Tassi
La chica artesana había salido corriendo de la sala. Tassi dudaba de las capacidades de supervivencia de ésta, pero esperaba que durase el tiempo suficiente. Cuanto más entretenidas estuvieran, mejor para sus intereses.
—Ahora me debes un favor.
Lillard se giró hacia él con los puños apretados. Tensó la mandíbula, forzando una sonrisa. Le resultaba graciosa, con sus ojitos dóciles cual gacela y su baja estatura. Pocos creerían que existía una mujer de carácter bajo las capas de falsa amabilidad.
—Incorrecto —ladeó la cabeza, como una niña apelando a su naturaleza ingenua—. Yo no te he pedido nada. Has actuado por propia voluntad.
Tassi la analizó con detenimiento. La ansiedad se ocultaba bajo su expresión sosegada, aunque no se vislumbraba ni un ápice de terror. Tan solo irritabilidad. El Titiritero le enseñó los dientes en una afable sonrisa, preludio incuestionable de su ira contenida.
—La misma voluntad que tuviste cuando acudiste a mí para contarme que los rebeldes habían asaltado una sede de los nounats y que éstos mantenían oculto tal incidente, en lugar de dirigirte directamente al Consejo Senk que es lo que deberías de haber hecho. O la misma voluntad que mostraste cuando a cambio de tan valiosa información me solicitaste los servicios de la auspex, una herramienta propiedad de la Inquisición, con la única finalidad de beneficiarte en la Ceremonia del Remplazo. Omisión de datos, adulteración de un rito sagrado, chantaje de un alto cargo y... asesinato de uno de sus congéneres.
—¡Yo no he matado a nadie! —le recriminó la dagverya.
—Cierto, ha sido la artesana. Los hechos, hechos son. Y las verdades herederas del poder. Por ende, ¿a quién van a creer? ¿A una aspirante al trono que ha permitido la adulteración de un rito con la entrada de unos arcanos o al líder de la más prestigiosa institución estatal?
—Fue tu estúpida profeta la que afirmó que dos felinos cambiarían el rumbo de Dagnar, que me otorgarían la Corona. Y ahora no se te ocurre mejor idea que cargarte a un einhejer. ¿Sabes la de problemas que vamos a tener que solventar?
—Muchísimos —admitió—. En cuanto Dagnar conozca el crimen de tu contrincante toda la nación se volcará en su búsqueda.
—¡Exacto! —reprochó. Lillard se mostraba realmente furiosa— Mis propuestas se pospondrán hasta que se establezca un gobierno. Y...
—Habrá un vacío de poder —Tassi la interrumpió, agotado de tanta palabrería—. Y ante una crisis, existen posibilidades. Por ejemplo, de demostrar tu valía para el cargo sin necesidad de otra persona. Anhelas establecer cambios en la política de tu nación. Una regencia parece el momento oportuno para poner en práctica la teoría.
—Eso es... —se quedó pensativa; le cambió el porte— un gran planteamiento.
—De nada —Tassi sonrió. Le había costado, pero al final la chica había captado su idea—. E insisto —y en ese momento se dirigió a las tres hermanas—: me debéis un favor, dagveryas. Por realizar el gran sacrificio de silenciarme ante el Gobierno el incidente con los nounats, por ofreceros la auspex para aseguraros el cargo y por guardar el secreto de lo sucedido esta noche. Tarde o temprano, me cobraré lo debido.
—¿Y si... —Meyto, la pequeña de las hermanas se aproximó hasta el sheut en actitud coqueta. Posó sus finos dedos sobre el pecho de Tassi y tiró de él hasta arrinconarlo contra la pared. Le acarició la musculatura con cierta presión— te lo cobras ahora? Muchos se habla del insaciable apetito sexual de los sheut —alargó la mano, invitando a Lillard a participar en el cortejo. Ésta le siguió el juego, acariciando los brazos de Tassi— ¿verdad, hermana?
—Así es —prosiguió Lillard, poniéndose de puntillas para llegar al cuello del varón—, podríamos acordar otro método del pago de la deuda. Dicen que a los sheut no les importa yacer en familia.
Tassi las ignoró mientras se dejaba acariciar, pensando en lo que significaba para él la palabra «familia». Aunque Leonardo era el mayor de los varones, le había tocado a él convertirse en el patriarca en ausencia de su progenitor. Era el único capacitado para liderarlos a todos. El rey de reyes. Había perdido la noción, cuando avistó a las jóvenes arrodillarse ante él, palpando una entrepierna dormida ante tanta ordinariez. Nyx, la mayor de ellas, miraba hacia otro lado en un rincón de la sala. Los rostros de las féminas se asemejaban, aunque cada una había sido bendecida por un tono distinto en sus lacias melenas. Fuego, luz y oscuridad las definía. Como si hubiesen sido creadas con las cenizas de una hoguera. Pocas cosas le repugnaban tanto como el aroma del azufre. Ninguna tenía madera para ser su reina.
