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#15 "BAILE DE MÁSCARAS" (Parte 2)

Al caer la noche, en mitad del lago del amor, había una gran casa en mitad del canal cuya puerta de entrada coincidía con el extremo de un puente de dos pilares. Esa casa estaba elegantemente iluminada y contaba con multitud de rejillas inferiores que hacían las veces de desagües en el lago. No obstante, aún iluminada, la casa estaba escoltada por un enorme sauce que tapa la casa de ojos curiosos. Sus ventanas reflejaban perfectamente el exterior, como espejos que reflejaban y no dejaban ver qué había más allá. Pero desde dentro de la casa, esas ventanas eran falsos espejos que sí dejaban ver y espiar qué pasaba en el exterior o quién iba por ahí. En el interior de esa casa, en el gran comedor principal de la misma una gran reunión iba a tener lugar. Era un comedor magnífico, de dos plantas, con una planta superior repleta de animales y personas variadas y una planta baja en la que se encontraba una gran mesa rectangular con sólo unas pocas personas sentadas y el sillón presidencial ocupado por un misterioso hombre con un gato sobre su cabeza, acariciándola con desdén. La iluminación era tenue, con unas pocas luces encendidas y unas velas a medio consumir encima de la gran mesa. Tras unos instantes de murmullos, el hombre con el gato sobre su cabeza comenzó a hablar:

- ¿Alguna novedad sobre Emma? – Su cara estaba parcialmente tapada por la panza del gato oscuro que le cubría, pero su voz sonaba perfecta.

- Por los últimos informes se saltó las normas e intentó aniquilar a Curra – respondió uno de los integrantes de la mesa-. Curra no obstante se impuso a ella y la dejó impedida, llegando hasta aquí.

- ¿Y qué ha pasado con ella aquí?

- Por lo visto tenemos un nuevo miembro para suplir la vacante de Emma. Se ha presentado de forma anónima y nos ha dado un voto de confianza.

- ¿Qué tiene que ver ese voto de confianza con Curra? – el hombre parecía un tanto desganado.

El integrante que le contestaba entonces depositó el que fuera el brazalete de Curra en la escuela encima de la mesa. Parecía tener arañazos y haber forzado el cierre.

- Tiene que ver con que Curra ya no será un problema para nosotros.

El hombre en las sombras parecía conservar su tono inexpresivo, fue el gato quien dejó de menear la cola con sofisticación para quedar paralizado.

- Ese candidato está presente entre nosotros y quiere formar parte de nuestra organización. Puedo presentárselo si quiere, señor.

El gato entonces levantó una pata en señal de aprobación, bajando de la cabeza del hombre. Resulta que ese hombre de las sombras era el padre furioso de Alan, el pobre niño que decía que se escapa porque él le forzaba. Pero el padre tenía algo en la cabeza, una placa metálica con forma de barriga adoptada a la forma del gato. El gato se la retiró con cuidado. Mientras se oían unos pasos provenientes de la entrada de la sala y todo el mundo torcía la mirada, el gato se volvió para dar la cara a ese nuevo candidato. El animal con la máscara de la Santa Muerte adentrándose en la sala.

- ¡Bienvenido, Santa! – desde donde la Santa Muerte se encontraba, ese gato no era más que un punto regordete en el horizonte-. ¿Brujas está siendo de tu agrado?

La Santa Muerte no hablaba, se limitaba a mover levemente la cabeza en señal de atención. El gato le hizo sentarse en el sitio que había disponible. Mientras la Santa Muerte se sentaba, el gato levantó la placa metálica que usaba para sentarse sobre la cabeza del padre de Alan, ahora aparentemente dormido:

- Se llama "La panza manda". Yo mismo le puse el título. Es un aparato del que estoy sumamente orgulloso. Si colocamos esta placa metálica sobre la cabeza de esta persona, esta persona quedará como hipnotizada. Su cerebro quedará en blanco, sólo para mí. Podré controlar lo que dice, lo que piensa, pues el dirá y hará las cosas que yo pienso. Es mi títere en las calles, evitando que la gente sepa de mi existencia. Cuando está puesto funciona a pleno rendimiento y cuando se le quita suavemente el cerebro aún retiene parte de mis órdenes. Sólo días enteros sin ello puesto, o un cortocircuito que lo apague todo de golpe podría hacerlo fallar. ¿Te gusta?

La Santa Muerte no quitaba la vista del gato, pero tampoco contestaba. El silencio comenzó a hacerse incómodo para varios en la sala. El gato comenzó entonces a acercársele, habiendo dejado "la panza manda" encima de la mesa:

- Me gustas, Santa. Me gusta mucho tu mitología. Eres natural de México, claro que allí te conocen por otros nombres: "La flaquita", "la huesuda", "la niña blanca"... De entre toda tu historia, admiro profundamente dos cosas: Una, que según los nativos eres un alma en pena en una especie de limbo permanente. Y dos, que vives en perpetua oscuridad, alejada de la luz. Dos requisitos para lo que esta organización representa y lo que quiere hacer.

Ese punto se hacía más elegante y más grande conforme el gato cruzaba andando dócilmente toda la mesa en dirección a la atenta Santa Muerte.

- Hay gente que mata, o que sólo piensa en triturar a sus enemigos cuando quiere hacerles daño de verdad... Yo he descubierto otro método. Pongamos la educación y las escuelas por el medio, el objetivo de este clan. Tienes entre los ojos a las maestras y te propones acabar con todas ellas, quieres quitarte a las escuelas de en medio y sabes que sin ellas no habría escuelas – para la Santa Muerte ese punto ya no era un punto, veía claramente al gato bordeando una de las velas y yendo en su dirección, directamente hacia la máscara-. Cada día hay más y más maestras, mucho más trabajo que hacer para mí. Y casi cada día te cruzas con una, pasas a su lado o la tienes incluso delante de ti exponiendo sus derechos y deberes. ¿Y entonces qué? ¿Las haces desaparecer? ¿Las callas a gritos o tomatazos? No. Basta con dejar que sigan haciendo su trabajo. Basta con que sigan estudiando para ser las mejores del mundo. Basta con que sigan pasando por sus brazos la mayor cantidad de niños adorables que puedan. En otras palabras, basta con que se crean que pueden conseguir su sueño. Y ahí es donde entramos nosotros.

La Santa Muerte tenía al fin al gato cara a cara. La máscara le impedía mostrar rasgos o expresiones faciales, pero habría jurado que ese gato le era familiar. El gato que le hablaba, la voz y jefe del renacido clan de los 30, no era otro que el famoso Coco. Coco se sentó encima de la mesa delante de ella y continuó con su monólogo:

- Nosotros somos los encargados de impedirlas realizar su sueño. Nosotros, una vez las tenemos delante, les decimos que no a las cosas. Y ellas puede que al principio no se den por vencidas. Puede que durante un tiempo sigan y sigan... Pero la paciencia tiene un límite. El tiempo pasa sin importarle nada o nadie, se hacen viejas, siguen negándoles su clase con sus niños. ¿Hace falta que hagamos algo más tras eso? No. Ellas harán el resto. Empezarán a perder esos sueños, dejarán de esforzarse, dejarán de querer ir al colegio, se deprimirán, se amargarán, se odiarán. Dejarán de creer en sus sueños, dejarán de tener ideas, no volverán a ser felices, no querrán perseguir lo que quieren ser y entonces su sueño morirá. Se convertirán en muertos en vida.

Ante el final del monólogo de Coco, la Santa Muerte parpadeó haciendo ver a Coco que sabía por dónde iba. Coco sonrió complacido:

- Muertos en vida. En eso quiero convertir a las maestras y a la enseñanza.

Se dio levemente la vuelta sin dar la espalda totalmente a la Santa Muerte.

- Quiero ver las gráficas, por favor.

Uno de los integrantes de la mesa proyectó en la misma unas tablas con números para ilustrar la explicación de Coco. A la Santa Muerte le llamó levemente la atención, aprovechando la luz de la proyección, que casi todas las caras de los integrantes de la sala no miraban a Coco o siquiera a la proyección. Casi tenían los ojos en blanco.

- ¿Cuántas maestras hemos dejado por el camino el año pasado?

- Más de mil – contestó una voz en las alturas de la segunda planta, para gloria de Coco.

- Se me juzga por atacar una escuela y llevo atacando a más de una docena. Llevamos tratando de desestabilizar la enseñanza desde hace tiempo. Empleamos los medios de comunicación como la tele e Internet, además de infiltrarnos entre ellos usando por ejemplo a mi títere humano – señaló al padre de Alan, aún inconsciente-. Buscamos que la gente de fuera desoiga a la maestras, que las agredan incluso. Y si es delante de la gente, mejor. Y quizás te preguntes por qué hago todo esto... No sé si alguien te habrá contado que Curra, la perrita maestra que te has cargado, me detuvo hace años. Me hizo llevar a unos cuidadores que me trataron bien, la verdad, pero entonces ellos quisieron devolverme a la escuela para que aprendiera... Para que viera lo bonito que era ir a la escuela y lo equivocado que estaba al ser un "gatito malo" que engañaba a los demás – Coco hizo apagar la proyección y se volvió de nuevo hacia la Santa Muerte-. Me costó adaptarme, siempre fui rebelde y nunca quise estar quieto en un sitio o sentirme querido...

Al decir eso último, sintió incluso asco y escalofríos. Se sentó enfrente de la Santa Muerte y siguió hablándola, mirándola a los ojos fijamente, tratando de identificar sus emociones dentro de la máscara.

- Pero entonces llegó mi oportunidad de quitarme la venda de los ojos... ¿Sabes lo que es un mal profesor? Es alguien al que no le importas, alguien que no te escucha, alguien que paga sus desquicios contigo. Bien, pues el colegio en el que estaba para enseñarnos y educarnos a unos cuantos dependía de ese tipo de profes para poder tenernos en clase con materiales y enseñándonos. Y esa enseñanza se acababa si al pasar un tiempo se veía que nosotros estábamos "curados", o cuando ya no rompíamos nada y éramos civilizados. ¿Cuál es el problema? Que aunque nos portásemos bien... - por un momento Coco se detuvo y agachó la mirada-. Que aunque YO me portase bien, que aunque no rompiese nada y aunque aprendiera mucho, ellos no me premiaban. Se callaban la boca. Seguían tratándome a la vista de los demás como si aún me portase mal. Aparecía algo roto y yo tenía que tener la culpa de eso y tenía que ser castigado. ¿Y al final para qué? Pues como me enteré con el paso del tiempo... Únicamente para hacerme sentir mal. Les importaba más traicionar mi escasa confianza que transformarme. ¿Era esa la educación que se daba en los colegios? ¿Así eran todas las maestras? ¿Por eso fue por lo que Curra me desbarató la operación y me hizo apresar?

Coco tragó saliva y volvió a levantar la mirada hacia la Santa Muerte, ahora sonriendo malévolamente:

- Por eso me escapé de allí. Me escapé y me hice más y más grande. Dejé de reunirme en cuevas y sólo con animales como nosotros para codearme con humanos y encontrar lugares especiales y aislados para reunirnos y hacer planes. Dejé de querer asaltar un solo colegio para tratar de vaciar todos. Dejé de ser un joven nervioso... para ser un maduro que sabe esperar y ver – Coco se puso de pie nuevamente-. Todo el mundo debería saber que una semilla crece esté mal plantada o no. Si te cuidas de que crezca recta, no tendrá problema. Si no la cuidas y aún así la dejas crecer torcida, ten en cuenta que tampoco parará.

A continuación, miró hacia un integrante próximo a la Santa Muerte.

- El contrato, por favor.

Esa persona desplazó un taco de hojas hacia los animales, pero sin mirar fijamente a Coco. La Santa Muerte confirmó entonces su teoría de los humanos de esa sala, antes si quiera que Coco lo hiciese, recuperando su sentido del humor:

- Aunque, si te soy sincero Santa, tiene gracia que para que pudiera permanecer con la venda quitada de los ojos tuviera que ponerles una permanente a mis asociados.

Al tiempo que se reía, los perros y gatos de ambas plantas rieron también, haciendo a todas las personas que estaban allí reunidas para el clan sentirse avergonzados de su ceguera.

- Si bien este clan lo fundé sólo con animales, quería seguir creciendo. Tuve que juntarme con los humanos, pero no quería que ellos me reconocieran y tuviesen la tentación de llevarme ante las autoridades otra vez. Así que, como reto de iniciación, les dejé ciegos a todos. De esa forma no pueden verme, ni menos engañarme.

Coco dejó caer el gran taco de hojas delante de la Santa Muerte. Ésta echó una mirada, levantó con las pezuñas de taco de folios y arrugó los ojos en señal de agobio.

- No te preocupes, Santa. Todo eso es la letra pequeña que nadie lee. Dicen que hay que leerla, pero si te la leyeras yo ya no podría sorprenderte cuando quisiera. Sólo tienes que firmar las cinco primeras hojas y listo. Comprendo que tú no sueles trabajar para nadie, pero tampoco estás en tu ciudad haciendo lo que te apetece, así que... – Coco puso ya una estilográfica entre las pezuñas de la Santa Muerte-. Además, como eres animal podrás ver todo lo que hacemos, un bonus muy importante en el clan de los 30.

Mientras la Santa Muerte firmaba pesarosa y resoplando débilmente las hojas, el integrante que les pasó el contrato habló sin que Coco le diese permiso.

- Creo que estás cometiendo un error, seas quien seas.

Los animales entonaron el "Uuuuh" de buscar pelea, mientras que el resto de personas se inquietaban y se quedaban aún más quietas en el asiento temiendo la reacción de su líder. Y más no pudiendo verle. Coco no perdió la sonrisa del rostro:

- Número 6, Santa sabe lo que hace. No necesita un títere.

- Creo que sí lo necesita. Así como necesita salir de aquí lo antes posible.

- Mi querido Número 6, nadie del clan de los 30 abandonará esta casa. Ahora es nuestra. Es nuestra base de operaciones. No nos marcharemos ni aunque se inunde.

- ¡Se acabó mi paciencia!

Ante la insistencia de Número 6, Coco perdió un tercio de sonrisa.

- Ya estoy harto de formar parte de esta locura, sólo porque uno quiera vengarse de un error humano que cualquiera pudo cometerlo – la pérdida de sonrisa ya era de un medio-. ¿Crees que porque una persona cometió el error, debes castigar a todas las que no se lo merecen sin excepción y de esa manera? ¿No crees que es un final tan anticlimático e insípido como el que sufriste tú cuando te cogieron? Alguien tan inteligente y que nunca comete un error... Me río en tu cara, ahí cometiste uno tú también.

Los murmullos habían desaparecido, así como la sonrisa de Coco. Las palabras colmadas de Número 6 habían hecho ensombrecer el sentido del humor del gato y habían devuelto su expresión a la más amarga de las seriedades. Hasta la Santa Muerte paró sus firmas y quedó mirando a Coco para ver qué hacía. Poco a poco, Coco se fue acercando a él. Número 6, sintiéndole venir, trató de cambiar el tono de voz en señal de sumisión:

- ¿No crees que hacer eso a esas personas y a esos niños es un poco...?

Coco apretó un botón en la mesa, activando una trampilla que se abrió detrás de la silla de Número 6.

- Tienes razón, amigo – le cortó, presionándole el pecho con las patas superiores-. No es poco... ¡Es mucho!

En ese momento, empujó a Número 6 haciéndole caer de la silla hacia atrás y precipitándole en la trampilla haciéndole desaparecer de la habitación. El silencio nervioso se mantenía, esta vez incluso sobre los animales. Coco, de forma burlona, se acercó al borde de la trampilla.

- Eso sí que ha sido un final anticlimático e insípido, hehehehe...

Volviendo de nuevo a la mesa y cerrando la trampilla, Coco echó un vistazo rápido a la sala asegurando que absolutamente todos los presentes estuviesen callados. Satisfecho, aún sereno, miró a la Santa Muerte y ésta firmó la última hoja del "contrato" ante la mirada atenta del jefe del clan.

- Bien, una vez dentro y sabiendo lo que persigo, creo que es hora de encargarte tu primer trabajo bajo mi cargo.

Agarrando un sobre y sacando unas fotografías, Coco las colocó en baraja delante del rostro enmascarado de la Santa Muerte. Acto seguido se encorvó y se fijó en el movimiento de sus ojos oscuros comprobando cómo admiraba cada rostro que ahí aparecían: Eran los rostros de las maestras compañeras de Curra. Todas.

- ¿Puedes acabar con estas personas? – preguntó Coco tajante.

La Santa Muerte levantó poco a poco la cabeza y asintió decidido. Coco sonrió.

- Tu fama te precede... Pero como te he dicho no quiero sangre. En ellas no. Lo que hayas hecho con Curra no me importa, no trabajabas para mí entonces. Pero ahora sí. Y sabes que lo que considero por "acabar" es largarlas fuera de la escuela. Que sufran viéndose y sintiéndose desplazadas e inútiles. Eso debe ser un paseo por el parque para ti, ¿verdad?

La Santa Muerte gruñó levemente torciendo la cabeza y se puso de pie lentamente sobre la silla en señal de retirada.

- ¿Quieres quedarte las fotos? ¿O ya has memorizado sus caras?

Ante la pregunta de Coco, la Santa Muerte alzó una pata hacia las fotos. Pero no era para cogerlas, sino para volver a tener el brazalete de Curra en su poder. Estaba colocado delante de esas fotos, justo antes de Coco.

- Ah, tu trofeo... - señaló con desdén el gato-. No te consideraba tan sentimental.

La Santa Muerte se detuvo súbitamente y, como si le hubiese molestado eso, se giró hacia Coco y quedó mirándolo terriblemente mal. Coco obviamente no se dejaba intimidar, menos delante de sus súbditos, pero mentiría en su interior más profundo si no dijese que eso le probaba que la Santa Muerte no era un cabo que debiera dejar muy suelto. Finalmente ella se marchó y viendo su sombra desaparecer en el suelo, Coco volvió a su trono e hizo llamar a uno de sus animales. Un perro se acercó a su lado.

- No le pierdas de vista. Si mea quiero que hasta cuentes los litros.

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