#20 "OJOS DE HIELO (Parte 3)"
Les indicó dónde coger un tren espacial que les permitiría viajar años más adelante y a un destino apartado para que no les encontrará hasta que pudiera arreglarles el regreso a la dimensión del presente. Una vez dieron con la estación, sin parar de correr se identificaron como amigos del tío del croupier y les dejaron pasar a un pequeño tren de largo recorrido a través del espacio a ellos solos, junto con personal de comida y bebida. Hasta que el tren no se propulsó a toda velocidad y se puso a orbitar alrededor de la Vía Láctea no se sintieron tranquilos.
Pancho se había tranquilizado en los brazos de Laura cuando ya hubo pasado el peligro, aunque aun así se negaba a afrontar que había sido atemorizado como no lo habían hecho sentir desde la infancia. A Laura eso le dolía porque sabía que Pancho lo pasaba peor encerrándose en sí mismo, en vez de hablar y sacar afuera lo que sentía. Curra encargó un servicio de cena en el tren para aderezar el viaje al futuro y quiso que Pancho asistiera, pero él prefirió quedarse en su compartimento fumando y bebiendo a la ventana. Quien sí asistió fue Laura. Curra llevaba una americana blanca de cena con una gran pajarita roja oscura, mientras que Laura había optado por una camisa blanca y un chaleco oscuro. Curra sonrió en cuanto la vio, era algo que Laura conseguía siempre en ella cuando se dejaba ver. Pronto comenzaron a hablar en cuanto pudieron echar mano de la bebida y la comida.
- ¿Sientes algo? Este tren viaja al futuro, lo que hace que pase el tiempo. ¿Te notas más vieja? – preguntó Curra.
- De momento me siento igual – respondió Laura divertida-. Aunque por lo que pregunté antes todo depende de pasar bajo un túnel poco antes de llegar a nuestro destino. ¿A cuántos años viajamos?
- 30 años – contestó la perrita maestra de forma pesada.
Laura rió dándose cuenta de lo pesado de su respuesta.
- No te gusta hacerte mayor.
- No, no me gusta hacerme vieja – aclaró ella, sacando la lengua graciosamente.
- Pues te sienta muy bien – la animó Laura, acariciándola la boca-. La barba te hace distinguida.
- Y a ti el bigote te da mucha personalidad.
- ¡Oye! – Laura abrió la boca sorprendida y la lanzó una servilleta riéndose, a lo que Curra la correspondió abriendo una pajita nueva, soplando por la abertura abierta y propulsando el plástico hacia su compañera y amiga.
Lo bueno de reír de verdad y hacer bromas cariñosas en confianza es sentir cómo el resto del mundo se evapora para bien. Llevándose consigo todos los problemas, las preocupaciones... Es en esos momentos en los cuales no hay enemigos contra los que luchar o sitios a los que viajar a la fuerza. En esos instantes son dos seres pasionales sentados en una mesa mirándose la una a la otra y sonriendo sin parar. En esos momentos eran Curra y ella. Y por un momento fugaz, Curra volvió a ver a Laura tan feliz como ella realmente era. Tan feliz como cuando la conocía, hacía tanto tiempo.
- Lo único que me falta en este instante es que él esté aquí.
Pero Laura no podía olvidar a Adri. Ni aunque quisiera. Curra en seguida la captó.
- Seguro que arreglaremos todo esto y sabremos qué ha pasado – Laura asintió después de que Curra dijese eso.
- ¿Cómo crees que terminará esto? – le preguntó.
- Desde hace algún tiempo ya no pienso en el final del camino, sino en el viaje – respondió Curra-. Las cosas más interesantes ocurren durante el trayecto. Cuando llegas al final sólo quieres descansar. Así que no sé cómo acabará, la verdad... lo que sí sé es que no nos aburriremos.
- ¿Por qué quieres hacerme sonreír con cada cosa que dices?
- ¿Por qué buscas problemas en vez de soluciones, Laura? Hablas de él como si le hubieras perdido cuando todavía no es así.
Curra puso su pata sobre la mano de Laura:
- Cuando me peleé con Cris, cometí el error de no hablar las cosas. De cogerla y decir yo pensaba esto y tú esto: arreglémoslo. Y no lo hice. Perdimos el contacto y es algo que me perseguirá porque sé que el origen estuvo entre nosotras. Yo fui parte de ello. Pero tú no sabes por qué ha pasado esto. Y es lo que debemos saber primero. No puedes culparte de algo que no sabes, nena.
- Pero si llamaras un día a Cris o si la dijeras de hablar a solas tal vez ganarías bastante.
Curra ladeó la cabeza hacia un lado:
- Veo más fácil esta misión que lo que acabas de decir.
- Anda, boba...
- Veo más fácil volver a juntaros a Adri y a ti para que os caséis y viváis juntos felices toda la vida – tarareó Curra como si de una canción se tratase.
- No hace falta casarse para ser feliz con alguien. Porque quiera a Adri no me obliga a casarme con él. Le quiero como persona y eso es más que tenerlo de pareja o ponerme un anillo en el dedo para demostrarlo.
Curra sonrió sin dejar de mirarla a sus hipnóticos ojos.
- Lo que dices es interesante.
- Es mucho más que interesante, es verdad.
En ese instante, uno de los revisores se acercó a ellos avisándoles de que pasarían por el puente temporal en segundos. Al haberlas visto hablando entre ellas, las avisó de que aguantaran lo que durase el pasar por el puente pues si se quedaban dormidas pasándolo y experimentando los cambios, les costaría recordar lo que estaban diciéndose o pensando hasta mucho tiempo después. Tenían que mantenerse despiertas. Justo cuando vieron el puente por el cristal, acordaron no dejar de mirarse a los ojos fijamente cual guerra de miradas hasta que lo pasaran. Eso las mantendría despiertas. Cuando lo estaban pasando, el vagón quedaba sin luz por momentos. A cada salto de luz, a Curra le crecía más pelo y más barba. A Laura, por su parte, le comenzaban a salir arrugas de expresión más marcadas y un pelo un poco más claro. Era la viva imagen de su madre en ese aspecto del futuro. Cuando terminaron de pasar el puente, la luz volvió a su flujo normal y cuando ambas se miraron de nuevo en la claridad no pudieron contener el asombro y la risa. Laura tuvo que palparse la cara y el cuerpo para darse cuenta de que eso era real. Curra, ya cuando sintió que no podía apenas mover las patas inferiores, prefirió no tocarse ni pensar en nada.
- Madre, Curra... Apenas se te ven los ojos – Laura no podía frenar su ataque de risa.
- Ríete, ríete. Como tú mejoras con los años, total, qué más te da. ¿No?
- Anda cosi, no te enfades. Recuerda que esto es sólo mientras estemos aquí. Cuando volvamos volveremos a nuestro estado normal.
Al no poder moverse y costarle respirar con la edad avanzadísima que tenía para cualquier perro, Curra necesitó a Laura para colocarse sobre una silla de ruedas con una bombona de oxígeno incorporada. Mientras se acostumbraba a las novedades, Pancho fue al encuentro de ambas maestras. Durante esos minutos se habían incluso olvidado de que estaba en su compartimento. Pero resulta que Pancho apenas había cambiado con los años. Quitando unas canas más acentuadas en su barba, estaba igual de atlético, igual de apuesto... e igual de fumador.
- Vaya, vaya Curra. Ya veo que todo te va "sobre ruedas".
- Qué tacto tienes con las cosas, Panchín. ¿De verdad soy a la que peor le sientan los años? – se preguntó la perrita maestra con fastidio.
- Mira el lado positivo, antes eras una mascota. Ahora eres un peluche.
Al fin, el tren había llegado a su destino. Los tres protagonistas se sorprendieron y quedaron literalmente helados cuando comprobaron que habían acabado en los Alpes suizos. Mientras se iban preparando para marchar y cuidándose de que Pancho no estuviese cerca para evitar herir sus sentimientos, Curra preguntó a Laura por lo que había pasado en el Auditorio y lo mucho que le había afectado a Pancho. Laura entonces se lo contó:
- Pancho perdió a sus padres en su criadero a manos de gente que maltrataban a los animales y, por tanto, le pegaban a él. No tenia referencia familiar y cuando llegó a mis brazos el pobre no se fiaba de nadie. Tuvo una infancia durísima y se nota en su personalidad. Incluso haciéndose el fuerte y demostrándolo haciendo esas tonterías como fumar o darse al juego. Siempre he intentado llenarle ese hueco vacío y darle mucho amor, pero temo que él no sea capaz de verlo o no quiera.
- Seguro que sí lo ve, Lau – contestó Curra-. Con el debido respeto, ¿quiénes saben la historia de Pancho?
- Unas pocas compañeras y tú, hasta ahora mismo.
Los revisores, ahora todos con bastón, les ayudaban a recoger sus pertenencias y a ir bajando del tren a la estación cuando a Curra se le pasó una idea por la cabeza.
- Laura, entonces la mujer del Auditorio... ¿Cómo sabíala historia personal de Pancho? – en cuanto se lo preguntó, Laura quedóinquieta y pensativa en esos momentos.
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