#62 EL LUGAR A DONDE VAMOS
El camino al infierno está hecho de buenas intenciones. San Bernardo de Claraval.
12 AÑOS DESPUÉS. 2022.
Ryan Hart subía los peldaños del bloque de edificios donde tenía una cita con pesadumbre. La rutina se había adueñado de él. Eran malos tiempos para todos, pero peores aún para un ex policía reconvertido a detective privado de poca monta en negro y hecho pensionista por la seguridad social debido a un accidente en acto de servicio. En los últimos años había presenciado de forma inerte y casi inocua cómo su vida había ido dando tumbos de un sitio a otro. De caso de seguro, a un affaire rompe-matrimonios, a algún que otro engaño cual inocentada por parte de quien contrataba sus servicios sólo para ponerle en aprietos (una vez llegaron a hacerlo disfrazar como payaso para un supuesto caso de estafa y blanqueo de dinero que terminó siendo una fiesta de cumpleaños, otra vez le habían puesto a la pista de un supuesto atracador y acabó en un club de alterne con un pene de plástico amarrado en la frente durante una despedida de soltera). El propio Hart se sorprendía de a cuánto gracioso le sobraba el dinero.
Al llegar a la plana de destino, un hombre maduro le recibió haciéndole un ademán para que se parase. A Hart le extrañó por un par de segundos que no llevase mascarilla. "Peor para él", pensó mientras se sacaba la cartera y descubría una de sus tarjetas:
- Ryan Hart, negativo.
- Créame si le digo que me gustaría darle la mano, señor Hart.
Lo adentró en el piso y le indicó que era seguro retirarse la mascarilla. Inspeccionando un poco con la mirada, Hart acabó por fiarse y descubrió su cara al completo como en los viejos tiempos. El hombre le condujo a un salón donde una joven pelirroja y hermosa lo esperaba sentada en el centro del mismo.
- Señor Hart, le presento a Sophia Engel.
Sophia Engel mostraba un aspecto tenaz e imponente pese a su juventud jovial y rasgos faciales dulces. Sus ojos azules y su sonrisa hipnótica, a juego con sus cabellos de fuego y pecas en el rostro la hacían alguien difícil de olvidar a simple vista. Le ofreció la mano a Hart. Él dudó en principio, pero rápidamente se olvidó de ellas al perderse en sus ojos y sus labios. Estrechó la mano de la joven.
- Encantada, señor Hart.
- Hacía tiempo que no tocaba la mano de una chica tan guapa como tú –Hart se lanzó a la piscina, como siempre solía hacer-. Supongo que tu madre o tu padre me querrán para algo.
- No, le quiero yo para algo.
- No comprendo. La voz de la llamada era la de un hombre...
- La del hombre que le ha abierto la puerta –acotó Sophia señalando confiada al hombre maduro-. Su nombre es Sawyer.
Hart volvió a mirar a Sawyer y le hizo un además con la cabeza, sorprendido.
- La voz era la suya, pero el encargo será mío.
- Así que usted es mi jefa... -Hart no podía evitar reír.
- ¿No lo lleva bien? –Sophia captó los aires de suficiencia de Hart en seguida, aún sin perder jamás la compostura.
- ¿Cuántos años tienes?
- 18. ¿Usted?
- 44.
- Usted me considera un poco joven para asignarle algo y yo le considero un poco joven para ser pensionista. ¿En paz?
Hart asintió con juguetona aprobación. Le divertía Sophia y se excitaba con su autoridad.
- ¿Cómo ha dado conmigo? ¿Alguien me ha recomendado?
Hubo una ligera pausa incómoda antes de la respuesta de Sophia:
- Harold Murray.
- ¿Perdón?... –Hart tomó el nombre con un respingo.
- ¿No le suena de nada?
- No.
- Piense un poco mejor.
Hart creyó que había cometido una equivocación al contestar demasiado rápido, así que se tomó sus segundos –aunque no llevasen a nada- para emitir de nuevo su respuesta.
- No, la verdad es que no. ¿Debería?
Sophia cambió ligeramente su pose y cruzó sus piernas. Hart siguió ese detalle escondiendo su erección.
- Tengo un interés especial en ese hombre –acto seguido hizo una señal a su leal Sawyer.
- Se trataba de un chulo y de un pedófilo que coordinaba una alta red de tráfico humano y trata de blancas en diversas esferas...
Hart interrumpió a Sawyer justo al mencionar aquel un detalle:
- ¿"Se trataba"? ¿Quiere decir que hablamos de un cadáver?
- No se sabe –repuso Sawyer-. Había sido detenido hace 12 años y de hecho confesó sus crímenes. Sin embargo, algo salió mal. Se sabe que dos personas de esa comisaría le ayudaron a eludir la justicia y ese mismo día escapó aprovechando una distracción que tenía lugar en la comisaría.
- ¿Qué clase de distracción impide reaccionar a una comisaría al completo? –preguntó Hart.
- Lo siguiente que se conoce es que Murray acabó en una clínica regida por un tal Friedick Lunga –Sophia volvió a tomar la palabra-. Y de ahí se pierde el rastro...
