
LA OSCURIDAD SE NOS ECHA ENCIMA, PERO NO TEMAS (#50)
Fui niño prisionero entre muros cambiantes. Luis Cernuda.
Kondor esquivó lo mejor que pudo cualquier medio de transporte y cualquier viandante que pudiese reconocerlos a él y al bulto sangrante que llevaba en brazos. Finalmente llegó a su escondite y cerrando la puerta tras de sí colocó a Lisa sobre una mesa grande que tenía en medio. La removió la ropa, dejando sólo la interior, y examinó la abertura de su estómago. Al tirarla por los aires, su cuerpo abrió un boquete en la pared de la habitación hacia el pasillo. Y ese boquete había ocasionado el roce de su vientre contra los bordes afilados de ladrillos y hierros, abriéndola y facilitando la salida de sus intestinos si se descuidaba. Mientras cogía el material necesario, Lisa comenzaba a boquear tratando de recuperar la consciencia. Giró la cabeza y vio una masa musculosa girándose hacia ella con aguja, tijeras y jeringa.
- No... -como pudo trató de ponerse en pie, pero a punto estuvo de caer desplomada de la mesa (y perder las tripas) sino la detiene Kondor.
- No luches -Lisa quería liberarse de él, pero Kondor era más corpulento que ella y él se hallaba en plenas facultades-. Déjate llevar y duerme.
La inyectó la jeringuilla con suero y Lisa fue cediendo suavemente en la buena y dócil noche. Kondor, por su parte, comenzó a lavarse las manos y a asistirla. Los minutos parecían horas, las manos le temblaban por los nervios y la adrenalina contenida. No siquiera aún sabía por qué había salvado a esa joven con exactitud. ¿Le recordaba a Janet? ¿La imaginaba como alguien más? ¿Tan sólo piedad de alguien cuyo enemigo es compartido? ¿Magia del humanismo mezclado con la adrenalina?
La sangre se escurría al suelo, la abertura se cerraba, Kondor se limpiaba y unos sorbos de Vodka le calentaban la garganta. Una vez acabó de coserla, la lavó con un cuenco de agua caliente. Deslizó el agua con sus manos, limpiando su piel del rojo viscoso profundo. La desnudó por completo para lavarla por debajo de la ropa interior y la envolvió en un nórdico antes de acostarla en su cama y dejarla curar tranquila.
Sintió pasos en la escalera exterior de su escondite y miró hacia atrás alerta. Se colocó al lado de la puerta y la dejó ligeramente abierta a propósito. Alzó las manos cual pantera sus garras afiladas antes de cazar y en cuanto la presencia esbelta y bien vestida pasó, envolvió su cabeza en sus palmas, cerró la puerta con sus caderas y la empujó violentamente a la bañera.
Michael se descubrió ante Kondor, nervioso y asustado. Había recibido el mensaje enviado desde el móvil del Lisa después de que la llamada infructuosa se colgara. Ya le había extrañado que se citara con él en una ubicación por completo desconocida, pero si a esto se le suma el recibimiento que le había aplicado Kondor las cosas no mejoraban en demasía para él. Kondor vio al periodista con las manos en alto, en señal de bandera blanca y suspiró a través de su máscara.
- Eres tú.
- No, la pregunta es: ¿quién coño eres tú?
- Por lo visto tenemos un contacto común, y quería conocerte mientras ella descansa.
Kondor señaló hacia su cama mientras Michael ganaba más confianza en lugar de miedo y se iba poniendo de pie masajeándose el cuello y cabeza. Se dio la vuelta y vislumbró a Lisa durmiendo. Se acercó a ella y se arrodilló a su altura pero sin tocarla.
- ¿Qué ha pasado?
- Hace de sus tripas algo más que corazón.
Michael lo miró indignado y Kondor comenzó a relatarle lo que había pasado hasta ahora. Una vez terminado, Michael se incorporó y quedó encarado a Kondor.
- ¿Por qué me cuentas todo esto?
- Porque si eres un buen periodista, que sí te llevas con alguien con ella me huelo que lo eres, harás lo que sea por publicarlo y poner nervioso a quien está haciendo esto.
- Conoces a ese tal Logan y sus clones, de acuerdo... -Michael hacía cálculos mentales- Pero, ¿hasta dónde estamos asegurados de que no está actuando en solitario? Si fuese una conspiración a gran escala, el periódico caería perjudicado y mi redactor quiere ganar amigos. No enemigos.
- Entonces tendré que quemarle la sede.
- Mierda, Kondor... ¿Cómo sabemos que lo que me has contado es todo lo que hay? ¿Que no hay nadie más envuelto?
- ¿Cómo sé cuándo será el momento de empezar a confiar en alguien más que tire de la manta si no empiezo cuanto antes? -Kondor empezaba a perder la paciencia- Ni soy un terrorista, ni soy un ángel de la caridad. Tengo a tu chica y te tengo a ti. Si me ayudas, bien. Sino, volveré a actuar por mi cuenta prendiendo fuego a cosas. Así actúo yo.
Michael tragó saliva, asintiendo mentalmente a la petición de Kondor. Pero aún le quedaba una última cuestión que tratar.
- No luces como el clásico superhéroe desinteresado... ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no hacerte el muerto, desaparecer y hacer lo que quieras?
Kondor parpadeó con la pregunta de Michael. Tragó saliva antes de volver a liberar aire por la máscara.
- Cada persona hace lo que hace por sus propios intereses; si luego hay gente que le sigue o le parece bien su agenda es el problema de esa gente -Kondor clavó el dedo índice en el pecho de Michael-. Que le follen al mundo, no me queda nada aquí. Moriré pronto, tal vez me suicide. Pero antes me llevaré a la persona que me quiso joder conmigo o palmaré en el intento. Si es beneficia, bien. Sino, allá vosotros. Yo estoy servido.
Kondor vio a Michael marcharse instantes después de haber terminado la conversación. Se extrañó por fijarse en el detalle que el periodista no había ni siquiera acariciado a Lisa.
Lisa tenía una tela negra cubriéndole la vista. Trató de quitársela, pero no podía moverse. Sentía lo más parecido a una parálisis del sueño: se notaba consciente, pero su cuerpo estaba completamente dormido. Sólo los ojos y un débil gorgoteo la acompañaban en sus intentos de recuperar la autonomía. Entonces lo notó. Una presencia alada bajó del techo para descender sobre ella y quedar justo enfrente de ella, aún suspendida en el aire. Lisa no podía hablar, pero la presencia alada parecía leerla la mente. Le decía que se encontraría mejor en unas horas, que no tuviese miedo. La acarició el rostro y el abdomen por encima del nórdico con el que Kondor lo había tapado.
Lisa fue relajándose poco a poco, como si esa presencia la otorgase la relajación que tanto había buscado. Podía ver que su ángel particular tenía una marca en el cuello pronunciada, pero que eso no parecía restar importancia a su belleza hipnótica. Mientras esto ocurría, Kondor no podía dejar de mirar cómo Lisa gemía y movía la cabeza en sueños.
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