|20| Si nada es eterno, tampoco lo es la dicha
La negrura de la noche había acaparado el cielo, oscureciendo la tierra e impidiendo que Justin distinguiera las cosas con claridad. Sin embargo, el alumbrado público le bastaba para percibir los rasgos de la persona situada a pocos metros y tuvo que parpadear repetidas veces para cerciorarse que ésta no era un producto de su imaginación.
Aquel chico era tan parecido a él que verlo le provocó una sensación de irrealidad, como si estuviera en un sueño. Lo observó fijamente durante unos segundos, la estupefacción le impedía reaccionar de otra forma. A su cerebro le costó librarse del pasmo que lo aprisionaba y comenzar a funcionar correctamente, mas cuando lo hizo, finalmente reconoció quién era ese muchacho y cayó en cuenta de la situación.
Estaba de pie ante su hermano.
Sus emociones pasearon desde el asombro hasta la intriga, cargando siempre una agobiante inquietud. Pero otra especulación hizo que llegaran al malestar:
Estaba de pie ante el ex novio de Linda.
Fue entonces que se sintió capaz de apartar su vista de Logan Roy. Pasó a fijarla en la chica y ella le devolvió la mirada. Sus ojos exhibían tanta impotencia que se sintió enojado con aquella presencia evidentemente indeseada.
—¿Qué está haciendo él aquí? —murmuró entre sus dientes, apenas moviendo sus labios, como si quisiera preservar sus palabras de ser escuchadas por el otro.
—No lo sé —respondió sinceramente Linda.
La angustia era audible en su voz resquebrajada, por lo que Justin tuvo de inmediato el instintivo impulso de protegerla. Volvió a centrarse en el muchacho, el enfado contra éste dándole la valentía necesaria para espetarle:
—¿Qué estás haciendo aquí?
Esa vez, su interrogante salió expelido con mayor volumen y áspera firmeza. Pero no recibió respuesta. Los ojos de Logan estaban posados en Linda y fue a ella a quien se dirigió:
—Vine para devolverte esto —levantó el libro a la altura de su cabeza, dejándolo al descubierto— Sé que lo necesitas para mañana.
Con un brusco movimiento, tiró el objeto en dirección a su ex novia, el cual voló por el aire hasta aterrizar cerca de los pies de ésta. Luego, con manifiesta indiferencia, como si no acabara de encontrarse con su hermano de sangre por primera vez desde niños, como si no acabara de desmoronar el mundo de Linda una vez más, como si nada, metió las manos en sus bolsillos y se dio la vuelta para comenzar a alejarse caminando con parsimonia calle abajo.
La porrista se agachó con rapidez para recoger el libro y tomó la mano que Justin le ofrecía para caminar juntos hacia la entrada de su departamento. Cuando ingresaron, procuraron encerrarse en el dormitorio de la joven para tener privacidad. Rose estaba allí, y aunque se encontraba ajena a la situación, tomando un baño como delataban el sonido de la ducha encendida y sus leves tarareos, no tardaría mucho en salir.
—Lin, ¿quieres que te traiga un poco de agua? —ofreció el chico mientras su pareja tomaba asiento en el colchón.
Ella negó con la cabeza, tomando una profunda inhalación y limpiando con la manga de su remera los rastros del llanto que aún prevalecían en su rostro.
—No. Estoy bien —afirmó tajante.
Justin sabía que aquello no era cierto, no obstante, también sabía que era inútil insistir. Conocía a Linda demasiado bien para entender que cuando se cerraba de esa forma, aparentando una obstinada fortaleza, no había nada que la hiciera doblegarse.
Habían hecho todo el progreso en cuanto abrirse uno al otro. Ya no existían momentos así, en los que se ponían una armadura alrededor, dejándose afuera incluso entre ellos mismos, mas notaba que la aparición de Logan había hecho que ella volviera a retraerse.
Suspiró a causa de ello y se acercó a la cama para sentarse junto a su novia. Le rodeó los hombros con su brazo y la estrechó a su costado.
No se sentía personalmente afectado por el encuentro. Sí, Logan era uno de los pocos familiares de sangre que tenía, pero no lo percibía más que como un extraño al que deseaba golpear por haber lastimado a la mujer que amaba profundamente.
La misma mujer que, en el pasado, también lo había amado a él...
Ese pensamiento hizo que el miedo lo asaltara. Concluía lo mucho que la joven había amado a Logan por la cantidad de veces que lo había aceptado de nuevo en su vida a pesar de todo. De repente, sintió pánico ante la perspectiva de que, estando cerca uno del otro, el amor intenso que habían compartido volvería a germinar entre ellos.
Se separó de la muchacha para girar su cuerpo en el colchón de manera que podía hacer contacto visual con ella.
—Lin, tienes que prometerme algo... —urgió.
Ella lo miró. Su expresión lucía más serena, pocos vestigios quedaban de la crisis que había sufrido, aunque emana cierto aire taciturno, como si para lograr esa tranquilidad hubiera tenido que desconectarse de la realidad.
—¿Sí? —susurró.
—Prométeme que no vas a tener ningún contacto con él —pidió— No puedes permitirlo otra vez.
Linda elevó sus cejas y parpadeó varias veces. Trató de aplacar cada pensamiento y emoción que en ese momento se enredaban dentro suyo para centrarse en las palabras de su novio.
