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#5 "SERENDIPIA"

Había otra vez, ya pasado un tiempo... Los niños de 3 años tenían ya 4 y la perrita Curra era ya una maestra integrada en el cole. Había conseguido lo que nadie esperaría. Lo que sólo ocurriría en los sueños. Lo que nunca antes se había hecho. Todos los colegios del mundo trataban de hacer lo mismo: integrar animales que les encantasen a los niños y a los profesores para ayudarles a dar clase allí. Muy pocos entraban y casi ninguno sabía hablar como Curra. Pero todos sentían y amaban como ella. Los niños, por su parte, estaban contentísimos con ella en clase, así como también los de otras clases cuando iba a visitarlos o cuidarlos. Moreno o rubio, chico o chica, diestro o zurdo, pequeñín o grandón: Curra tenía tiempo, mimos, sonrisas y lametazos para todos y cada uno. Seguía dando clase como mejor la aconsejaron y más aprendió: conociendo primero a los niños y dejando que todos ellos la conocieran a ella. Educarlos desde las emociones, viviendo todas ellas y haciendo que fueran felices. Esto durante la asamblea siempre se materializaba por conversaciones en la asamblea o las maravillosas historias o consejos que muchas veces se daban entre todos ellos.

- No tengáis miedo de hacer lo que vosotros queréis, lo que todos vosotros mejor sabéis hacer y aprender, adonde donde queréis llegar. Si tenéis un sueño luchad por él ahora. Desde el principio. Aunque sea distinto a lo que los demás hacen. No tengáis prisa, ni os dejéis poner tristes por lo que os pueda decir mucha gente. No tengáis miedo a equivocaros una vez, dos o tres. Fijaros en lo que la gente que intenta que viváis la vida como ellos quieren que lo hagáis hicieron mal, para no cometer sus mismos errores. Sólo vosotros, en vuestro interior, sabéis lo que de verdad queréis. Y eso os hará volar libres.

Hablaba así siempre a las clases enteras, pero también pasaba mesa por mesa y nene por nene. Muchas veces se olvidaban de las mesas y los niños se ponían de pie o sentados en el suelo, haciendo formas geométricas o indeterminadas, hablando de sus vidas y gustos, así como sus inquietudes y curiosidades. En todo este tiempo habían llevado a cabo entre todas las clases un proyecto nuevo para el cole: "El museo de la enseñanza". Usaron la entrada del colegio para colocar allí estatuas de profesoras y dibujos de ellas en sus clases que los propios niños habían hecho, junto con fotografías de las profes y las familias juntas como si fuesen cuadros vivos a todo color. Incluso muchas fotografías escondían maravillosos secretos, y es que aunque muchos familiares no aparentaran ser maestros (fueran electricistas, dependientes, deportistas, bomberos, personal de limpieza, camareros o cocineros), en realidad habían estudiado tanto como Curra o cualquiera de los profes dentro de la escuela. Y tanto dentro de la escuela como fuera de ella todos ellos siempre se ayudaban e intercambiaban información continuamente. Habían convertido la enseñanza, el arte de enseñar, en algo más que un trabajo. Era un arte, una forma de vida, y el proyecto se hizo para que las maestras que se pasaban todos los días con sus niños quedaran ahí recordadas y a la vista de todas las personas que pasaran dentro, trabajaran o estudiaran allí o no.

Las reuniones con las profesoras, por su parte, se habían hecho mucho más íntimas. Habiendo ganado mucha más confianza, Curra ya formaba parte abiertamente del equipo de maestros del cole y tenían su propia habitación secreta para hablar y hacer planes tanto para con los niños, como para el cole y quienes lo rodean. Se sentaban en torno a una mesa alargada y rectangular, con Curra en un extremo de la mesa, todas las maestras sentadas a lo largo y una maestra finalmente colocada al otro extremo. También se mantenían siempre en contacto con los profesores de Primaria y los que pertenecían a otras especialidades, o en persona o por el brazalete electrónico que finalmente se había extendido a todos los brazos (y a la pata de Curra). Precisamente esa comunicación y esa colaboración era lo que les convertía en grandes maestras.

- Bien, Curra – habló la maestra a la cabeza de la mesa.

- Laura – Curra saludó a la maestra con una sonrisa sacando la lengua y achicando los ojos.

- ¿Cómo lo llevas por clase?

- Creo que tengo el cielo ganado. Atiendo a todos los niños, intento dar clase con cosas que a ellos les gusten y de momento van bien. Todas las peleas quedan en nada, cada día se abrazan más y hacen grupos más grandes para jugar.

Se notaba que no mentía y que le encantaba lo que hacía, pues las compañeras que le habían ayudado decían que sí con la cabeza.

- ¿Y qué me dices del niño que no para de moverse por clase? – Otra maestra, Paula, intervino en la conversación.

- Es cierto que tenemos que poner más atención en él, pero cuando le mando hacer cosas como repetir lo que digo o que me ayude a colocar y organizar la clase es excepcional. Creo que será un niño excepcional si seguimos por esas.

- Pues igual hago lo mismo con dos nenes que tengo en clase... Chica, no paran de coger balones y lanzárselos como quien tira bolas de papel.

- Podías pasármelos y los convertía en jugadores de vóley – Bromeó Sara, otra profe.

- Más quisieras, bobi... - las maestras empezaron a reírse-. De la que vuelva a la Olla de San Vicente organizamos un torneo allí.

- Por favor, controlémonos que aún no hemos acabado la sesión.

A Curra, entonces, se le ocurrió otra pregunta:

- ¿Y qué os parece a vosotras que ahora haya tantos animalitos circulando por los coles?

- Muy buena pregunta – aseguraron varias maestras-. Es verdad que antes ni se nos pasaba por la cabeza dejar entrar a perros, gatos u otros animales. Date cuenta que hay muchos factores: alergias de niños que les hagan sentirse mal, desorden, alboroto... Pero estamos muy contentas.

- Vienes a encantar a los niños, pero también a enseñarles a ellos y a nosotras. Eso hace tengan más ganas de venir aquí a ser felices y a aprender. Y también que se den cuenta de que hay que cuidar a los animales, que ellos también necesitan cuidados, cariño y respeto.

- Ahora sólo faltan que todos sean tan buenos como tú.

Curra no podía mover el rabo más rápido, ni cerrar los ojos de alegría mientras sus compañeras la piropeaban con mucho amor.

- Es cierto, esperemos que no haya rebeldes – exclamo Laura-. ¿Habéis oído rumores sobre el clan de los 30? Dicen que son un grupo de animales que se rebelan a sus dueños y a los niños y que andan vagando por ahí intentando hacer trastadas a los demás. Si eso es cierto, por eso amo mucho más a Curra. Ella es de las buenas y de las que hacen mucho por el cole y por el mundo.

Al salir del colegio, acabada la mañana-tarde de trabajo, Curra pensó por un tiempo en lo que había dicho Laura tomándoselo sólo como un rumor. "Si me pongo, podré hasta dar ejemplo a todos los animales que pueda para que vean que podemos estar todos juntitos y sin dar problemas", pensó. Recién llegada a casa no paraba de escuchar noticias en la tele, radio y ordenador sobre lo último que habían hablado en la sala de profesores: "¿De verdad algo tan sorprendente como que un animal doméstico se haya convertido en una parte inseparable de la escuela merece ser objeto de controversia?".

Curra seguía hablando con su familia por teléfono bastantes veces, eso tampoco había cambiado mucho.

- ¿Habéis oído lo que dicen de mí, papá y mamá? ¿Lo que dicen de mí y del resto de animales? Además, aunque siempre hablo con vosotros por teléfono ahora me doy cuenta de lo mucho que os echo de menos y de lo lejos que me siento de casa...

- Piénsalo bien, Curra. Cuando empezaste también había mucha gente en contra tuya, o que creía que nunca podrías. Y mírate. Cada persona siempre tendrá su opinión y será respetable. Tú haz tu trabajo y asegúrate de dos cosas: de hacerlo bien y de que sea lo que te lleve adonde quieres estar mañana – contestaron entre los dos.

- Dicen que si te dedicas a algo que te gusta, nunca lo sientes como un trabajo – añadió mamá-. Te encanta tanto que te sientes como en casa. Así que nunca te rindas y conseguirás que la escuela sea tu hogar.

El problema era que sí pasaba algo que su familia iba a decirle ahora, tras pasar un rato hablando:

- Curra, ¿te acuerdas aún de tus hermanitos? Ya sabes, los otros animales con los que vivías de pequeñita – preguntó su padre.

Al escuchar la pregunta, Curra se tomó unos segundos para pensar y luego contestar...

- Papá, entre lo que estudié, lo que me tengo que acordar cada día de clase y que mi cabeza tampoco es como la de una persona pues... No muy bien, la verdad. Además, pasé mucho más tiempo contigo y los niños... Y me fui de casa pronto...

La voz de papá se hizo un tanto preocupada:

- Es que Tete se marchó poco tiempo después de que tú empezaras a trabajar en la escuela, me hubiera gustado despedirme de él antes de que nos mudáramos y no sabemos nada de él...

Curra cerró la boca y achicó los ojos extrañada:

- No soy capaz de recordarle ahora mismo, pero me extraña que haga eso...

- Lo ha hecho. Y estamos preocupados por él. Escucha, voy a mandarte algo por correo. Es algo que grabé pensando en él hace ya mucho, mucho tiempo. Quiero que si consigues encontrarle hagas que lo vea, ¿podrás?

- Lo haré por ti, papá. Mándamelo al colegio, allí me lo guardarán hasta que lo tenga en mis patas.

Al mismo tiempo que esto pasaba, en la casa de una de las profes compañeras de Curra, esa profesora llamada María estaba con su novio, llamado Rubén, preparando la cena y hablando sobre Curra:

- No puedo creerme que una perrita pueda dar clase como una persona cualquiera – Rubén estaba tan, tan sorprendido que seguía teniendo sus dudas sobre Curra -. ¿Y si al final no funciona?

Rubén trabajaba también el colegio, estaba en los despachos asegurándose de que todo fuera bien y dando explicaciones a personas que hicieran preguntas de qué tal iba el cole y si todo marchaba bien.

- Ay, Rubén... No había una rata cocinera, no va a poder ser Curra una maestra – María bromeaba y le reñía un poco con cariño, pero buscando que se diera cuenta de en qué no estaban de acuerdo -. ¿Cuándo te darás cuenta que un perro, gato, cualquier animal puede sentir y padecer como uno de nosotros? Que también puede enseñar, que puede aprender y enseñar aún más... Y hacer que los niños vengan con ilusión a clase.

- Yo creo que no deberíamos pasarnos mucho de la raya... Es sólo un animal. Sólo llama la atención. Vamos, cariño... Por muy bonito que lo veamos, ¿Qué contestación daremos a alguien que no quiera que esté en las clases?

María quería mucho a su novio y él la quería a ella muchísimo, pero cuando no pensaban igual tanto él como ella se sentían un poquito mal.

- Me encantaría verte cambiar de opinión sólo para que lo entendieras como yo lo hago – le espetó ella terminando de poner la mesa -. Es una profesora excelente y un animal que demuestra mucha más amistad y alegría que otras tantas personas.

A la mañana siguiente, mientras todas daban clase en sus aulas, un gatito comenzó a maullar débilmente delante de uno de los cristales desde el patio. Con la patita trataba de rascar el cristal, llamando la atención de los niños y de Curra cuando terminaba de recitar la poesía de la primavera.

- Tenemos que ayudar a ese pobre amigo: ¡Ayudadme, cariños!

