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#66 IGLESIA EN RUINAS Parte II

Llamó a Sophia para comunicarle que la situación se había complicado y que la quedada se retrasaba hasta la tarde. Sophia accedió sin problemas, lo que le quitó un gran peso de encima –se esperaba una reprimenda que por suerte jamás se produjo-. Paró en el primer bar que encontró a una distancia media y pidió consejo respecto a alojamiento de una noche pues se hallaba literalmente en la calle. Mientras bebía su bourbon, pensó en todo lo que había pasado hasta ahora. Era en estos momentos cuando realmente necesitaba la ayuda de sus compañeros policías. Ayuda para cubrirse las espaldas, unas espaldas ya de por sí muy dañadas, ayuda en averiguar quién es la persona motorista y ayuda en investigar quién era la persona que le había contratado –cuanto más hablaba con Sophia, más escalofríos sufría-. Pero se hallaba solo. Como un destino cruel. Como si hubiese sido elegido al azar para hacerle pagar y dar ejemplo a los demás. Miró al frente y apreció un espejo fastuoso que reflejaba el local al completo. Contempló su rostro, un rostro apagado y consternado. Un rostro reticente y amargado. Recuerdos volvieron a su cabeza de aquel último día con Melodía: la fiesta, la cartera caída en el suelo, esos hombres acercándose poco a poco, su estado de embriaguez, el perfume de Melodía... No fue consciente de cuánto tiempo había pasado hasta que advirtió como los rayos de sol se iban posando lentamente a lo largo de la barra del bar. Terminó su bebida –ya más agua que bourbon de tanto tiempo que la había dejado-, cogió la tarjeta del alojamiento que el camarero le había instado a ir y salió del local sin lavarse ni la cara, ni las manos.

- ¿Ryan Hart?

Una pareja de policías le detuvo a la salida del bar. Él, viéndolo venir, sacó su antigua placa a la par que el resto de documentación. Efectivamente, aparte de preguntarle qué estaba haciendo por la zona –a lo que él replicó que no podía dar detalles precisos debido a la investigación que estaba teniendo lugar-, le cuestionaron acerca de los asesinatos. En ambos lugares estaba previsto que él se presentase, en ambos lugares tenían referencias y testigos de su presencia –algo que rechinó especialmente en él- y en ambos lugares acontecieron hechos macabros. Hart se limitó a darles el número telefónico de Sawyer y a pedirles que hablasen con él sobre cualquier duda que tuviesen sobre la investigación –por este gesto, Sawyer había pasado de ser ayudante de Sophia a ser su jurista-, pero que cualquier relación suya con los asesinatos era una mera coincidencia. Decidió omitir el detalle de la persona motorista, al menos por el momento. Finalmente, los agentes se fueron, pidiéndole que se quedase por la zona hasta que la investigación de los crímenes concluyese. Pero a pesar de que volvía a estar en soledad, la oscuridad había ganado terreno. Ahora él ya no era un detective privado, era un potencial sospechoso de asesinato. Estaba implicado en esos asesinatos sin haber podido hacer nada impedirlo.

Había empezado a caminar solo por la acera, cuando un hombre y su pastor alemán se abalanzaron sobre él. El hombre le pegó un puñetazo en toda la cara que lo derribó al callejón que había justo al lado, mientras que el perro se encargó de mantener a Hart en el suelo sin moverse a base de ladridos ensordecedores e imparables.

- Escúchame bien, liante. El padre de Ellen Creier quiere que cojas el primer avión que haya y te largues cagando leches de aquí.

- Quítame a este chucho de encima... -Hart peleaba por mantener al voraz perro alejado de su rostro- ¡Cabrón!

- Si desobedeces al padre de Ellen, este chucho se comerá lo que más aprecias de toda tu vida.

En ese instante, el perro se fijó en los testículos de Hart y trató de morderlos. Hart podía sentir la saliva del perro aún a través de los pantalones.

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