Al'ghul
Los soldados gritan en un solo llamado de guerra, el olor a sudor y sangre inundan sus fosas nasales, la adrenalina surcando sus venas, y el espectáculo ante sus ojos es claro. Sangre, muerte, desolación, junto a los cuerpos mutilados que tapizan el suelo. El coliseo estaba lleno de soldados que victorean su nombre en coro, admirando y venerando a un niño de 6 años, herido bañado en sangre y fluidos. Su madre lo ve con una sutil sonrisa desde su lugar alado de su abuelo.
Los cuerpos cercenados bajo su katana aún se retuercen y buscan un poco piedad en su mirar, pero él se siente orgulloso, poderoso y letal, el decide si matarlos rápido o de la forma más lenta posible, después de todo es el orgullo de su madre y el tesoro de su abuelo.
El será el próximo heredero, el próximo Ra's, no debe mostrar, Perdón, justicia o misericordia. Tiene que demostrarle que desde ahora él será su nuevo gobernante, imponer su ley y dominar al débil.
El sonido de los engranajes trabajando llega a sus oídos. La puerta inmensa de metal se habré. Está listo, decidido a vencer a cualquier contrincante que cruce esa puerta, por su madre, por su abuelo, Porque aún no quiere morir.
La figura que da paso a la arena no la espera. Una niña, cabellos negros con franjas rojas, piel bronceada similar a la suya, y cuando sus ojos se encuentran en ambos pares de gemas jade se ve el desconcierto, después de todo lo que ven son sus ojos en cuerpos ajenos.
Ambos se observan desconcertados, intentando descifrar ¿Porque lo que observan es su reflejo... es el sexo opuesto? No pueden evitar compararse, igualarse y observarse.
Los gritos exigiendo sangre llegan a los oídos de ambos infantes, saben lo que deben hacer, saben cuál es su destino y saben que solo tiene dos formas de salir de esto. Ambos atacan con fiereza y determinación, ninguno dispuesto a morir, ninguno dispuesto a deshonrar a sus progenitores.
Niños educados para ser armas desalmadas en esta guerra cruel que les toco luchar. Uno traerá orgullo y otro será desechado sin dudar.
Las espadas chocan en un estridente chirrido, los insultos son soltados en lenguas muertas, el dolor recorre sus músculos cansados por todas las batallas pasadas. Ataque, contraataque, Revés, fricción, adrenalina y sangre.
Ninguno de los dos quiere pelear realmente, ninguno eligió este camino o las circunstancias. Su propia sangre son los carceleros, aquellos que dictan la condena, que utilizan a dos pequeños infantes como títeres y carne de cañón. Ambos saben cómo terminara está cruel condena, todos saben que solo uno sobrevivirá, pero está bien para ellos... Después de todo, solo buscan el amor de sus respectivos Padrés
Ambos pelean dándolo todo, rugen para intimidad, gritan para darse valor, maldicen por el dolor.
Las espadas chocan, los destellos brotan, el dolor les recorre y el cansancio hace estragos. Golpe son repartidos, patadas son recibidas, jalones de pelo, mordida y un escupitajo en los ojos. Todas las tretas son bien recibidas, después de todo los asesinos no tienen honor, si para matar a su contrincante tienen que atacar por la espalda lo harán todo sea por el mañana que les aguardara.
Ambos niños se destrozan en una arena llena de sangre, la gente grita extasiada por el espectáculo.
Una espada es destrozada, y la otra dirigida al cuello de su contrincante.
Voltea a ver a las gradas y su madre se muestra satisfecha con el resultado, en cambio su tío Dusan se ve en su mirar la rabia y decepción.
La multitudes exigen la cabeza de su contrincante. Sabe que tiene que acabarla, para eso está echo el momento, pero algo le incomoda al pensarlo, porque lo que el observa es un infante como el, postrada a sus pies descalzos, ve las lágrimas que se acumulan en sus ojos negándose a soltar el llanto. No sabe si es por rabia por perder o de miedo al saber su destino final. No puede evitar sentir empatía, ambos son niños nacidos para matar, ninguno jamás conocerá que es el sueño tranquilo, solo son armas que sus padres forjaron y serán utilizarán hasta que se rompan y ya no tengan utilidad.
-Cómo te llamas- Su orden resuena en los tímpanos de ambos acallando el sonido de sus alrededores.
-Mara. Mara Al'ghul - responde firme negándose a mostrarse débil, ya ha humillado lo suficiente a su padre.
-Un gusto Mara. Soy Damián Al'ghul... La futura cabeza del demonio - La espada corta la piel de un certero tajo, la sangre brota rápidamente de la herida y Mara se niega a gritar o soltar cualquier alarido de dolor
-Cada vez que seas esa herida en tu rostro recordarás que eres inferior a mí. Desde ahora te proclamó como de mi propiedad -
Su abuelo y madre lo observan con diversión, al que conoce como su tío observa el odio en su mirar y Mara... Mara se mantiene con la mirada baja.
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Sus heridas son sanadas por alguna de las esclavas que hay por los alrededores. El silencio inunda los pasillos solitarios, su madre solo le dio una mirada y se fue. El realmente esperaba unas palabras o una pequeña caricia.
Un sollozó lo hace reaccionar del mutismo en el que se encontraba, intrigado por aquel ahogo decide seguirlo. Salta de la cama en la que se encontraba hasta una habitación en la que observa a la niña que conoció minutos atrás. Su ojo suelta algunas lágrimas, su labio es fuertemente mordido en un intento de mantener el sollozo, sus manos con esfuerzo intentan curar el lugar donde antes había una cornea sana.
-Si sigues aplicando tanta fuerza solo empeoraras las cosas - la niña brinca del susto, ambos se miran por unos momentos y el decide avanzar, hasta tocar la herida que momentos atrás el provocó.
-Te odio - Es lo primero que brota de los labios contrarios y el la entiende, después de todo la acaba de humillar ante el gremio, le revocó el derecho a gobernar, deshonro a su padre, la dejo ciega de un ojo y la proclama esclava. Alza su mano tomándola del pelo e inclinando su cabeza, Mara cierra los ojos esperando un golpe pero lo único que siente es como las manos contrarias empiezan a curar su herida.
-No tengo nada contra ti Mara. Después de todo tú y yo no somos tan diferentes como tú crees- El silencio entre ambos se formó mientras se concentra en desinfectar la herida
-¿Por qué... porque no me mataste? -
- Curiosidad más que nada. Es la primera vez que veo otro niño en este infierno- Decide decir parte de la verdad. SI, es verdad que nunca antes había visto a otro infante. Pero realmente no la mato porque por un momento no vio a Mara sino a sí mismo.
-Eso... ¡Eso es estúpido!- ups parece que la respuesta no le agrado - ¡Fuimos entrenados para matar! ¡No sentir misericordia, estás yendo contra todo lo dictado!-
-Mara recuerda esto.
Ambos somos el arma que arrebatara miles de vidas inocentes... Más no somos la mano que la empuña.
Ahora levántate y camina, desde ahora eres mi guerrera, no mi esclava. Lucha para seguir, mata para sobrevivir-
Mara toma su mano y ambos caminan en aquellos solitarios pasillos. Dos almas puras caminando en medio del infierno donde cada error les pueden costar la vida. Dos niños maldecidos por la sangre que derraman día con día, infantes que nunca sabrán que es el amor de un padre, pero conocen el amor de la hermandad.
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