Palió la fogosidad de sus actos con el dolor de sus huesos sometiéndose a su merced. En cuestión de segundos, ambas guerreras yacían en el suelo padeciendo los dolores de la carne. Nyx desenfundó su arma, pero bastó unas palabras por parte de Tassi para paralizarla.
—Mueve un solo músculo y desmembrarlas será lo más sutil que les haga —aseguró. Sus violáceos ojos se clavaron en las hermanas aclamando piedad—. Habéis olvidado un detalle. También destacamos por nuestra sed de sangre.
«Y en no yacer con meros mortales». Aunque, no podía hablar por todos sus hermanos. Frenó la tortura. En el futuro podían serles útiles. Las dejó recuperar el aliento.
—Ahora que os he recordado la jerarquía, nos conviene olvidar lo sucedido. Ni yo tendré en cuenta que habéis ultrajado mi cuerpo, ni vosotras este pequeño desacuerdo. ¿Estáis conformes?
—¡¿Desacuerdo?! —gritó Lillard, con la rabia ferviente en su mirada desbocada— ¡¿Cómo te atreves a humillarnos de esta manera?!
—Cállate —le exigió—. Querías la corona y te la he ofrecido en bandeja. He despejado tu camino y eliminado las posibles trabas para constituir un futuro. Quienes podrían delatarte han desaparecido. No te ofendas por mi rechazo, nos interesa ser amigos. Tengo una hermana con una voz influyente en la cultura de masas. Cuenta con un séquito importante de seguidores. Ella podría ayudarte con tu campaña política, que todo el mundo te viese como la mártir de esta historia y se planteasen nuevas opciones. Una cena con Edith, cuatro caprichitos y ¡pam! —chasqueó los dedos— Estaríamos a un paso de transformar tu nación en una monarquía. De la misma manera, si te empeñas en convertirnos en enemigos. Bueno... el odio guiado por una líder carismática es un referente en la historia de todas las naciones. Ya me entiendes, la guerra de la información puede llegar a desencadenar movimientos inesperados.
—¿Nos estás amenazando, sheut? —inquirió, encolerizada.
—Yo jamás amenazo. Forjo alianzas y establezco cadenas de favores. Hoy por ti —le acarició la mejilla, pero Lillard se apartó de malas maneras—; mañana por mí. Quizás no concuerdas con mis ideas, pero soy un hombre de palabra. Dagnar será tuyo y si juegas bien tus cartas... —sonrió con malicia— puede que nos repartamos algo más por el camino. Ahora dormid, necesitamos descansar. En unas horas, reanudaremos la función ante el público.
El resto de la noche transcurrió con normalidad. Tassi se había alojado en un edificio construido a propósito para hospedar a los altos cargos del Gobierno Senk. Lejos de lo imaginable, se hallaba tan tranquilo con la situación que no le costó conciliar el sueño. Por contra, la mañana siguiente se presentó ajetreada, hecho predecible, pues las dagverias se encontraban ante una situación inédita.
Hubieron opiniones dispares: algunas reclamaban la realización de un nuevo rito de elección, muchas abogaban por una monarquía temporal y otras aprovechaban la oportunidad para exigir un sistema más democrático. Tassi fingió interés y desazón mientras escuchaba sus planteamientos. Aunque su hermana Edith encarnaba la farándula, a él no le costaba interpretar un papel. El mundo era su escenario y los individuos que poblaban las élites políticas, títeres movidos a su antojo. Además, los presagios vaticinaban un buen augurio para el pueblo de las navegantes.
«Convencional no será el camino hacia tu meta. Pero si quieres triunfar, a dos gatos deberás acompañar. Y su presencia en el ritual te beneficiará. Familia y hogar son dos conceptos fundamentales».
La auspex había dictado su veredicto semanas atrás. Y, aunque sus versos siempre invitaban a la confusión, era la adivina más precisa en posesión de la Inquisición. En toda generación de vaengis nacía una con la capacidad de ver el futuro. Al igual que a su hija, Kahina, la jefa de la tribu vaengi, la había entregado al Gobierno a cambio de un asiento en los Senk. La Inquisición la había adquirido apelando a sus funciones de control mágico, aunque no habían tenido tal suerte con la heredera de Kahina, quien había caído en manos de los centros científicos de los nounats. Un grato error a su parecer, ya que la chiquilla había logrado escapar años atrás y se desconocía si todavía vivía o cuál era su paradero. De haber pertenecido a la Inquisición, jamás habría permitido perder una herramienta tan útil como ella.
De cualquier modo, la auspex le había resultado útil en diversas ocasiones. En este caso, Lillard anhelaba la corona y todo apuntaba a una futura regencia hasta que se solventase el problema con la fugitiva. Por supuesto, a Tassi le beneficiaba contar con una aliada en una de las cinco naciones del gobierno. Más, si ésta demostraba ser mucho más débil que la suya. Los sheut, pese a ser pocos, poseían los dones y la inmortalidad de los dioses. Sin embargo, la imagen de su familia se había debilitado tras la desaparición de su padre. Así pues, el cometido de Tassi era mantener viva la gloria de su estirpe de cara a las otras especies. El inquisidor había aprendido tiempo atrás que las alianzas representaban un mal menor que, en la mayoría de ocasiones, les beneficiaba. Por ejemplo, cuando sus socios se mostraban más vulnerables en comparación de cara a los espectadores. Así, la traición, vacío de poder e incertidumbre de Dagnar le complacía.
Y la profeta no se equivocaba en sus predicciones. Tras un interminable debate y una ardua votación, Lillard fue declarada regente. Por primera vez en la historia desde el liderazgo de Odín, las dagveryas serían gobernadas por una única persona. Aunque provisionales, se establecía como prioridad la captura de la fugitiva y su correspondiente juicio en el caso de hallarla con vida. Según sus tradiciones, se prohibía la sustitución de una candidata mientras ésta siguiera viva, pues rompía con los ciclos tan elementales en su cultura. Así pues, Lillard se mantendría en el poder mientras la situación no se solventase.
—Te lo dije.
Tassi se encontraba en el puerto preparado para marchar, con un séquito de mujeres que le habían acompañado como protocolo de seguridad. Lillard lucía una curiosa corona con forma de barco bañada en oro blanco. No la portaría para el resto de sus días, pues se reservaba para eventos ceremoniales, pero le sentaba extrañamente bien teniendo en cuenta las pequeñas dimensiones de la mujer. Ella sonrió y le cogió de las manos con cortesía como símbolo de buena amistad. A Tassi se le escapó una risa ronca; demasiado viejo para no percatarse de su falsedad.
—Ha sido un placer teneros cerca, inquisidor. Mi pueblo siempre os recibirá con los brazos abiertos.
Él aprovechó la diferencia de altura para aproximarse hasta su rostro y susurrar en un tono que solo fuera perceptible para ella.
—Agradezco el detalle, también la información que me proporcionaste. No olvides tu deuda. Cuando te llame, acudirás a mí —Lillard fingió su ya conocida sonrisa, respondiendo con una voz tan cándida y dulce como un ruiseñor.
—Y tú no olvides hablarle a tu hermana de mí. Merezco contar mi versión y demostrar mi idoneidad.
Tassi le devolvió la sonrisa, asintió con cortesía y se marchó. Debía admitirlo, hacía eones que una mortal no le resultaba tan divertida. Le rodeaba un aura de luz y, tras su actuación, todos la creerían santa. Pero, había una voraz oscuridad en su interior que crecía a cada paso que daba.
Después de la asistencia a un rito ceremonial, Tassi tenía el deber de acudir hasta la sede de la Inquisición para realizar los informes respectivos. Sin embargo, había decidido realizar una pequeña parada en uno de los principales CIT, es decir, Centros de Investigación y Tratamiento, una institución de los nounats donde, en teoría, se realizaban estudios para mejorar la salud de sus allegados. En la práctica la realidad era muy distinta, aunque dicha información fueran secretos de Estado que su madre compartía con él.
En realidad, las siglas hacían referencia a Centros de Investigación Tuskegee en referencia a los experimentos acaecidos en era humana sobre la población afroamericana. Tassi se había interesado por ello tras descubrir la farsa, maravillándole el hecho de que los nounats fueran gobernados por un dirigente negro. Claro que, en la actualidad, el proyecto disponía de sujetos muy variados. Aun así, los nuevos humanos le parecían incluso más entretenidos que los anteriores.
Y, por supuesto, mantenían las viejas costumbres de encubrir las verdades con medias tintas y edulcorar la realidad.
Un par de meses atrás habían saltado las alarmas de la sede, pero los nounats las habían acallado de inmediato culpando a fallos en el sistema. Por desgracia para ellos, Lillard había sido testigo de su error. Rápidamente, había acudido hasta él, susurrándole al oído con voz melosa e implorando una visita con la adivina. Al principio, había dudado de sus palabras, guiadas por la desesperación de no haber logrado amañar el ritual de selección, donde esperaba que una de sus aliadas gobernase junto a ella. Finalmente, Tassi accedió a participar en la jugada.
Y ahora, el tablero se encontraba listo para el próximo movimiento.
A simple vista, el edificio se asemejaba a un centro hospitalario. Blanco, anodino, de grandes dimensiones y base rectangular. Las puertas estaban selladas y tuvo que llamar para ser atendido. De tratarse de otra persona, hubieran denegado su entrada, pero su puesto de trabajo le proporcionaba un trato de favor allá donde iba. Un joven voone de tez tostada y una chica humana de ojos claros le atendieron en la puerta.
—Mis disculpas, señor. Inquisidor —se corrigió el varón. Realizó una reverencia vacilante, inseguro de sus actos—, se necesita cita previa para acceder al recinto.
—¿Q-quiere qué se la tramitemos de inmediato? —añadió la joven. Parecía algo más avispada que su compañero. Tassi negó con la cabeza.
