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Capítulo 7: Comportamiento Extraño

Capítulo 7: Comportamiento extraño

Tic-tac. Tic-tac. Tic-tac.

Parecía que el tiempo se había detenido aquella tarde. Miré de nuevo el reloj y solo habían pasado cinco minutos desde la última vez. Bufé.

¿Por qué narices no podía quitarme la imagen de Landon y Elliana de la mente?

Pasados unos minutos tomé una decisión: hablaría con él esa misma tarde y saldría de dudas. Así que agarré el auricular y marqué el número de mi secretaría. Solo tuve que esperar un par de tonos antes de escuchar su voz.

—Buenas tardes, señor Foster, ¿qué desea?

"Deseo a cierta rubia", fue lo primero que vino a mi mente junto a la imagen de aquellos ojos tan cautivadores y esos labios tan tentadores que no eran ni muy gruesos ni muy finos, más bien estaban dentro de lo que yo definiría como término medio.

—Quisiera que concertara una cita con Landon Brooks para esta misma tarde, lo antes posible —dije con voz autoritaria.

—Un momento. —Escuché cómo garabateaba algo—. Bien, haré lo que me ha pedido.

—Muchas gracias, señorita Ross —me despedí de ella educadamente y colgué.

Volví a fijar mi atención en los papeles. Un par de hojas más adelante, el teléfono de mi despachó sonó con fuerza. De manera distraída lo descolgué y, todavía con la mirada fija en aquellas hojas, contesté.

—¿Sí?

—Señor Foster, Landon Brooks está de camino.

—Muchas gracias, señorita Ross. Que tenga una buena tarde.

—Igualmente.

Después de aquella llamada, me levanté de mi asiento tras el escritorio y avancé hasta la pequeña zona que había instalado para relajarme dentro de aquellas cuatro paredes. Me senté en uno de los sillones y esperé a que aquel hombre llegara.

Mientras tanto, me serví un vaso de whisky con hielo y lo tomé lentamente, sin prisa.

Pronto mi visitante tocó la puerta y yo le hice pasar.

—Adelante.

Landon era un hombre joven que había adquirido mucho conocimiento durante sus años académicos sobre la función que desempeñaba. Una de las razones por las que había sido contratado era que dominaba a la perfección una gran cantidad de idiomas y que, además, sabía manejarlos sin ningún problema.

También había que admitir que era atractivo y que cualquier mujer sería incapaz de resistirse a sus encantos. No era de extrañar que varias de mis empleadas estuviesen detrás de él como perritos falderos. Porque aunque fuera un hombre ocupado, sabía esas cosas. No es que fuese un chismoso, no. Los rumores avanzaban por la empresa mucho más rápido que la luz.

—Señor Foster, ¿quería verme?

Y educado. Ese hombre era perfecto.

—Sí. Siéntate Landon y llámame solo Derek.

Odiaba que me llamaran así. El señor Foster era mi padre, no yo.

Le hice un gesto con la mano para que se sentara enfrente de mí y eso hizo. Cruzó las piernas y clavó sus ojos marrones en mí. Se instaló un silencio un tanto incómodo mientras pensaba en lo que le diría. ¿En qué narices estaba pensando cuando quise hablar con él? ¿Qué le diría: "Sé que estás saliendo con una empleada"? Simplemente no.

—Y bien, ¿por qué querías verme?

Lo miré y cuando encontré las palabras, me armé de valor para hablarle alto y claro. Allá íbamos.


Landon estaba muy raro desde el viernes. Ni siquiera salió con nosotras aquella tarde y eso que era él el que había estado insistiendo para hacerlo. ¿Qué mosca le habría picado?

Intenté llamarle durante el fin de semana, pero no me cogió el teléfono. Me pregunté si estaría trabajando o si simplemente me estaba evitando por algo que quizá yo hubiese dicho sin darme cuenta.

