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✡02: Reflejos rotos.

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BEG ‒ TeZATalks
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Había reflexionado sobre lo que me había comentado Everlee, quizás estoy destinada a quedarme aquí por la eternidad sin derecho a saber el cómo y el por qué de mi llegada, estoy segura que esto es más grande de lo que puedo entender...

Su mano sujetó la mía y caminamos hacia la entrada del gigantesco balcón.―Es hora de dormir, mi cielo, mañana será un día lleno de sorpresas. Debes descansar tu mente, si no puedes dormir, ten― sacó un frasco de vidrio―,La belladona ayuda a dormir, es como un noqueador que la madre naturaleza nos da. Cuídalo bien, me costaron cien puntos.

No sé cuántos son cien puntos, pero cien es un número muy alto, así que asentí para dirigirme a mi habitación y cerrar la puerta detrás de mí, encendí la luz y caminé hacia el tocador que había en la habitación.

Miré mi reflejo, aún tenía la ropa con la que había muerto, no tenía sangre, ni indicios de que me hubiera pasado algo hace apenas unas horas atrás... Solo unas enormes ojeras que iban a la par de mis ojos que aún mantenían ese brillo que mi mamá decía que tenía, nunca supe realmente a que se refería, hasta ahora.

Comencé a lagrimear, mis ojos verdes se hincharon, mi piel se puso roja, ¿De verdad había muerto? Millones preguntas inundaron mis pensamientos.

Caminé por el lugar viendo lo que había, contaba con un baño propio y un mini closet lleno de toallas, así que decidí tomar un baño rápido. Limpié el vidrio con mi mano y un papel, observé mi piel sin maquillaje y estaba sin color, sin vida. Mi cabello caía sobre mis senos, estaba largo.

Decidí cortarlo, abrí un cajón y como en mi otra casa, unas hermosas tijeras doradas, corté mechón por mechón, hasta mis hombros―Estaré muerta, pero primero va la vanidad.―susurré para reconfortarme, tiré el cabello por el drenaje y llené un vaso plástico con agua del grifo, no me dijo cuántas gotas debía ponerle, así que decidí ponerle al conteo ¿Qué es lo peor que me puede pasar? ¿Morirme? Lo dudo, muerta ya estoy.

Dejé el vaso y las gotas en el baño, me metí en la cama sin ropa y sentí que me habían noqueado.

...

Desperté a la mañana siguiente por el reloj en la mesa, ¿Por qué esto me persigue hasta después de morir? No por nada estaba en el infierno. Me levanté como pude, apenas podía recordar lo que había pasado, sentía mi cuerpo pesado.

Everlee tocó una vez la puerta, me tapé con las mantas que había tirado al piso, cuando entró me vio desnuda. Maldije.

―Que buena manera de iniciar tu mañana, ¡Ese es el ánimo!―levantó las manos en forma de victoria―uno siempre despierta feliz luego de hacer feliz a su entrepierna―sonrió pícaramente―, Pero el motivo de mi visita es que tengo un cupo para ti en mi bar, entregarás bebidas, barrerás y te toca ordenar las sillas para la apertura, date prisa, parece que te pisó un camión.―Observó mientras cerraba la puerta, yéndose―Ah, por cierto, Elizabeth, lo olvidaba, es una gota de belladona, pero por tu cara creo que ya lo descubriste. Nos vamos en treinta minutos, ponte la ropa con la que te sientas más cómoda.

―¡Puse cinco!―grité histérica.

En el pasillo se escuchaban unas risas, se estaba burlando de mí.

¿Cómo se supone que debo vestir en un lugar en donde las épocas están mezcladas? Me puse unos leggins y una camisa, vi lo que había pasado en mi pelo, me reí al pensar que con un cambio de estilo mis problemas se iban a ir. Puse corrector, labial, pestañas y un iluminador potente, estaba lista, en treinta minutos.

Salí de la habitación en camino del gran pasillo, ahí se encontraba Everlee, con un vestido dorado, se veía elegante.

―¡Pareces una pordiosera!―gritó desde la otra esquina de la sala, podía ver como se caía en el inmenso sillón―¡Déjame ayudarte con eso!―pegó un brinco levantándose, caminando hacía mí, haciendo que me gire en mis talones de vuelta a mi habitación.―Que no te intimide la junta de épocas, aquí no hay religiosos aficionados que te van a tratar de puta por el tamaño de tu falda cariño―tocó mi cabeza―aquí puedes ser tú misma, sin miedo, y lo que te pongas no define el respeto que te deben dar.

Abrió el closet y se quedó impresionada. ―¿En serio querías quedarte con unos leggins cuando tu vestimenta grita liberación femenina? Chica, lúcete―se acomodó los senos en su vestido brillante ―,Que se jodan los demás.

Sacó un Bralette amarillo con unos jeans negros.―Póntelos, no te quites la cadena que estás usando, déjatela. ―Sonrió amablemente―. Este es el infierno, no te vas a vestir simplona, y menos conmigo, a mí tú no me engañas, amas la moda como yo―se sostuvo del marco de la puerta, sonrió un poco―. Por cierto, cariño, yo no hice nada de lo que te pregunté ayer, pero puedo apostar que ninguna mujer ha hecho lo que yo hice en vida, y menos por el sueño que alcancé―guiñó su ojo.

―¿Te gusta guiñar el ojo?―pregunté.

―Me encanta, pero debes saber usarlo, es un arma de doble filo, cariño.

―Claro...―guiñé el ojo.

―Por eso dije que era un arma de doble filo, ¿Me estás acosando?―parpadeó varias veces, mirándome a los ojos. Sentía que me moría de vergüenza. Su risa se hizo presente en la habitación―. Algún día aprenderás el arte del guiño, eres hermosa y coqueta, pero te falta ese toque, la vibra, conmigo de seguro lo aprendes.

Puso la ropa en mis brazos y se retiró de la habitación, dejándome sola. Me miré al espejo y me guiñé el ojo, tenía razón, puedo ser demandada por acoso, solté una risa.

Me coloqué la ropa y salí de la habitación por segunda vez, sintiéndome más cómoda.

―¡Ahora sí!―gritó Everlee de alegría al techo―¡Te ves guapísima! No puede ser que tenga el doble de tu edad y me vista mejor que tú, siendo yo de otra época, tienes que quitarte el miedo.

Resoplé mientras sentía sus frías manos en mis brazos y caminábamos hacia la salida, apagando toda la energía desde aquella caja cerca de la puerta. Cerró todo detrás de ella y caminamos el inmenso pasillo de color rojo, es hermoso ahora que lo observaba más calmada.

Llamó al ascensor, pude notar que sus uñas tenían navajas de metal, eran como anillos, pero con puntas que cubrían sus dedos.

Mientras esperábamos el ascensor, sujeté sus manos con las mías y las llevé cerca de mi cara, observando con detalle las pequeñas piezas de diamante que iban en todo el anillo, podía ver mi reflejo en las navajas.

―Yo no me acercaría tanto, son peligrosas.―dijo sacando la mano de mi campo de vista, metiéndonos al ascensor.―Es un arte―marcó el piso menos tres―, Lo hizo un herrero, me he dado el lujo de usarlo con alguien alguna vez, son una maravilla estas garras.

―Las amé, de seguro cuestan mucho.―Dije suspirando, viendo como los pisos se cambiaban.

―No te equivocas, cuestan casi un dos millones de puntos, pero si sabes relacionarte con las personas adecuadas, puedes ser costo cero.―Respondió con orgullo en sus palabras.

―Dijiste que nada es gratis en el pandemónium.―dije confundida.

―Soy la dueña de un bar exclusivo, Elizabeth, paso las rutinas con los paladines tan limpias como el agua de una botella de manantial―sacó las llaves de su cartera de mano―, Hay personas de esta ciudad que matarían por una botella alcohol o simplemente exclusividad en el bar.

Entramos al gigantesco salón rojo, pero, las sillas estaban ya abajo ¿Entonces qué necesitaba?

―Limpia la barra principal, ahí estarás tú, habrá un chico haciendo las bebidas y tú las debes entregar. Pero primero, debes limpiar― acarició el pelo que llegaba a mis hombros―, por cierto, lindo corte, un poco irregular, pero lindo. Después veremos en donde puedes ayudar para que ganes más puntos―apuntó a un lugar debajo de la mesa―, Ahí puedes encontrar todos los artículos de limpieza, iré a hacer unos trámites y volveré a la hora de apertura, recuerda que el tiempo es relativo, no te carcomas el cerebro pensando en mi llegada.

Asentí y me dirigí a la barra, me hice un moño y cerré la entrada detrás de mí. Al ser pequeña cuando me agachaba era como otro mundo, saqué lo necesario para limpiar, no me molestaba sinceramente. Me coloqué guantes y un paño en la cintura, comencé a poner todo en la mesa mientras iba sacando.

Escuché la puerta abrirse y cerrarse detrás de si, alguien había entrado. Pensé que era Everlee, pero las pisadas no coincidían con ella.

―Está cerrado.―grité aún en el compartimiento de la limpieza, para que lograra escucharme.

La madera crujió, esa persona estaba recargado en la barra, había ignorado mi grito.

―Mira, estúpido, dije que está cerrado―repetí ya enojada, mientras me levantaba, colocando el paño en mi hombro―, ¿Eres sordo?

Me quedé petrificada cuando lo vi ahí parado, en las sombras. Sacó su sombrero y lo dejó en la mesa, con mirada de confusión arqueó una ceja. Hice lo mismo.

―¿Dónde está Everlee?―preguntó, pasando sobre mí.

―¿Disculpa?

―¿Eres sorda?―contraatacó.

Rodé mis ojos y me quité el paño de los hombros para comenzar a limpiar, importándome poco que él estuviera recargado en la mesa.

Observaba mis movimientos mientras limpiaba.― No, no está, fue a hacer un trámite.―Resoplé.

―Ella no hace tramites al menos que sea algo personal, ¿Quién es usted?

―Ella está encargada de mí. ―solté evadiéndola pregunta mientras levantaba su sombrero y se lo ponía en el pecho.

―Así que lo hizo―dejó salir una risa ahogada―. No pensé que tuviera las agallas de hacerlo.

―Disculpa, ¿Y tú eres?―repliqué cruzándome de brazos―Que yo sepa esa puerta solo la puede abrir ella.

―Oh, es verdad, perdón...―sonrió irónicamente, dejando el sombrero de donde lo había quitado. ―Jack Manson, amigo íntimo de Everlee. Un placer.― Estiró su mano, con la palma abierta.

Elevé la ceja. Él estiró su mano hacía la mía, tomándola con cierta dureza, haciéndome que de unos pasos a su dirección.―Debes presentarte, ¿Perdiste los modales?―resopló con media sonrisa, la cual se desvanecía en camino a mi mano, besándola.

Aparté la mano una vez el beso terminó, lo observé con gracia, ¿Así que estos eran los caballeros antiguos? Esos que tenían a mi abuela babeando.

―Elizabeth―respondí después de varios minutos después―, lamento que no sepa cuál es el saludo de tu época― le di la espalda para lavar el trapo donde se lavaban los vasos sucios, puedo apostar que está molesto.― En mi época simplemente nos damos besos en la cara, depende de donde estés en el mundo, pero así me educaron.

Me di la vuelta y no lo encontré, ¿En dónde demonios se había metido? Por instinto miré la caja registradora a la derecha, pero cierto, aquí no existían porque todo es por puntos, puntos que aun no entiendo cómo se ganan o en donde los guardas.

Puse mi mirada en la izquierda de nuevo y ahí estaba, parado delante de mí, me superaba por dos cabezas y media.

―¿Entonces qué quieres?―lo miré a los ojos, cruzándome de brazos―¿Te puedes ir?

Rodó los ojos mientras soltaba una risa ahogada―¿Qué te da risa? ¿Soy un payaso?

―No, pero hay algo raro en ti― entrecerró los ojos y me observó―. No lo entiendo, es como si no pertenecieras a este lugar.

―Quizás eres tú quien no pertenezca aquí, en mi espacio personal.―Lo empujé lentamente con los dedos, haciendo que retrocediera unos centímetros.

―Sí, bien―se colocó el sombrero de nuevo―, Lo que tú digas, amor.

La puerta se abrió, dándole paso a los firmes tacones de Everlee.

―¿Qué haces Jack?―comentó ella, dejando sus cosas en la mesa, agarrando una servilleta de la barra baja, limpiando sus uñas con manchas de sangre.

―Te buscaba, pero creo que me llevé una grata sorpresa, por cierto, muy educada la chica...― hizo un ademan con la mano, presentándome―¿Cómo era? Eli, Ela, Elsa...

―Elizabeth.―Contestó firme Everlee, levantándole la ceja.―¿La estás molestando?

―Sí.― Respondí sin expresión.

―No.―Contraatacó.

―Conozco todos tus antecedentes Jack, detrás de la barra, sal de ahí.―Alzó su mano en señal que viniera con ella.―Déjala tranquila de una vez.

Me miró sobre sus hombros y guiñó el ojo.

Everlee sujetó a Jack por la chaqueta y lo llevó afuera del bar, para hablar. Limpié todo y me serví un vaso de agua, esperando y rogando que solamente entrara Everlee por la puerta en la que ambos habían salido.

Mientras bebía el agua me puse a encender el aire acondicionado para el momento de la apertura todo estuviera fresco. Mis suplicas fueron escuchadas, ella había pasado ese umbral sola, sin rastros de Jack detrás de ella.

―Lamento si Jack te causó inconvenientes, nos suele venir así de la nada...―acomodó su collar―, pero le comenté tu situación, él es un gran amigo, además tiene lazos con paladines brujos, estaría bien que se llevaran bien entre los dos y se conozcan un poco más.

―No lo soporto―respondí mientras le servía una copa de whiskey―, odio el tono en el que habla, se expresa y me mira, me dan ganas de golpearlo y eso que no lo conozco...―estallé frustrada mientras le pasaba el trago, agradeció y comenzó a beber.

―Así es él, después te acostumbras, pero jamás se te van las ganas de golpearlo, me atrevería a decir que mientras más pasa el tiempo más ganas te dan de matarlo―jugó con su vaso―,Otra vez. ¿Y si das un paseo por el parque que queda a la vuelta? No conoces nada, de día es seguro que salgas―sacó un reloj de su bolsa de mano y lo dejó en la mesa―. Son las tres, en cuatro horas quiero que estés aquí. Dentro de unos minutos llegarán mis ayudantes, no es necesario que te quedes y hagas más cosas, mis puntos son tus puntos.

―¿Cómo se manejan los puntos?

Everlee sacó una tira de hojas en las cuales iban escritas 5 en 5, tú seleccionas o escribes los puntos que necesitabas. Qué mundo tan extraño―, Al momento en el que llegaste esto se duplicó, vence en dos años, cuídalo con tu alma, aunque una Babilonia te esté a punto de arrancártelo de las manos y caigas en un trance por ello, debes protegerlo.―dijo sujetando los papeles con fuerza.

Asentí entendiendo que debo cuidar ese papel como cuido mi alma, incluso mejor.

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