XXXIII. Belladona
Cuando creo estar volando
sobre nubes frescas y esponjosas,
ver revolotear los pájaros,
disfrutar de los rayos del sol
mientras saboreo la calma
y construyo mi humilde fachada.
Aparecen
como si les hubiera llamado,
como si quisiera saber
sobre quién despotrican,
qué piensan,
cuando nadie les ha preguntado.
Cuando no me interesa,
pero aún así,
creen estar hablando
de un secreto de Estado
que todos deberíamos saberlo
para evitar
futuros altercados.
Siempre consiguen
deshacerse de mi tranquilidad,
mi sonrisa,
mi seguridad,
inclusive
mi dignidad.
Me hacen agachar la cabeza,
¿por qué aunque
solo sea una mirada
me hacen sentir amenazada?
¿Por qué aunque finja
y haga una mueca,
tienen que perseguirme,
con sus ojos acusadores,
sus cejas enarcadas
y yo me veo obligada,
a tragarme mis náuseas?
Yo no puedo lidiar con esto,
me tienen que dar respeto
se supone que es lo mínimo
que me merezco.
¿Por qué aunque ellos actúen,
es culpa mía?
¿Por qué se despreocupan
y yo doy vueltas,
para pasar desapercibida?
¿Por qué debemos callar,
cuando deberíamos gritar?
¿Debo dar volteretas,
chuparme un peta
y seguir ignorando
hasta que las sombras desaparezcan?
Ellos afilan sus lenguas espesas
y lanzan látigos,
que asustan hasta el vampiro
sentado en su trono,
encargado de liderar
la tinieblas.
¿Algún momento cesarán,
dejarán de tirar ácido,
poner matalobos
a los bizcochos
y darme un paro cardiaco?
Ojalá pudiese cortarme la oreja
como mi pintor favorito
y hacer que lo que digan,
sea solo un mito.
Transformar sus comentarios
en el humo del tabaco,
y aunque raspasen
mi nariz, mis órganos,
y mi respiración,
matarían sus riñones,
sufrirían ellos
recibirían su karma...
Pero esta clase de engendros,
solo hay que abrirles la puerta,
desearles suerte
y regalarles tus buenos modales,
ya arderán
cuando les queme
y devore
tu centelleante bondad.
•••
Nota mental:
Al igual que dejo
que la opinión del resto
se lo lleve el viento,
encontrar la fórmula
para que las miradas indeseadas
migren
a un universo paralelo,
en donde no raspen
y solo den besos.
— Janny.
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