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MONSTRUOS BAJO LA CAMA (#49)

Dejamos de buscar monstruos debajo de la cama cuando aprendemos que están dentro de nosotros mismos. Charles Darwin.

Avanzando en la cuasi penumbra de la zona de baile, entre el neón amoratado e inquieto, Curra aún seguía desorientada cuando la voz de Logan resonó por los altavoces:

- Bienvenida, Curra.

En ese instante, los integrantes de la fiesta comenzaron a formar un círculo gigante alrededor de ella. Curra no vislumbraba bien sus caras, pero tenían algo familiar para ella.

- No somos tan diferentes –Logan continuó–. Ambos seguimos respirando para hacer de este mundo un lugar peor. Ambos vivimos del recuerdo para hacer de nuestra realidad un infierno. Dime, ¿qué es lo último que recuerdas?

Curra parpadeó ligeramente y logró despejar parte de su humareda mental para verse a sí misma de nuevo en clase con sus niños, más rejuvenecida y en un mundo más unido y tan divorciado.

- Tus niños, ¿verdad? –La voz de Logan pareció adivinarlo- No desesperes por tu incipiente demencia. Hoy haré por ti lo que un amigo especial una vez hizo por mí. Recordarme que hay que mirar a tus recuerdos a la cara.

Los focos de la sala de fiestas se encendieron y descubrieron a los integrantes bajo la luz de la oscuridad. Curra los miró con una mezcla de incredulidad y asombro. Las personas altas y bajas que formaban parte de ese círculo eran sus compañeras y sus niños. Todos ellos. Laura, Marta, Raquel, Lara, Cristina... Sus primeros niños cuando empezó por primera vez hacía más de una década, los que tuvo en su mediana edad y los últimos que estuvieron con ella hasta el estallido de la pandemia.

- Supongo que ahora habrás deducido porque les hacía eso a los cadáveres de los niños... Porque necesitaba el máximo nivel de sacrificio sanguíneo, hormonal y gonadal para construir perfectamente cada detalle de estas bellezas replicadas. Necesitaba destruir para construir, matar el infierno para revivir el paraíso. Y el único problema es que tú estás en medio.

Curra se confundía, temblaba, movía la mandíbula respirando frenética y asustada.

- Hay una opción de salir de aquí, bien sencilla: cruzando la puerta -Curra se volvió a su izquierda y vislumbró efectivamente una salida–. Pero cuidado, tendrás que elegir: o huir de tus recuerdos o quedarte para formar parte de ellos. Puede que tus recuerdos no te tengan tanto cariño después de no haber estado ahí para salvarlos.

En cuanto la voz de desconectó, Curra vio intrigada cómo sus compañeras y sus niños clonados y manipulados por Logan se iban acercando a ella poco a poco. La mayoría de esas caras eran conocidas, vívidas. Pero fallaba algo. Por algún motivo fallaba algo y sólo esperaba no volver a tener un bloqueo en ese momento.

- ¿Sabes qué, profe? -uno de sus niños habló con la misma voz que tenía en vida- Ahora sé que estabas equivocada.

- Equivocada respecto a los monstruos de los que pretendías protegernos -continuó otra niña.

- De aquellos que debías protegernos -un niño de unos tiernos tres años de edad deformó su voz y la hizo horripilante enfatizando el pronombre referido a Curra.

- Nosotros, Curra -una Laura con voz mecánica y ojos de muñeca tomó la voz.

En ese momento todos a la vez pronunciaron estás palabras al unísono:

- Nosotros somos los monstruos bajo la cama de los que pretendías advertirnos.

Curra torció la cabeza cada vez que alguien hablaba, hasta que miró al suelo y con las orejas gachas cuando todos dijeron esa última frase a la vez. Sabía que debía moverse para tratar de escapar de ese amasijo de personas... Pero no se movía.


Logan abandonó la habitación sin molestarse en volverse para comprobar cómo iba la pelea entre su clon y Kondor. Cerró la puerta con llave y anduvo raudo hacia su salvoconducto. Mientras Kondor lanzaba puños al aire casi ciego al clon de Logan, éste se tiraba a aplastar sus ojos. Kondor gemía y se revolvía. Era fácil dejarse llevar, pero también tratar de luchar. Aún ciego, se movió hacia donde creía que estaba el cristal roto que separaba una sola de otra. Provocó que el clon y él se estampasen contra el marco de vidrios rotos. Kondor al fin se deshizo del Logan clonado por un momento, sólo para abrir sus ojos completamente negros de nuevo e inyectados en sangre y descubrir al clon con el cuello cortado por los pedazos de vidrio rotos. Sangraba profusamente, pero no parecía sentir dolor. Kondor sabía que no era una máquina, que podía ser fuerte de forma sobrehumana pero que también era mortal. Sólo debía hacerle frente y entretenerlo un rato más.