Hart quedó mirándolos a ambos pensativo por unos instantes.
- ¿Qué quieren de mí, pues?
- Mi interés capital aquí es saber si Harold Murray está vivo o muerto, dónde está, qué hace... Encontrarle, básicamente.
- ¿Puedo preguntarle por qué? Es decir, si he de enrolarme en algo así en lo que voy a invertir tiempo y esfuerzo, me gustaría tener más información para evitar líos y engaños.
Hart recolectó recuerdos con rapidez de chascos anteriores y Sophia lo captó al instante.
- Digamos que cuando Murray estaba en la cúspide de sus acciones y su posición estaba amenazada, mis influencias le ayudaron a prosperar con 50.000 libras de bolsillo propio.
Hart puso los ojos como platos:
- ¿Sus influencias? ¿Sus influencias con un putero, un chulo y un pedo?
- No fui yo personalmente con mi propia voluntad si le sirve de algo –aclaró Sophia esbozando una sonrisa torcida un tanto siniestra que a Hart le pilló desprevenido-. Pero es algo que he heredado. Y es un asunto del que me toca encargarme, sobre todo si quiero seguir viviendo de inversiones familiares.
- ¿Y él huyó sin pagar su parte del trato?
- Efectivamente. Creo que no hace falta decir lo mucho que me gusta saldar mis cuentas. Todo equilibrio es importante.
Acto seguido, Sawyer tomó el testigo y explicó a Hart los siguientes pasos a seguir, así como unos pocos contactos a los que aferrarse para obtener el paradero del doctor Lunga. Esa sería su primera parada en la búsqueda de Murray. Antes de marcharse de la reunión, fue pagado con 15.000 libras en adelantado –con las siguientes 25.000 prometidas al terminar el trabajo- y se le entregó un dossier de Harold Murray no sin antes pedirle que se pusiese unos guantes para pasar las hojas a gusto. Hart lo inspeccionó con su olfato policial, el cual tras tanto tiempo en desuso creía perdido.
- Este hombre es un "talón" –afirmó arqueando las cejas.
Cuando el 2020 y su caja de pandora reventó en mil pedazos, saltaron a la palestra numerosas filtraciones y hackeos que dejaban al gobierno y a la policía en muy mal lugar. Entre las revelaciones que surgieron: camiones transportando cadáveres en la madrugada para que una comunidad autónoma no tuviese tan alto índice de mortandad y se repartiese por todo el país, vacunas con nanobots que se infiltraban en los órganos y causaban mortales efectos secundarios en los mismos –a la par que servían como mecanismo de vigilancia de la población-, fármacos y pastillas recomendados a través de determinados médicos de familia para las clases más pobres cuyo propósito principal era el combatir enfermedades y que en realidad contenían cianuro con las que buscaban reducir población considerada prescindible (acabaron conociéndose como las "píldoras del suicidio")... Pero esas revelaciones eran las más recientes, no por ello las únicas. Las autoridades a lo largo y ancho del país tenían su propio cuerpo de policía en la sombra conocidos como "talones". Estos constituían una brigada subsidiaria mantenida en el tiempo a lo largo de las generaciones que no figuraba en los libros, ni en los manuales, ni se mostraban abiertamente como tales. Eran enviados a las asignaciones más peligrosas, aquellas que nadie quería hacer o de las que no se podía hacer o saber nada: infiltraciones en redes de pedofilia, tráfico de armas y personas, tratos con terroristas, financiación en dinero negro, captura y/o matanza de asesinos fugados o agentes traidores que se habían convertido y se habían pasado a líneas consideradas enemigas. Esos eran los "talones" de la policía y de todo cuerpo de justicia.
- ¿Lo ha cogido al vuelo usted solito? –preguntó Sophia impresionada, pero manteniendo su semblante estoico e imperial.
- Yo también fui un "talón". De ahí también mi lesión...
- ¿Qué le pasó? –Sophia se tornó inquisitiva.
- Nos mandaron a una misión de la que no puedo hablar... Pero quedé completamente jodido, con perdón. Una granada estalló cerca mío, resulté herido fundamentalmente en la espalda y de hecho a día de hoy me cuesta horrores correr. Fui ingresado en un hospital, me perdí todo el mambo de la misión, los reconocimientos, los ascensos y acabé por la puerta de atrás con una pequeña pensión y una sola palmadita en la espalda en agradecimiento por mis servicios al país y a Europa.
Sophia se mantuvo atenta y callada, sin dejar de mirar a Hart y asintiendo con la cabeza, entendiendo realmente toda la información que él acababa de transmitirla. Cada vez que él abría la boca, ella se mostraba más y más interesada por todo lo que él tuviese que decir.
- Por lo que verá ahí, resulta que nuestro Harold Murray parecía ser en realidad un hombre en punta dentro de los "talones" de la policía. De ahí sus aires de suficiencia, de despreocupación y sus conexiones tanto con la policía como con el bando contrario a altas esferas. Ahora bien, era un enchufado. Por parte de una tal Ellen Creier.
- Tiene toda la pinta de ser un enchufado a la fuerza. Ni siquiera él quería formar parte de la brigada, creo que estaba más interesado en hacerse cargo de un burdel él mismo.
- ¿Cree que es un convertido? –preguntó Sophie.
- Creo que podemos saltarnos la parte de creencias –afirmó Hart jocosamente-. La jugada de esa tal Creier salió terriblemente mal si lo que quería era para toda esa maquinaria en vez de ver cómo crecía y cómo sus ramificaciones se extendían. Harold Murray era un convertido de nacimiento. Por lo que leo aquí y por lo que alcanzo a dilucidar por mí mismo, usó su posición de infiltrado, con los medios y contactos de las autoridades, para hacer más amigos y más dinero. De esa manera parece haberse hecho el nombre que ha quedado para el recuerdo de él.
Hart no quería decirlo en voz alta, pero una sonrisa torcida le asomó. "Hubiera sido genial irme de copas con este pájaro", pensó para sus adentros. Admiraba su ficha, más que la leía.
- Lo que sí no me encaja es esta Ellen Creier... Si se suponía una pez gorda dentro de la brigada como para meter gente o no en sus filas, y más por estas fechas, debí conocerla. Y no es así...
- ¿No es así? –preguntó Sophie.
- No me suena de nada...
- Bueno, hace un rato tampoco le sonaba Harold Murray y ahora repite su nombre como un colegial a punto de perder la virginidad.
Hacía rato que Hart había dejado de percibir a Sophia Engel como un mero objeto sexual, pero ahora ya la estaba empezando a coger manía. No temía darle la réplica a Hart. Alguien como él, acostumbrado a tener la última palabra, lo veía como una amenaza y una molestia a partes iguales. Resopló ante la última frase de la joven y siguió ojeando el fichero.
- Dígame una cosa más, señor Hart –Sophia dejó pasar un tiempo prudencial hasta que vislumbró que Hart estaba concluyendo su dosis vitamínica de información en torno a Murray-, ¿cuál cree que es la mayor amenaza del mundo hoy día?
Habiendo terminado al fin, Hart cerró el fichero y se quitó sus guantes de plástico:
- Hace unos diez años, hubiese dicho el hombre. ¿Hoy? Hoy, sin dudas, es la estupidez del hombre.
Sophia entrecerró los ojos y esbozó una ligera sonrisa que Hart no supo interpretar si era de posicionamiento con su afirmación o si directamente se reía de él. Él prosiguió:
- Sólo la estupidez del hombre como el propagar un virus a nivel global, como el provocar el Brexit y la ruptura de la estabilidad en Europa, como el llevar a un viejo verde y podrido a la Casa Blanca y como el provocar la existencia y ascensión de individuos como el que tengo que encontrar es más mortal que cualquier bala, bomba o misil. Precisamente porque dicha estupidez es la que causa que esa bala, bomba o misil exista y sea disparado, lanzado o estallado.
- Parece ser usted exactamente consciente del problema.
- Con lo que veo cada día en mi trabajo y fuera de él, como para no ser consciente...
- ¿Y qué hace usted para impedirlo?
Hart ya se había puesto en pie, cuando esta pregunto le cortó el movimiento. Sophia continuó sin mover más que los labios, la cabeza ligeramente y los ojos:
- El futuro ya no es lo que parecía ser hace tan sólo cinco minutos. Y dicen que no hay mejor manera derrotar al enemigo que conociéndolo. Y parece ser cierta. No hay más que verle a usted. Ha sido capaz de ubicar y diagnosticar a nuestro chico perdido con un informe en las manos y sin ni siquiera haberle visto. Así como también ha soltado un razonamiento impecable. En eso la humanidad se ha sacado un doctorado con honores, en hacer discursos rimbombantes muy bonitos de cara a la galería. Desde luego dice ser consciente del problema... Pero su actuación es contradictoria, pues me mira como un juguete sexual articulado antes que como una persona, admira a Murray antes que repudiarle y procede exactamente del mismo agujero negro que él. Por ello, ¿qué hace usted? ¿Mirar la rueda y pensar cómo detenerla? ¿O mirar y dejarla rodar sin más hasta que termine precipitándose al vacío y descendiendo al abismo?
Hart definitivamente quería salir de esa habitación. "¿Quién cojones es esta niña y de dónde mierda ha salido?". Había dicho en voz alta cosas que sólo él pensaba o sabía, así como aquellas que había luchado por ocultar.
- En fin... Vaya a por Friedick Lunga y luego ya quedaremos para que me informe a mí o a Sawyer.
Sophia extendió su mano nuevamente y Hart la estrechó esta vez con reticencia. Aunque justo cuando iba a retirársela, Sophia la retuvo unos instantes mientras lo miraba fijamente a los ojos. Parecía estar buscando un atisbo de reconocimiento en él. Segundos después volvió a sonreírlo y a dejarlo marchar hasta su próximo encuentro. Según se daba la vuelta, Hart buscaba el dispensador de jabón. Según entró, quería haberse masturbado con el tacto de Sophia aún presente en su mano. Ahora, quería echarse el jabón desinfectante cuanto antes.
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