Su presencia me embriaga,
capaz de llevarme a la luna,
para no dejarme bajar.

Su ausencia me desespera,
grillos comienzan a gritar
y mi corazón late con fuerza,
llorando, preguntando dónde está.

El tiempo tantea,
frunciendo el ceño,
pregunta:
—¿Estás dispuesta a perderme
con tal de ponerte a prueba?

Fogonazos me asfixian
y un sollozo me despoja,
dubitativa, alzo la cabeza
y desconfiada, me tiro al abismo:
—Qué más da,
¿no se trata de eso
de disfrutar mientras se pueda?

El tiempo desconfía,
y hace una mueca.
Quiere rebatirme,
pero forzando una sonrisa, dice:
—No quiero que vuelvas a caer,
lánzate, pero sé consciente
de que también hay que ser razonables
y no siempre apasionados,
porque corremos el riesgo
de salir lastimados.

Arqueo las cejas
y pensando a toda velocidad,
suelto sin siquiera dudar:
—La vida me enseñó
a levantarme
aunque tenga el hueso roto,
a no cambiar a pesar
de ser rechazada,
a llorar
pero a reír en noches de tormenta,
a mejorar para mí
y no para los demás...

El tiempo se da la vuelta
sorprendido
y yo continúo hablando:
—¿Por qué debería preocuparme
por el "y si me hace daño..."?
¿Cuándo siempre habrá alguien
que se encargue de destrozar a su paso?

Sonrío y una lágrima
se me escapa,
doy bocanadas de aire
y sigo con mi discurso:
—La vida me enseñó
que por más cicatrices que tengas,
debes amar el doble
y ser valiente,
para enfrentarte al mundo
con el corazón resquebrajado
pero con el alma intacta y noble.

El tiempo me observa,
se acerca a paso ligero
y pregunta sin rodeos: 
—¿En verdad le quieres?

Mirando al suelo,
otra lágrima aparece
y mi voz no titubea:
—Sí, y me da miedo
porque al final,
me terminaré enamorando.

El tiempo se carcajea,
pero con tristeza en los ojos
musita:
—Eres una loca,
que tiene la suerte de estar cuerda,
cuidado a quién confías tu ser,
eres demasiado para cualquiera.

Me muerdo el labio
y en el cielo,
le visualizo, sonriéndome...

•••

Me gustaría hablar con el tiempo
y reclamarle
los segundos que me faltan...

— Janny.