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CUANDO EMPIEZA EL SAQUEO, COMIENZA EL TIROTEO Parte I (#37)

Una vez es coincidencia, dos es casualidad y tres es acción enemiga. Ian Fleming.

El tren Renfe que cubría la ruta Gijón-Madrid estaba en pleno trayecto y bastante más lleno de lo costumbre. Aunque eso no iba siendo ningún problema para la mole que partía el décimo cuello que se le ponía ante él. Los cadáveres estaban siendo apilados en las esquinas de los vagones por sus secuaces, quienes literalmente estaban allí viendo la escena. El hombre era imponente, de músculos sin definición pero de crecimiento exagerado, manos gigantescas y pecho de hierro. La ropa estaba tan ajustada a su fisionomía que era un auténtico misterio el que aún no se le hubiese roto con cada movimiento raudo y súbito que perpetraba. Portaba una máscara que le cubría la cabellera, las orejas, la nariz y la boca. Tenía sólo la mirada marrón ensangrentada y el cuello de un luchador profesional al aire.

- Que uno de vosotros llame al Guiness –señaló a sus súbditos-. Tenemos un récord. Diez cuellos en cuarenta segundos.

Su voz estaba configurada y deformada por la máscara, su sonido era atrozmente amplificado. Eso, conjugado con su rapidez, su fuerza y su habilidad lo convertían en una fuerza admirable y temible.

- ¿Crees que un montón de rebeldes sin causa va a pararme, Iván? –masculló en voz alta- ¡Quiero lo que es mío! ¡DÁMELO!

Dos vagones más adelante, Iván Diotrich sujetaba violentamente el brazo de su mujer suplicante y ansiosa porque la soltase, mientras con la otra mano se preocupaba por guardar un estuche en su bolsillo. Al instante de guardarlo, las luces de su vagón se apagaron por completo.

- Iván, te lo suplico... Déjame ir.

Iván respondió a las súplicas de su mujer, sí. Con un tremendo codazo en sus costillas. Mientras ella se retorcía en el suelo del vagón, la radio de Iván tronaba como loca:

- ¡Señor! ¡Se acerca!

- ¡Señor Diotrich! ¡La mujer de negro! La chica también...

Varias voces informaban de varias amenazas simultáneas, tanto le atosigaron que acabó quitándose el micro de la oreja. Palpando su camino fuera de ese vagón y sintiendo las botas amenazantes y las ráfagas de ametralladoras tras de él, Iván se aseguró el estuche en su bolsillo derecho y consiguió encontrar la puerta del vagón tras apartar los cadáveres de sus guardaespaldas. La abrió a tiempo de sentir la ráfaga de aire a toda velocidad envolverle la cara.

- Premio.

Una voz femenina emergió de las alturas y de un taconazo en los ojos, dejó a Iván dolorosamente tuerto y al borde de caerse a las vías al quedar peligrosamente encaramado en el enganche de vagones. Aprovechando que él trataba de sostener el ojo que se le escurría de la órbita, una joven de gabardina negra y cazadora de motorista le registró rápidamente los bolsillos hasta extraerle el estuche. Alzando sus ojos azules hipnóticos al frente, contempló como un cruce de caminos avecinaba que uno de los dos acabase en las vías por el giro del tren.

- No debiste tocar a tu mujer, ni robarme mi trabajo –susurró entre dientes como despedida-. Adiós, estúpido.

La joven escaló de nuevo la superficie del vagón hasta volver al techo del mismo y recoger su mochila. Un grito atronador de Iván señaló su muerte aplastante al tiempo que el tren giraba, comenzando a descarrilar un poco al ir demasiado rápido.

- Maldita sea... -el hombre enmascarado farfulló al estar a punto de llegar por fin al vagón de Iván, pero casi perder el equilibrio- Diez años y Romeo sigue sin saber dónde está la palanca de freno.

- Eso suponiendo que siga vivo, patrón – un secuaz elegante con coleta se le acercó lo más que pudo para no hablarle a gritos.

Al abrir la puerta, otro bandazo inesperado le hizo cargar todo su enorme peso sobre su pie izquierdo y que ese pie izquierdo casualmente pisase la pierna de la mujer de Iván, la cual aún seguía lloriqueando en el suelo. Un grito atronador de ella, justo antes de desmayarse de dolor, ni siquiera hizo que el hombre enmascarado se girase para echarla un vistazo. Como si fuese basura, la apartó con el pie a un lado y oteó el compartimento.

- ¡Iván! No puedes esconderte más de mí, rata inmunda... ¡IVÁN!

Si tan sólo hubiesen sabido a tiempo que Iván ya había sido convertido en desengrasante visceral de vías, así como que la joven motorista que lo había interceptado antes se les había adelantado en el cumplimiento de la misión, el hombre enmascarado y los suyos hubiesen podido tratar de escapar del vagón antes de que el tren descarrilase por completo. La joven motorista sí que predijo esto desde el techo del vagón. Habiéndose colocado un respirador en la boca, saltó al lago que tenía a su alcance segundos antes de que el tren empezara a dar vueltas de campana sobre sí mismo, se fuera desfigurando con cada golpe y acabase reducido a un escalofriante amasijo de hierro. El impacto de su cuerpo rompiendo la barrera del agua la sacudió toda la columna vertebral y la hizo perder el conocimiento. El respirador hizo el resto.

Al mismo tiempo que la corriente alejaba a la joven del escenario del robo, unos golpes podían oírse dentro de un cubito de hierro encima de una de las vías. Una sección del vagón había quedado tan destruida y deformada que había adquirido la forma de una cárcel de hierro cuadrada. Pero no quedaría así por mucho más tiempo: el mazo humano que constituía la mano del hombre enmascarado finalmente se abrió paso quebrando la cárcel improvisada. Se levantó en pie, contemplando el destrozo que había a su alrededor. Contó rápidamente y en silencio las partes descuartizadas de varios de los que habían sido hasta ahora sus compañeros de fatigas. Él era el único superviviente y su sed de conseguir su objetivo no había hecho más que intensificarse.

Las noticias informaban de lo sucedido de forma anárquica en los medios de comunicación y redes sociales. Algunas cadenas omitían que Iván había fallecido, otras trataban de apartar el foco del descarrilamiento, sin olvidar quienes condenaban ese evento como un atentado terrorista perpetrado por un elemento muy familiar para las masas. La mujer motorista estaba en su zulo particular –un pequeño piso en negro reconvertido para no ser declarado y eludir fiscalía-, fumando su cigarrillo y entrecerrando los ojos mientras contemplaba las informaciones de una cadena pequeña que de momento era la única que parecía informar de todo aún sin entrar en mucho detalle:

- Podemos decir que en el interior del tren descarrillado, entre los 86 muertos que se contabilizan hasta ahora, se hallaban restos del físico Iván Diotrich, quien era conocido por desarrollar una de las vacunas de Pfizer que se distribuyó en masa para el Reino Unido. Se hallaba en busca y captura por haber realizado competencia desleal al darse pruebas de que perpetró una sustracción de códigos genéticos presumiblemente para venderlos al mejor postor. Dichos códigos genéticos no sólo daban más respuestas sobre cómo proteger al organismo humano frente a cualquier adversidad atmosférica o bacterias y virus nuevos, sino que también contribuirían a la regeneración de células y tejidos muertos. Un verdadero avance en el campo de la ciencia...

En cuanto terminó su cigarrillo, la joven sacó el estuche de su mochila. "Lo tengo... al fin, lo tengo", pensaba una y otra vez mientras se veía tentada de abrir el estuche. ¿Qué forma tendría? ¿Una vacuna, una jeringuilla? ¿Un USB con información? ¿Cómo era posible que un descubrimiento tan importante cupiese en un estuche?

- ... Todo apunta a que el atentado ha sido obra del terrorista conocido como Kondor –según sonó ese nombre, la joven pudo ver una foto de archivo del hombre enmascarado del tren-. Este líder de guerrilla lleva operando por el país durante el último mes reduciendo a cenizas laboratorios en busca del ya difunto Diotrich, por lo que se presupone que su objetivo era encontrar los códigos genéticos. Su propósito es un misterio, pero la destrucción que deja a su paso junto a los mercenarios que contrata no deja lugar a dudas...

La joven motorista mantuvo a raya sus deseos de seguirtocando el pequeño estuche y lo dejó guardado en un cajón secreto con clave deseguridad para, acto seguido, coger su móvil y escribir un mensaje por un canalde seguridad: "Tengo la pizza, contáctame. Lisa."

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