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#22 "CANTO DE CISNE (Parte 2)"

Sólo bastaron unos minutos para que Funny lo dispusiese todo: la sala privada, bebidas, cenicero para los puros, sillas y una mesa con una gran baraja de cartas.

- Bueno, en un gesto deportivo te cedo que escojas el juego – Funny tocaba las cartas como si las manipulara para su beneficio.

- A mí con una de cartas me vale – Pancho volvió a sus ademanes de fumador para calmar los nervios de la situación y para recordarle que el ambiente en el que estaban ahora era el suyo, que sólo él tenía el control de la situación... aunque no estuviese del todo seguro frente a esa mujer.

Mientras Funny barajaba y repartía las cartas, Pancho no la quitaba la vista de encima. Aún tenía un poco de temor hacia ella. Los recuerdos de la infancia y lo que pasó en el Auditorio aún le golpeaban fuerte. Comenzaron la partida en silencio, con absolutamente todas las personas (Laura, Curra, los guardias) mirando.

- ¿Crees que una simple larva podría matar a una araña? – Funny interrumpió el silencio abruptamente.

- Nunca des por hecho absolutamente nada – Pancho seguía concentrado en las cartas.

- Puede hacerlo – Funny prosiguió con una rígida mueca sonriente-. Pero primero ha de transformarse. Ha de convertirse en una avispa caza-tarántulas. Una que se conoce con el nombre de Pepsini. Y suelen ser las más frías haciendo su trabajo, al mismo tiempo que las más generosas.

Las cartas le estaban haciendo un flaco favor a Pancho, pero el tener que escuchar a Funny a la fuerza quebraba su estoica postura aún más.

- La Pepsini no mata a la araña en su encuentro fugaz. La paraliza. Entonces la arrastra al nido y una vez habiéndola buscado su sitio pone huevos sobre ella, abandonando el nido al final. La araña sigue vive y permanece ahí impávida, hasta que los huevos rompen y las larvas salen. A falta de su madre, las larvas empiezan a tener hambre y comen a la araña. Pero la araña es la gran compra del mes y no pueden acabar con ella tan rápido, tampoco que se les pudra. ¿Qué hacen entonces? Comen sus extremidades poco a poco, salvando los órganos vitales para el final y manteniendo así el cuerpo fresco.

- Voy a necesitar tapones para los oídos para yo mantenerme fresco a este paso.

Funny rió ante la réplica de Pancho.

- No lo entiendes, ¿verdad? Laura me paralizó cuando acabó con mis sueños de tener a Adrián. Y me fue consumiendo con cada foto que colgaba de ellos. ¿Sabías que fui yo quien conoció a Adri desde pequeños? ¿Sabías que fui yo quien le presentó a Laura por primera vez formalmente? Todo el tiempo he estado con él, incluso cuando él supo vivir sin mí.

- Comprendo que te hiriera el no conseguir a Adri, pero: ¿no es más fácil seguir viviendo e ir a por otro? – Pancho luchaba por no parecer despectivo en la voz, pues aún sintió latidos fuertes de que Funny se abalanzaría sobre él-. ¿Crees que eres la única que no ha visto su sueño cumplido? No eres la única. ¿Tan difícil es construir un nuevo sueño? ¿De verdad alguien te obliga a hacer lo que haces aquí? La gente sigue adelante porque puedes encontrarte cosas infinitamente mejores que jamás te hubieras esperado. ¿Sabías que si no dejas ir el pasado e intentas perseguir a la gente que te ha dejado convertirás tu vida y las suyas en una cárcel de tristeza?

- Mientras yo pueda decorar las paredes de la cárcel...- contestó Funny, divertida, señalando a los monitores con las fotos y estados de la pareja-. ¿Por qué salir al exterior pudiendo verlo todo desde el ordenador?

- ¿Disfrutas siendo una voyeur? – Pancho recorrió los pasillos y las paredes-. Perdiéndote lo que es sentir las cosas de verdad en la calle y no a través de un monitor o un teléfono. Controlando todo lo que ellos hacen o dejan de hacer. Siempre espiando, siempre recriminando...

- Los controlaba para bien, para asegurarme de que están bien.

- No, los controlas por capricho. Te crees superior. Y eso da miedo.

- Eso lo hacemos todos – contestó Funny, tajante.

- Que tú lo hagas así, no significa que todos lo hagan así.

Ante la última frase, Pancho dejó las cartas vueltas y tratando de dejar de lado su miedo, la miró a los ojos. Funny (para él, aún con la cabeza de su difunto padre) había dejado de sonreír y tenía una cara tan pálida de emociones como la del perro. Pancho pensó en Laura más que nunca para ayudarle a mantener la mirada.

- ¿Cuándo perdiste a tus padres hiciste nuevos sueños?

- Cuando perdí a mis padres era aún pequeño y cuando me cogieron también – Pancho trató de defenderse.

- Entonces me habla de hacerse sueños alguien que no sabe lo que son. Alguien que entierra en la bebida y en los puros el amor de madre y padre que nunca tuvo... Y yo diría más el de madre.

Pancho gruñó y asomó los dientes sin control. La rabia vencía al miedo. Laura no lo recordaba tan cabreado en mucho tiempo. Arañaba la mesa con las pezuñas, luchando por no ponerse de pie y tirarse a por Funny.

- Muy inteligente el reventar la partida haciéndome enfadar.

- O creando una nueva jugada – Funny miró a uno de sus guardias y le hizo una señal.

Mientras ese guardia se dio la vuelta hacia una de las habitaciones cerradas con cerrojo, Funny volvió a dirigirse a Pancho:

- Antes dijiste que no había cumplido mi sueño de tener a Adri.

- No hace falta ser Einstein para saber que quien se llevó el gato al agua en eso fue Laura – musitó Pancho entre colmillos.

- ¿Apuestas entonces la vida de Curra y de Laura?

- Tú no eres una frustrada – Pancho comenzaba a sentirse asqueado-. Estás enferma. No distingues entre lo que está bien y lo que está mal...

Pancho se vio incapaz de acabar la frase cuando vio a Adri de viejo, siendo sostenido por uno de los guardias. No podía hablar, la mandíbula le temblaba. Laura y Curra aún no sabían lo que pasaba, pues el guardia estaba parado con su prisionero en lo alto de las escaleras de la sala, detrás de los dos espectadores. Laura, al ver a Pancho mirar tan sorprendido detrás suya, sintió deseo de mirar.

- ¡Laura, no mires!

Pese al intento de Pancho, Laura miró sólo para ver a su novio envejecido y empobrecido en custodia de Funny. Un torrente de emociones buenas y malas la invadió a diestro y siniestro, sin embargo quería abrazarlo por encima de todo. Saltó del lado de una Curra que no sabía cómo reaccionar hacia él, sólo para ser golpeada brutalmente por un guardia.

- ¡No la toquéis! – Pancho se abalanzó a por el guardia violentamente pero Funny le propinó dos descargas eléctricas con un palo de descargas que llevaba escondido que lo hicieron quejarse y retorcerse de dolor.

- Devolved a Adri a su habitación, preparad otras dos para los animales y una última para Laura.

Funny se había levantado de la mesa, olvidando la partida de cartas por completo. El guardia se llevó a Adri y otro agarró la silla de Curra. Curra estaba sinceramente asustada. Se sentía triste, impotente y desesperada. Estaba exhausta como para intentar nada. El guardia, confiado por su rostro, se puso delante de ella para amarrarla bien a la silla haciendo bailar el llavero de llaves maestras delante de ella. Iban a coger a Pancho de al que se llevaron a Curra, pero Funny los detuvo:

- Quiero que mire. Después os lo lleváis.

Funny tomó el palo de descargas con ambas manos y se dirigió hacia Laura.

- Has de entender una cosa, Pancho. Una verdad universal. Nuestro cerebro es muy sensible. Da igual que haya una corteza recubriéndolo. Todo lo que somos, hemos hecho o vayamos a hacer puede irse a la nada si el cerebro se fríe.

Levantó el palo de descargas hacia la cabeza de Laura, a quien los guardias seguían sujetando. Pancho trataba de levantarse, pero el cuerpo le dolía demasiado. Laura lo miraba implorándole que se quedara quieto, que pasara lo que pasara ellos estarían bien.

- Y es lo que voy a hacer con Laura – sentenció Funny-. Ya tengo lo que quería de ella, salvo una sola cosa: arrebatarla sus recuerdos friéndoselos.

Entonces lo hizo: encendió el palo de descargas y lo apretó contra la sien de Laura. Laura gritó y tembló sin control. Incluso los guardias no pudieron retenerla de las fuertes convulsiones que pegaba. Aún en el suelo, con ella dando saltos, Funny siguió y siguió hasta que el palo de descargas agotó toda su batería. Laura entonces ya no se movía. Tenía los ojos abiertos y respiraba, pero permanecía inerte como un cuerpo sin vida.

- Ahora sí, llevaos a los dos.

Pancho lloraba escondiendo su cabeza entre las patas. Cuando los guardias le cogieron, él seguía agazapado entre ellas.

- Tú tienes la culpa, cobarde – le espetó Funny a traición-. Pudiste haberla salvado y no hiciste nada.

Le pegó tan fuerte en la tripa que le dejó sin respiración. Entonces ella se dio la vuelta y al fin le dejó en paz. Pancho tosía y cogía aire como podía mientras veía cómo las puertas de la sala se cerraban dejando a Funny con la victoria maliciosa que tanto anhelaba. 

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