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Capitulo 19

Había crecido en una familia de sangre pura. Su padre pese a no ser miembro de los sagrados veintiocho era bastante acomodado en la sociedad mágica inglesa, su madre siempre fría y elegante apenas tenía tiempo para él entre un baile y otro. Su padre pasaba todo su tiempo haciendo negocios que aumentaran su modesta fortuna.

Con padres tan ocupados Aticus Benett prácticamente fue criado por los elfos domésticos y ya en edad de asistir al colegio por sus profesores. Había sido inculcado bajo las creencias de la superioridad de la sangre pura por su padre y alentado a tomar la marca por su madre en busca de estatus entre las familias mas poderosas de la sociedad que resultaban ser mortífagos.

Pero el era un Ravenclaw. Sabía que si bien debía tomar la marca, no podía ser un mortifago. El no creía que fuera mejor que nadie por ser sangre pura ni disfrutaba de alardear de ello como los Slytherins que se pavoneaban por los pasillos liderados por el infame Draco Malfoy. Para el simplemente la sangre era sangre, líquida y roja. Ni mas ni menos. Pero el tiempo pasó y la elección se tomó muy a su pesar.

Después de tomar la marca a finales de su séptimo año había buscado al profesor Dumbledore y le había ofrecido su ayuda. Su antiguo director había aceptado y después de unirse activamente a los mortifagos comenzó a enviarle información al director.

Aticus era pequeño y delgado, fácilmente pasaba desapercibido por los otros mortífagos y lograba escuchar información aquí a allá que posteriormente informaba.

Había sido fácil cuando los ataques se planeaban por diferentes mortifagos no siempre tan cautelosos, pero desde que el hijo de Lucius Malfoy había sido reclutado las cosas cambiaron. El joven platinado comenzó a planear los ataques para el Lord y todo era mucho mas difícil.

El chico realmente era astuto y desconfiado.

Mantenía sus charlas con el Lord en privado y en habitaciones silenciadas. Jamás daba órdenes a todos los participantes juntos si no mas bien individualmente y solo minutos antes de cada ataque.

Era minucioso y habilidoso para armar estrategias que ponían a temblar a la orden y los estaba acorralando. Incluso pequeños fragmentos de información eran realmente una pesadilla de obtener.

Aticus sabía que debía ayudar como pudiera y aunque había sido arduo había logrado colarse en la cocina mientras Bellatrix y Snape discutían sobre un muggle que había sido llevado a las mazmorras unas cuantas horas antes, ella quería que se lo dejaran como juguete para paliar el aburrimiento antes del siguiente ataque y el hombre se negaba diciendo que ese muggle era el que su ahijado, Malfoy hijo, estaba buscando para la señorita Gray.

En todo su tiempo con los mortifagos nunca había visto a Malfoy torturar muggles solo por diversión y tenia el presentimiento que era importante contarle a Dumbledore que ese hombre estaba capturado pues podía ser realmente importante, tal vez miembro del gobierno muggle.

Estaba a punto de dejar que su lechuza volara cuando un frio impacto golpeó su espalda y su cuerpo quedó rígido como una roca y supo que estaba muerto.

"Mi querido Benett estabas enviando correo a estas horas de la madrugada… vamos a ver, vamos a ver que estabas enviando pequeño bastardo…"

Se estremeció de pánico al escuchar la voz de Bellatrix canturreando con ese tono maníaco y dulzón mientras tomaba la nota de la pata de su lechuza y veía impotente como leía con una sonrisa en los labios su mensaje antes de reír.

"Así que estabas ayudando al viejo mi pequeño Benett, tan patético que te ves y resulta que tenías las pelotas de traicionar al Lord oscuro, tu valor será recompensado. Morirás muy lentamente…"

x.X.x

La semana pasó lentamente entre clases, chismes sobre Pansy Parkinson que aún permanecía en la enfermería y el sábado llego gris y lluvioso mientras Draco y Hermione dejaban el castillo desde la oficina de Severus para llegar hasta la mansión Malfoy.

Llegaron hasta un pequeño salón donde Bellatrix y Narcissa tomaban té. El contraste entre ambas hermanas resultaba curioso. Una era rubia, elegante y sofisticada mientras la otra tenía el cabello tan negro como alas de cuervo, piel cetrina y un aspecto ligeramente salvaje.

Narcissa sonrío con amabilidad y después de un breve abrazo a su hijo los envío a descansar indicándoles que en aproximadamente cuatro horas el Lord arribaría para una reunión con la mayor parte de los mortifagos de sus círculos mas próximos.

"Draco, en las mazmorras se encuentra lo que solicitaste. Tu padrino lo mantuvo en buen estado hasta el momento. Quizá puedas pasar el tiempo jugando un poco hasta la reunión"

Hermione permaneció tranquila, en el fondo sabía que era uno de los muggles repugnantes que buscaban, Draco no la traicionaría como tampoco ella a él.

Lealtad era lo mejor que podía esperar de cualquiera. Con un casi imperceptible suspiro siguió al rubio hasta los sótanos de la mansión. El maldito viejo Dumbledore había hablado mil veces del amor y su fuerza.

Repitiendo que era la magia mas poderosa pero ella ya no creía en semejantes tonterías. El amor no salvo a sus padres, el amor que la familia de comadrejas pelirrojas parecían destilar no se extendió a ella y su familia, fue más importante cumplir caprichos infantiles de Ginevra que la vida de sus padres muggles.

Pero tenía la lealtad de Draco Malfoy en la medida que ella entregara la suya y eso era una certeza, quizá la única que tenia en esos momentos. Se detuvieron en una celda donde un hombre descalzo y sucio los miro con terror.

"Ayuda…"

Una risa amarga brotó de los labios de Hermione y cuando el hombre miró al rubio a los ojos comenzó el proceso repugnante de revisar su mente.

Imágenes del hombre golpeando a una mujer bajita y un niño de unos ocho años, supuso por los gritos del niño que era su hijo. Descartó lleno de desagrado rápidamente las imágenes de mujeres desnudas sollozando bajo el repugnante sujeto hasta que una melena castaño claro y unos ojos marrones llenos de horror captaron su atención.

Era la madre de Mía.

Vio con infinito asco como el hombre había humillado y golpeado a la indefensa mujer de forma violenta y brutal dejando su rostro lleno de sangre mientras se forzaba a si mismo en el cuerpo de la menuda mujer, había escuchado el grito de dolor y rabia de ella y los agónicos intentos de suplicar piedad del padre de Mía mientras esa bestia tomaba a su esposa hasta que el dolor de ella fue tan insoportable que se desplomo inconsciente bajo el cuerpo del hombre.

Sintió nauseas.

"¿Draco?"

Fijo sus ojos en los de la chica y asintió con cautela. Él mismo se sentía furioso, matar, torturar y herir no le importaba, pero amaba a su madre, la sola idea de que alguien la tocara de tan asquerosa y vil manera lo enfurecía. Tal falta de control sobre sus instintos le parecía barbárico y una aberración.

"El es quien ataco a tu madre"

Hermione grito, no necesitaba ver sus recuerdos. Los muy poco sensibles policías le habían contado cuanto daño presentaba el cuerpo de su madre y su estado de completa desnudez había dejado claro que el asalto sexual había ocurrido.

"Crusio"

No dudo ni un momento en usar la varita para causarle dolor, lo vió retorcerse en el suelo, lo escuchó gritar y escuchó el sonido de su agonía con una sonrisa. Cuando el quinto hechizo perdió potencia dejo al hombre recuperarse de la neblina de dolor y supo que no era suficiente.

"Tengo un pequeño regalo para ti y me parece que te será útil en este momento"

Hermione tomo una daga plateada en sus manos, era afilada y la empuñadura era hermosa, una serpiente recorría la superficie y pequeñísimos rubís formaban los ojos.

