Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

#7 "CAMINO A CASA"

La olla de San Vicente siempre conservaba ese color verdoso esmeralda en sus tranquilas aguas deudoras del río Dobra. Era uno de los lugares más bellos de Cangas de Onís. Y Curra, Tamara y Lara estaban allí para verlo. Las dos perritas profe y la perrita guía estaban apostadas tras varias rocas al lado de la poza natural, observando como unos gatos y perros vigilaban celosamente la entrada a una pequeña cueva bien escondida. Uno de los gatos se aseguraba que las tablas de madera a la puerta de la cueva estuviesen bien sujetas.

- ¿Hemos venido hasta aquí para ver cómo un gato hace bricolaje? – preguntó Tamara divertida e impaciente a la vez, provocando las risas de Lara-. Por favor, decidme que no he recorrido kilómetros y kilómetros para ver a un gato haciendo bricolaje.

- Paciencia, Tamara – Curra la acarició con la pata en señal de hacerla serenar-. Te prometí algo grande y es lo que en breves verás.

- ¿De verdad crees que ese tal Gatino, si es quien dices que es, se entregará a ti tan fácil?

- Sólo quiero hablar con él y entender qué ha pasado todo este tiempo... Lara – Curra se giró hacia la guía-, ¿dónde hasta dicho que estaba ese puente?

- El Puente Viejo está al inicio del trayecto a la olla. Es el punto límite de entrada y salida. Una vez volvamos sobre nuestros pasos y pasemos de nuevo el puente, habremos salido de la olla.

Curra entonces les dijo que esperasen allí y que ante cualquier problema o novedad le avisaran por el brazalete. Pero según Curra se adentró en la cueva sin que nadie más la viese, Tamara y Lara repararon en una pareja a un lado lejano de la olla, seguidos por una fila de niños. Tamara les reconoció al instante:

- ¡Hala! ¿Qué hace la profe Paula aquí?

Curra anduvo sigilosa dentro de la cueva, sólo para encontrar allí un círculo de perros y gatos alrededor de una pequeña fogata. Dentro de ese círculo, había unos gatos sentados y tumbados alrededor de una mesita hablando entre ellos tranquilamente, habiendo siempre uno oscuro colocado en la parte presidencial... ¡Gatino! (aunque para Curra seguía siendo su Tete).

- ¿Habéis traído el pienso? – preguntó Gatino.

- Sí, patrón.

- ¿Los platos?

- En la mesa, patrón.

- ¿Y la sidra?

- Escanciada, patrón. Y si no, de malas, bebemos agua del río.

Gatino entonces alzó la voz dado un golpe seco en la mesa con la almohadilla.

- ¡Qué empiece la espicha, remiaus!

Los gatos comenzaron a beber a sorbos y a comer sin frenos, mientras Curra se preguntaba desde la distancia si nadie les habría dicho en la vida que más parecían caballos masticando. "Madre, esto un poco más y se monta un xiringüelu", se dijo en bajo la pobre, teniendo que ponerse la pata en los ojos.

- Bien... - Gatino tragó a lo bruto como pudo-. ¿Todo listo para ese gran golpe?

- En efecto, Gatino – contestó Coco, el segundo gato más poderoso del gran grupo-. Mis siameses y yo hemos orquestado todo para que sea entrar y salir... Es más, le debemos a Pelayín toda la información.

Coco se giró para contemplar a un gato de pocas palabras, vestido de marinero. Gatino se rascó la oreja con la uña pensativo y bajó la voz acercándose a Coco.

- Coco... No sé tú, pero hay algo que no me encaja... ¿Qué hace vestido de marinero?

- ¡Oh! Le ayuda a superar su miedo al agua, como estamos al lado del río.

Gatino asintió sorprendido y se refirió en alto a Pelayín:

- Muy bien, Pelayín. ¿Cómo conseguiste la información?

