Marinette estaba escuchando una nueva canción, disfrutando de la fresca brisa que aliviaba un poco el sofocante calor que estaba haciendo ese día. El sol brillaba resplandeciente en el cielo despejado.

Estaba sentada, en su terraza, cuando algo pasó volando justo frente a sus ojos. Un avión de papel que aterrizó a pocos sentimitros de ella. Miró hacia la dirección de donde creía que venía, pero no encontró al dueño de aquel avión. Volvió su vista hacia aquel objeto y se percató que tenía palabras escritas, por lo cual, impulsada por la curiosidad, decidió abrirla. La caligrafía de aquella persona era simplemente perfecta, no, era más que perfecta, era... hermosa... O eso fue lo único que se le vino a la cabesa a ella en ese momento. Sin pensar en otra cosa se dispuso a leer.

"Realmente espero que estas palabras puedan alcanzarte. Ruego a todos los dioses que puedan guiar esta carta hacia ti, por que no tienes idea de todos los intentos fallidos que ya llevo y que probablemente este sume uno más a la lista. Pero... Si tengo el milagro de que eso no suceda... Quisiera que supieras que eres alguien muy especial para mí. Que al instante de verte, entraste en mi corazón, aunque no conozcas quién soy... realmente quería que supieras mis sentimientos por ti...

Atte. Alguien que te ama a la distancia."

Las mejillas de la joven estaban completamente sonrojadas. ¿Quién habría digo esa persona que escribió aquellas palabras tan hermosas? En ese momento se sentía muy feliz, pero algo hizo que su sonrisa desapareciera. En la carta se mencionan intentos fallidos... ¿y si ella era otro intento fallido? ¿Y si aquellas bellas palabras que habían volado hasta ella eran para otra persona? Eso la hizo desanimar profundamente, pero aún así, bajó hacia su cuarto y con mucha delicadeza guardó aquella carta entre sus cosas más valiosas, aún con la esperanza de que fuera para ella.