Los días pasaban y Marinette aún seguía al pendiente por si alguna carta le llegaba, pero nada. Cada vez se preocupaba más y más. Algo en su interior le decía que aquella persona había visto aquel beso, se moría de tan sólo imaginar que su querido amado/a la dejara por tan sólo una equivocación. Ella se sentía fatal. Cada tarde se dirigía hacia su terraza, pero no obtenía ningún resultado.

Sin que se diera cuenta, aquellos días se habían convertido en semanas y estas en meses, pero la pobre azabache aún seguía a la espera de su querido "Escrit@r de cartas". Nunca, a lo largo de aquel tiempo, nunca perdió la esperanza de volver a recibir algún avión de papel. Siempre llevaba consigo aquel collar tan importante, como recordatorio de aquellos hermosos días y para que esa persona estuviera cerca de su corazón.

Las cartas las había colocada a cada una en un bello cuadro y las colgó por toda su habitación. El vestido lo guardó en uno de sus cajones para que no se estropeara. Cada cosa que le había entregado lo cuidaba como si de oro se tratase.

Durante ese tiempo comenzó a trabajar en una pequeña cafetería que había en la zona. Ella quería ahorrar para un viaje que iba a hacer  dentro de poco tiempo junto con toda su familia. Se encontraba tomando un pequeño descanso cuando dos jóvenes de la misma edad de ella entraron por la puerta. Ella se levantó de su lugar y fue a atenderlos. 

—Bienvenidos, ¿qué desean pedir? —con una sonrisa.

—Para mí un helado se cereza por favor —habló amablente la joven.

—Y yo pediré un café sin azúcar por favor.

—Ahora mismo se los traigo —iba a marcharse con las ordenes hasta que la joven la detuvo.

—Disculpa, pero no he podido evitar ver lo hermoso que es tu collar... Perdona mi atrevimiento pero... ¿dónde lo compraste?

—No, fue un regalo... de alguien muy especial e importante para mí... —con un tono de melancolía.

—¿Tu novio? —preguntó de manera enérgica la joven de cabello largo.

—No... pero realmente hubiera querido que lo fuera... —con la mirada baja.

—¿Le pasó algo?

—En verdad espero que no... es alguien muy especial para mí y me moriría si algo malo le pasará... Lo que sucede es que nunca más supe de esa persona...

—Lo siento mucho...

—Brid ¿qué te dije de preguntarle cosas ajenas a las personas? —habló de forma acusadora el joven rubio. Su acompañante río torpemente.

—Disculpa Félix —la azabache prefirió dejarlos sólos para que siguieran conversando, mientras ella iba por sus ordenes.

El día había pasado de forma rápida. Marinette ya había vuelto a su casa y fue hasta la terraza como era costumbre. Era muy pequeña, pero la esperanza siempre estaba con ella. Se sentó y miró las estrellas en el cielo. Era una noche hermosa. Cerró por un momento sus ojos para sentir la suave brisa acariciar su rostro. Continuó así hasta que recibió un mensaje. Al ver lo que decía su corazón comenzó a latir a mil por segundo.

— Hola... Tiempo sin verte... Mi ángel...