"Es una daga maldita, cada corte deja cicatrices permanentes y causa el mismo dolor que si la hoja se encontrara al rojo vivo. Estoy seguro que te encantara"

Draco la vio usar su varita para encadenar al hombre a la pared del fondo y vio a su tía colocarse junto a él con una sonrisa alegre.

Nadie disfrutaba una tortura como su loca tía Bella.

"Piedad… Yo no sé qué hice"

La escaza luz de las antorchas que entraba en la celda arrancaba ligeros destellos al filo de la daga mientras con ella recorría sin llegar a tocar la piel del hombre al llegar a su mejilla con lentitud, casi como probando el filo corto en pequeñas curvas hasta la clavícula huesuda.

Su tía sonreía mientras el hombre comenzaba a sacudirse en espasmos de dolor. Gritaba aterrado y la chica usaba la daga para escribir en el pecho y estomago del hombre, a pesar de la sangre que fluía pudo leer las palabras porquería e inmundicia.

Lentamente llenó de cortes los brazos y piernas del hombre hasta que el charco bajo su cuerpo casi tocaba sus zapatos. Clavó la punta de la daga en su vientre y jalo un poco la piel con un hechizo despellejando una porción. Se maravilló ante el horror del hombre brillando en sus ojos cuando toco sobre su ropa la zona de sus genitales con la punta de la daga y sonrío ampliamente con redescubierta maldad.

Con un hechizo apartó la ropa del hombre y de un corte limpio lo dejó completamente castrado mientras el hombre aullaba de dolor por unos segundos antes de que el shock y la perdida de sangre lo sumieran en la inconciencia.

La maniática risa de Bella resonaba por doquier mientras se alejaba seguramente de nuevo a beber el té con su madre y Hermione que en todo momento les había dado la espalda se volvió a mirar a Draco. Con una satisfecha sonrisa en los labios y caminó confiada hasta detenerse frente a él.

"Necesito asearme, este método es muy divertido, pero no muy higiénico. Vamonos morirá como el cerdo que es, unos minutos mas y se desangrara por completo"

La vio lanzar un hechizo de limpieza a la daga antes de guardarla entre su túnica y le ofreció su brazo. Tenían una hora mas para asearse antes de la llegada del Lord y con paso tranquilo la guío a la habitación de invitados que ocupaba desde el verano.

.x.X.x.

El amplio salón de baile de la ancestral mansión Malfoy estaba llena de magos y brujas vestidos con túnicas negras y máscaras de plata, con algunas excepciones como Bellatrix, Snape, Lucius y Narcissa que no portaban sus máscaras y el viejo y sádico hombre lobo vestido con harapos en un rincón algo alejado.

En un trono exageradamente adornado con serpientes se encontraba sentado Voldemort, a su mano derecha Lucius, Narcissa y Bellatrix a su izquierda Snape y dos mortífagos con tunicas elegantes y máscaras de plata. Muchos reconocieron la máscara del heredero Malfoy pero no la de la chica de piel tras él y Snape.

"Mis leales amigos, esta noche estamos aquí reunidos para demostrarles que para mi la lealtad es indispensable. La traición no es tolerada"

Con un gesto señaló al suelo donde un viejo elfo dejó a un jovencito escuálido que los miraba con una sorprendente mezcla de miedo, resignación y desafío.

"Bella encontró a nuestro traidor hace unos días enviándole una nota a Dumbledore. Como pueden ver el joven Benett cometió un terrible error al aliarse con la orden del Fénix, esta noche le mostraré lo que sucede a los traidores."

Muchos mortífagos permanecieron de pie sin atreverse a mover un músculo. Sabían que no era un castigo público, era una amenaza de lo que le sucedería a aquellos que lo desafiarán, los traidores morirían y solo si eran afortunados sería bajo el resplandor de la maldición esmeralda.

