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#11 "ENCUÉNTRAME (Parte 2)"

Al volver a clase, encontró a Cristina llamando la atención a uno de sus alumnos. Tras dejar a sus niños en su clase y ver que Cris mandaba a ese niño de nuevo a la clase de ella, Curra se le acercó:

- ¿Estás bien?

- Ay, Curra... Ese campeón va a acabar conmigo. Se escapa de clase infinidad de veces. Dice que en casa se lo enseñan, pero además lo más extraño es que luego su padre llama aquí como loco y pone el colegio patas arriba echándonos la culpa de lo que le pasa a su hijo... El otro día casi pega a una profesora de apoyo y delante de los niños.

Curra abrió la boca horrorizada.

- Alguien que arma tanto jaleo y no le conozco... ¿Por qué?

- Toda esta movida ha empezado hace poco, hará semana y media... Y claro, eso hace que esté más tensa con el crío.

- ¿Cómo se llama el padre? O si eso no puedes decírmelo, dime qué aspecto tiene al menos...

Cris se guardó el detalle del nombre por respeto, pero sí le dio su descripción:

- Suele estar alterado, despeinado y vestir una gabardina color marrón.

Curra abrió los ojos como platos ante ese último detalle.

- ¡Reguaus! Le vi antes en la acera de enfrente mirando a los niños fijamente.

- Pues mucho ojo que eso es que va a armar alguna...

En ese momento, el teléfono del pasillo disponible para las profesoras sonó y Cris lo cogió rápidamente. Conforme hablaba, se ponía más y más nerviosa. Curra aprovechó a acercarse a su clase y rogarles a los niños paciencia y tranquilidad hasta que volviera. Les pidió que se dividieran ellos por grupos y que representaran una obra de teatro en los rincones hasta que volviera. Rápidamente volvió con Cris.

- ¿Y ahora? – preguntó ansiosa.

- ¡¿Puedes creerlo, Curra?! Acaban de llamar de conserjería que el padre acaba de denunciar que su hijo se ha escapado de nuevo y que está preguntando por mi sin parar para echarme la culpa – la pobre Cris no entendía nada-. Pero si le acabo de hacer entrar en...

Según se dieron la vuelta las dos, encontraron la puerta del aula de Cris abierta de par en par y a algunos alumnos asomados.

- ¿Qué ha pasado, cielos? – les preguntó Curra.

- Alan ha vuelto a escaparse, profe. No paraba de decir que su padre le obligaba a hacerlo, que si no le castigaría.

Curra comenzó a correr por el pasillo.

- ¡Hay que encontrarla! Reúne a las demás y da el aviso por los brazaletes de que tenemos un niño perdido por el colegio, que hay que encontrarle antes que se escape.

Habiendo dado esas órdenes a Cris, Curra salió a toda velocidad al patio tratando de dilucidar por dónde se habría ido Alan. Lo que no comprendía era que según el niño, si no hacía estos líos le castigarían en casa... Pero escapándose el padre venía al colegio a echar la culpa a las profesoras...

"No entiendo nada", pensó la desorientada maestra. De pronto su brazalete comenzó a vibrar. Era una llamada de Primaria.

- Dime, Adrián.

- Curra, he encontrado la puerta del laboratorio donde guardamos el volcán abierta de par en par. ¿Sabes algo de esto?

- Creí que la habíamos dejado cerrada, ¿no? – preguntó Curra casi sin aliento asomándose al hall del centro sólo para encontrar al padre de Alan dando voces al secretario.

- Eso pensé yo también... ¿Habrá sido Laura?

- No lo sé, Adri... Lo siento pero he de preguntarte algo: ¿No habrás visto a un niño corretear por ahí?

- No, pero sí que estoy oyendo a un hombre desquiciado en el hall.

- Exacto, el padre de ese niño. Y le estamos buscando sin parar.

Curra había dado vueltas al patio y nada, había asegurado las salidas traseras y nada. Sólo quedaba la puerta de entrada, pero había que atravesar el hall del centro. Otro zumbido del brazalete.

- Decidme maestras.

- Curra, creo que lo tenemos, pero has de saltar a por él – Sara hablaba a toda prisa.

- ¿Dónde? – preguntó Curra intrigada.

- ¡En la calle! ¡Prácticamente cruzando en rojo! Ve a la entrada principal, ¡ahora!

Curra no podía atravesar el hall y tener que hablar con ese padre ni con nadie. Saltó la valla protectora con el corazón casi saliéndosele de la boca y corrió sin parar hasta llegar a la puerta principal. Miró la cámara de la puerta principal que enfocaba a la calle y al darse la vuelta encontró a Alan mirándole inexpresivamente.

- Que el padre y todas las personas vengan a la entrada principal, le tengo. Gracias Sara, en serio.

Curra tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no gritar de impotencia mientras dejaba de hablar por el chat comunicador del brazalete y se dirigía hacia el niño.

- Creo que me debes una explicación, ¿no te parece?

- Me obligaron en casa.

- Sí claro, ¿por qué?

- Mi padre... - Alan parecía estar asustado-. Ya no es el mismo de antes... Se pasa más tiempo fuera...

Curra trataba de poner en orden su cabeza de nuevo.

- Escucha, ¿por qué no nos vamos a la sala de profes y hablamos las cosas? Puedes confiar en todas nosotras. Estamos para cuidarte.

Antes de que Curra pudiese tocar si quiera al niño, las maestras y directores del colegio salieron por la puerta a toda prisa tratando de retener a un padre furioso.

- ¡Qué gran colegio! ¡No sois capaces de capaces de cuidar de mi hijo! ¡¿A qué clase de profesora se le puede escapar un niño delante de sus narices?! ¡¿Cómo va a cuidar entonces a más de 20?!

Mientras su padre protestaba sin razón aparente, Alan estaba triste y asustado. Y Curra se fijó en eso. No parecía un niño que sabía que había hecho algo que estaba mal y lo disfrutaba. Era alguien que había hecho algo que no quería hacer y lo estaba pasando mal.

- Creo que antes de hacer nada, será mejor llevarle adentro a que nos cuente qué ha pasado... - Curra comenzó a tratar de dialogar con él, poniéndose delante de Alan.

- ¡NO! ¡Terminantemente no!

- Oiga... - Curra intentó tranquilizar a ese padre.

¡BOOOOM!

Una explosión reventó las ventanas superiores del colegio y dejó los marcos ardiendo. Todos se echaron al suelo, salvo Curra que se tiró a abrazar a Alan y quedó paralizada viendo el piso perteneciente al laboratorio de Primaria arder. Cubrió la cabeza del pequeño para que no le cayera cristal o trozos ardiendo y lo único que pudo hacer fue abrir la boca y achicar los ojos en una mezcla de rabia, tristeza y miedo. Personal del interior del colegio en ese momento, así como profesores de Primaria rápidamente dieron la voz de alarma, se echaron a ese fuego y lo apagaron. Poco a poco todos recuperaron la compostura y en cuanto se dieron cuenta de lo que había pasado, no podían evitar sentir tristeza y un poco de inquietud. Rubén cogió a María y la abrazó mientras la llevaba adentro, las maestras se cogían de la mano y se tranquilizaban del susto mientras ensayaban caras amables y seguras para convencer a los niños de que lo que había pasado sólo era un susto en el laboratorio... Pero el director del centro quedó mirando a Curra sin piedad. En cuanto Curra recuperó la compostura y la movilidad y bajó la cabeza hacia la persona que no dejaba de mirarla, se dio cuenta de que esa explosión que nadie pudo prever la afectaría segurísimo.

En el despacho del director:

- El volcán ha estallado y es lo que ha provocado la explosión – afirmó el director cuando se conocieron las causas-. Por lo visto se echó lejía a la sustancia que conformaba la lava. Eso hizo un efecto gradual equivalente a meter un chicle en la coca cola, sólo que en vez de espuma y líquido echa fuego y humo.

Curra agachaba la cabeza entristecida, no tenía ni idea de cómo pudo pasar. El director prosiguió:

- Por lo visto, tú estabas al cargo de la convención de ciencias... Por lo tanto, la responsabilidad de ese volcán era tuya.

- Señor... - Curra intentó hablar.

- Por tu bien, quiero una explicación.

- Señor no puedo explicar lo que ha pasado ahí dentro... Estábamos buscando a un alumno que se había escapado de su clase y yo recuerdo haber dejado esa sala bien cerrada y los materiales bien cubiertos. Era lo que menos me preocupaba en esos momentos, mi mayor preocupación era ese niño.

- Pues ahora la mayor preocupación de este colegio es explicar a la gente esa explosión... Y la gente buscará una razón, un culpable.

Curra luchaba por reprimir las lágrimas ante lo que el director parecía iba a decirle.

- Y esa persona será Cristina.

En ese instante, Curra pasó de la llorera a la sorpresa casi sin explicación.

- ¿Por qué Cris? Ella no hizo nada...

- ¡¿Nada?! – exclamó el director-. ¿Perder a un niño es no hacer nada?

- El niño dijo que se escapó porque su padre le obligó a hacerlo en casa.

- Los niños cuentan muchas historias, Curra. Con tus años de profesión deberías saberlo – Curra no quería pelear, eso era lo que menos quería, pero tampoco que su amiga cargara con culpas que no eran de ella-. Además, como has dicho, tú estabas buscando a ese niño. Su niño. Te hizo abandonar tu puesto. El doble de irresponsabilidad. Voy a llamarla ahora mismo para que recoja sus cosas y no vuelva jamás.

Por un momento Curra no parecía tener la valentía de abrir la boca, pero cuando vio al director marcar el número en su teléfono lo comprendió todo. Cris no tenía la culpa de lo que en casa le hicieran a ese niño. Tampoco tenía la culpa de que el volcán estallara. Curra no podría volver al colegio cada día sabiendo que habían echado a alguien para siempre por cosas por las que no tenía culpa alguna. Curra sólo hizo lo que mejor sabía: educar, proteger y ayudar. Y ni con esas pudo impedir este revuelo. Pero Cristina no debía pagar por ello. Sabía lo que le esperaba si alzaba la pata, pero a Curra aún le quedaba suficiente amor propio y valentía. Puso su pata encima del teléfono e hizo que el director le mirara a los ojos para escuchar o que iba a decirle.

Cuando el director dio la noticia a las maestras, todas se llevaron las manos a la cabeza. Curra prefirió no despedirse de nadie. Tampoco le quedó valentía de hacerlo con los niños, les dijo adiós como si al día siguiente volvieran a verse. A sus ojos apenas les quedaba paciencia para retener las lágrimas, por lo que recogió rápido todos los premios de sus niños y se marchó de allí a paso moderado. Sabía que no era el final para siempre. Que de algún modo u otro volvería a ver a sus compañeras amigas, al resto de profesores y a sus niños. A todos ellos. Pero tenía que asegurarse de que lo que había pasado hoy no volviese a pasar jamás. Tenía que saber qué era todo aquello, de dónde provenía, quién lo hizo y por qué. Y tenía que evitar por encima de todo que una gran maestra cargara con la culpa de todo aquello. Eso al menos ya lo había conseguido. Aún dentro de su pena, Curra sonrió sabiendo que Cris y las demás seguirían allí para cuidar y enseñar a todos esos niños. Era una victoria con sabor a derrota, pero era una que creía se podría permitir. Aún estaba cruzando la valla, cuando...

- ¡Curra!

Al oír su nombre se dio la vuelta y encontró a todas las maestras de Infantil y Primaria en el patio viéndola marchar sacudidas por la tristeza y bañadas en un mar de sollozos. A Curra le dolía, le costaba, pero volvió a sonreír una última vez. Aunque esa sonrisa ya no pudo frenar las lágrimas en los ojos, sí que sirvió como despedida definitiva. Entonces siguió andando, pese a los gritos de vuelta de todas sus compañeras y resto de profesores. Todo fue en vano. Pasó lo que tenía que pasar, aunque nadie lo quisiera. Unos segundos después, la entrada y la calle estaban vacías. Curra se había ido.

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