No podía respirar, se estaba ahogando. Sentía un terrible picor en los ojos producto de un largo tiempo mirando fijamente las llamas frente a ella, la violenta tos que le provocaba el humo estremecía su cuerpo menudo y su pelo estaba pegado a su cuello y rostro por el sudor.

Estaba sola.

Completamente sola a pesar de que físicamente no podría tener mas compañía. Policías, bomberos y paramédicos corriendo de un lugar a otro como pollos degollados llenaban lo que en algún momento fue el pequeño jardín de su casa en los suburbios.

Una casa en llamas era todo lo que sus ojos veían. Estaba sola. Ella había estado fuera de casa esa noche trabajando en unas cuantas pistas para Harry cuando su teléfono móvil había sonado. Confundida al no reconocer el numero decidió contestar de todas maneras.

Un minuto después mientras escuchaba a una de sus vecinas llorando histéricamente mientras le decía que tenia que volver a casa por que sus padres estaban muertos Hermione perdió todo rastro de conciencia y su cuerpo se movió por si mismo.

Fuego. Gritos. Humo y el repugnante aroma de toda una vida convertida en cenizas. Frente a ella estaba todo su mundo en ruinas. Sus padres muertos, su casa quemada hasta los cimientos. Sus recuerdos perdidos y su vida deshecha.

Hermione lloro. Dejo que su dolor brotara en forma de lágrimas amargas pero eso no le ayudo. El dolor y la furia eran inmensas. Tan grandes que no lograba contenerlas.

Por que no habían sido mortifagos.

No había marca tenebrosa en el cielo.

Muggles.

Habían sido unos muggles quienes le arrebataron su mundo, su familia y de paso su cordura.

Hermione lloro, lloro por que tenia la cruel certeza de que si sus padres hubieran sido atacados por mortifagos su muerte habría sido rápida. Un Avada y todo terminaba pero la saña, la violencia y la inconcebible crueldad con la que sus padres habían sido masacrados, porque no encontraba palabra mejor que esa para describir lo que sufrieron sus padres, había sido inhumana.

Golpeados, mutilados y abandonados atados e incapaces de escapar en una casa en llamas.

Oculto de la vista de los muggles que corrían de un lugar a otro el viejo director Dumbledore solo observaba en silencio a su alumna, a la mejor amiga de Harry, a la hija de muggles que había demostrado que no era necesario haber vivido entre magos toda su vida para ser una bruja excelente. La chiquilla castaña que siempre había sabido todas las respuestas lloraba porque por primera vez no sabia algo. No sabia como continuar con su vida.

Miro a los aurores que debían haber estado de guardia esa noche en casa de Hermione llegar y mirar la escena ante sus ojos con sorpresa e incredulidad.

-Director Dumbledore... ¿Fueron mortifagos?

-No...

-Pero...

-Fueron muggles, los Granger fueron atacados por ladrones.

Hermione podía sentirlos, sintió la suave ondulación en la atmósfera que causo la aparición de los aurores. Los odiaba. Los odiaba tanto que solo podía desear verlos muertos... a todos.

Ella le había pedido ayuda al director y este le juro proteger a sus padres mientras continuara ayudando a Harry, una mentira vil y descarada pues los guardianes no los salvaron.

Ni siquiera lo intentaron. Sabia que ¨no debían¨ hacer magia en muggles pero no hubiera pedido que los mataran o lastimaran, con un simple hechizo para hacer dormir a los asaltantes, quizá aparecerse y sacar a sus padres... algo mas que solo ver como morían.

Pero los dejaron morir.

Con los ojos llenos de lágrimas miro hacia el punto donde Dumbledore se ocultaba y miro al viejo director a los ojos con todo el odio que pudo reunir. Vio a los dos aurores que se estremecieron ante la mirada de esa chica pequeña y frágil que los miraba furiosa con una casa humeante a sus espaldas, el cabello suelto en una indomable melena castaña, ninguno aparto la vista permaneciendo quietos e imperturbables pero lo sabían, esos ojos marrones prometían un infierno para ellos y con una mueca de desprecio ella desapareció sin que pudieran detenerla.

.
.
.

Esta historia es un intento de Dramione oscuro. Un universo paralelo donde los buenos no lo son tanto y los malos tienen su encanto.