"Joven Malfoy, te pido que nos muestres un espectáculo inolvidable"

Mas de uno que había tenido un doloroso encuentro con la varita del joven heredero Malfoy trago espeso al verlo apartar su máscara del rostro y entregarla a la joven mortífaga tras de el. Lo vieron juguetear con su varita entre sus dedos y más de uno cerró los ojos.

"A sus órdenes señor"

Voldemort sonriente observó al joven temblar en el suelo mientras los pasos de su más prometedor seguidor resonaban en el silencioso salón. Un hechizo cruciatus fue lanzado y los gritos comenzaron. Sabía que el joven Draco tenía un talento natural para las artes oscuras.

Minutos después cuando el traidor dejo de gritar Draco apunto su varita de nuevo y sin emitir sonido una luz púrpura salió y se estrelló contra el pecho del chico. Un nuevo grito de agonía resonó y vieron el cuerpo estremecerse mientras gritaba que su cuerpo se estaba quemando.

Unos segundos después el joven traidor desplomado en el suelo gimió lastimeramente cuando un nuevo hechizo silencioso impactó su espalda y una gran herida semejante a un latigazo se abrió paso hasta desgarrar la carne.

Observaron aterrados como luego de más de veinte latigazos la espalda del chico no era más que un montón de carne sangrante.

Una risita escapó de los labios de Bella mientras veía a su sobrino. Lo admitía ahora, el chico era un Black en su máximo esplendor. Mucho mejor que su débil padre y que la mayoría de los inútiles mortífagos que veían el espectáculo inmóviles.

Un nuevo hechizo fue lanzado al chico y cuando impacto contra él en el pecho lo vieron chillar con fuerza y al instante intentar apartar su ropa para rascar la piel con violencia.

Draco dedicó unos minutos sólo a verlo arañar con tanta fuerza el lugar donde el hechizo impacto para intentar calmar el dolor. La piel fue desgarrada y el chico continuo rascando en la tierna carne expuesta hasta que un atisbo de hueso fue mostrado para horror de los presentes.

La silenciosa sala fué llena de doloridos chillidos y el sonido de la carne al desgarrarse. El rostro inmutable del heredero Malfoy, la risa orgullosa de Bella y los gritos del traidor mantenían a cada persona en la habitación incapaz incluso de respirar demasiado fuerte.

Un nuevo cruciatus fue lanzado y el débil cuerpo se convulsionó violentamente pero en ningún momento dejó de rascar la carne ya lacerada.

Voldemort estaba vigilando las reacciones de todos en la habitación, veía el miedo. El horror que les causaba ver a un jovencito que aún no se graduaba del colegio torturar a otro mago con rostro tranquilo como si en lugar de torturar a un ser humano estuviese leyendo el profeta.

Pero el joven Draco era después de todo un espléndido estudiante y había pasado mucho tiempo puliendo sus habilidades. Voldemort odiaba desperdiciar su tiempo y nunca se dedicaba a enseñar a no ser que valiera la pena.

Posó sus ojos escarlatas en la figura rota en el suelo, el pequeño traidor estaba bañado en sangre y lágrimas arrancadas por el dolor.

"Me traicionaste para ayudar a Dumbledore, a mi lado tenías un lugar seguro mientras fueras fiel y tus compañeros te cubrirían la espalda en batalla, pero a la orden del fénix a quienes decidiste dar tu lealtad tan nobles y justos como se dicen no les importa si vives o mueres, tu vida es sacrificable por un bien mayor"

Con un asentimiento dirigido a su joven aprendiz la varita entre los dedos del rubio apuntó nuevamente al cuerpo roto en el suelo y con un murmullo casi imperceptible entre los labios envío la conocida luz esmeralda de la maldición asesina.

El joven traidor se desplomó muerto al instante, el horror plasmado en su rostro y Voldemort sonrió. Odiaba a los traidores y la muerte era su apropiado castigo.

Después de todo no existe nada peor que la muerte.

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