Rápidamente le pusieron a cubierto y haciendo que los niños recordaran paso por paso cómo se debía tratar y cuidar a un animal encontrado (dándole mimos para que no se asuste mientras le lavaban y veían si tenía heridas, si estaba encogido o con mucho frío taparle con alguna manta o toalla), Curra avisó a sus compañeras al mismo tiempo.

- Chicas, me parece que están apareciendo más animales con problemas en las puertas de todos los colegios – comentaba Paula a las demás cuando estaban en círculo.

- ¿Cómo es posible? – se preguntó Curra.

- Los están envenenando, poniendo clavos o tornillos en cachos de comida del suelo, y los están haciendo venir aquí.

Si una noticia así entristecía a cualquier humano, a Curra como perrita no le podía sentar peor.

- ¿Y qué se supone que gana haciendo eso? A los animales esas cosas también nos duelen – la pobre estaba disgustada -. No sabéis lo malito que vino ese gatín.

Mientras Curra se intentaba serenar y calmar a sus alumnos haciendo que jugaran a ser veterinarios maestros con el gato para que no se sintiera raro en clase y la fuera conociendo, se preguntaba con sus compañeras qué clase de persona haría algo así.

- Desde luego no una buena persona... Eso nunca se le hace a nadie, ni a ningún animal. Con lo mucho que nos quieren y lo muchísimo que nos necesitan.

- Tal vez alguien que quiera llamar la atención por todo lo que se ha estado hablando en la tele sobre Curra... Alguien que no le gustan los animales y ahora les hace daño.

- Sea quien sea, no podemos permitirlo – Curra tomó una decisión -. O lo intentamos parar ahora junto con más gente, o algo me da que se nos irá de las patas... Además los niños lo han visto. Una cosa es que sepan que ahí fuera puede haber gente que no se porta bien, y otra es ver cómo lo permitimos sin hacer nada.

Mientras por la radio y la televisión (las cuales se podían escuchar y ver por las pulseras de las maestras) saltaban las noticias y la gente lo comentaba sin cesar quedando atónita, María corrió a buscar a Rubén al edificio de Primaria. A medida que corría más y más rápido, una bandada de perros y gatos ladrando y maullando iban tras ella. Tenían sangre en la boca y en las patas. María entró en el edificio de Primaria con el corazón encogido; algunos animales tenían caritas tristes, como broma pesada, pintadas en su lomo. "Curra tiene razón, hay que parar esto", pensó. Justo se dio la vuelta y se encontró con Rubén:

- Cariño, menos mal que te encuentro...

- María – Rubén la interrumpió con la mayor delicadeza posible -. No podemos dejarles pasar aquí.

María abrió los ojos como platos.

- No puedes hablar en serio.

- Amor, esto es un colegio... No una perrera. Además, los de arriba me presionan. Creen que todo esto es por Curra... Están planteándose hasta echarla del colegio por un tiempo.

- Rubén, te estoy pidiendo ayuda. No podemos dejar a esos pobres animales ahí fuera. Hay madres, padres, hijos. Son como nosotros, ¿es que no lo ves? No es por Curra, es por alguien que les hace daño y sólo vienen aquí a pedir ayuda...

María trataba de poner todas las excusas posibles, pero Rubén era incapaz de ayudarla.

- María, me estoy jugando el puesto. Ellos no parecen entender lo que es el amor, sólo quieren ver el patio limpio y ya está...

- No, eres tú el que quiere ver esto limpio para no dar explicaciones – María ya se había puesto seria. Sabía que Rubén no podría hacer mucho, pero estaba segurísima que si lo hubiera intentado un poco más, podría haber cambiado las cosas.

- María no se nos permite ser héroes...

Antes de que María saliese por la puerta le dedicó una última mirada:

- ¿Somos profesores?... Entonces somos héroes – Y diciendo esto se marchó afuera con el botiquín en la mano, dejando a Rubén triste y solo.

Él realmente sabía que María tenía la razón, pero cómo podría hacer para... "Creo que tengo una idea", pensó rápidamente.

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