|7| Avanzar hacia lo que ofrece el mañana
Justin bloqueó la puerta, encerrándose a sí mismo en el pequeño trastero. Se sentó en su cama y ésta produjo un leve chirrido bajo su peso. Apretó algunas teclas de su celular antes de posicionarlo junto a su oído para escuchar los continuos pitidos que indicaban la llamada saliente. Aquel sonido se detuvo cuando, del otro lado de la línea, atendieron.
—¡Hola, Jay!
Al instante que oyó la voz de Linda, una sonrisa curvó los labios de Justin y un cosquilleo se gestó en su pecho.
—Hola, Lin —saludó, tumbándose de espaldas sobre el colchón— ¿Cómo estás?
—Agotada —respondió ella— Hoy practicamos durante cuatro horas por la tarde. Siento cada uno de mis músculos arder.
En tres días iniciaría el campeonato para los equipos de fútbol universitarios, por lo que también empezaba la temporada de las animadoras. La semana antes de cada presentación, el grupo se dedicaba a extensos ensayos que dejaban molidas a sus integrantes.
Aunque había otros factores influyendo en el cansancio de Linda...
El domingo anterior, el club del cual ella y su padre eran fanáticos había ganado el torneo más importante de la liga. Por supuesto, habían asistido a la cancha para ver la final y, luego, habían salido a festejar con el plantel. Aquella trasnochada le había costado caro a la hora de afrontar el inicio de su semana.
Además, el despiadado tiempo seguía transcurriendo. Otro mes se había cumplido desde la partida de Logan y éste aún no regresaba. Había llegado ya a los siete meses y cinco días. Linda intentaba no pensar en ello, pero sabía que solo estaba engañándose a sí misma al ignorarlo. Debía empezar a tomar conciencia para afrontarlo, para aceptar que, probablemente, él ya no volvería.
Ese pensamiento era como el filo de un puñal clavándose en su corazón. Ya no soportaba vivir de ese modo, tambaleando entre la angustia y la negación. Había compartido una charla con sus amigas y ellas le recomendaron que asistiera a algunas sesiones de terapia. Dado que Linda misma estaba estudiando psicología, sabía que un profesional podía ayudarla a transitar ese proceso. A pesar de que aún no había hecho ningún esfuerzo por buscar ese auxilio, estaba segura de algo: era momento de dar los primeros pasos para salir adelante.
Mientras tanto, procuraba mantenerse ocupada todo el tiempo. Los últimos dieciocho días se había dedicado de lleno a las porristas, a sus estudios, al fútbol, a su familia, a sus amigos... a Justin Bieber.
—¿Cómo estás tú? —inquirió a través de la llamada— ¿Qué tal el día en la farmacia?
—Tranquilo. Lo peor vendrá en invierno, cuando broten los resfríos —comunicó Justin— ¿Y cómo va el cuadro? ¿Tus amigas aceptaron esos cambios que se te habían ocurrido?
—Oh, sí. Les encantaron. Los ensayamos hoy y, te lo juro, quedaron fantásticos.
El chico percibió aquel ferviente entusiasmo de su interlocutora y se sintió aún más interesado por saber de qué se trataba aquella exhibición. Con timidez, sugirió:
—D-deberías gra-grabarlo y mo-mostrármelo el p-próximo almuerzo.
—¡¿Cómo?! —exclamó Linda— ¿No vendrás a verme?
La interpelación tomó por sorpresa al aludido. No esperaba que lo invitara, ni que lo tuviera en cuenta en un momento tan importante para ella. Nadie lo había llevado jamás a ese tipo de eventos y, aún si lo hubieran intentado, estaba seguro que hubiese rechazado la oferta. No era el tipo de lugar donde se sintiera cómodo. Además, era imposible que asistiera a ese acontecimiento en particular sabiendo que James estaría jugando esa noche. No podía permitir que su hermano supiera de su amistad con Linda porque se empeñaría en arruinarla, así como se empeñaba en arruinar todo lo potencialmente bueno en su vida.
—Lo siento, no creo que pueda —declinó.
—Es que voy a pasarme el día practicando y no vamos a poder vernos al mediodía, pensé que podrías venir en la noche —comentó la muchacha— Y las chicas de verdad querían conocerte.
—¿Las chicas? —repitió Justin, sorprendido.
—Sí. Les he hablado tanto de ti que ya me exigían una presentación oficial.
—¿Les has hablado de mí? —continuó interrogando, con mayor estupefacción.
—¡Claro que sí! —proclamó Linda— Somos amigos, ¿no?
Esas palabras y la idea de Linda hablando sobre él con sus amigas, asentaron un extraño mas agradable cosquilleo en el estómago de Justin. Si ella hablaba de él, significaba que pensaba en él... ¿tanto como él pensaba en ella?, se preguntó. A veces, se sumía en sus pensamientos, evocando la imagen de la muchacha sonriendo o reproduciendo cosas que le había dicho.
Sabía que estaba dejando a sus sentimientos ir demasiado lejos, pero también entendía que todo era platónico, un simple ensueño en el que le gustaba regodearse solo para sentir algo que no fuera pena. Linda había llegado a su vida hacía casi un mes y estaban forjando una buena relación, nunca dejaría que sus emociones cruzaran un límite más allá de la mera amistad, principalmente, porque era plenamente consciente que jamás tendría una oportunidad de esa índole con ella. Solo se contentaba con absorber esas pequeñas sensaciones hasta que llegara la hora de extirparlas por completo.
Mordió su labio inferior para evitar sonreír.
—Sí, somos amigos —confirmó.
—Entonces, ¿vendrás —insistió la chica.
—Está bien, lo haré —cedió, permitiendo que la sonrisa floreciera.
Casi se arrepiente de su decisión cuando se encontró en las enormes gradas del campus aquel sábado por la tarde. El sol se estaba escondiendo detrás de un arco, pero los reflectores eran tan potentes que exterminaban las sombras y hacían resplandecer el césped a pesar de la oscuridad. Había varias personas en la cancha, todas utilizando atuendos de colores similares, por lo que se podía conjeturar que pertenecían al personal de los equipos. Alrededor de Justin, se encontraban centenas de aficionados hablando entre ellos, riendo, ingiriendo comida chatarra y haciendo un increíble barullo, producto de la emoción que todos sentían.
El joven, por su parte, solo era capaz de experimentar una tortuosa inquietud. Procuró escoger un asiento cercano a las escaleras que lo guiaban a la salida. Ese mismo día, había comprado una camisa y unos pantalones decentes para usar en la ocasión, sin embargo, en su afán por pasar desapercibido, se había puesto sobre sus nuevas prendas uno de los buzos que había heredado de James. Éste le quedaba holgado, al punto que el largo se extendía hasta sus rodillas, las mangas tapaban sus manos y el gorro llegaba a obstruir su visión. Tuvo que levantarlo un poco para mirar a través de él cuando los reflectores disminuyeron su potencia y el sonido a su alrededor se detuvo abruptamente, reduciéndose a suaves murmullos.
Una sola luz apuntaba la mitad del campo, donde un hombre se encontraba de pie, sosteniendo un micrófono.
—¡Buenas noches! ¡Bienvenidos al partido inaugural de esta nueva temporada! —exclamó y gritos de júbilo estallaron en las gradas— En estas rondas clasificatorias, los equipos están jugando por un lugar en los octavos de final del campeonato. Se presentarán ante ustedes esta noche los muchachos de Gold North —más vítores— contra los muchachos de West Spring —frente a esa mención, comenzó una ola de abucheos.
»—Pero antes de dar comienzo a la primera batalla de esta apasionante guerra, me honra presentar a una pieza fundamental de nuestro equipo, a quienes nos brindan el apoyo y la alegría que necesitamos, nuestras bellas, deslumbrantes y talentosas animadoras: ¡las Golden!
El voceo de la multitud explotó como un rugido y, cuando varias señoritas aparecieron bajo la luz de los reflectores haciendo piruetas, múltiples silbidos atravesaron el aire.
Justin no estaba preparado para tal impacto. Y tal impacto era Linda en su uniforme de porrista. Sin percatarse siquiera, sus labios se abrieron mientras la observaba. La joven realizó una última voltereta lateral, (haciendo que su falda se diera vuelta, pero revelando que llevaba un corto short debajo) y terminó posicionándose en el campo, frente a las gradas.
La música empezó a sonar y el baile acrobático de las chicas se acoplaba perfectamente al ritmo. Justin se sentía cautivado por la forma en que coordinaban sus movimientos y retuvo el aliento cuando varias de ellas impulsaron a Linda hacia arriba. Ella dio dos vueltas en el aire antes de aterrizar de pie en el suelo en una caída prolija. Él no se dio cuenta que había empezado a aplaudir hasta que vio sus propias palmas chocando con fuerza frente a sus ojos, así como las del resto de los espectadores.
—¡Magnifico! ¡Maravillosas! —aduló el relator, acercándose a las animadoras que habían tomado unas porras y formado una línea al costado del campo— Ahora es momento de recibir a nuestro equipo, ¡Gold North!
Empezó a anunciar los nombres de los jugadores a medida que cada uno de ellos emergía a la cancha. Uno a uno, pasaban por al lado de las porristas mientras éstas vitoreaban palabras de aliento. La mayoría chocaban puños con ellas, aunque algunos eran más efusivos y las abrazaban.
Cuando Justin escuchó el nombre de su hermano expelido por los parlantes, se achicó en su asiento e inclinó la cabeza hacia abajo, mas vislumbró como éste enredaba sus brazos alrededor de Linda. Resopló y dejó que el gorro tapara su vista, ignorando el malestar que, de repente, se gestaba en su estómago.
Pero James no fue el único emocionado por ver a la capitana de las animadoras. Cuando el entrenador del equipo, Fabrizio D'amico, salió de los vestuarios, se acercó a la chica y la abrazó con fuerza. Justin sonrió débilmente ante la imagen. Sabía que aquel se trataba de su padre y el cariño que emanaba aquel gesto producía que se sintiera tan conmovido como melancólico. Él jamás había recibido ese tipo de afecto por parte de su familia.
El juego era ya algo que no le interesaba, por eso se escabulló hacia las escaleras cuando dio comienzo. Había cumplido con su promesa de asistir y ver el cuadro de su amiga, así que era libre para irse, aún cuando algo dentro de él quería quedarse y hablar con ella. Esa había sido su esperanza en un principio, por eso se había esmerado en arreglar su apariencia, no obstante, cuando vio aquel espectáculo (lo bella que la joven se veía, la cantidad de gente que la rodeaba) empezó a sentirse desanimado. No había forma que encajara allí... Que encajara con ella.
Todos los presentes estaban absortos en el partido, por lo que llegó al último peldaño sin percance, mas cuando bordeó las gradas y se encaminó a la salida del campo, pudo discernir (a pesar de los ruidos del juego), que alguien gritaba su nombre.
—¡Justin!
Miró sobre su hombro para encontrar a Linda corriendo en su dirección. Fue tal su sorpresa que detuvo su andar, quedando estático en su lugar.
—Jay —jadeó ella, sin aliento, cuando estuvo frente él— ¿Ya te ibas?
El aludido se giró, agachando su mirada al suelo para no revelar el rubor en sus mejillas.
—Eh... S-sí —confesó.
—Pero habrá una fiesta luego, ¿no quisieras venir?
Rápidamente, él negó con la cabeza y con sus palabras.
—N-no. No m-me gustan.
—Oh... ¿Y qué tal una cena? Iremos a comer con algunos de los chicos antes de la fiesta.
El muchacho levantó la vista para contemplar el rostro de su acompañante. Lucía expectante, casi esperanzada... y hermosa.
—¿James irá? —inquirió con cautela.
—Por supuesto que no —le aseguró con rotundidad.
Y, una vez más, Justin cedió ante ella.
Se reunieron en el estacionamiento más tarde, cuando el partido concluyó y Gold North se consagró como ganador. Debido a ello, el ánimo de los jóvenes que se dirigían a sus coches estaba por las nubes. Incluso la sonrisa que Linda exhibía era más amplia de lo habitual. Ella asombró a Justin al darle un beso en la mejilla cuando se acercó.
—Acabo de tomar una ducha así que ahora sí puedo saludarte apropiadamente —explicó.
Él apenas procesó sus palabras. Sus sentidos seguían atentos en el punto donde los labios de la chica habían hecho contacto con su piel.
—Así que, ¿qué te pareció el cuadro? —indagó Linda.
—E-espectac-cular. E-estuviste... Estuvieron maravillosas.
—¿En serio lo crees? Percibí un par de desprolijidades en los trucos —expresó ella con cierto pesar.
—¡Para nada! No soy un experto, pero a mí me pareció impresionante.
—¡Gracias, Justin!
El chico también estaba agradecido, pero por el hecho de que ella se hubiera cambiado de ropa y ya no portara el uniforme. Verla con éste era apabullante, no solo por lo atractiva que se veía, sino porque le recordaba a su baja autoestima cuán mal lucía él.
Se había quitado el enorme buzo y lo tenía colgando de un brazo en ese momento. Deseó ponérselo otra vez a modo de escudo y la potencia de ese deseo aumentó cuando descubrió que Linda estaba echándole un vistazo a su apariencia.
—Hey, luces muy bien —comentó la chica, sonriéndole de forma amigable.
El calor subió por el cuello de Justin directo a sus mejillas. Sabía que el tono rojizo ya había pintado la totalidad de su cara. Mordió su labio inferior y miró al suelo.
—Gra-gracias —murmuró— T-tú eres... estás p-preciosa —profirió.
—Ow, Justin, muchas gracias.
—¡Linda de mi corazón! —exclamó una muchacha, al tiempo que se acercaba junto a otras dos— ¿Lista para irnos?
Linda asintió antes de presentar:
—Jay, ellas son Rose, Annie y Cora —señaló a cada una respectivamente— Chicas, él es Justin.
Ellas lo saludaron de manera entusiasta y él balbuceó algunas palabras en respuesta. Se sentía expuesto frente a sus miradas y, probablemente, su incomodidad era visible, porque Linda se apresuró en desviar la atención hacia el automóvil donde viajarían hasta el restaurante.
Quien iba a desempeñar el papel de conductora, Rose, preguntó a Linda si tomaría el lugar del copiloto, pero ésta negó y, en cambio, se colocó junto a Justin en el asiento trasero. El joven estaba agradecido por eso, ya que no hubiera soportado la avalancha de preguntas con las que fue acosado durante el trayecto si su amiga no hubiese estado junto a él para aplacarlas.
Se encontraron en el local de comidas con otros dos muchachos. Al realizar las pertinentes introducciones, Justin fue informado que uno de ellos era novio de Cora y el otro se llamaba Chad, ambos jugadores del equipo. Él se presentó como un amigo de Linda, evitando nombrar a James. Los siete se sentaron a una mesa y fueron muy amables al integrarlo en cada conversación, procurando que no quedara fuera.
De hecho, a medida que avanzaba el tiempo, sus nervios e inquietudes empezaban a disiparse y encontraba cada vez más agradable estar en compañía de aquel grupo. No estaba acostumbrado a tratos tan afables y, por primera vez en mucho tiempo, estaba experimentando algo de alegría...
Pero ninguno de ellos sabía sobre su condición, ni sobre su historia. Ninguno de ellos lo conocía realmente y no podía empujar fuera de sí el miedo de que, si realmente lo hicieran, no estaría siendo aceptado. Estaría siendo despreciado y ultrajado, como con su propia familia.
Se esforzó en apartar esos pensamientos. Las heridas que habían causado en él desde que era un niño siempre terminaban por abrirse y sangrar, nunca terminaban de sanar por completo. Dejó el tenedor en su plato al tiempo que tomaba una profunda respiración.
No iba a dejar que sus cicatrices arruinaran esa noche. Todavía guardaba la esperanza de seguir adelante.
Linda ya se había percatado de las miradas furtivas que Annie le dedicaba a Justin. Era difícil ignorarlas pues éste último estaba sentado justo a su lado. Le sonrió a su amiga cuando la descubrió mirando al muchacho una vez más y ella apartó la vista de inmediato, avergonzada. Había conocido a Annie durante mucho tiempo y sabía que era una joven dulce. Pensó que Justin y ella, combinando sus personalidades, harían una bonita pareja.
Pero no era el momento indicado para ponerse a pensar en relaciones. No cuando aquella había sido la primera presentación profesional del cuadro a la que Logan no había asistido.
Siete meses y cinco días.
Sintió que el chico a su lado tensaba su cuerpo y luego soltaba una profunda exhalación. Giró su atención hacia él.
—¿Estás bien? —inquirió.
El velo taciturno que nublaba los ojos de Justin desapareció cuando parpadeó y los enfocó en Linda.
—Sí. Sí, estoy bien —aseguró.
—Oye, entonces ¿de verdad tocas la batería? —le preguntó Chad de repente, trayendo a colación un comentario que él había hecho minutos antes.
—Eh... S-sí.
—Y también la guitarra —agregó Linda.
—S-solo un poco —contrapuso Justin, sonriendo, mientras volvía a enfrentar su mirada con la de ella.
Se percató que sus rostros estaban a poca distancia y los nervios brotaron en su interior, así que giró su cabeza una vez más y se encontró con una de las muchachas, aquella llamada Annie, observándolo. Ésta rompió el contacto visual enseguida, centrándose en su comida.
La charla se extendió hasta que terminaron el postre, momento en el que los teléfonos de todos los presentes (excepto el de Justin) empezaron a ser atacados con infinidad de mensajes.
—¡Jo-jo! Parece que la fiesta está se poniendo buena —clamó Chad, sonriendo al contenido que acababa de recibir en su móvil— Deberíamos ir yendo.
El resto coincidió con el plan, por lo cual pagaron la cuenta y se dirigieron al exterior del restaurante. Justin anunció que se iría a su casa entonces y se sorprendió al recibir calurosas despedidas.
—Fue bueno conocerte, amigo —le dijo Chad— Espero verte pronto.
Incluso Annie se acercó a él y plantó un beso en su mejilla. Si bien no sintió ese encanto como cuando Linda lo había hecho, le sonrió ampliamente en retribución al gesto.
Los demás ingresaron a sus coches, pero Linda se mantuvo de pie junto a él.
—Muchas gracias por venir, Justin —le dijo con sinceridad.
El joven la miró a los ojos fijamente, mostrando una sonrisa.
—Somos amigos, ¿no? —repitió las palabras que ella le había dedicado hacía unos días.
La aludida asintió.
—Sí, somos amigos.
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