—Agradezco vuestras intenciones, pero me han asignado la orden de reunirme con el director de este CIT sobre cuestiones confidenciales. Por desgracia, se trata de un asunto urgente y no he podido solicitar el trámite pertinente. Apenas le robaré más que unos minutos y les puedo asegurar que les conviene solventar las incidencias derivadas de esta sede antes de que pueda causarles reparos.
Las expresiones de ambos fueron un poema; palidecieron y se volvieron torpes con los gestos y las palabras. «Mortales —pensó—. Tan previsibles y fáciles de manejar». Lo acompañaron hasta la oficina. Por el camino, se cruzaron con varios individuos de diversa naturaleza, todos ellos con níveas batas ocultando sus torsos. El joven investigador seguía insistiendo sobre lo inadecuado de su presencia, mientras la chica suavizaba sus reprimendas con halagos hacia la institución de la Inquisición. Tassi los ignoraba, pues su atención se centraba en las puertas blindadas de las salidas de emergencia y en las cámaras ocultas que respaldaban a las ya visibles. Le costaba creer tanta seguridad hubiese sido burlada con tanta facilidad. Estaba convencido de que alguien de dentro debió facilitarles a los rebeldes su incursión.
Una vez ante la puerta del director le pidieron que esperase hasta ser atendido y se adentraron en el despacho, seguramente, para informarle de su llegada. Unos minutos después, los jóvenes salieron y le invitaron a pasar.
En el centro de la estancia se hallaba un hombre de mediana edad que estaba visiblemente modificado. Le habían colocado prótesis para parecer más alto, eliminado las imperfecciones del rostro e insertado injertos capilares en la sien. Era blanco, de mejillas sonrosadas y ojos vivarachos. Portaba la bata abierta, dejando entrever un traje de último modelo.
—General Inquisidor —le saludó.
—Director Sims —le respondió Tassi. El susodicho hizo un gesto para que el sheut tomara asiento. Advirtió la intención de éste de hablar, así que se le adelantó—. Imagino que se preguntará qué hago aquí —el nounat asintió y Tassi se tomó su tiempo, observando con detenimiento los hermosos cuadros de la sala. Los lienzos le recordaron a su hermana Gentil, hecho que provocó una sonrisa furtiva en su rostro—. Mi hermano realizó una prueba hace unos meses para formar parte de su equipo.
—Ah —la tensión de su interlocutor se disipó ligeramente—. Lo cierto es que demostró unas dotes excepcionales, estuvo a punto de lograrlo por muy poco. Confío en contar con él para futuros proyectos.
—Seguro que sí —corroboró—. Y, ¿en qué falló exactamente?
El señor Sims se removió incómodo en su asiento. Tassi había deslizado la punta de la lengua por los incisivos de manera instintiva. No es que el director le despertase el hambre, los sheut se alimentaban de crías y ese viejo podía alterar su apariencia, mas no su aroma a rancio.
—General Inquisidor...
—Llámeme Tassi.
—Tassi —el aludido le atravesó con la mirada y el humano desenfocó su visión. Fingía observar al sheut, pero solo lo esquivaba de manera disimulada—, estoy dispuesto a discutir el asunto en otra ocasión, con una cita concertada y revisando el caso. Pero, con todo el respeto, la institución a la que pertenece no posee potestad en los CIT. Si le parece bien, concretaremos un día para examinar el caso —abrió su dispositivo electrónico ante el silencio de su invitado; los dedos temblorosos indicaron nerviosismo—. Yo mismo le tramitaré el expediente para evitar la lenta burocrática.
—Estoy de acuerdo —Tassi se acomodó en su asiento con pasividad—. Sin embargo, no ha contestado a mi pregunta. ¿En qué falló mi hermano Dante?
—B-bueno —Sims abandonó lo que estaba haciendo y balbuceó—, es evidente que posee muchos años de experiencia, pero cometió algunos errores... con poca importancia, eso sí.
—¿Cómo cuáles? —el director abrió los labios, pero el sheut le acalló con un gesto de la mano— Espere, déjeme adivinarlos —fingió que meditaba—. ¿Dejó que los rebeldes irrumpieran en esta sede, destruyeran el trabajo de años y se llevasen a un sujeto en experimentación? ¿Ocultó dicha información al Gobierno aludiendo a un fallo informático? Porque, de ser así, estoy seguro que cualquier miembro de mi familia actuaría de manera discreta. Si Dante hubiera cometido tales errores, yo mismo me hubiera ocupado de que no existieran testigos.
Sims le contemplaba con el rostro desencajado. Una vena verde le atravesaba la frente, estirándole la piel como una cuerda tensada. «Nounats —reflexionó—, humanos mejorados genética y tecnológicamente. La misma escoria inútil de siempre». Por supuesto, el director creía la inexistencia de testigos y así se lo había trasmitido a su gobierno, quienes habían colaborado en encubrir los hechos.
—La verdad —comenzó el nounat— es que ya no recuerdo en qué erró su hermano. ¿Quiere qué comencemos a revisar su expediente ahora mismo?
Tassi sonrió. Se sentía tan pletórico que temió mostrar su verdadero rostro.
—Tengo trabajo —estrechó la mano del científico—. Mejor dele usted la noticia a Dante.
Desde Nuevo Mundo, el país de los nounats había una semana de distancia hasta la sede central de la Inquisición. Normalmente, Tassi empleaba los portales de la Fortaleza Estrellada para trasladarse, pero para las labores de supervisión prefería los barcos como medio de transporte. Antes de que surgiera la tecnomagia, los navíos se establecieron como su medio predilecto. En cierta manera, le recordaban a la época anterior al Sello. Disfrutaba navegando los mares, esas aguas que antaño fueron creadas a partir de las lágrimas de Nut. En silencio se maldecía, por ser un necio romántico y sentimental, que añoraba un pasado difícil de alcanzar.
Mas, la diosa Nut les había bendecido con los dones de la magia. Y muy pronto, la primigenia les pertenecería. Lo presentía.
Se había unido a la Inquisición con dicho propósito, aunque solo Gentil conocía sus verdaderas intenciones. La institución ya había existido en época humana, aunque su función distaba bastante de la actualidad. Durante el período que llamaban época moderna se había establecido para perseguir la herejía, la brujería y a los disonantes de la fe. Tras la ruptura del Sello, el retorno de los seres de Pangea, las guerras y las nuevas estructuras de poder, se acordó instaurarla con un objetivo diferente: controlar el uso de la magia en el mundo.
De esta manera, solo se permitían los rituales y ceremonias según la ley, persiguiendo a todo individuo que manifestase habilidades o ejecutase prácticas ilegales. La finalidad era monopolizar la magia, en primer lugar, para controlar su uso y, en segundo, porque se estaba agotando. Y ese era el mayor secreto del gobierno Senk.
Habían transcurrido poco más de ciento cincuenta años desde la ruptura del Sello. El mundo había cambiado, las aportaciones de los humanos habían permitido la existencia de la tecnomagia. Entonces, la Inquisición resurgió como excusa para hacerse con el control a través de un régimen del terror, persiguiendo a las criaturas mágicas, capturándolas, extrayendo sus poderes, conviertiéndolas en herramientas para sustentar el nuevo sistema...
Y, poco a poco, la magia había menguado. En cada generación, nacían menos individuos con habilidades especiales. Algunas especies, incluso, se habían extinguido. Vio con sus propios ojos envejecer a los driadalys, a las dagveryas perder su capacidad de volar y a su padre...
Su madre lo desconocía, pero Tassi sabía la verdad. Y Gentil, por Nut que se lo había confesado en un momento de debilidad. Pero, ella jamás revelaba los secretos. Era lista, mucho más de lo que los demás podían apreciar.
Llegó hasta las puertas de la Inquisición, tan altas que parecían gigantes custodiándola. Había escrito el informe en el viaje, solo le faltaba transferir los documentos a la base de datos de la sede y organizarlos como es debido. Mientras subía hasta las oficinas escuchó un gran alboroto en la sala de descanso al lado de su despacho. Supuso que se trataba de su escuadrón, pues cada alto rango disponía de uno formado por sus seis mejores soldados. El de Tassi era el de mayor importancia, al depender directamente del General Inquisidor. Lo componían sus hermanos pequeños Vincent y Monet, un nounat llamado Goliat, Tulip, un mestizo driadalys que había ascendido y el príncipe Finslat Silverone. Este último había subido de rango recientemente, tras la operación de rescate de su hermano Leonardo. Pese a su mortalidad, Tassi lo consideraba superior a sus hermanos. Debía reconocer que el voone había demostrado aptitudes: con su fiereza y valentía se había ganado el respeto del sheut.
Cuando entró, halló un escenario muy dispar de lo esperado. Luces de colores, manjares, alcohol, drogas y esclavos sexuales danzando al compás de la música. Justo en ese momento su hermana Monet lamía la tripa de una joven esclava, impregnada de ácido alucinógeno mientras Vincent la sujetaba con cuidadosa protección. Finslat fue el único que pareció percatarse de su llegada, aunque Tassi se quedó largo rato observando la estancia con expresión furibunda. Se le acercó con un vaso lleno de gominolas y le sonrió con simpatía.
—No te enojes, estamos de celebración —antes de que Tassi pudiera reprocharle y exigir silencio absoluto en la sala, Finslat se le adelantó—. Siddal está embarazada.
Se quedó en silencio, asimilando la noticia. Había querido probar su fertilidad, echarle una mano a su pequeña hermana con la problemática del heredero y había funcionado. Sonrió, no supo por qué, pero abrazó a Finslat de la alegría.
—Tenéis mi permiso para celebrarlo. Voy a mi despacho a terminar el trabajo y luego me marcharé. Procurad no destrozar el inmobiliario y cuidado con los efectos de las drogas. No quiero derramamiento de sangre aquí —le señaló—. Confío en ti.
Se metió en su despacho, pero ya no podía concentrarse. Las emociones se debatían en su interior: dicha, satisfacción, decepción, ira...
Pero, sus sentimientos debían resguardarse a un segundo plano. Junto al de Monet, otro embarazo se cernía sobre su familia, aproximándolos a la magia primigenia.
Llamaron a la puerta. Tassi alzó la vista, no esperaba visita alguna. Invitó a pasar al individuo. Finslat la abrió, pero se quedó apoyado en ella y le contempló desde la distancia con su característica sonrisa burlona.
—Finslat, me gustaría acompañaros pero tengo trabajo por delante.
—Me he follado a tu hermana —el comentario dejó a Tassi estupefacto. Finslat se relamió los labios y especificó—. A Siddal, quiero decir.
Se quedaron en silencio durante un fragmento que resultó eterno. Si algo le gustaba del voone es que nunca manifestaba miedo, ni siquiera si estaba a punto de morir. Finslat no había borrado la sonrisa de los labios, aunque se mostraba preocupado por la reacción de su superior. Más por el respeto que le debía que por peligrar su bienestar. A Tassi le enternecía su comportamiento, le despertaba una vena casi paternal.
—Yo también.
Finslat escupió un osito de fresa y tosió. Tassi arrancó una carcajada. El voone le señaló con el dedo y acompañó su risotada.
—Ese humor negro tan propio de los sheut... ¿no te importa? Su hijo es... ya sabes, mío.
—Si su marido y ella están conformes. A mí me interesa que cumplas en el trabajo, Finslat, no donde metas la polla.
—¡Uff! —suspiró— ¡No sabes lo aliviado que me dejas! —para sorpresa de Tassi, se arrodilló— Quiero que sepas que tu hermana no es para mí una más. La amo, anhelo demostrarle todo el amor que mi hermano no le puede dar —levantó levemente la mirada, para clavar sus azulados ojos en el sheut—. Juro que la protegeré, a ella y a nuestra progenie. Aunque los inquisidores no podamos formar familia, los consideraré como tal.
—Gracias Finslat, no esperaba menos de ti. Es un honor para mí que nuestras sangres se hayan unido para crear vida. Guardaré el secreto, hermano mío.
Los ojos del voone brillaron de alegría. Insistió en celebrarlo con su superior, pero Tassi declinó la oferta con educación. Todavía quedaba mucho trabajo por delante, pero la fortuna se encontraba de su parte.
Cuando hubo acabado, salió del despacho. Habían transcurrido varias horas, la fiesta había finalizado. Al pasar por delante, divisó los cuerpos tirados por el suelo entre ropajes y telas desgarradas. Figuras gráciles, en posición reposada, semidesnudas y rodeadas por un aura divinizada. Parecían una obra de arte, contorsionada, sexual y descarnada. Llena de colores y vida. Pensó en la única artista que podría retratarles el alma con tanta claridad como si de una fotografía se tratase.
No se adentraba en sus aposentos desde la última reunión familiar. Poseía una estancia espaciosa, repleta de materiales de pintura: caballetes, cubos esparcidos cubiertos de pinceles, espátulas, diluyentes, pigmentos químicos y naturales, lienzos en blanco o a medio pintar. Olía una mezcla de barniz, pintura y azucenas, procedentes de sus mechones de pelo ondulándose como pétalos de lirios. Se hallaba de espaldas a él; así se mantuvo pese a su evidente presencia. Sujetaba el mango del pincel con seguridad, deslizando las perfiladas hebras sobre un mural, a caballo entre la luz y la oscuridad. Imágenes grotescas dotadas de destellos y seres etéreos escondidos en las sombras. Se deleito con los tonos cálidos impregnándose en la tela, trasmitiendo la rabia y la pasión que tanto la caracterizaban.
Inhaló cada partícula que lo rodeaba y cerró los ojos por una milésima de segundo. Solo ella le ayudaba a encontrar la paz.
—¿No piensas saludar a tu hermano? —el silencio retumbó como un eco. La joven apuró uno de los botecitos de pintura sobre la paleta, evitándole a conciencia— Gentileschi, ven hasta mí. Sabes que no me gusta forzarte —pese al tono autoritario, le estaba suplicando. Su hermana se quedó quieta un instante que le pareció eterno, pero finalmente accedió. Le miró con esos ojos tan suyos, desafiantes y hermosos a la vez. Se aproximó y se dejó besar la mejilla con fugacidad— Buena chica.
Después de ese breve regalo, le dio la espalda de nuevo, reanudando su actividad artística. Tassi caminó por la sala, toqueteando las cosas de Gentil. Antaño él también se interesó por las artes, aprendiendo a la par que su melliza. Dos deidades infantiles embriagados por una práctica mortal.
Durante años se esforzó en su formación. Mas, ella siempre lo superó.
—La última vez que nos vimos estaba con Siddal —le comentó, mientras palpaba los colores secos de una paleta. A Tassi le pareció escuchar una risita amarga en ella.
—No te andas con rodeos, ¿eh?
—No te pongas a la defensiva —se excusó—. He venido a explicarte que lo hice por amor.
—¿Amor? ¿Así llamas a violar a tu hermana pequeña?
—Ella accedió —ahora era él quien reía con amargura—. Estuviste en la reunión. No tengo la culpa de que nuestro linaje prospere mediante la endogamia. Siddal necesitaba ayuda y yo, como hermano mayor, se la proporcioné.
—Hoy en día existen otros métodos. Lo hiciste porque eres un monstruo.
Tassi comenzó a merodear a su alrededor. Ella ya no pintaba, solo le miraba con desprecio, hecho que le irritaba más.
—Es muy... —meditó, en busca de la palabra adecuada— oportuno que emplees dicho término. ¿Sabes? Hoy me ha venido a la mente un recuerdo del pasado. Acudí a visitarte una mañana y te encontrabas indispuesta; me preocupé. Esperé durante horas en la puerta. Las esclavas sacaron sábanas repletas de sangre y algo... orgánico, por así decirlo. Me asusté mucho. No habías comido, pero esos pedazos de carne se parecía tanto a nuestro alimento... Éramos tan jóvenes, como Vincent y Monet. Estuviste enferma unos días y, a lo largo del tiempo, lo has estado en más ocasiones. Y siempre esos fragmentos, esos cuerpos extraños cuyo origen tanto me ha costado descubrir. Por un instante, pensé que provenían de tu debilidad. Pero, eso no es más que una farsa, ¿verdad, hermana? Tú eres una sheut. La tercera hija que nació, fuerte, resistente; una criatura de naturaleza divina.
En ese momento, Tassi respiraba a su lado, tras la nuca de Gentil. Su respiración sobre la piel de ésta provocaba que el vello se le erizara. Sin embargo, ella no apartó la mirada de su propia obra. Era grotesca, como el mundo que les envolvía.
—Acabas de definir nuestro mayor error —susurró—: creernos superiores a los mortales. Somos huesos y sangre, igual que ellos.
—No —enfatizó Tassi—, somos sombras. Inquebrantables. Inmutables. Perennes. ¿Y sabes qué más somos? —le rodeó el cuello con una mano, acariciándoselo con presión. Posó la otra sobre el vientre femenino, en un gesto protector—. Creadores de extirpes. Nuestra pequeña Siddal está encinta —notó a su hermana contraerse—. Espera un hijo mío. Lo cual me hace reflexionar sobre los frutos que no has dejado madurar. Dime Gentil —pegó sus labios a la oreja de ésta y susurró—, ¿quién es el monstruo ahora?
Le soltó el cuello. Apenas la había rozado, pero una ligera marca apareció en su aterciopelada piel. La abrazó desde atrás, ansioso por sentir un ápice de afecto por parte de ella.
—Sé que no comprendes mis métodos. Para mí el fin justifica los medios. Nuestra familia se encuentra en peligro y nada me importa más. Tú eres mi igual, la única en quien puedo confiar. Por eso, he de pedirte algo.
—¿Qué te hace pensar que cumpliré tus deseos?
Él se colocó delante de ella. Los ojos de su hermana ardían, percibía el averno brotando en su interior. Amor y odio. Dos sentimientos tan similares y que los representaban tan bien. Gentil podía detestarle, pero ambos eran sheuts. Eterna era su gloria.
—Porque todos tenemos debilidades y ahora ya sé que Siddal es la tuya —le colocó las dos palmas en las mejillas y le acarició los pómulos—. Frecuentarás sus aposentos con asiduidad, le harás compañía y te adentrarás en los secretos de la corte voone.
—¡No pienso espiar para ti! —le cortó.
—Lo harás —la sujetó del mentón y la forzó a acercarse hasta él—. Porque debes asegurarte del nacimiento de sus hijos. En nuestras manos está proteger el legado familiar, piénsalo. Ninguno de nuestros hermanos está capacitado para ello. Escúchame —la agarró con fuerza de los hombros—, Finslat está abusando de nuestra hermana. Imagino que ya viste la lluvia de cardenales sobre su piel.
—Para empezar, ambos Silverone están maltratándola. Y en el caso de Finslat, es tu subordinado, deberías ser tú quien le parase los pies —largó, con el rostro horrorizado.
—Sabes perfectamente que no podemos mezclarnos en la política.
—No obstante, te implicas cuando te interesa —replicó con aspereza. Alzó el mentón, observándole con marcado desprecio—. ¿Por qué a mí?
—Nuestra familia solo nos tiene a nosotros como referente, debemos ser el ejemplo a seguir. Y, para que aprecies mi generosidad, le encomendaré una misión para alejarlo de su país una temporada. No puedo hacer lo mismo con Edgallan, pero confío en que el idiota de Leonardo lo mantenga alejado con su idílico romance. Entonces, ¿saldrás de tu papel de chiflada cautiva para salvar a tu hermanita? —le acarició el mentón con sutileza— ¿Qué me dices?
Gentil no le quitaba los ojos de encima. Le recordaban a un depredador nocturno, como si se observase a sí mismo a través de un espejo de obsidiana. Su hermana mostró un pequeño esbozo en la comisura de los labios. Rememoró una obra realizada por los humanos, donde una mujer insinuaba una famosa y enigmática sonrisa.
—Hay una cosa más que solicito a cambio de mis servicios.
Tassi realizó un gesto con la cabeza invitándola a proseguir. Gentil dio un paso adelante, dejando un espacio ínfimo para ambos cuerpos. Levantó los talones del suelo y recorrió el cuello de su hermano hasta aposentar los labios en su oído izquierdo. El sheut se estremeció, volviéndose vulnerable ante la mujer.
—Es cierto —susurró con una suave voz— que Siddal es mi debilidad. Las similitudes que nos unen despiertan en mí el instinto protector. Pero —rió con sutileza—, si existe alguien que conoce tus puntos débiles, esa soy yo, querido hermano. Así que... —dejó escapar una entonación profunda cargada de rechazo— Júrame por Nut no volver a tocarme jamás.
Tassi experimentó una sensación de ardor que le desgarró por dentro. Apretó el cuerpo de Gentil, inhaló su agradable olor, rozó con sutileza los labios de ésta con los suyos propios. Sin apenas percatarse, la había arrinconado contra el mural, clavando en él sus uñas retráctiles surgidas cual garras. Quería hacerla suya allí mismo y durante toda la eternidad. Su necesidad era enfermiza, como una adicción insatisfecha. Ni la carne, ni la sangre saciaban tanto su apetito voraz como ella.
—Lo juro —susurró con voz queda.
Pronunciar la promesa lo quebró en pedazos.
La familia, siempre una prioridad.
N/A:
Se viene parrafada...
Dato curioso, el cantante Jamie Campbell Bower es como imagino a Finslat, aunque la canción me gustaba mucho para Tassi.
El incidente que presenció Lillard sobre el asalto a la sede CIT de los nounats, fue cuando los rebeldes irrumpieron y Alaya se llevó a Beth, uno de los sujetos en experimentación.
Bueno, tiendo a ser muy sutil en algunos aspectos cuando escribo, ya que me gusta que las acciones y los hechos puedan ser de libre interpretación para fomentar la imaginación de los lectores, en consecuencia, puede que a veces los sucesos no queden del todo claros. En el capítulo de Frida, cuando ésta entra en la habitación de su hermana Gentil percibe cierto peligro porque le parece escuchar una disputa, aunque se relaja al ver a su hermano Tassi con su melliza. Obviamente, su primera intuición iba mejor encaminada xD Luego, es Gentil quién se percata de que Tassi y Siddal ya no se encuentran en la reunión familiar y corre a buscarlos, cuando los encuentra, Tassi sale de un cuartucho subiéndose la bragueta y desafiando a Gentil con la mirada. Siddal se encuentra dentro y, obviamente, han mantenido relaciones. En el caso de Tassi, aunque él se justifique, lo hace para castigar a su melliza Gentil y para verificar su propia fertilidad. En el caso de Siddal, lo hace por desesperación, ya que tener un heredero la librará del tormento que está viviendo con los hermanos Silverone. Así que sí, Edgallan y Finslat piensan que el bebé es de este último, pero en realidad el futuro heredero es fruto del incesto. Cuanto más lo pienso, más me apena la situación de Siddal. Pero, tranquilidad, que la sororidad está de camino ;)
Los experimentos Tuskegee existieron realmente y me parece una de las múltiples atrocidades que ha cometido la humanidad. Que los nounats utilicen dicho término, dice mucho del tipo de humanos que ha sobrevivido en esta nueva sociedad.
Por añadir, he terminado la introducción a la novela. Sí, después de muchos capítulos xDDD
Con esto quiero decir que la novela está planteada entorno a tres tramas que acabarán entrelazándose entre ellas: la de los rebeldes; la de los comerciantes (la tripulación de Pietro) y la de las intrigas palaciegas. Quería presentar las tramas en tres bloques de tres capítulos junto a los personajes principales (aunque todavía quedan personajes con capítulos que presentar que forman parte de estos contextos).
En este último bloque quise jugar con la sensación de intriga y peligrosidad, dando a entender en el capítulo de Pietro que sucedería algo malo, aunque en realidad éste es el preludio, pues es en el de Arantza donde se sucede una muerte y el de Tassi representa la explosión de esa oscuridad que se estaba palpando. Escribí los tres capítulos del tirón y para mí son un todo.
Soy consciente de que el mundo contiene mucha información y detalles que suelen pasar inadvertidos, espero no saturar. Soy bastante friki y meticulosa a la hora de crear un mundo y estoy disfrutando mucho. Espero que pueda resultar interesante, aunque me conformo con que a mí me lo resulte. Como ya advertí, me gusta experimentar en el proceso creativo, por ende, hay muchos personajes oscuros con protagonismo. Espero que no se haga pesado, pero es mi manera de mediar con mis demonios internos y mis experiencias traumáticas.
Gracias por leer, el próximo capítulo trata sobre Beth y volvemos a los rebeldes :3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro