#8 "CAMINO A CASA (Parte 2)"
Una vez atravesaron el cuarto de la limpieza, el clan de los 30 se adentró en el pasillo del colegio. Gatino miraba a los lados, sin ver a nadie, pero sí muchos dibujos colgados en la pared.
- Bueno, muchachos, esto es lo que hay – Coco tomó la palabra una vez más-: vuestro líder y yo os ordenamos que cojáis todos los dibujos que veis colgados en la pared y que los rompáis, dejando pedacitos en cada puerta del aula.
- Pero Coco, son los dibujos de los niños... Han trabajado mucho en eso. Son como sus premios, sus ilusiones...
- ¡Me dan igual sus ilusiones! Quiero ver todas sus ilusiones rotas desde ya. Es necesario...
- ¿No te olvidas de algo? – Gatino habló con la voz baja, renegando de Coco y mirándole éste último con desprecio-. No sólo hay dibujos, sino fotos y estatuas de gente.
Ahora mismo, estaban en el vestíbulo del colegio, en "El museo de la enseñanza". Ese era el lugar en donde Coco quería dar su "golpe" utilizando a Tete como Gatino.
- No se me escapa absolutamente nada, patrón. Empezaríamos por los dibujos, después por las fotos y acabaríamos mordiendo las estatuas – Coco sonrió maliciosamente.
- ¿Por qué haces algo tan malo? – le preguntó Gatino (dejando de comportarse como el patrón del clan para hablar más como Tete) triste.
- ¿Sabes, Gatino? Te empiezas a parecer a esa Curra con tus preguntitas. Sólo estamos siguiendo órdenes...
- Órdenes que has dado tú porque a ti te convenía.
Ante la discusión de los gatos, el resto se comenzó a mirar y a dudar de si lo que hacían era por cosa de su Gatino y de si estaba bien o mal.
- Espera, ¿entonces hemos venido todos hasta aquí sólo por tu capricho, Coco? – comenzaron a preguntarse entre todos.
Coco, viéndose atrapado, buscó a Pelayín para que empezara a darles lecciones a quienes se volvían en su contra. Pero esos maullidos y esos cabreos despertaron la curiosidad de un invitado más. En cuanto los demás se giraron detrás suyo, sin aún haber podido tocar nada, descubrieron a un niño de 4 años, mirándoles sorprendido. Gatino se dio la vuelta y en cuanto vio a ese niño y su mirada asustada comprendió que Coco le había engañado: el colegio estaba lleno de niños en un día de la semana como cualquier otro. Coco había roto su supuesta promesa y eso no sólo le hizo enfadar sino provocó que Tete dejara al fin de ser ese Gatino, patrón del clan de los 30, para ser Tete sin nada que esconder o que fingir.
- Coco...
- Gatino, puedo explicarlo.
- No soy Gatino, llámame por mi nombre. ¡Mi verdadero nombre: Tete!
El resto de gatos, sin saber qué hacer, comenzaron a recular.
- Vamos... Tete... Compréndelo, es un golpe a hacer daño. Teníamos que hacerlo con el cole lleno.
- ¡Me dijiste que estaba vacío! – Tete, cabreado, esta vez se lanzó hacia él hasta quedar justo delante de su hocico, intimidándole-. ¡Yo jamás hubiera hecho esto, y menos con niños dentro!
Pero Coco no parecía muy preocupado. Es más, parecía divertido.
- Bueno, a fin de cuentas, tú eres el patrón del clan.
- No – Tete apretó los dientes, aguantándose como podía-. Ya te he dicho que soy Tete. Estoy cansando de hacer caso a alguien que me miente siempre. A partir de ahora estás solo.
Pero antes de que Tete pudiera despedirse del que fuera su clan definitivamente, una alarma muy fuerte sonó dentro del colegio. Entre la discusión entre Tete y Coco, el niño había avisado a su profesora y ésta, dando el aviso por el brazalete a todas las demás, hizo saltar la alarma para ahuyentar a los gatos. Eran tan fuerte que se metía por los oídos.
- ¡Todos fuera! – exclamó Tete al resto de gatos-. ¡Rápido!
Justo cuando trataban de salir por la entrada principal, Curra y Paula entraban por la puerta con sus brazaletes llenos de avisos de dentro del colegio. Al verse de frente, Curra y Tete quedaron sorprendidos. Pero antes de que pudieran hacer algo, una de las maestras salía con la manguera de emergencia contra incendios. A los gatos el agua, precisamente, no les entusiasmaba.
- ¡Agua! – avisó un siamés-. ¡Cuidado!
- ¡Espera un poco! – Curra trató de evitarlo, pero la maestra ni siquiera pudo escucharla.
Justo cuando la maestra abrió la manguera, un chorro de agua salió disparado hacia unos pocos gatos, dejándolos en el suelo relamiéndose e intentando secarse. El resto que pudo escapar corría despavorido por el camino de vuelta al cuarto de limpieza. Curra los seguía de cerca en busca de Tete. Coco, dándose cuenta de que lo que Curra quería a su hermano, empujó a Tete haciéndole correr en el medio del clan y provocando que Curra se enfadara al no poder tenerle cerca. Entonces, otra maestra salió de una clase al final del pasillo con otra manguera. Otro chorro de agua que pasó por los pelos al lado de Curra, que tuvo que lanzarse contra la pared para saltarlo, y que fue derecho a por los gatos que ahora daban la vuelta despavoridos.
- ¡Esto nos pasa por planear cosas malas! – se quejó otro de los gatos al ser chorreado por el agua.
Tete, Coco y unos pocos se escondieron detrás de una puerta abierta que daba a la sala de profesores. Tete vio a un niño asustado salir al pasillo a ver qué pasaba. Justo entonces volvía el chorro de agua.
- ¡La puerta! – Tete alertó al niño para que se escondiera-. ¡Vuelve a clase y cierra la puerta!
Siendo bueno, Tete consiguió sacar a ese niño fuera de peligro.
- Siempre supe que eras demasiado sentimental para nosotros – Coco seguía picándole.
- No, no para nosotros – Tete aprovechó que el resto de gatos estaban distraídos para ir andando hacia atrás hasta estar completamente dentro de la sala de profesores y alzar la pata para cerrar la puerta-. Sólo para ti.
Dando tiempo a que otros dos gatos entraran con él, Tete cerró la puerta en cuanto la maestra enchufó el agua hacia ellos. Coco, Pelayín y otro gato saltaron a tiempo y fueron buscando otra salida. Dentro de la sala de profesores, Tete y los otros dos gatos empujaban la puerta contra el chorro, pues si dejaban de empujar el chorro abriría la puerta y les mojaría.
- ¡Tirad! ¡Seguid empujando! No puede echar agua eternamente.
Efectivamente la manguera paró y los gatos pudieron tirarse en el suelo a recuperar fuerzas y a pensar en cómo salir.
- Todo es culpa de Coco – se quejó el gato persa-. No debimos hacer esto, menos en un colegio y con niños.
- Tenemos que pensar en cómo salir... - exclamó otro gato.
En seguida vieron la ventana y esos dos se lanzaron rápidamente por ella.
- Tened cuidado – advirtió Tete.
Para entonces, Tete oía toda una multitud: todas las maestras de Infantil y Primaria estaban ahí fuera, junto con miembros de protección de animales.
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