TELA DE ARAÑA (#44)
Para mí la historia de Orfeo no es sólo el deseo de los vivos de resucitar a los muertos, sino también la forma en que los muertos nos arrastran a su sombría realidad al no poder dejarlos ir. Por lo que les seguimos al inframundo y descendemos y descendemos sin parar, hasta que un día nos damos la vuelta y emprendemos nuestro viaje de vuelta. Meghan O'Rourke.
La mujer rubia observó una vez más como ese bulto de látex jadeante envasado al vacío era arrastrado fuera de la habitación en pleno orgasmo agónico y doloroso. Echó unas lágrimas y se golpeó la cara violentamente, no sin antes correr al baño a vomitar. Se odiaba a sí misma por hacer lo que hacía, no quería hacerlo de nuevo. Pero sabía que se sentía obligada por un retorcido sentido del deber. Recogió todo en la habitación, los juguetes sexuales, la bombona de aire y la de gas. Dejó la habitación recogida pulcramente y se dispuso a salir cuando al abrir la puerta quedó paralizada mirando al frente. Lisa se hallaba frente a ella, sudorosa, despeinada y con ojeras marcadas por las lágrimas.
- He intentado detenerla, pero insistió y hoy la encuentro realmente inestable - el vigilante de la puerta trató de excusarse, pero la mujer rubia levantó la mano en señal de aceptación.
- Deja que pase así.
Permitió que Lisa se adentrase en la habitación recogida, a la par que cerraba la puerta agachando la cabeza y conteniendo las lágrimas y el vómito.
- ¿Qué ocurre, Emma?
Ante la pregunta de Lisa, con la voz quebrada y aún recuperando el aire del todo, Emma no tuvo más remedio que limpiarse la nariz, recogerse un poco su melena rubia y encararla de la misma manera.
- No ocurre nada.
- Y una mierda -Lisa podía leer su mirada, pero quería oírselo decir.
- Lisa, te prometo que no ocurre nada -Emma entrecerró los ojos y entornó la cabeza en señal de transparencia y entendimiento-. Me conoces y jamás te mentiría.
- Entonces, ¿por qué no quieres follarme? -Lisa dejó escapar un quiebre de voz involuntario de derrota ante Emma.
Emma, por su parte, empezó masajeándose las sienes para acabar cubriéndose la cara y desear que ese momento se acabase de una vez, pudiera marcharse de ahí y tratar de olvidar que eso ha pasado. Al igual que todas las otras veces anteriores que satisfacía sexualmente a Lisa metiéndola inconsciente en la bolsa negra de látex y aspirando el aire. Tomó aire como buenamente pudo y volvió a encararla a los ojos.
- Te he follado y te has corrido en mi mano y en mis labios, como siempre me has pedido y siempre te he hecho.
- Pero sé que no quieres hacerlo... Puedo sentir que lo haces forzada y no quiero forzarte -Lisa se hacía pedazos más y más delante de Emma-. Te lo dije desde que éramos pequeñas: te quiero y quiero que cuando me toques me ames... Me ames tanto como amábamos a papá y papá nos amaba a nosotras.
- Lisa... -Emma ladeó con la cabeza- Papá no nos amaba. Papá nos violaba.
- Pero nos gustaba...
- Te gustaba a ti, Lisa... A TI -enfatizó Emma-. De la misma manera que te gusta esto y que te lo haga yo. Y en lugar de llamarte enferma o encerrarte en un psiquiátrico estoy cediendo a tus deseos porque eres mi otra mitad y te amo.
- Yo te quiero, Emma -Lisa dejó que las lágrimas se deslizaran por su rostro, abatida-. Mi Christopher ha muerto, hoy Michael no está y me siento sola. Sólo te tengo a ti. Eres mi amor y estoy enamorada de ti, te lo digo en serio.
Emma ni siquiera podía mirarla a los ojos. Bajó la mirada y se confirmó con sus pies. Lisa denostó la pérdida de contacto visual y corrió a arrodillarse en los pies de su hermana.
- Por favor, por favor... Quiéreme.
- Te quiero, Lisa.
- Eres parte de mí, te lo digo en serio -Lisa se frotaba a sus piernas como si fuese un gato.
- Te quiero, sólo que no como tú me pides -Emma levantó la cabeza para no mirar a su propia hermana lamiendo sus tacones y sus leggins con tal de llamar su atención.
Desde que eran pequeñas y su padre jugaba a los "animales" con ellas, Emma sabía que no estaba bien que un adulto se pusiera a cuatro patas sobre un niño o niña menor de edad. Pero Lisa sí que pareció encontrar cierta admiración en él. Emma sentía asco y ni siquiera podía levantarse de la cama después del asalto de su padre. Lisa en cambio sabía ver el placer más allá de la sangre corriendo por sus piernas. Emma no necesitó ninguna terapia ni ninguna ayuda para saber lo que estaba bien y lo que estaba mal con su padre, pero Lisa sabía esconder a la perfección sus emociones para ser declarada cuerda por tres psiquiatras distintos en cuanto protección al menor investigó el caso y luego disfrutar al sentarse a horcajadas sobre el órgano reproductor de su padre.
Todo acabó la noche en que Emma lo mató, cortándole el miembro y acto seguido el cuello. Al principio, según iba creciendo ella misma se convenció de que fue en defensa propia. Pero según pasó la adolescencia y fue madurando no le quedó otra que admitir la verdad: a Emma no le gustaba lo que su padre hacía con Lisa y con ella porque ella quería hacérselo sólo a Lisa sin que nadie más la tocara. Ella estaba enamorada de su propia hermana desde que la protegiese de los primeros peligros hasta el primer baño juntas. Y ese enamoramiento y su retorcida lealtad familiar de hermana protectora era lo que la hacía caer en las redes de Lisa una y otra vez. Era lo que la empujaba a ceder y satisfacer sexualmente a su hermana cuando ésta quisiera desahogar o lo necesitara. Sabía que estaba mal, pero no podía escapar. Y todo eso era lo que las había llevado a este punto.
- Siento que tengo un demonio a mi espalda tratando de pararme y a un ángel en frente mío intentado guiarme los pasos -Emma pasó de la frustración y la ira a la depresión y la aceptación-... Y yo sólo quiero dejarlo ir.
Lisa se puso en pie y la besó vorazmente en los labios, tratando de penetrar en ella de alguna manera, de resquebrajar esa coraza de metal que vestía por piel. Muchas veces había dicho basta y tantas otras veces había cedido a los malsanos encantos de su hermana. A ella al menos le amparaba eso.
- Oye, estoy muy cansada Lisa -Emma se apartó suave pero decididamente de su hermana-. Sólo quiero irme, por favor. Debería haberme ido hace tiempo y me arrepiento de no haberlo hecho antes.
- Lo entiendo, lo entiendo... Sólo quiero que me mires y me digas que me quieres -Lisa sólo quería esa aprobación de casi la última persona que realmente amaba viva en su vida-. Entonces me iré y hablaremos pronto.
Lisa quedó mirándola a los ojos, acariciándola el rostro y sonriendo débilmente, cual heroinómano suplicando una dosis. Emma dejó correr libre una lágrima pómulo a través y miró a Lisa con una mezcla de repugnancia, compasión y cuasi entendimiento.
- Te quiero, Lisa -Lisa sonrió y descargó las lágrimas y el llanto contenido sobre el hombro de Emma-. Siempre te he querido y siempre te querré.
Al ya estar satisfecha, Lisa la abrazó una vez más y cedió al deseo de su hermana de dejarla sola para que se marchara tras de ella de una vez. Igual que hacían siempre que iban al hotel. No se fijó en el tono monótono y mecánico de la voz de ésta, ni tampoco en la expresión vacía de su rostro vencido. El guardaespaldas contratado por ella para evitar ojos inquietos y gargantas curiosas la dedicó una mirada según Lisa fue corriendo emocionada y sudorosa a las escaleras.
- Ya es tarde, señora.
- Puedes irte ya -Emma lo miró con desgana, como quien despide a un ladrillo.
- ¿Quiere que la acompañe a casa?
- Llevo estando en casa en mi cabeza mucho tiempo y sólo quiero salir de ella -Emma apartó contacto visual y miró a las paredes de la habitación-. Salir de una vez... Ya he estado demasiado... Demasiado tiempo.
Lisa ya salía por la puerta principal del hotel y agarraba el manillar de su moto cuando algo se estampó contra el pavimento con tal fuerza que unas gotas la salpicaron de lleno en la cara justo antes de ponerse el casco. Al principio sólo reaccionó a tocarse la cara para limpiarse las gotas y dilucidar qué eran. Acto seguido, vio surcos rojos viscosos en su mano. Eso -y no el golpe- fue lo que la hizo volverse en un estado de shock por el sobresalto. A medida que su raciocinio construía una respuesta a la altura, fue reconociendo los tacones, los leggins, la ropa, el pelo... A eso era a lo que Emma se refería cuando decía que tenía ganas de irse por el cansancio y que se arrepentía de no haberlo hecho antes. No era irse a casa, era suicidarse. Lisa abrió la boca, tratando de gritar, pero ni siquiera respiraba. La había tenido delante y no había hecho nada por ella. Otra persona a la que amaba y que la abandonaba dejándola con la palabra hirviendo en la boca. Lágrimas y saliva caían de su isabelino rostro mientras se arrodillaba a acariciar el cuerpo destrozado de su hermana.
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