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PERDER EL MIEDO A TENER MIEDO Parte II (#46)

Michael quería hablar con Lisa, escucharla, dejar que desahogase tras tener que enterrar de forma penosa y horrible a dos de las personas que más le importaban sobre la faz de la Tierra, con apenas unas horas de diferencia una de la otra. Quería abrazarla y mecerla en sus brazos, asegurarla que todo iría bien a pesar de que el castillo de naipes se cayese sin remedio. Pero Lisa ya tenía su propio mecanismo de bloqueo, su propio muro de protección para cuando todo se desmorona y ella estaba por perder el control. Y en cuanto Michael llegó a su guarida lo puso en práctica sin ninguna pretensión, casi a la fuerza. Michael no estaba siempre de acuerdo con su método, pero tampoco quería tener problemas con ella. Le convenía tenerla como aliada en lo personal y lo profesional.

Lisa era una joven a primera vista normal pero que según caías en sus redes se dejaba descubrir cómo alguien atractiva, atlética y natural. Podía con Michael siempre debido a la madura edad de éste, aunque él nunca hacia ascos a eso. Pero si bien la piel sudorosa, los pechos perfectos, los pezones erectos y la cadera juguetona de ella le excitaban, no llegaba al orgasmo. Una parte de él no quería. Encontraba a Lisa como su musa, su diosa particular, pero ella no siempre practicaba sexo con él.

- Fóllame, vamos -susurró ella jadeante a la oreja de él mientras cabalgaba más y más fuerte encima de él-. No te pares.

Ella condujo las manos de él por su atrapante cuello, sus firmes pechos enrojecidos y su cuidado abdomen. Sabía que era como a él le gustaba. Michael antes era incapaz de llegar al clímax sin mirarla a los ojos, ahora prefería cerrarlos y ni siquiera escucharla.

- Córrete dentro de mí.

Michael sintió como ella liberaba gemidos y espasmos en éxtasis, a la par que movía sus caderas más y más rápido. Él quería aguantar, quería quitarla de encima, pero su miembro bombeaba ya el líquido preseminal. Michael echó la cabeza hacia atrás en una mezcla de placer y desesperación, mientras Lisa lo abrazaba contorneado el cuerpo y forzándole a eyacular al fin dentro de su vagina.

- Oh, papá... -Lisa lamió el cuello de Michael de la misma que sabía que a su padre le gustaba cuando ella era pequeña.

Ése era el problema, por eso Michael no la deseaba en esos instantes. Por eso no quería haber tenido sexo con ella hoy. Porque ella no estaba con él, sino con su padre. Michael tragó saliva y trató de poner la mente en blanco, mientras dejaba que ella se relajase y retomase el control poco a poco.

- Me muero de sed -murmuró ella tras varios minutos-. ¿Te traigo algo?

- No -Michael contestó con desgana.

El tiempo pasó y tras unos cigarrillos Michael anunció que debía marcharse. Lisa lo miró desde la cama de forma mezquina.

- Sé que no te gusta cuando me pasa eso y te aseguro que estoy trabajando en ello.

- Pues deberías trabajar con más fuerza -Michael ni siquiera la miró cuando se abotonó la camisa.

Lisa se levantó de la cama fastidiada y procedió a vestirse también. Si él iba de calle, ella se ponía de sport con tirantes.

- Igual si durmieras más ayudaría que te encuentres mejor...

- Que te jodan -murmuró ella mientras se ponía a hacer flexiones en el suelo.

- Te deseo, Lisa -aseguró él-. Por ti soy capaz de renunciar a mi vida normal... Pero entiende que cuando vuelves a caer en ese abismo del pasado una y otra vez también es duro para mí. Me haces convertirme en un problema y no en una solución.

Lisa hacía las repeticiones cada vez más rápido y su respiración iba en fiero aumento.

"Ha bloqueado", Michael lo entendió y procedió a irse del lugar; pero sin antes pararse frente a ella, obligándola sutilmente a parar con la mirada.

Cuando sus ojos se encontraron, él acarició el rostro de ella haciendo que se estremeciera de placer. Cuando las yemas de los dedos pasaron por sus carnosos labios, ella depositó un suave beso en ellos.

Ésa era su manera de pelearse y acto seguido firmar un acuerdo de paz en su peculiar relación. Pero los dos mentirían si no reconociesen que dicho acuerdo de paz estaba más resquebrajado que nunca por ambas partes. En cuanto Michael salió por la puerta, Lisa siguió desahogando con sus ejercicios.

Kondor se hallaba mirando a un cofre cerrado de gran tamaño, al lado de su bañera. La mirada se le perdía más y más en el abismo de las herméticas grietas del mismo cuando recibió un e-mail. Le llegó a su ordenador, tablet y móvil; el móvil ganó la mano gracias a la vibración. El remitente era desconocido y el asunto era un "Conozco tus pecados". Dudoso pero intrigado, no tardó demasiado hasta que se decantó por abrirlo:

"Sé quién eres y sé que a estas alturas sabrás que lo del fármaco regenerador es una gran mentira que a mí me ha llevado a conocerte y a ti te ha llevado hasta mí. Propongo que nos veamos las caras para que así puedas entender más de qué va esto. Mira la dirección y las coordenadas de la parte inferior del correo. Acude a mi encuentro o todo lo que has recorrido y sacrificado no te habrá servido de nada."

Kondor leyó el correo y miró hacia el cofre una vez más. Pensó en que haría en una situación alternativa, en un mundo paralelo, si fuese otra persona totalmente distinta. Pero por suerte o por desgracia para él, se impuso su mentalidad enmascarada. Mientras se preparaba para ir, pasó un detalle por alto. Un detalle importante pues suponía resolver si ese correo sólo le había llegado a él. Kondor ni siquiera supuso nada, lo dio por hecho. Nunca imaginó que Lisa y Curra (cada una donde estuvieran) también lo habían recibido, también habían sopesado que hacer y también habían picado.

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