—Dime, ¿en qué momento te enamoraste de mí? —Marinette continuó preguntándole cosas, ella deseaba saber todo.

—Me empesaste a enamorar poco a poco, cuando me quise acordar ya me tenías a tus pies... —esto le sonó sumamente extraño a la azabache. Ella recordaba que en las cartas él ponía que se había enamorado a primera vista de ella, pero prefirió pasarlo por alto.

—¿Y puesdes contarme de las historias que me hablaste en tu segunda carta? —Marinette se las sabía de memoria, cada detalle, cada oración. Ella siempre quiso conocer aquella historia.

—¿H-Historia?... ¿C-Cuál?... —de la nada se puso sumamente nervioso.

—Si, la del policía y los demás.

—Ahhh s-sí, el policía... la v-verdad es que no es muy interezante...

—Pero me dijiste que me la dirías... —insistiéndole. Tenía un mal presentimiento.

—Pero después, mejor hablemos de otra cosa...

—De acuerdo... ¿Me podrías decir cuáles eran los animales que tenías en tu casa? Es que Alya también adoptó a unos y se me confunden... —mintió, quería asegurarse de que Nathaniel estuviera diciendo la verdad.

—Claro, un perro y un pez —mencionó con confianza. Luego de que él terminara de hablar, ella le dio una fuerte cachetada.

—¡Mentiroso! ¡¿Cómo pudiste?! —llena de enojo y rabia.

—Mari d-déjame explicarte...

—¡Ni te atrevas a hablarme! ¡Eres una persona sumamente detestable! —la joven tomó sus cosas y se marchó hacia su casa. Tan sólo le rogaba a los dioses que aquella escena no la haya visto esa persona...