Capitulo 12
Le tomo un día y medio planear el siguiente ataque. El ministerio, San Mungo y el Callejon Digon habían sido atacados y volver a hacerlo sonaba repetitivo.
La asquerosa madriguera era ya solamente cenizas y la noviecita de Potter estaba marcada de por vida, quizá incluso demente después de una tortuosa noche como el juguete de su dulce tía Bella. Sus gritos habían provocado una sonrisa al Lord y un humor inmejorable a su tía.
Sabía que atacar el mundo muggle era su mejor opción, algo vistoso y difícil de ocultar. Algo que gritara que el mago más temido estaba dispuesto a destruir todo a su paso de ser necesario.
Lo había meditado y decidió que destruirían pueblo a unas horas de Londres. Había planeado cada detalle hasta la saciedad y había resultado excelente.
El pueblo entero fue arrasado y las luces esmeraldas del hechizo mortal habían llenado el lugar de un hermoso resplandor. Los gritos y el aroma a sangre y miedo lo inundaban todo.
Incluso escucho la risa de Gray mientras torturaba a un muggle. Draco estaba seguro de que esa chica ya no era la misma que conoció en el colegio años atrás. Su alegría mientras torturaba solo venía a confirmar que las artes oscuras ya la consumían. Su cordura y su noble corazón habían muerto junto a sus padres y ese ente de indomable melena castaña y furiosos ojos marrones resultaba tan atractivo a sus ojos.
Sabía que la pureza de la chica dorada era historia, su alma jamás se recuperaría tras zambullirse en la magia negra más potente y se preguntaba si podría ser él quien corrompiera también su cuerpo.
Tenía que admitirse a sí mismo que esos meses de celibato auto impuesto le habían pasado factura y esa mestiza le resultaba apetecible. No tenía las impresionantes curvas de Pansy o el rostro de muñeca de Astoria pero había algo en su simpleza que lo atraía.
Tal vez solo era el morbo de tenerla. De hacer suya a la chica que alguna vez represento al bando de la luz y que en esos momentos portaba orgullosa la marca tenebrosa.
Sonrió mientras la veía terminar de entrenar. Su piel húmeda, su respiración agitada y el brillo de locura en sus ojos captaron su atención por completo.
Sonrió ligeramente y lo decidió. Había sido el quien corrompió su alma era justo entonces que hiciera lo mismo con su cuerpo. Y ese sería el tiro de gracia a Potter y las comadrejas, saber que su intachable chica era una muesca más en su cama.
Sus ojos azules se mantenían fijos en el cambiante paisaje rural que la ventana le obsequiaba pero sus pensamientos se agolpaban en su mente luego de un largo verano lleno de demasiadas aventuras.
Cazar narggles con su padre en el lago cerca de su casa, ayudar a los heridos que encontró a su paso por el callejón Diagon, ayudar en la edición del quisquilloso y sobre todo la ausencia de Hermione luego de la muerte de sus padres.
Luna podía entender el dolor de su amiga y su necesidad de estar sola.
Cuando ella era muy pequeña su madre murió.
Su hermosa y amorosa madre llena de energía y curiosidad por el mundo que la rodeaba, Luna recordaba con cariño como ella siempre experimentaba y descubría cosas nuevas. Reía con alegría al menos una vez al día y le enseño que las mejores cosas de la vida se disfrutan con el corazón.
Extrañaba demasiado a su madre, demasiada nostalgia no era algo bueno, atraía a las pequeñas punfigs y si se reunían demasiadas sería inevitable el llanto.
Desde hacía un tiempo se preguntaba que podía hacer para ayudarle a Hermione, aunque quizá no había nada que ella pudiera hacer más que escucharla si lo necesitaba y darle la bienvenida cuando decidiera volver.
Tenía un poco de miedo de visitar el vagón donde viajaban Harry y Ron pues no se sentía preparada para la ausencia de Hermione y Ginny, por eso prefirió quedarse en un rincón apartado del vagón comedor, no era tan importante viajar con ellos pues los vería en el colegio.
