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#71 HABITACIÓN PERDIDA Parte III

Hart se encontró a si mismo esposado en una sala de interrogatorios. No se sentí extrañado, sino cómodo. Sádicamente feliz. Dos policías entraron en la sala y lo cogieron. En lugar de seguir la ruta original de detenidos dentro de la comisaria para ponerlos en disposición judicial, ellos le mandaron ir por un ascensor de servicio, dos plantas más abajo. En el ascensor le dijeron que el tiempo estaba de su lado, al mismo tiempo que le quitaban las esposas. Salieron del ascensor y cambiaron a la escalera de emergencia para dar al parking y salir de allí clandestinamente. Según abrieron la puerta del parking y avanzaron un poco, hallaron a Claire y a Matt sollozando abrazados con el cuerpo sin vida de Sofi entre ellos. Fue Claire la primera que alzó la mirada y los vio. Uno de los policías sacó una pistola silenciadora y antes de que ella pudiese reaccionar, disparó a Matt por la espalda. Claire gritó llena de rabia, usando su voz como arma y lanzándose a por el policía. Matt se retorcía en el suelo, pero se negaba a soltar a Sofi, por lo que se movió con lentitud hasta que pudo abrazar el cadáver de su hija. Claire luchaba contra el primer policía, sus puñetazos eran desordenados pero alcanzaban sus objetivos: la cara y el estómago. El primer policía consiguió agarrarla del pelo y zarandearla hacia el suelo. El segundo policía se unió y la propinó una patada en la boca. Claire sintió cómo sus labios se reventaban y sus dientes se movían. La cogieron entre los dos, inmovilizándola cada uno un brazo y una pierna como podían, la tumbaron con violencia en el suelo del parking y la propinaron una lluvia de golpes en la cara y el pecho. Los puñetazos y el shock ahogaron los gritos, lamentos y quejidos de Claire. Uno de ellos, aprovechando su estado cada vez más debilitado, soltó el brazo de ella y sacó una bolsa de plástico. Se la puso en la cabeza y trató de asfixiarla, mientras el otro policía seguía con la golpiza. Claire se retorcía, pataleaba, boqueaba. Todo era inútil. La vida se le escapaba. Hart parecía disfrutar viendo aquella escena, hasta que su atención volvió a recaer sobre Matt. Ordenó a sus hombres que dejasen a Claire. Le quitaron la bolsa en el último segundo, estaba medio desmayada. Hart la agarró del cuello:

- Buen truco el de rastrear mi móvil. Qué lástima que seas una hácker tan buena...

La escupió en la cara y la arrastró hasta Matt. Acto seguido, la puso de cara a Matt y la sostuvo los brazos con fiereza.

- Ahora quiero que mires lo que has hecho.

Uno de los policías dejó en sus manos la pistola con silenciador y puso el arma en una de las manos desnudas de Claire, sosteniéndola él con fuerza. Claire trató de revolverse por todos los medios, pero Hart era demasiado para ella y estaba muy debilitada tras la paliza. Quiso cerrar los ojos, quiso gritar, pero no tuvo tiempo. Una leve presión en el dedo y Matt ya presentaba una frente horriblemente desfigurada en pedazos. Claire perdió el habla como lo había perdido el hombre del que sea había enamorado y era incapaz de respirar. Ni siquiera gimió de dolor. La pérdida era devastadora. Su corazón estaba roto. Y el arma tenía sus huellas. "Yo hice esto" fue el último pensamiento que cruzó su cabeza, con los ojos cubiertos en lágrimas de sangre. Hart soltó su mano, dejó caer el arma y la sentó de rodillas. Entonces puso una mano sobre su hombro y otra en su mentón. Un fuerte tirón y Claire tenía el cuello roto. Hart echó un soplido de satisfacción al tiempo que la dejaba caer al charco de sangre de la herida mortal de Matt. Echó mano a los bolsillos del cuerpo del periodista y halló su cartera. Cogió su tarjeta de crédito y el móvil de Claire, desbloqueándolo con la huella de uno de sus dedos. "Si pudo entrar en mi móvil, podrá entrar también en la cuenta corriente de este tipo", pensó. Sabía que él era un periodista de renombre, así que seguro tendría 50.000 libras en su cuenta.

- Decidme que las cámaras están desactivadas.

- Llevan con la imagen congelada del día anterior desde que colgamos el cuerpo de la pelirroja sobre el coche de su papaíto –confirmó uno de los policías.

Hart sonrió y les dijo que era hora de irse. Los cadáveres de Claire, Matt y Sofi quedaron tirados en el suelo como meros despojos. Matt aún tenía una de sus manos cogida a la de su hija. Claire había sido dejada caer encima del pecho ensangrentado de él. Los tres habían muerto juntos. Hart y los policías se iban del parking cuando Hart no pudo evitar verse reflejado en una de las ventanillas de los coches de policía que allí había. Pero algo no estaba del todo bien con su reflejo... Su cara no era la misma que se reflejaba en el cristal. Era la cara de otra persona. De pronto, sus tendencias psicóticas se transformaron en inocentes y contradictorias. "¡Ese no soy yo! ¡¿Quiénes son esos cadáveres y estos polis?!", pensó impresionado al tiempo que trataba de averiguar qué estaba pasando...

