XXXVI. Serendipia
Me acostumbré
a mirar por la ventana
apreciar el cielo
y los repiqueteos
cuando sus lágrimas
no cesan
y su llanto consuela.
Me acostumbré
a admirar sus berrinches,
gritos y rebeldía
que tiene cuando el tiempo
y el clima,
luchan para no darle la razón.
Me acostumbré
al aroma del café,
ese amargo
que se cuela
por mis fosas nasales
recordándome que estoy en casa
y fundiéndome
en un sublime deleite de placer.
Sin quererlo,
me acostumbré a sus caricias,
a su sonrisa,
a su olor dudoso
pero adictivo,
a sus ojos
cuando se iluminan,
a sus manos refinadas,
a que esté en el aire
pero que vuele a mi alcance...
Me acostumbré
a tanto de ti
que si te marchas,
dejarás un gran vacío
que no podré llenar
ni con el mejor de los licores.
Pero no quiero alejarme,
no deseo huir
o convertirme en polvo,
a pesar de todo,
no tengo miedo
de entregarte mi mayor tesoro.
Porque tengo impreso
en mi alma
cicatrices que nunca serán borradas,
y estas laceraciones,
las que queman
cuando gusanos me comen,
son las mismas
que me recuerdan
a levantarme
y besar con la sensibilidad,
abrazar con la comprensión,
escuchar con el corazón,
vivir con locura,
llorar de alegría
y cuando me siento sin energía...
Son las mismas
que me iban a despojar
de mis huevos por las mañanas,
de mis hoyuelos marcados,
de mis respiraciones profundas,
de mi goce a la pintura,
de mi corazón sano...
Esas cicatrices
son importantes para mí,
porque me acompañan
a donde vaya,
a veces se ríen conmigo
y otras me arañan,
pero yo las amo
porque me han enseñado
a ser feliz
contigo a mi lado.
•••
Sabes que te quiero...
¿no?
•••
— Janny.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro