LA EXPERIENCIA DE ODIAR (#56)
Echarle la culpa de tus errores a tu naturaleza no cambia la naturaleza de tus errores. Thomas Harris.
Hacía 48 horas que Logan había ingresado el dinero para las acciones a la cuenta de Sir Trevor Barber, siguiendo el consejo de su fiel asesor en la sombra: Jack Moody. Había sólo un problema: no había vuelto a tener respuesta de Sir Trevor y el stock en bolsa ya había cerrado jornada. Se supone que tendría que estar informado de una respuesta, recibir un comprobante, tener noticias del movimiento de las transacciones... Pero nada. No tenía absolutamente nada. Apenas le quedaban recursos y casi todos sus clones habían caído en la nieve o hasta se le habían intentado rebelar. Ni siquiera podía estarse en el despacho, tenía que dar vueltas como un león enjaulado por la base para tranquilizarse. Parecía que era un día infernal, hasta que:
- Señor, he encontrado a este sujeto husmeando las instalaciones -su último clon entró en la puerta principal de la base arrastrando a alguien maniatado del cabello-. He tratado de sonsacarle información, pero no quiere hablar. Sólo llevaba una bolsa de deporte.
En cuanto Logan lo vio, sonrió con aires de suficiencia.
- La primera buena noticia del día... Espero no sea la única.
Levantó la cabeza del capturado y lo pataleó en la boca.
- Creo que la sede de tu periodicucho te queda demasiado lejos y la vagina de tu puta más aún.
Escupiendo sangre y tragándose la ira, Michael trató de ponerse de rodillas para encararlo. La petición de Kondor y el seguir pesquisas a base de contactos y favores saldados le había llevado a estar cara a cara con el arquitecto de toda la amenaza.
- Me dieron unas vacaciones, quise elegir a quién quería joder con mi próximo reportaje y saliste tú.
Logan resopló.
- Pueden que hayas conseguido tu próximo artículo, pero también acabas de provocar que tu Lisa venga aquí a por ti y la pongas en peligro -levantó la cabeza hacia su clon-. Llévale al zulo y asegúrate de cortar la corriente.
Viendo cómo Michael trataba de revolverse inútilmente contra el clon, Logan cogió la bolsa de deporte de Michael y se la llevó a su cabina personal, la cual se hallaba arriba del todo. Desde ahí tenía su consola de mandos, cámaras de vigilancia y monitores que controlaban cómo progresaban sus celosas y prometedoras creaciones. Soltó la bolsa allí y estaba a punto de irse -removiendo neuronas y pensando cómo demonios se las había arreglado ese periodista para dar con su base-, cuando su teléfono personal sonó.
- ¿Es usted Logan?
- ¿Quién habla?
- Soy Meredith Mornay, secretaria de Jack Moody.
- No sabía que el viejo Jack tuviese secretaria.
- Empecé a trabajar hace poco, señor -el tono nervioso e iluso de su voz delataban que o era una joven frente a su primer trabajo importante, o una que quería hacerlo todo bien y se volvía neurótica intentándolo.
- Justo estaba a punto de llamar, quería preguntarle algo urgente -apremió Logan.
- Verá, el señor Moody dejó mucho trabajo pendiente y tuve que arreglar varios papeleos respecto a su herencia familiar hasta que por fin he podido llamarle a usted.
Logan se detuvo contrariado.
- ¿Herencia?
- Le llamo porque tenemos una llamada suya aquí, en este número, de hace unos tres días -Logan ni siquiera se molestó en confirmar eso a la joven, por lo que ésta siguió-. Lamento comunicarle que el señor Moody ha fallecido.
Todo se paró para Logan por unos instantes, escasos para el minutero, incalculables para él.
- ¿Fallecido?
- Sí, señor. Un infarto.
Logan abasteció sus pulmones todo lo que pudo.
- ¿Cuándo ha pasado?
- El martes a primera hora. Mi llamada era para darle la noticia e invitarlo al funeral...
- Alto, espere -la cortó Logan en una exhalación-. Eso fue hace cuatro días.
- Correcto, señor.
- Es imposible, yo hablé con él hace dos.
- ¿Perdón?
- ¡ESCÚCHEME! -Logan perdió los estribos- ¡¿Cómo demonios puede llevar muerto cuatro días si hace tres hablé por teléfono con él y hace dos le tuve sentado en mi jodido despacho?!
Hubo un silencio incómodo y prolongado en la línea. Los segundos se estiraban como un chicle irrompible, hasta que la joven intervino con la más clara sinceridad:
- Probablemente quien estuvo en su despacho no era el señor Moody, sino otra persona.
Logan estrelló el móvil contra la pared presa de la mayor de las frustraciones. Su ira luchaba por abrirse paso a través de sus huesos, sus músculos y su carne. Pero eso sólo le haría más estúpido. Debía controlarse y pensar rápido. Fue a coger el móvil, sólo para darse cuenta de que estaba hecho añicos. Entonces se lanzó a su teléfono fijo aún a riesgo de que desde ahí su número no era desconocido y podía ser localizable.
- Con Sir Trevor Barber, urgente.
- ¿Quién es? -una voz desconocida le correspondió al otro lado de la línea.
- Maldita sea, necesito hablar con Sir Trevor Barber ahora.
- ¿Quién es ese Sir Trevor...? Señor, aquí no hay nadie con ese nombre.
Logan sudaba su paciencia, su vitalidad, su energía y su fuerza por cada poro de su piel.
- Nece... Ne... Ne-Necesito hablar con el máximo responsable, por favor.
- Está usted hablando con él y soy un hombre muy ocupado para estas gilipolleces. Esto es Wall Street, señor. ¡No llame por mierdas!
Que le colgasen el teléfono y no tuviese ninguna replica que decir no fue lo peor. Lo peor, por lejos, fue el sentimiento afilado de desesperación que recorrió toda la espina dorsal de Logan. Había sido engañado y aún estaba recorriendo mentalmente el carril de la memoria para juntar las piezas del puzle, cuando un aviso de correo electrónico nuevo que llevaba parpadeando un rato tomó su atención por la fuerza.
Trató lo mejor que pudo de controlar el temblor de sus manos y clicó encima del asunto que ponía "RUSIA":
"Gracias por decirme la procedencia del dinero y también por devolverlo a nuestra cuenta tan rápido. Sin embargo, ahora me envían a cobrar los intereses: tu vida."
Logan hizo sangrar sus dientes al apretarlos con demasiada energía al caer en la cuenta de que las dos personas que había atendido hacía dos días no sólo no eran quienes decían ser, sino que era la misma persona caracterizada. Cerró los ojos por un segundo y volvió a abrirlos justo a tiempo de leer el nombre del remitente que firmaba la misiva virtual: Alexei Koskov.
Necesitaba calmarse, necesitaba bajar sus pulsaciones como fuese. Pero la tensión era tal que los globos oculares estaban por salirse de sus órbitas. Sin dinero, engañado, perseguido y sin casi ningún secuaz que lo ayudase, Logan volvía a estar tan solo como al principio. Justo cuando tenía que estar más protegido y rodeado que nunca.
Sus ojos bailaban por doquier como una marioneta siendo zarandeada por un titiritero borracho. Pero fueron a detenerse al monitor que controlaba la salida norte. Esa salida daba a un frente completamente nevado en el que se veía algo ligeramente descentrado. Esa figura de rodillas, esa máscara distorsionada y perturbadora mirándolo fijamente. Logan retrocedió y se hizo un ovillo en el suelo tratando de serenarse y recuperar la calma.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro