TÚ ERAS AMABLE CUANDO YO ERA UN EXTRAÑO (#52)
El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles, sino importantes. Winston Churchill.
- Es usted una de mis citas del día y qué curioso que ha sido llegar usted y traer a la caballería animal consigo.
- En ese caso, si me destrozan el coche tendrá que pagármelo usted.
Logan veía los cañonazos y disparos que sus clones llevaban a cabo contra la tropa de la coronel Maya, mientras se hallaba reunido con el presidente de finanzas de Wall Street: Sir Trevor Barber. Logan se hallaba en un estado de sumo suspense, preguntándose si su apellido Barber era por la mastodóntica barba que Sir Trevor portaba (a juego con su melena digna de anuncio de champú) o simplemente una venganza póstuma de sus padres.
- ¿No estará diciendo ahora que mis números son de color rojo? -preguntó dejando caer migas de las galletas que había en un plato para picar en su barba.
- Le estoy diciendo que su consejo acerca de comprar un cuarto de acciones de Moderna supone un riesgo que ningún otro accionista, representante de accionistas o figura clave de las finanzas como usted jamás me ha dicho.
Sir Trevor dejó el último trozo de galleta en el plato junto con las demás, para mayor asco de Logan.
- Comprar un cuarto de acciones de Moderna supone desembolsar dinero, sí -sólo por su acento marcadamente británico le hacía valedor de su título de Sir-. Y creo que todos sabemos lo mucho que a usted le cuesta soltar dinero, Logan. Pero si lo hace, tendrá por recompensa cifras astronómicas en respuesta como ganancias del próximo mes.
Logan asintió, oscilando su silla, mirando a Sir Trevor y pensando. Se fijó también en la atención cuidadosa que Sir Trevor prestaba al lugar donde se hallaban dentro de la base.
- Le gusta mi sala de reuniones, ¿verdad?
Sir Trevor dio un respingo al ser cazado in fraganti y pidió perdón al estilo inglés: sonriendo soltando una débil carcajada.
- Nunca pensé que unas acciones pudiesen varias tan rápido -añadió Logan, devolviendo la conversación al foco primordial.
- Le sorprendería mucho saber qué fluctuaciones puede dar la bolsa si se la deja lo suficientemente suelta y sabiendo lo que uno hace.
- ¿Debo comprar entonces?
- Comprando eso, nadie podrá obligarle a vender y le garantizo la máxima cooperación y fiabilidad con las cifras -aseguró Sir Trevor, guiñando el ojo.
Logan sonrió.
- Su fama de tiburón le precede, ¿verdad?
- Toda persona triunfadora siempre se sienta sobre un trono de decepciones... Tuve que aprender rápido a ser camaleónico en ese aspecto -Sir Trevor resaltó la palabra camaleónico.
Logan procedió tras unos minutos más a largarlo educadamente, alegando tener que parlamentar cualquier decisión con sus asociados. Sir Trevor accedió, no sin antes mostrar cierta desconfianza:
- ¿Desde cuándo alguien como usted trabaja con asociados?
Logan ladeó la cabeza a modo de touché, aunque no sin antes soltarle la última perla:
- No se preocupe por las migas, puede llevárselas con usted. Seguro le harán el trayecto de vuelta más salado.
Logan se quedó a unos segundos de paciencia de echar a patadas a Sir Trevor por la parte trasera de la base. Aunque realmente era cierto que justo en unos minutos había quedado con otra persona de más confianza aún para discutir qué hacer en la bolsa.
- ¿Señor?
Uno de sus clones apareció a su espalda.
- Reunión de emergencia, señor.
- ¿Ahora?
- Faltan aún nueve minutos y cuarenta y cinco segundos para que la siguiente cita llegue.
A regañadientes y todavía oyendo las explosiones en el exterior de la base –sorprendiéndose hasta cierto punto del aguante de los felinos–, Logan aceptó seguir a su clon hasta la habitación del final del pasillo donde los otros 24 clones (más el que estaba disparando contra los animales desde el teléfono móvil) aguardaban.
- Necesitamos tener más autonomía -recalcó educadamente uno de ellos.
- Vosotros sois yo, eso ya os da bastante autonomía -contestó Logan ligeramente molesto-. Si esto es un motín a bordo, dejadme avisaros que os estáis equivocando de capitán.
- Por favor, señor -pidió otro, en tono más conciliador-. No es ningún motín. Sólo decimos que estamos obedeciendo todas sus órdenes al ser todos su misma conciencia. ¿Y si fuéramos 25 conciencias más la suya? Podríamos salir ganando 25 veces más.
Logan rio como un padre que ve caer a su hijo del triciclo por primera vez:
- Sois como niños y queréis convertiros en adultos esquivando la adolescencia...
- Denos una oportunidad para demostrárselo, señor.
Logan había previsto que sus clones reclamasen más independencia con el tiempo, pero la verdad hasta él mismo se sorprendía del avance tan rápido que experimentaban. No quería que los pies se les saliesen del tiesto ya que luego le tocaría recoger a él los desperfectos. Pero tampoco quería seguir perdiendo más tiempo valioso.
- De acuerdo -sacó su móvil del bolsillo y tras teclear una orden directa a su centro de mando, los clones parpadearon al unísono notando los cambios primerizos en sus conciencias.
Logan los miró uno a uno, radiografiándolos con la mirada:
- Vuestra oportunidad es una realidad, pero sin errores. Empezad matando a esos animales de una puta vez.
Lisbeth había regresado al terreno de juego justo cuando los disparos y cañonazos cesaron. Se encontró con que casi todo el batallón de animales tanto de la coronel Maya como de Capo el obeso habían muerto. Era incapaz de deducir quién estaba vivo aún porque todavía se torturaba por recordar nombres cuando pisó sin querer el ala del búho.
- Tranquilo, te sacaré de aquí.
- Siempre supe que la muerte llegaría a mí, pero nunca la esperé de esta manera -la voz del búho delataba su estado crítico.
Lisbeth trató de moverlo, plegarle las alas y reconfortarlo. Lo acunó entre sus patas.
- Ni siquiera me has dicho tu nombre... Yo soy Lisbeth, ¿y tú?
Por desgracia Lisbeth jamás halló su respuesta por parte del búho. Dejándolo descansar con cuidado sobre el suelo, alzó la mirada en cuanto escuchó personas moverse por varios flancos de la base. No podía creer lo que veía: eran la misma persona multiplicada por varios. Parpadeó repetidas veces y se puso en modo táctico, escondiéndose entre cadáveres y planeando qué hacer. Habían abandonado el ataque automático por el hacer en persona y manual. Pero hasta donde sabía, estaba sola y sin apoyo. ¿Podría con ellos?
Logan abrió la puerta de la sala de reuniones a Jack Moody, su asesor de confianza.
- Jack, ¿qué te ha pasado en la cara?
- El último lifting casi me mata -Jack era un hombre mayor, canoso y con gafas cuya piel se hallaba algo más hinchada que de costumbre.
- Ya te dije que tanta operación no era buena...
Una vez sentados, le resumió su conversación con Sir Trevor Barber. Expresó así mismo sus preocupaciones económicas:
- Sabes que no hago esto por dinero, pero el problema es que en un mundo capitalista no puedes comprar material, ni remodelar bases así sin dinero.
- Entiendo, tus motivaciones siempre han sido más ideológicas que económicas -la voz de Jack era grave y forzada, mostrando su vejez aclarándose la garganta cada poco-. No obstante, creo que es lo adecuado.
Logan no pudo evitar mirarle incómodamente sorprendido.
- ¿No va a haber palique? ¿Debate?
- Logan... ¿Hace cuánto que nos conocemos? -preguntó el viejo Jack.
- 13 años.
- Exacto, yo te di acceso ilimitado a tu investigación en el laboratorio -justificó Jack-. Yo te di apoyo y ahorros con tal de que siguieras adelante cuando el día negro pasó porque concuerdo contigo. Pienso como tú... Pero también creo que quieres resultados sin ensuciarte a veces las manos. Y esta operación de capital requiere que empieces a subirte las mangas. No puedes querer llevar a cabo tu plan, pretendiendo tener el capital digno de un Harold Murray sin hacer compras a lo monopolio de Disney.
- Es casi todo el dinero que me queda de Rusia.
Ante la última afirmación de Logan, Jack arrugó los ojos discretamente.
- Si has empleado dinero ruso para esto, supongo que habrás arreglado la transferencia para no dejar rastro... ¿cierto?
- Supones bien -defendió Logan con desdén-. Lo arreglé dentro del paquete económico de subvenciones a la investigación de la vacuna milagrosa que jamás existió.
Logan aún no podía evitar reírse al rememorar cómo engañó a medio mundo con una mentira tan simple. Jack, eso sí, mantenía un semblante serio.
- Si Rusia se enterase de esto, enviarían a gente a por ti.
- ¿Se lo dirás tú? -Logan se llevó una de sus manos al bolsillo.
- Vamos, Logan... ¿Quién te enseñó los entresijos del negocio cuando aún estabas en pañales?
Logan mantuvo la mirada expectante, pero finalmente apartó la mano, rendido a la verdad.
- Tú -afirmó en voz baja-. Toca dar dinero pues.
- Buena elección –aprobó Jack bebiendo un trago de vino-. ¿Vas a darme una pista sobre lo que andas haciendo últimamente?
Logan estaba arreglando los cheques y los números de cuenta bancarios cuando Jack le hizo esa pregunta. Quedó mirándolo unos segundos, tentado de hacerlo y no al mismo tiempo. Al final se decidió por soltar una única frase:
- Todo el que quiere construir un mundo, primero ha de destruir uno.
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