De un grito, Hart despertó de su pesadilla. Estaba tan empapado en sudor, que dejó las sábanas tan mojadas como un niño pequeño sin control de esfínteres. Miró a su alrededor y respiró completamente aliviado al comprobar que en verdad volvía a ser él y que estaba en la habitación del motel Soullost. Giró su cabeza y ahí seguía durmiendo su Melodía de reemplazo. La pared estaba machacada por los golpes del cabezal al probar numerosas posturas con ella. Se levantó de la cama y se vistió. Necesitaba aire, necesitaba salir. Necesitaba acabar con esto ya. "Ahora lo que me faltaba era tener estas pesadillas de mierda", pensó furioso. Había estado sitios, así como visto y hecho cosas, pero jamás había soñado tan horrible, ni tan despiadadamente real. Fue al baño a refrescarse la cara y se miró al espejo por unos segundos. Ésa era su cara, ése era él. Pero seguían sin gustarle los espejos. Dejó a Soovin durmiendo, con la espalda desnuda asomando entre las sábanas y abrió la puerta de la habitación con cuidado de no despertarla. Dejó hasta la llave dentro. Había acabado con ella, no pensaba volver. Según se iba, comprobó que la habitación que tenía justamente al lado tenía la puerta abierta. A Hart le extrañó no ver a nadie en su interior. Tampoco había rastro del perro negro que parecía haberle escogido como amo de reemplazo, aunque sí pudo ver el plato de comida relamido hasta la extenuación. Se fue andando hacia las escaleras sin saber que esa habitación abierta había sido la perteneciente a Sophia. Lo que hacía que la habitación en la que él había desatado su lujuria, fuese la habitación en la que Claire se alojaba hasta ayer.

Los rayos de sol iluminaban como el día anterior, haciendo quedar a la lluvia torrencial de la extraña noche anterior como una rara avis meteorológica. Hasta las calles parecían estar completamente secas. Hart caminaba a un lado de la carretera, viendo coches pasar en ambos sentidos, hasta su coche de alquiler. Alquiler que expiraba hoy mismo, su tercer día de investigación. Justo había metido la llave en la puerta cuando vio a una persona familiar en un coche justo en la acera de enfrente. Persona familiar cuyo puño le había propinado un dolor de cabeza ayer en un callejón. "De perdidos, al río", pensó guardando la llave en el bolsillo y esbozando una sonrisa desagradable. Estaba a punto de cometer una estupidez, pero en esos días ya le había perdido el miedo a casi todo. Con cuidado de esquivar los coches que iban y venían, fue andando hacia la otra acera.

- Me he dicho a mí mismo: "Hey, tu amigo está ahí. ¿Por qué no le saludas?" –exclamó poniendo voz de pito al hombre enviado por el padre de Ellen Creire al mismo tiempo que le abría la puerta del coche a la fuerza- Oh, vaya... Te has olvidado del chucho. ¡Mejor!

Le agarró de la cabeza y se la estampó contra el volante y contra la puerta. Hart oyó unos gruñidos y unos ladridos provenientes del maletero. Maletero que se abrió de repente, liberando al pastor alemán.

- Hijo de puta de perro.

Echó a correr hasta su coche con el pastor alemán tratando de agarrarle la pierna. Los coches venían de ambos sentidos, pitando y girando para esquivar la escena. El enviado de los Creier se recuperó y saltó del coche a por Hart. Pero no miró al coche que venía de su lado y que lo hizo volar por los aires dejando una estela de sangre, carne y huesos rotos en el arco iris mortal dejado por el atropello. Hart llegó a la puerta del coche esquivando uno que casi lo atropella, pero esa parada ligera fue suficiente para el pastor alemán. Se abalanzó sobre su espalda y lo arrojó de bruces al suelo. Iba a clavar sus fauces sobre su nuca, pero Hart sintió un fuerte empujón en su espalda –lo cual le dejó inmóvil unos segundos al causarle un dolor indescriptible ahí-. Mientras recuperaba el aliento y abría finalmente la puerta de su coche de alquiler preguntándose cómo había logrado deshacerse del pastor alemán, observó cómo aquel perro negro con el que tantas veces se había cruzado se había abalanzado sobre el pastor alemán y le estaba desgarrando la yugular, matándolo considerablemente rápido, aunque entre terrible sufrimiento.

Hart se metió en el coche, lo arrancó y salió pitando de allí. Quedó mirando unos segundos cómo el perro negro, no contento con matar al pastor alemán, se sentaba sobre sus patas y procedía a devorarlo bocado a bocado. Pero Hart no sería el que se pusiera a llorar por un perro menos en el mundo. Menos ése.

- Gracias, amiguito. Te debo una y bien gorda.

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