Lisa se deslizó por el pasillo oscuro, resguardándose de cualquier potencial amenaza. Glock en mano, anduvo sigilosamente hasta una puerta que llamaba la atención por un detalle significativo: ponía su nombre en letras pintadas de color rojo. Al principio dudó, miró a los lados y trató de vislumbrar a cualquiera que quisiera jugársela por la espalda, pero allí no había nadie. Pensó si abrir la puerta o no. Viendo la abertura inferior comprobó que había luz en ella y sombras en movimiento. Tomó aire y se resolvió a abrir aunque fuese a tiros. Empujó con el hombro la cerradura y la puerta cedió en seguida. Lisa quiso apretar el gatillo, quiso sacar los dientes apretados para mostrar su pavorosa furia. Pero lo que vio la desarmó.

Resulta que Emma estaba allí, delante suyo, sin un sólo rasguño. Lisa era incapaz de articular palabra, quedó muda y vaciló la puntería. Pero Emma se hallaba pétrea, inmóvil, impasible. A su verá, en el suelo, había alguien envasado al vacío en una bolsa de látex. Lisa quedó petrificada, en estado de shock y temblorosa mientras veía como esa otra Emma tocaba y masturbaba a la persona que se hallaba en la bolsa. Una vez la alivió, la arrancó la capucha para descubrir a otra Lisa sudorosa, llorosa y satisfecha.

- Lo siento, hermana –al referirse a Lisa, la Emma clonada empleó una voz hermética e hiriente, señalando a su vez a la Lisa clonada en la bolsa al vacío–. Con ella es mucho mejor.

Lisa rompió a llorar, moquear y por poco no perdió el control de su vejiga al ver su propia imagen degradada y al clon de su hermana rechazándola por esa copia.

- NOOOOOOOO -al tiempo que gritaba y vociferaba, Lisa disparó repetidas veces contra la Emma clonada hasta casi vaciar el cargador; sangre y vísceras emanaron a borbotones fuera de su cuerpo prefabricado.

Reparó entonces en como la Lisa clonada trataba de ponerse en pie, liberándose cómo si nada del látex. Lisa debería haberse arrojado contra ella pero estaba demasiado asustada viendo a su hermana clonada morir por lo que la Lisa clonada y desnuda ganó terreno en eso. Al forcejear, Lisa perdió el arma y empleó sus manos para tratar de pelear contra su propia imagen con fuerza aumentada. Al tocar su piel sintió asco: era un tejido de plástico extremadamente sensible que se podía arrancar, pero estaba lejos de causar un dolor importante en el clon.


Kondor recuperó el aire que necesitaba para romper la pared y tomar uno de los cables de la instalación de luz interna de la habitación. Antes que el clon de Logan pudiese arrinconarle otra vez, lo tomó por la espalda y envolvió su cuello cortado con el cable afilado violentamente. Kondor apretó y apretó con todas sus fuerzas dopadas e hipervitaminadas hasta que acabó por decapitarlo a la fuerza. Tuvo suerte de no resbalarse entre las vísceras y la cascada de sangre que formaban un río viscosamente espeso en el suelo. Tomó aire, contuvo el vómito y examinó rápido el cuello cercenado y los rastros de la cabeza. Todo parecía normal: sangre, arterias, huesos, cartílagos... Pero al ir a soltar la cabeza cortada, palpó el hueso de la columna y arrugó la mirada. Gruñó y lanzó la cabeza contra el otro extremo de la habitación cual balón de rugby.


Le había arrancado la piel de los pechos y el cuello, sintiendo la musculatura resbaladiza y asfixiante con sus manos desesperadas, pero Lisa no podía controlar la fuerza ni la potencia de su clon. La Lisa clonada la pegó un puñetazo que la tumbó contra el suelo y la rompió la nariz.

- Mírame -exigió su clon-. Mírame mientras te mato.

Lisa estaba demasiado mareada y demasiado débil para tratar de apartar las manos de su imagen clonada oprimiendo su cuello. No se percató de cuándo voló por los aires hasta reventar la pared, sentir una fuerte sacudida en su vientre y caer medio desmayada al otro lado del pasillo. No se percató de exactamente cuándo Kondor agarró a la Lisa clonada y la golpeó la cabeza contra el suelo una y otra vez hasta aplastársela por completo. Ni siquiera oyó los pasos de Kondor acercándose a ella. Ni siquiera sintió su cuerpo dolorido.

Kondor contempló a Lisa y tardó unos segundos en reconocerla. Ella era la mujer del hospital abrazada a aquel joven en su lecho de muerte, el día que él había ido en busca del estuche vacío. Una parte de él quiso seguir corriendo en busca de Logan, otra parte de él sintió una curiosa compasión por Lisa. En cuanto vio el charco de sangre que emanaba su vientre, Lisa sacó su móvil y marcó el contacto de Michael, aunque terminó por perder el conocimiento musitando el nombre de Christopher una y otra vez. Kondor tomó una decisión y la tomó en sus brazos, cuidando de cubrir la herida del vientre y preguntándose quien sería ese Michael.

Logan no fue encontrado por ningún lugar del edificio mientras Kondor corría con Lisa en brazos y cruzaba la sala de fiestas para poder salir del edificio. Era la única salida que podían usar sin problema. Pero mientras alcanzaban la salida, Kondor miró al suelo de la sala y abrió los ojos de par en par.



Logan seguía en el helicóptero sobrevolando la ciudad y pensando. Siempre pensando. Miró al clon de su derecha:

- ¿Has subido el vídeo?

El clon asintió con la cabeza, aunque frunció el ceño.

- ¿Cómo sabes que estará mirando?

- No lo sé -Logan se encogió de hombros ante la pregunta-. Pero sí sé que alguien lo hará.

- Pueden pensar que es falso.

- Pero los ojos que quiero que lo miren sabrán que no.



Curra estaba deambulando por la acera de una calle que apenas recordaba, con la noción del tiempo perdida y con su chupa de cuero y su pelaje blanco llenos de sangre. La mirada se le iba en busca de dos niños a los que veía corretear hacia una esquina ignorando las luces rojas de los semáforos. Curra cruzó a toda velocidad, con la lengua fuera y la fuerza que la asentada vejez le permitía. Volvió a tener a esos dos niños en su punto de mira y al final terminó por acercarse a ellos. Justo cuando iba a acariciarlos con la pata, un destello inmenso la bañó por completo. Se encontraba justo enfrente de un edificio con una gran pantalla al estilo del Madison Square Garden que proyectaba un vídeo de Curra. Curra quitó las pezuñas de sus ojos cuando éstos se aclimataron a la iluminación y vio algo que la hizo sonreír: se vio a sí misma en su aula, cantando canciones y bailando con sus niños. Cuando aún era maestra, cuando aún el mundo era normal, cuándo se podía besar y tocar.

Entonces escuchó risas detrás suyo y vio que esos dos niños ahora estaban acompañados por otros seis. Curra no habló, pero siguió abriendo la boca a modo de sonrisa amplia. Fue andando hacia ellos hasta que estuvo a su alcance. Éstos la tocaban y la abrazaban sin importarles la sangre, sin importarles nada de por lo que había pasado ella. Curra no hablaba por la boca, pero sí por los ojos los que emanaban lágrimas de emoción y felicidad que habían estado desaparecidas hasta de sus recuerdos.

Mientras ella en su cabeza daba las gracias en silencio por ese momento tan bonito y catártico, la demencia la protegió de la cruda realidad. Curra en realidad daba vueltas sobre sí misma sola, sin niños ni nadie o nada a su alrededor, boqueando y riendo sola, cual autómata. Y esas imágenes de la pantalla grande, subidas por Logan y sus clones, no eran de sus tiempos como maestra sino eran de la cámara de seguridad de la zona de baile. En ellas, Curra finalmente destrozaba a los clones de sus niños y sus compañeras. Los hacía trizas. Éstos gritaban su nombre llorando y peleando, diciendo que parase (en un claro movimiento por tratar de dar pena), mientras las maestras clonadas y manipuladas se tiraban salvajemente a por la perrita. Pero en sus ausencias seniles, la fuerza parecía brotar de donde ni siquiera se esperaba por lo que ellas cayeron también con mordidas en cuello y cara.

Curra no veía las imágenes, ya ni siquiera veía nada. Había girado tantas veces que había caído al suelo, deslizándose en la madriguera del sueño y cediendo el mando de sus sentidos y su raciocinio a la gran nada.

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