- De un par de profes que siempre suelen venir cada fin de semana – como Pelayín apenas hablaba, Coco explicó la historia por él-. Suelen ponerse ahí fuera. Gracias a ellos y por conseguir sus cosas poco a poco es por lo que nos asentamos aquí ahora.

Mientras Coco hablaba, Curra escuchó a Lara avisarla de la presencia de Paula y un profe amigo de Primaria afuera disfrutando del lago junto con unos pocos niños. Curra primero pensó en la visita que Paula y su compañero tenían planeada para hacer con los niños... Pero luego pensó en lo que dijo Coco: "¡Ya está! Ya sé cómo es que saben tanto de nosotros... Les usan para conseguir información a nuestras espaldas". Curra les susurró que se fueran poniendo de pie y que estuvieran preparados para irse en cualquier momento. Entonces, interrumpiendo sus susurros y la explicación de Coco, uno de los gatos escupió el pienso de forma maleducada.

- ¡Este pienso está pasado!

Gatino quiso hacer que se disculpara, pero Coco se le adelantó más severamente:

- Pelayín, ya sabes lo que tienes que hacer...

Justo cuando Curra pensaba en la voz grabada de aquel almacén abandonado y de cómo se parecía a la de Coco, Pelayín entonces cogió una piedra del suelo y se la lanzó al gato que se quejó:

- ¡Morrillazu! – exclamó al tiempo que la piedra golpeaba en la cabeza de aquel gato.

- ¿No crees que deberías haber consultado a tu jefe antes de dar esa orden? – preguntó Gatino a Coco.

- Somos el clan de los 30, Gatino. Debemos dar ejemplo. Nos ha costado mucho desestabilizar la escuela...

- Dirás que te ha costado a ti – le interrumpió Gatino-. Yo jamás habría puesto a un chiflado junto a unos animales para que les hicieran daño.

- Era una provocación que yo consideré necesaria – Coco sonrió maliciosamente.

- ¡Vaya! – exclamó Curra por lo alto, delatándose y haciendo sobresaltar al resto de gatos-. Así que esas historias son ciertas... Así que fuisteis vosotros quienes manejasteis a ese pobre pelele que necesitaba ayuda para hacernos sufrir al resto de animales buenos.

Un montón de voces se alzaron en contra de ella, pensando en hacerla muchas cosas malas, pero Gatino dio otro almohadillazo en la mesa y quedó mirando fijamente a Curra. Veía algo familiar en ella, no sólo por saber que era la perrita profesora... Había algo más, pero no alcanzaba a recordar bien el qué:

- ¡Bienvenida a nuestra morada, Curra! Tantas veces que nos hemos cruzado al pasar y hasta ahora no nos habíamos visto... ¿Por qué habremos tardado tanto?

- Quizás porque te escondías muy bien – le respondió ella medio enfadada, decepcionada al comprender que no la reconocía y triste por ver cómo de diferente era ahora-. Hace poco estuve en lugar en donde hubo mucho lío, y tu cara apareció de la nada.

- Me halaga que se hable de mí en la escuela...

- No fue en la escuela – Curra arrojó las fotos que había recogido de aquel almacén abandonado hasta la mesa de Gatino para que éste las viera.

En cuanto las vio, ese pensamiento familiar le daba vueltas en la cabeza con más fuerza. Miró a Curra fijamente:

- Ahora mismo, Curra, eres como una hormiga nadando en una cascada.

- Sólo quiero saber por qué eres así y por qué te molestas en hacer daño... No lo entiendo. Yo creo que eres bueno, y que sólo buscas llamar la atención. Ni siquiera Gatino es tu verdadero nombre...

El resto de gatos, con Coco a la cabeza, se miraron entre ellos insidiosos. Por ello, Gatino tuvo que tratar de acallarla:

- Tú haces lo mejor que sabes hacer: enseñar. Yo hago lo mejor que sé hacer: demostrar que no se aprende nada. ¿De verdad esperas después de todo esto que tú y yo nos llevemos bien?