El lunes supe que Landon me evitaba. Fui consciente de ello cuando no se reunió conmigo en la puerta principal y cuando ni siquiera se sentó con Luke, Connor, Anna, Grace y conmigo, sino que prefirió almorzar junto a Ingrid y Lillian, las personas más detestables de toda la editorial y quienes en ocasiones me hacían la vida imposible. Aquello sí era preocupante.

Aquel día lo divisé en el ascensor cuando subía tras el almuerzo.

—¡Landon! —lo llamé, pero él pasó de mí y se metió en el primer ascensor que pilló libre.

¿Qué habría hecho yo mal como para que mi mejor amigo no quisiera verme ni en pintura? ¿Habría dicho algo fuera de lugar? ¿Se habría cansado de mí a pesar de que nos hubiésemos llevado bien desde que nos conocimos en la universidad?

El martes también me ignoró, al igual que el miércoles. Así que el jueves decidí ir pronto, más de lo habitual, para acorralarlo en la entrada. Llegué a mi puesto diez minutos antes y tal y como pensaba, mi amigo no había llegado aún. Perfecto, así podría pensar en qué podía decirle.

Como mi cubículo estaba en el centro de la estancia, pude ver cómo uno de los ascensores se abría y de él salía un Landon ataviado en uno de sus trajes que le sentaban como un guante. Debía confesaros que el día en que lo conocí me había sentido atraída por su físico. Eso sí, una vez que lo conocí, me di cuenta de que no era la clase de chico con el que saldría. Poco tiempo después, descubrí en él a un amigo leal que haría una de las cosas más significativas en mi vida y que siempre recordaría.

Me levanté de mi lugar de trabajo y me acerqué a él a paso rápido. Era ahora o nunca. No debía acobardarme.

—Landon, ¿tienes un minuto?

—Lo siento, señorita Jones, pero tengo trabajo que hacer.

¿Desde cuándo había dejado de llamarme por mi nombre? ¿A qué venía eso de "señorita Jones"? ¡Venga ya! Si nos conocíamos desde hacía unos años.

Pero lo peor de todo fue la mirada fría y seria que me lanzó. Me quedé estática y Landon aprovechó aquello para huir y encerrarse en su despacho.

🖋  🖋   🖋

—¿Estás segura de que no habéis discutido? —me preguntó Nora, una amiga que conocí en la universidad y que junto con Landon se convirtió en mi aliada.

Hacía una tarde preciosa y fría. La nieve caía con suavidad posándose en cualquier lugar. Amaba aquellos días de nieve. Solían ser muy inspiradores para mí. Pero en ese momento no me interesaba para nada la escritura, estaba muy concentrada en Landon y en su necesidad de no hablarme. Seguía dándole vueltas al asunto y todavía no sabía exactamente qué había hecho para cabrearlo o molestarlo.

—Te lo juro. Sabes que yo nunca diría nada que lo hiriese. No sé por qué se comporta así.

Nora miró la taza humeante de café con aire pensativo. Rodeó con ambas manos aquel objeto y, acto seguido, me clavó los dos zafiros que tenía por ojos.

—Mmm, ¿estás segura de que no está en sus días? —bromeó.

Reír con fuerza. Era típico de ella hacer esa clase de broma.

—Créeme, lo sabría —le seguí el juego dibujando una sonrisa en mis labios, que pronto cambié por una expresión de preocupación. Suspiré con cansancio—. No sé qué hacer. Lo he intentado todo.

El silencio nos inundó y me asfixió con sus garras. Miles de preguntas inundaban mi mente sin conseguir ni una sola respuesta.

—Dale tiempo. Sea lo que sea, algún día se le pasará.

Tomé un gran trago de mi refresco y disfruté de aquellas burbujas que bajaban por mi garganta. Así era yo: podría hacer un frío de los mil demonios que yo podía seguir bebiendo y comiendo alimentos fríos como en ese caso.

—¿Sabes una cosa? Tienes razón. Seguro que solo son imaginaciones mías.

Pero no lo eran. Pronto me quedó muy claro lo que pasaba.

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