Harry estaba viviendo con los weasleys desde que la madriguera fue incendiada en la vieja casa de Sirius, por fin lejos de sus crueles tíos muggles, y eso era muy bueno para él, por otra parte ella misma había visitado a Ginny unos minutos durante el verano.
Ese encuentro fue bastante triste, mantenían a Ginny atada a la cama y sedada, la creían loca después del ataque. En medio de los débiles balbuceos de la pelirroja Luna entendió claramente.
Ginny no estaba loca.
Había visto de golpe la realidad y no pudo manejarla. Había nacido en el seno de una gran familia llena de amor y protegida siempre como un tesoro, aun mas después de ser poseída por el diario de Voldemort.
Para ella la guerra no era tan cruenta, luchaba pero sabía que tenía a su familia para ella y confiaba en Harry para salvarla de todo mal.
Pero cuando la secuestraron y torturaron se dio cuenta de que ella no estaba segura, que era una persona más atrapada en el centro de una guerra cruel. Ginny no estaba loca, estaba asustada y sabia la verdad, nadie estaba a salvo de Voldemort.
Veía en los ojos de todos el miedo que Voldemort infundía en sus corazones, ella también estaba asustada pero no por sí misma, estaba acostumbrada al dolor. Dolor físico por los golpes y empujones con los que sus compañeros acompañaban cada "Lunatica Lovegood" y dolor emocional por sus valiosos tesoros perdidos.
Como en ese momento cuando unas chicas de séptimo año de Gryffindor le arrebataron la única foto de su madre, había sucumbido a la necesidad de verla un que solo fuese un instante y en ese momento se arrepentía, era lo único que conservaba de ella y podía ver como los ojos de esas chicas brillaban de maldad al tomar la varita para quizá quemar su más valioso tesoro, quiso cerrar los ojos para no ver y sintió las lágrimas correr por su rostro sin poderlo evitar.
-¿Sangresucia inmunda no te enseñaron a respetar a tus superiores?
Los ojos azules de Luna se abrieron más que nunca al escuchar esa voz, su tono de eterno hastío, el suave arrastre en las palabras que solo lograba Draco Malfoy con elegante presión y con una suave floritura de varita la fotografía fue arrancada de las manos de esa chica para terminar en las manos del chico.
-Responde sangresucia... ¿Acaso eres tan estúpida como para no saber que Lovegood es una sangre pura? Que no sea Slytherin no quita que su sangre no apesta a inmundicia como la tuya.
Nunca nadie la había defendido antes, nunca nadie le había ayudado cuando era molestada, solo Hermione, una hija de muggles la había consolado muchas veces después de perder alguno de sus tesoros y le había curado los rasguños más de una vez.
Una hija de muggles al igual que la chica que lloraba asustada mientras sus dos amigas la alejaban rápidamente del lugar intentando escapar antes de que el chico hiciera algo más que solo mirarlas como basura putrefacta.
-Toma esto Lovegood. Nos haces quedar mal Lovegood... defiéndete.
Tomo con fuerza la fotografía que le entrego antes de marcharse donde la misma chica del callejón diagon lo esperaba sonriente, no importa cuánto la mirara la chica misteriosa tenía algo que le recordaba mucho a Hermione, algo en su manera de moverse y sostener la varita le recordaba a su amiga.
Luna suspiro y se guardó la fotografía en el bolsillo interior de su túnica, muy cerca de su corazón. Decidió no pensar en que Malfoy la había ayudado y sobre sus motivos para hacerlo. Por el momento una rápida vuelta más por el tren era mejor para despejar su mente.
Luna estaba comenzando a comprender que quizá no todo era blanco y negro. Quizá el gris existía como un balance entre la más profunda de las maldades y la más pura de las convicciones.
Esa tarde en el tren una nueva perspectiva lleno los ojos de Luna y sin ella notarlo dio el primer paso hacia su futuro.
El viaje en tren había resultado aburrido para Hermione. Nadie la había reconocido pero eso estaba previsto. La magia común deja huellas, eso ella lo sabía muy bien y la poción multijugos no era una buena opción a largo plazo. Para engañar a un montón de magos los inventos muggles obraban milagros con mayor discreción.
Su cabello castaño claro y sumamente rizado era sin duda lo más llamativo que poseía, una poción alisadora dejaba un vago pero detectable aroma a lavanda con raíz de luna, un alisado permanente duraría por meses sin rastro alguno al igual que el tinte negro que ahora lucia en su cabello. Su piel estaba ligeramente oscurecida gracias a un buen tiempo en una cama de bronceado en un discreto spa muggle y sus ojos ocultos tras lentes de contacto azules.
Solo para cambiar su rostro recurrió a la magia, hechizos pequeños para marcar sus rasgos y un poco de maquillaje completaban su disfraz.
-¿Estas llorando Lunatica?
Hermione se detuvo abruptamente.
Luna.
De Nuevo estaban torturando a Luna.
Apretó los puños al ver los ojos azules de su ex amiga llenos de lágrimas, maldijo internamente a la pequeña rubia por ser tan bondadosa. Sus instintos le decían que ayudara a Luna pero si lo hacía sería extraño. Ella era de cara al mundo una sangre pura caprichosa y mimada.
-Solo es una estúpida fotografía de una mujer, se ve igual de loca que tu...
Apretó los puños al sentir como le faltaba el aire, la foto de la madre de Luna, la única que le quedaba y su consuelo en momentos difíciles, ella sabía que ese era el mayor tesoro para Luna, suspiro y dio un paso a la escena resignada a buscar alguna excusa cuando escucho la asqueada y molesta voz de Malfoy llenar el vagón.
Vio sorprendida a Draco Malfoy ayudar a Luna, sonrió alegremente al ver a las tres chicas con los ojos llorosos y casi sintió pena por ellas, sabia por experiencia propia cuanto podían doler las palabras del rubio.
No por el significado en sí, más bien lo que las hacia tan hirientes era el tono de voz, el asco, la repulsión que llenaba cada silaba. Te hacía sentir basura al mirarte y temblar de rabia contra ti misma por creer que lo que su viperina lengua soltaba es real.
De pie mirando la escena se sorprendió recorriendo el cuerpo del Slytherin con la mirada. Era alto, más que Potter pero no tanto como la larguirucha comadreja pobretona. Malfoy tenía una altura donde fácilmente le sacaba varios palmos aun con tacones y una postura elegante. Draco Malfoy destilaba elegancia, aristocracia, sensualidad masculina y dinero.
Cuando era Granger se prohibió encontrarlo atractivo pero por un momento se planteó confirmar los muchos rumores sobre sus habilidades como rey del sexo, después de todo lo ocurrido en esas semas podía admitir que el rubio le gustaba físicamente. Lujuria solamente y seguramente una buena manera de perder su virginidad sería en manos de un experto.
Suspiro mientras se sentaba en el vagón junto al rubio alejando de su mente las tonterías sobretodo las que implicaban a su compañero mortífago desnudo sobre ella, Hogwarts estaba cerca y estaba segura de que debía mantenerse lejos del viejo Dumbledore, dudaba que fuera fácil engañarlo pero mientras no hubiera pruebas de quién era realmente todo saldría bien.
-¿Por qué ayudaste a Luna?
Era una buena pregunta. Ni el mismo podría responderse.
-No lo sé Gray... Perdí a mi sangre sucia para humillar recientemente. Solo busco un reemplazo.
Lo dijo tranquilamente con un tono apenado, como si sintiera mucho perder a su sangre sucia pero con sus ojos grises brillantes de diversión.
Quizá lastima, tal vez solo porque sabía que ayudar a lunática era lo que Grau deseaba hacer y no podía. Puntos extras para llevarla a su cama.
-Ojala encuentre una sangre sucia que no rompa en llanto tan rápido.
O tal vez porque la vieja fotografía era de la madre de Lovegood.
-Siempre tienes a Potter y wesley para atormentar...
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