- Se puede enseñar y aprender dando cariño y mimos, no sentado ahí haciendo obligado lo que los demás te dicen mientras se ríen de ti. ¿Es eso lo que tú de verdad quieres para ti? ¿Es así como quieres vivir?

- ¿Puedes...? ¿Puedes salir? – Gatino estaba empezando a perder la paciencia-. ¿Puedes salir ya de aquí, por favor? Estás interrumpiendo una reunión muy importante.

Curra se dio la vuelta y comenzó a andar mientras volvía a encender su brazalete. Antes de torcer la esquina de la cueva se giró a contemplar a todos esos animales y a Gatino. En verdad, su hermano Tete.

- Intentaré ayudarte pase lo que pase, pero sabes que si te veo haciendo algo malo no me va a gustar.

Gatino quedó callado viendo a la profe Curra, su hermana sin que él aún la recordase, marchar.

- No deberías dejarla marchar así por las buenas, Gatino – Coco empezó a tratar de convencerle malamente-. Sabe demasiado, y lo sabes.

- Pilladla, pero sin hacerla daño – ordenó y advirtió Gatino-. La quiero de una pieza.

Dando mucha marcha a sus patas, Curra iba corriendo a toda prisa hasta la abertura de la cueva, sabiendo que mandarían a animales a por ella. Avisó corriendo a Tamara y a Lara de que se prepararan para volver.

- ¡Cuidado, Curra! Te esperan unos pocos a la salida – la avisó Lara por el brazalete.

- ¿Parte de arriba o parte de abajo? – Curra ya veía la luz del sol, ya casi estaba fuera.

- ¡Arriba! – exclamó Lara.

Curra entonces pegó un gran salto justo al salir de la cueva, esquivando en el aire a los tres gatos que vigilaban la entrada y que se preparaban a cogerla estando agachados en el suelo. Consiguió despistarles y gritar a Tamara y a Lara:

- ¡Vámonos echando pelos!

Tamara entonces escuchó una marabunta de pasos galopantes en el interior de la cueva. Coco había mandado a todos los animales salir a por ellos. "No vamos a poder despistar a tantos, no llegaremos de nuevo al puente", pensó. Entonces, vio una caja de sidra apoyada junto a unas rocas. Era el sitio en donde los gatos la guardaban para sus espichas.

- ¡Idea! – exclamó-. Lara, vete yendo al puente. Yo espero a por Curra.

Curra atravesó el río entero a nado llegando casi sin aliento al otro lado. Allí se encontró con Tamara.

- ¡Ay, Curri! Preferí esperar por ti.

Aún con el frenesí, Curra sabía que a Tamara se le ocurrían ideas un tanto locas.

- Tamara, no habrás hecho nada raro... ¿no?

- ¿Qué dices? Yo soy mucho mejor que eso.

Sin tiempo a hablar, vieron como un puñado de animales salía de la cueva a por ellas.

- Allí están, ¡cogedlas!

- Bufff.... Tenemos mucha sed. Hemos gastado mucha energía corriendo en la cueva y ahora... ¡Ay, que agujetas!

Uno de los gatos era el pequeño director de ese equipo. Observó rápido al río de la olla.

- Venga, unos sorbos rápidos y a correr.

Pero si esos pocos perros y muchos gatos supieran que en verdad el agua color verdoso era en realidad otro líquido fuerte no se habría ni atrevido. A los pocos sorbos empezaron a dar tumbos tratando de moverse bailando de forma graciosa, desorientados y con la lengua fuera.

- Yu na so qui posa eqú...

Uno de los perros se vio reflejado en una de las botellas de sidra vacías:

- Miradme, ¡salgo en la tele!

Esa tropa tan fiera ahora no podían ni hablar, pero sí reír y mucho, tumbados entre las rocas y jugando a ser tortugas alzando las patas hacia arriba. En medio de la carrera, Curra se dio la vuelta escuchando ese escándalo y se llevó las patas a la cabeza nada más ver el color de la olla y las botellas tiradas.

- Tamara, ¡has vertido sidra en el río!

- Tenía que pararles, ¿qué podía hacer?

- Contaminar la olla desde luego que no...

- Anda Curra, que luego vengo a limpiarlo.

- ¡Más te vale! Somos maestras, no contaminadoras.

Mientras Curra y Tamara ya veían a Lara ondear la pata desde lo alto del Puente Viejo, Gatino y Coco junto con Pelayín salían a comprobar ellos mismos cómo su equipo especial había sido despojado de todo lo que tenía de especial.

- ¡¿Pero esto qué es?! – Coco no pudo evitar su malestar-. Casi me rasgo el pelaje por reclutar a esta pandilla, y mira para qué...

Uno de los perros mastines se acercó a él dando tumbos:

- Bonito pelo, muñeca...

Gatino no pudo evitar sonreír un poco viendo a todos los animales medio dormidos ya, pero Coco sin dudas perdió más la paciencia:

- ¡Se nos van a escapar del todo! UuuuuuuuuUUUUUUUuuuuuUUUUuuuuu – rugió para sus adentros molesto y con la chepa levantada se dirigió a Pelayín-. ¡Vamos, Popeye! ¡Muévete y haz algo!

Aunque Coco era el que trataba mal a sus compinches, éstos estaban tristemente acostumbrados a ese trato y obedecían. Ese era el caso de Pelayín, quién había vislumbrado una gran fila de piedras y ahora se movía hasta quedar justo detrás de ellas.

- ¡Morrillazu! – entonando su estrofa particular, Pelayín pegó una gran patada a la última piedra de la fila, haciendo rodar a esa y a las demás hasta la profunda olla, provocando que todas se cayeran al mismo tiempo y formando una gran ola que ponía su trayecto imparable en dirección al puente.

Lara, viendo la ola venir a lo lejos, alertó a Tamara y a Curra con éstos ya subiendo la cuesta del puente. Curra, al estar subiendo más rápido por el bordillo del puente, se puso nerviosa y tropezó quedando colgada por una pata de lo alto del puente. Tamara y Lara corrieron a cogerla de las patas y ponerla a cubierto, pero la ola al fin llegó y golpeó con fuerza las paredes del puente. Curra tuvo que agarrarse muy fuerte y cerrar los ojitos para que no le entrara nada de agua, mientras que Tamara y Lara se cubrían dentro del puente pero sin soltar a Curra. La ola poco a poco fue bajando hasta que el rio volvió a quedar al cauce normal. Entonces Curra, completamente empapada, consiguió poner las patas sobre el suelo del puente con ayuda de sus amigas y pudo sentarse a descansar con ellas un poco. Como solía ser habitual en ella, Tamara fue quien metió chispa a ese momento:

- Lo que es la vida, ahora gracias a todo lo que han armado ellos ni hace falta que limpie nada... ¡Con semejante ola!

Pero a Curra no se le escapa nada:

- Aún faltaban esas botellas tiradas – dijo con la voz medio apagada.

Un buen rato después, dentro de la cueva otra vez, Gatino estaba sentado reflexionando mientras Coco daba voces al resto de animales como de costumbre acerca de ese plan súper secreto del que poco se sabía aún.

- ¡Lo haremos esta semana y no hay más que decir! Entraremos todos y dejarnos todo tan sucio y tan roto que no querrán ni entrar ahí dentro.

- Bonita presentación, Coquete – contestó un gato persa-, pero nosotros seguimos órdenes del líder.

Apuntando a Gatino, el resto de gatos rió por lo bajo mientras Coco apretaba los dientes con más fuerza aún mirando al persa.

- Eres más inútil que tener una nariz en el talón, y ¿te crees con poder a burlarte de mí?

- Chicos, ¿por qué no dejáis que Coco descanse un poco? Tomaos un rato libre – anunció Gatino, viendo que ya Coco iba derecho hacia él.

En cuanto la cueva quedó despejada, Coco se puso a hablar con él más seriamente aún:

- Es todo por tu culpa, Tete. Te han desenmascarado, han escapado y los subordinados aún se burlan de mí por tu culpa.

- No te pases de listo, Coco – avisó Tete titubeante-. Curra tenía razón, me he limitado a hacer lo que tú me dijiste para tener todo esto...

- Exacto – le cortó Coco-, fui yo quien te encontré en la calle enfadado, fui yo quien te puso el mote de Gatino y fui yo quien te hizo subir puestos en el clan. Deberías tenerme más en cuenta.

- Hago siempre todo lo que tú quieres, no tengo libertad – se quejó Tete, diciendo la verdad-. Es como si fuese un mero altavoz, no tengo personalidad propia, no escogí ser lo que me fuerzas a ser ahora. Me engañaste con tus ayudas y ahora me tratas como una propiedad. Soy lo que tú quieres que yo sea, si eso no es tenerte en cuenta...

- ¡Basta de quejas! – Coco le dio un golpe en toda la cara, haciendo que Tete se callara. Le cogió vilmente de la piel y le obligó a mirarle: - Delante de los demás serás el jefe pero soy tu dueño y harás lo que yo te diga. ¡Punto!

A Tete le dolía tanto el golpe que tuvo que aguantarse las lágrimas, Coco por su parte se serenó más y habló más controlado:

- El próximo día que haya clase, daremos el golpe y tú apoyarás todas mis indicaciones...

- Pero... Por favor, hazlo cuando no haya nadie dentro. Cuando el cole esté vacío...

- Tete... - avisó Coco, bufando.

- ¡No diré que sí a nada si hay niños dentro!

Coco tuvo que cerrar los ojos y tragar saliva:

- De acuerdo, sin nadie dentro del colegio. ¿Qué te parece?

Una vez complació la exigencia de Tete, ambos salieron de la cueva (ahora con Tete como Gatino y Coco como un "mero" secuaz) para contarles el plan a llevar a cabo. Pero Coco tenía las pezuñas cruzadas en señal de trampa...

Unos días después, Curra estaba por los alrededores del cole corriendo a por un picho de una cafetería cercana cuando se encontró con Paula por el camino. Paula parecía preocupada...

- ¡Pau, preciosa!

- Gracias cosi, pero hoy no estoy de humor...

- Sí, pues los niños te necesitan de una pieza, o si no se encargarán de hacerte olvidar los problemas.

- ¿También pueden ayudarme a recuperar mi agenda?

Curra se sobresaltó tanto que se atragantó con el pincho, relamiéndose para limpiarse rápido.

- ¿Cómo que te desapareció?

- Sí, este fin de semana que fui con los nenes míos y de primer ciclo de Primaria con su profe para la olla de San Vicente. Vimos pasar un gato muy gracioso, vestido de marinerito, al lado nuestro pero a nadie más por allí... Y desde entonces no tengo la agenda conmigo.

Aunque Paula no le había visto, Curra sabía de lo que hablaba pues ella había estado allí con Miri y Lara tratando de desbaratar los planes del clan de los 30.

- Pau... ¿Qué había en la agenda?

- Las llaves de la puerta de atrás del cole... Ya sabes, el cuarto de limpieza que da al pasillo de las clases. Tenía que guardárselas al de la limpieza y ahora las he perdido. A ver como se lo digo...

Curra era incapaz de cerrar la boca del asombro. Mientras tanto, justo delante de esa puerta trasera, bien escondidos de miradas ajenas, Gatino metía la llave en la cerradura y abría la puerta para que esta vez sólo los gatos (entre ellos Coco) pasaran adentro. Conservando su paso firme, Gatino al fin se metió en el colegio, pero con un sentimiento de conciencia lejos de estar limpio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro