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#23 "CANTO DE CISNE (Parte 3)"

Pasaban los minutos y Pancho no dejaba de torturarse a sí mismo pensando en Laura, en todas esas veces que ella le ofreció su amor y él no lo supo coger en toda su magnitud o en todas aquellas que se volvió a sentir con en casa y nunca quiso aceptar, mientras estaba privado de la libertad en la celda preparada para él... Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por unas llaves tintineantes en la cerradura. Tras eso se abrió la puerta de golpe, sólo para descubrir a Curra con una vitalidad renovada y las llaves maestras del guardia al que había dejado inconsciente entre las pezuñas.

- Vamos, compañero. ¡Nos fugamos!

- Curra... ¿Cómo has...? – Pancho abrió los ojos entre eufórico y confundido.

Curra entonces meneó las llaves con una mirada maliciosa, mientras recordaba cómo se había quedado quieta en la silla deliberadamente para confundir a su guardia y, mientras trataba de meterla en su habitación, ella hacerle caer al suelo y quitarle las llaves mientras le dejaba inconsciente de una ventosidad en la cara.

- No soy la única jugadora aquí dentro.

Ambos se abrazaron ilusionados y fueron corriendo a rescatar a Adri. En su camino, tropezaron con un guardia. Antes de que pudiera dar la alarma, Pancho se abalanzó sobre él y Curra lo derribó con la silla.

- Cariño, no recuerdo dónde estaba la salida – Pancho puso una vocecita jocosa al guardia, mientras Curra trataba de reponerse: el impacto contra el guardia casi le rompe la silla-. Dinos ahora mismo cómo salir de aquí.

El guardia señaló una puerta doble al final de un pasillo.

- La puerta muy bonita – señaló Curra-. Y su cerradura reluciente también.

- Grrrrr – Pancho volvió a gruñir-. ¿Cómo la abrimos? ¡Rápido!

- ¡Animales estúpidos! Tendréis que usar la cabeza para abrir esa puerta – rió el guardia.

Pero lejos de dejarse llevar por la ira de esas palabras, Curra y Pancho se miraron y sonrieron. Entre los dos cogieron al guardia y apuntando con la cabeza del guardia al cerrojo, tomaron gran impulso y abrieron la puerta a la fuerza.

- Récord mundial, puerta de seguridad abierta a la primera – rió Pancho-. Gracias, guardia.

Pancho y Curra chocaron las almohadillas, aunque el guardia estaba demasiado inconsciente para celebrar nada. No obstante, ambos compañeros se percataron de que la silla de Curra estaba muy oxidada y que hacía mucho ruido al moverse a la par que iba más despacio por estar a punto de romperse y cargar aún con la bombona de oxígeno para los problemas respiratorios de la perrita maestra. Pancho entonces le pidió que esperara un momento. Al rato volvió con una silla metálica nueva, movida por propulsores en lugar de por ruedas. Se la había arrebatado a uno de los hombres de Funny.

- Mira qué bólido tengo para ti – le anunció a Curra, al tiempo que la movía de una silla a otra-. Hoy por mí, mañana por ti.

Curra nunca antes había visto una silla así. Era tan reluciente que le daba vértigo hasta tocarla.

- Pero, ¿hará falta permiso de conducir para esto?

- ¡¿Qué permiso?! Hace falta lo único ir a la tienda con el dinero y elegir la del color que más te guste. ¡Venga! – Pancho la ayudó atándola la pañoleta scout al bólido a modo de cinturón de seguridad.

Una vez puestos de nuevo en marcha, encontraron la celda de Adri y dejando al guardia fuera de juego, lo sacaron de allí. Tras contarle entre los dos lo que había estado ocurriendo hasta entonces y dejando a Adri expresar cómo Funny le había capturado y encerrado allí como un recluso hasta que ellos llegaron, se dispusieron a buscar a Laura sin cesar.

- Eso sí, de la que la encontremos, sólo Adri podrá convencerla – advirtió Pancho-. Lo que siente por él es más fuerte que lo que vive con nosotros.

Por ello, una vez encontraron su habitación insonorizada, Pancho y Curra se separaron para buscar medios de transporte para escapar de ese palacio y avisar a la jefa y a los intendentes en su ayuda. Adri respiró hondo delante de la puerta, hasta que se dignó por fin a entrar sin hacer apenas ruido. Pero Adri vio algo que le encogió el corazón. Laura estaba tendida en la cama, inmóvil, sin cerrar los ojos, mirando a la nada y emanando saliva de la boca sin control. La electrocución de Funny la había dejado catatónica. Era como si hubiese dejado de tener vida, salvo por los ronquidos guturales que delataban que aún respiraba. Adri intentó no llorar. Estuvo a punto de salir de la habitación, no podía ver a su Laura así. Pero si quería devolverla a su vida, sólo él podía hacerlo. Entró nuevamente en la habitación y se sentó junto a ella cogiéndola la mano.

En el presente, Laura no paraba de viajar sin parar. Supo que no podía ni siquiera trabajar como maestra, pues no se concentraba ni estando rodeada de sus niños y niñas. Así, sin más, decidió marcharse por un tiempo. Tenía el corazón roto por haberse distanciado de Adri, de su familia y de sus amigas y compañeras. No había vuelto a ver a su novio desde hacía mucho tiempo ya y estaba visitando todos aquellos sitios que la recordaban a él. A ellos. Esos sitios que dejaban de tener su nombre y su historia para pasar a ser "sus lugares". Se sentía tan libre como triste cuando estaba en cada uno de esos sitios. Suances, Cudillero, Madrid, Malta... Daba un paso y sonreía. Daba otro y lloraba. Definitivamente ella estaba allí. Pero su alma gemela no. Y así pasó, vagando, sus días a los que llamaba "de descanso" como si de un premio por consolación se tratase... Hasta que un día volvió a ver a Adri a su lado. En la olla de San Vicente, lugar donde pasaron más de un verano, apareciendo de la nada como siempre solía hacer, darla un pequeño susto para luego hacerla cosquillas hasta tratar de besar su boca. Bailar en bañador y olvidarse del resto del mundo... Pero había una diferencia fundamental: mientras que él estaba tan entusiasta como siempre, ella parecía no terminar de reconocerle.

En el futuro, el viejo Adri hablaba a la inmóvil Laura mientras la limpiaba el rostro y presionaba su mano:

- Guapetona, ¿por qué no me miras? – preguntaba con voz quebrada-. Sé que me puedes oír. Soy yo... Adri. No hemos estado juntos en mucho tiempo, pero ya estoy aquí contigo. ¿Me perdonas por haber faltado tanto tiempo?

En el presente el joven Adri gastaba bromas a Laura, adulándola y mirándola sin parar. Pero ésta le devolvía una mirada extraña, de desconocimiento. Intentaba hablar de cualquier cosa: de los niños, del cole, de sus viajes... Laura mostraba indiferencia. Tanto al Adri joven en su tiempo, como al Adri viejo se le estaban acabando los recursos y el tiempo. El viejo Adri limpió la saliva emanando de la boca de Laura y le coloco la cabeza para que lo mirara.

- ¿Te acuerdas cuando nos besábamos en cada esquina? Cuando asaltábamos portales, cuando estábamos separados sin dejar el móvil, cuando nos quedábamos dormidos hablando... Yo que te he visto reír, llorar, crecer, ser niña y después hacerte mujer. Yo que he pensado en ti al principio como un deseo y luego como la madre de mis hijos.

El viejo Adri la contemplaba sin cesar, admirándola aún en su estado, acariciando sus dedos. Se percató de que en el dedo corazón le faltaba el anillo de promesa, presumiblemente porque Funny se lo quitó. Buscó con la mirada por la habitación hasta encontrarlo apartado en una bandeja de comida en el borde de la mesa. Adri lo cogió y se lo puso de vuelta en el dedo.

En el presente, Adri quemaba una de sus últimos cartuchos al terminar de subir la zona de saltos en la olla, sin permitir que la Laura de cerebro durmiente se le escapase. Tomó su mano rápida y suavemente y le colocó un anillo en el dedo. El anillo de noviazgo que se habían regalado y que ella no llevaba y él tenía guardado. Cuando esto pasó, Laura quedó mirando al dedo y luego a Adri. Arrugaba los ojos y levaba los labios. Ahora la persona que tenía delante le sonaba un poco de algo.

En el futuro, el viejo Adri comprobó cómo esos ojos que habían quedado estáticos ahora comenzaban a bailar de un lado a otro, así como las piernas y las manos comenzaron a temblar poco a poco como si buscaran aire.

En el presente, Adri aprovechó a acercarse tras averiguar que comenzaba a reconocerle:

- Sabes quién soy, ¿verdad? – ella iba a menear la cabeza con gesto de desconcierto, pero él no la dio tiempo a reaccionar-. ¿Sabes por qué alguien como yo hace un viaje tan largo sólo para encontrarte? Porque entendí lo que era viajar cuando te conocí. Y no me canso de hacerlo, sólo si es contigo.

Pero como si de su primera cita se tratase, en seguida se sintió avergonzado y con pena, pues no estaba completamente seguro de que ella realmente lo conociese. Anduvo un par de pasos cabizbajo hasta quedar al borde del salto contemplando la olla y lo mucho que le gustaba a Laura cuando viajaba con ella. Laura quedó mirándole desde atrás, llevándose las manos a la cabeza.

En el futuro, Adri se inclinaba lo mejor que su espalda ya machacada le permitía y la daba un beso en la sien, justo donde Funny la había electrocutado antes. Entonces quedó yerta, sin coger siquiera aire.

- ¿Amor?

Adri se desesperó, pensó que había muerto. La movió los brazos y entonces comprobó que ella volvía a coger aire como si acabase de sacar la cabeza del agua. Boqueó un poco más antes de centrar la mirada sobre la persona que estaba contemplándola. Al darse cuenta de ellos, sus ojos ya tomaron expresión y se sorprendieron de ver a Adri allí. El viejo Adri lo intentó por última vez:

- Laura, ¿quién crees que soy?

La vieja Laura aupó un poco la cabeza y alzó la mano izquierda hasta tocar el rostro de Adri. Ella entonces sonrió con ojos más vivos que nunca:

- Eres mi universitario favorito.

En el presente, Adri se sobresaltó al escuchar la voz de Laura tan pura y feliz como en sus mejores tiempos:

- ¿Y por qué vivimos tantas aventuras? Porque cada día que pasa es un día menos.

Ahora sí que le reconocía, ahora sí que era su Laura. La Laura de siempre. La sintió moverse, así como el rozar de la ropa contra su cuerpo. Adri se volvió para encontrarse a Laura desnuda y mirándolo con deseo. Adri tembló y rió nervioso como cuando la vio por primera vez así.

- A ti te falta ropa...

- Y a ti te sobra el bañador.

Laura entonces se lanzó a por él y ambos saltaron abrazados hacia las aguas de la olla, fundiéndose en un beso que no se separó ni cuando cruzaron la capa de agua y bucearon en ondas circulares como si danzaran sin separarse, dándose aire y amor entre ellos. Cuando se separaban, nadaban siguiéndose el uno al otro hasta encontrarse de nuevo, en dirección a la superficie, emergiendo pegados cuerpo con cuerpo.

En el futuro, los viejos Laura y Adri se besaban y se abrazaban sin límite, reencontrados de nuevo al fin. Daba igual en qué línea temporal estuviesen: acababan de cambiarlo todo. De jóvenes y de viejos, antes y después. Ellos volvían a quererse, volvían a estar juntos. Todo lo demás era ruido de fondo. Los días ya no eran los del calendario, eran sus días. Cuando emergieron del agua en la olla, no se soltaron por nada, repasándose el cuerpo con los labios, sonriéndose y mirándose, volviendo a sentirse vivos los dos.

Ahora todo había cambiado y Funny lo había notado terriblemente. Notando cómo los guardias de su palacio iban cayendo uno por uno, decidió ella misma adentrarse en sus pasillos y justo descubrió a Adri y a Laura tratando de escapar. Pancho y Curra se reunieron en la entrada del castillo, la cual consiguieron abrir gracias a la velocidad máxima del bólido de Curra. En el exterior hallaron a la jefa de equipo y a sus dos intendentes.

- Ya decíamos que estabais tardando – anunció ella con impaciencia-. Bonita silla, Curra... Es una silla, ¿no?

- No hay tiempo, debemos acabar con ese reinado de horror – Pancho señaló al, ahora, desprotegido castillo.

Aprovechando su salida al exterior, encendió el penúltimo puro que aún guardaba.

- ¿En serio? – preguntó Curra, mirándolo-. ¿Tiene que ser ahora?

- Hemos pasado por mucha tensión, además tengo muchas ganas – se justificó el aventurero perro-. Además, ¿no has olido algo raro dentro de ese palacio? Sobre todo cada vez que estábamos cerca de ese monstruo. Quiero oler ahora algo que me guste.

- ¿Qué plan tienes? – preguntó la joven mirando a Pancho y después a Curra.

- El palacio es fuerte y no creo que podamos hacer nada contra su estructura – señaló Curra-, pero Pancho me ha dicho que su base no está bien sujetada y está asentada sobre el puro hielo. Así que si volamos por los aires los alrededores del palacio, lo haremos caer de la montaña. Con una avalancha tal vez.

- Curra, con el debido respeto, estás realmente mayor en esta línea temporal y necesitas una bombona para respirar – el intendente más alto intervino-. ¿Seguro que puedes seguir adelante?

- Debo seguir adelante – reafirmó Curra, antes de toser y aspirar un poco de oxígeno-. Y debemos provocar una avalancha controlada como sea.

De pronto, el intendente menor observó cómo dos guardias se llevaban a Adri y a Laura a unos coches por la salida de atrás del palacio, con Funny montándose en una avioneta para escapar.

- Vale. Todo ese plan sería genial si cazáramos a la malvada y sus hombres dentro del palacio, no fuera.

- Curra, enciende el Curramóvil – Pancho volvió a respirar con fuerza.

- Esto nunca se apaga – repuso ella.

En cuanto se dieron cuenta de lo que pasaba, la jefa de equipo salió corriendo a su todoterreno y ordenó a los intendentes que fueran diciéndola por dónde ir, mientras Pancho se subía a un extremo del bólido de Curra, encerrando el puro en torno a su boca, cuando ésta activó la máxima velocidad. Dentro del todoterreno de los guardias, Adri y Laura luchaban por salir empujando a los guardias e impidiéndoles conducir todo el rato. Su fuerza era sorprendente para los viejos que ya eran. Curra y Pancho se aproximaron a la avioneta de Funny y en cuanto se puso sobre su ala, Pancho saltó. Sabía que no podría mirarla a los ojos, pues sino vería la cabeza de su padre y eso lo asustaría.

- Seguro que tus truquitos no contaban con que con los ojos cerrados soy más valiente – exclamó entre dientes encaramado en la ala de la avioneta, conteniendo la respiración y reventando los cristales de la ventanilla, lanzándose directo a por ella.

El todoterreno de la jefa de equipo rápidamente se interpuso en el camino del de los guardias. Dentro del de los guardias, Laura consiguió apartar al conductor del volante y hacer que Adri se estirara y frenara el vehículo. Echaron a uno de los guardias del mismo y para el que faltaba, Adri tuvo sacarse su dentadura (ahora postiza) para tirársela a la cabeza y aturdirle de un golpe seco. Ya fuera de peligro se volvió hacia Laura. Trató de hablar, pero entonces cayó en la cuenta de que necesitaba su dentadura. Una vez colocada:

- ¿Estás bien?

Laura asintió sorprendida, sin saber si reír o exclamar. Adri la guiñó el ojo tomándola en brazos:

- Admitámoslo, siempre te gusté por mis sorpresas.

Sin darse cuenta de que el último de los guardias aún estaba consciente y se ponía de pie fuera del todoterreno para abalanzarse sobre él, Laura se sacó de entre los ropajes un cayado y lo lanzó propinándole un fuerte golpe en la cabeza y desmayándolo por completo. Adri, dándose cuenta tarde, quedó mirándolo mientras la posaba en el suelo. Entonces, Laura lo cogió a él en brazos y lo besó sonriendo:

- De eso nada, lo que te enganchó a lo nuestro fueron las mías.

Los intendentes fueron los primeros en llegar y ponerles a salvo en un extremo de la montaña. La jefa siguió en el todoterreno, siguiendo la trayectoria errante de la avioneta. En la avioneta, gracias al humo del puro y a contener la respiración cada poco, Pancho podía luchar contra Funny sin oler ese repugnante olor suyo. Funny puso el piloto automático y se libró de los mandos para lanzar a Pancho por los aires dentro de la cabina de la avioneta. Curra, sabiendo que su amigo estaba en problemas, entró a fuerza de los propulsores arrancando el fuselaje del avión y haciéndolo dar vueltas en el aire descendiendo. Funny entonces se concentró en Curra, agarrándola por las orejas. Pancho quedó empujado hacia la puerta de saltos de la avioneta. No tenía nada que lanzarle a Funny para que soltara a Curra. Nada, excepto... ¡El puro!

- ¡Mona disfrazada de payasa!

Pancho se sacó de nuevo el puro y echándole una mirada solemne, lo caló profundamente hasta que ya tuvo que cerrar los ojos y llenó el pecho y barriga como un balón. Acto seguido, a dos pezuñas, lo lanzó contra Funny. Ésta se tocó la cara como si tocase una guitarra violentamente, soltando al fin a Curra. Funny, ya libre del puro y sus quemaduras, se lanzó contra Pancho y lo golpeó en su estómago, sin saber que el que su cuerpo fuese ahora una bola era porque todo el humo del puro estaba ahí guardado. Por el golpe, le echó todo el humo en la cara, atosigándola y haciéndola retroceder. Cuando retrocedía, tropezó y cayó derramando de un bolsillo un frasco con líquido con aroma a colonia, perdido entre el humo. Ella gimió con fastidio. Toda esa humareda, mientras, impedía ver nada en la cabina de la avioneta, poniéndola definitivamente sin control.

Sin nadie que controlase la avioneta, ésta fue cayendo cerca del palacio y estrellándose tan fuertemente sobre la nieve, expulsó a los tres ocupantes por la abertura que el bólido de Curra había abierto antes, haciéndoles volar hasta estrellarse contra los cristales del palacio. Cayeron de nuevo en el vestíbulo, doloridos por el vuelo y los golpes. No les dio tiempo a ponerse en pie cuando notaron un estruendo ensordecedor del exterior. La avalancha provocada por el impacto de la avioneta rugía amenazante contra el palacio. Pero no impactó directamente, sino que las toneladas de nieve empujaron la base del palacio, moviéndolo poco a poco, hasta que se precipitó hacia el borde del pico de la montaña.

En el interior, todos los monitores con las fotos de Adri se hacían añicos en el suelo, provocando quejidos nerviosos de Funny. El palacio sufrió otra sacudida de la avalancha y esto provocó que terminara de desestabilizarse, cayendo con aplomo sobre la nieve y clavando uno de los picos del palacio irrompible en la imponente falda de la montaña. Gracias a unas cuerdas que aún sujetaban la base en su sitio de construcción, el palacio ahora estaba completamente boca abajo balanceándose en el aire como una piñata.

- ¡Pancho! – Curra trataba de volver a arrancar el bólido, mientras buscaba con la mirada a Pancho-. ¡Tenemos que irnos ya!

Pancho volvió a tocar la pezuña de la perrita maestra y agarrado a su bólido, Curra al fin consiguió encender los motores. Las llamas ya propulsaban el bólido cuando escucharon atronadores gritos de Funny.

- ¡Esto no ha terminado!

Curra y Pancho escaparon a toda prisa por los ventanales de la torre que aún quedaba libre del palacio, mientras los cables que lo sujetaban al fin cedían permitiéndola caer destructivamente al vacío.

Con la potencia del bólido aminorando por Curra haber estado forzándola al máximo, los perros llegaron a la cima de la montaña de nuevo, reuniéndose con Laura y Adri, la jefa y los intendentes. Cuando volvió a poner las patas quietas sobre la nieve, Pancho se quitó un pequeño peso de encima que resultó ser una lámpara proveniente del ya desaparecido palacio. Riéndose liberando tensiones frotó su superficie unas veces con la almohadilla.

- ¿Llamando al genio? – preguntó Curra, visiblemente cansada y sudando tras las tensiones vividas.

- Tenía que intentarlo.

Laura se acercó a Pancho corriendo como podía.

- Pancho, ¿estás bien?

Pancho se sintió querido ante la pregunta. Un sentimiento que hacía mucho, mucho tiempo que no sentía. No obstante, pretendió hacerse el duro:

- Claro, mujer. ¡Qué preguntas tienes! ¿No me ves aquí?

- No puedo creer todo lo que has hecho por mí...

- No sólo por ti – Pancho señaló al viejo Adri.

Laura sonrió tanto y tan bellamente que Pancho apartó la mirada. No quería que su armadura de frialdad se derritiera tan pronto, pero cometió el agradable error de mirar a Curra y ver cómo ésta la incitaba con la mirada a abrirse ante Laura de una vez por todas.

- Seis años son muchos años, amigo. Ya vale.

Los ojos de Pancho comenzaron a empequeñecerse. La mano de Laura acariciándole tampoco ayudaba. Volvió a mirarla de nuevo. Ella lo volvió a preguntar:

- ¿Por qué has llegado tan lejos en esto?

- Porque no quería ser un cero a la izquierda. No quería ser un error o algo sobrante. Quería sentirme bien y querido de verdad, no por compromiso... Entonces Curra vino con la idea y me convenció...

"Sí, claro: la culpa de absolutamente todo será mía ahora...", pensó Curra cariñosamente en el fondo.

Pancho para entonces había luchado porque su voz no se quebrara y sus lágrimas no se agolparan para entonces caer. Laura, con su expresión bien oculta tras el paso de los años, también luchaba y quería decirle a Pancho lo que él necesitaba y merecía después de todo:

- Tú no eres un error, Pancho. Ni menos un cero a la izquierda. Llevas años demostrándomelo, recibiéndome en casa cuando no hay nadie esperándome, dándome mimos cuando ni los necesito, acompañándome en cada momento y cada día de mi vida hasta ahora. Y ahora te lo has jugado todo con tal ayudarme y salvarme la vida. Sólo te pido perdón por los días que te pude haber faltado o no hacerte caso. Quiero que sepas que estoy orgullosa de ti –Laura no pudo aguantarse más y lo abrazó con fuerza, Pancho temblando de la emoción aún agachaba la mirada con las orejas gachas y los ojos humedecidos-. Porque te quiero, hijo.

Pancho entonces abrió los ojos como platos, invadido de felicidad sin límite y la correspondió alzando las patas con fuerza y rodeándola con vehemencia, hundiendo su cabeza entre la suya y su hombro. Por fin, había costado adaptación y años, desafíos y abrazos pero al fin se sentía querido como un hijo. Como parte de una familia. Su falta de madre al fin se estaba viendo llena.

- No quiero que te vuelvas a sentir así, cariño – Laura seguía hablándolo-. Y no quiero que te degrades en los vicios por sentirte importante. Ya eres importante. Lo eres para mí.

- Lo siento – Pancho pidió disculpas en voz baja.

Laura lo besó en la cabeza y lo acaricio:

- No digas lo siento. Sé por qué lo hiciste. Y no te hace más falta. Sé que lo usas como defensa o para hacerte el fuerte, pero no lo necesitas para ser fuerte. No tienes por qué beber o fumar, porque al final puedes caer enfermo y la enfermedad te ganará la batalla. ¿Vale?

Pancho asintió y volvió a abrazarla como nunca.

- Lo cierto es que me habéis dejado impresionada, amigos – la jefa se acercó a ellos-. Entre todos por fin hemos conseguido lo que queríais. Os habéis enfrentado con lo que os aterraba y habéis hecho a vuestra amiga feliz de nuevo.

- ¡Jamás! – Funny extendió la mano sangrante sobre la nieve de la cima-. ¡No, mientras yo esté respirando! 

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