harry se volvían rojas.
―Avada Kedavra es una maldición que solo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podrían sacar sus varitas mágicas todos ustedes y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguieran siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no les voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.
» Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué se las he mostrado? Pues porque tienen que saber. Tienen que conocer lo peor. Ninguno de ustedes querrá hallarse es una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! ―bramó y todos se sobresaltaron.
» Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra, cruciatus e imperius, son conocidas como las maldiciones imperdonables. El uso de cualquiera de estas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero prevenirlos, quiero enseñarles a combatirlos. Tienen que prepararse, tienen que armarse contra ellas; pero, por encima de todo, deben practicar la alerta permanente e incesante. Saquen las plumas y copien lo siguiente...
El resto de la clase se basó en ellos escribiendo sobre las tres maldiciones imperdonables. Cuando sonó la campana, Ruby prácticamente saltó de su asiento seguida de Evie.
Definitivamente esa sí fue una clase de mierda.
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