Por supuesto que lo más conveniente para su vida era olvidar esa noche y continuar distanciada de Logan Roy, pero no podía asegurar que él se mantuviera alejado. No había regresado solo para saludarla y devolverle un libro. Había regresado por ella. Siempre regresaba por ella.
Sabía que lo correcto era luchar contra la persistencia de su ex para no permitir que su pasado arruinara su feliz presente. Trató de convencerse en ese instante de que sería lo suficientemente fuerte para hacerlo.
Asintió con la cabeza, estirando su mano para acariciar la mejilla de Justin.
—No lo haré, Jay. Te lo prometo.
A pesar de la convicción en su voz, albergaba cierta duda. Tenía que deshacerse de sus debilidades. No debía romper su promesa. No debía lastimar a Justin. No debía lastimarse a sí misma de nuevo.
No debía... pero lo hizo.
Linda divisó la figura encapuchada sentada en las gradas justo cuando concluyó su práctica con las porristas, dos días más tarde. Supo de inmediato quién era. Ingresó a los vestuarios, se duchó y se cambió junto a sus compañeras, sin embargo, a la hora de marcharse, procuró quedarse atrás. Se sentó en los bancos y fingió que escribía nuevas técnicas en su cuaderno, justificando así su permanencia en el lugar.
Cuando las últimas chicas abandonaron el cuarto, agudizó su oído hasta que no logró distinguir sus voces, ni ningún otro sonido en el campo más que el sistema de riego. Entonces, se puso de pie y se dirigió hacia las gradas, donde Logan aún esperaba por ella.
Algo dentro suyo ansiaba casi con anhelo acercarse al muchacho. Lo adjudicó al hecho de que deseaba decirle que se alejara de su vida, que ya no lo quería cerca, que volviera a desaparecer. No obstante, cuando terminó de escalar los peldaños y se detuvo a su lado, no fue capaz de emitir sonido alguno.
Logan estaba exhalando el humo que había aspirado de un cigarrillo y la miraba fijamente. Él tampoco habló. Solo se dedicaron a observarse uno al otro mientras todo lo que habían transcurrido como pareja (el dolor, la pasión, cada sensación, cada momento) se cernía sobre ellos tal como una sombra espesa, favoreciendo a la confusión.
Finalmente, él rompió el intenso contacto visual. Dio una larga calada al cigarrillo para terminarlo. Exhaló, al tiempo que lo tiraba al suelo y lo pisaba con su zapatilla. Entonces, dijo:
—¿Recuerdas todas las veces que me ofreciste ayuda para salir de mi porquería y yo la rechacé?
Linda no respondió, mas sabía que su acompañante no esperaba que lo hiciera. Éste prosiguió:
—¿Estarías dispuesta a ayudarme ahora?
—¿A qué te refieres? —indagó la joven, cautelosa.
—Quiero cambiar, Linda.
La aludida se sintió muy asombrada. Jamás creyó que oiría a Logan decir eso, menos en ese momento.
—¿Por qué? ¿Por qué ahora? —fue lo único que pudo articular.
—Porque estoy cansado de la mierda que hago y de la mierda que soy —ofreció él como explicación— Eres la única persona que alguna vez me ha mostrado otra alternativa... Realmente necesito tu ayuda.
Linda suspiró, tomando asiento junto al chico y mirando el campo. Estaba contrariada. Un inmenso debate se desarrollaba dentro de ella, pues siempre había deseado rescatar a su ex novio, mostrarle un lado más brillante de la vida para que él fuera feliz. Para que ambos fueran felices. Juntos. El problema radicaba, precisamente, en que ya no estaban juntos. Ya no era su responsabilidad velar por el bienestar de Logan.
Además, le había hecho una promesa a Justin...
Justin.
De repente, fue impactada por la verdadera naturaleza de los acontecimientos. Ya no se trataba solo de su historia de amor. Había un trasfondo más enrevesado que incluía tragedias, mentiras, familias destrozadas.
—Logan, —pronunció, girando su cuerpo en el asiento para enfrentarlo— Tú... Tus padres... Tuvieron otro hijo y...
—Sí. Él es mi hermano, lo sé —la interrumpió, denotando indiferencia.
—¿Lo sabías? —inquirió, perpleja.
—Tengo algunos recuerdos y había fotografías en la casa de mis padres.
—Pero ¿por qué nunca lo buscaste? ¿Por qué nunca intentaste contactarlo?
Él se encogió de hombros, diciendo:
—¿Por qué lo haría?
—¡Porque es tu hermano!
—¿Y qué importa? No es más que un código genético compartido, no lo hace relevante.
La estupefacción debió ser evidente en el rostro de Linda, porque Logan agregó:
—De todas formas, lo intrigante no es que yo lo sepa, sino cómo es que lo sabes tú y, específicamente, qué demonios haces jugando a los abrazos y a los besos con él.
La porrista sintió el calor cosquillear en sus mejillas y supo que se estaba ruborizando. Había percibido la clara acusación en la voz de su interlocutor y, por un breve segundo, se sintió merecedora de su juicio. Después de todo, no era algo prudente terminar con alguien y luego salir con su hermano. Sin embargo, enseguida se recobró. Él mismo acababa de admitir que su vínculo fraternal con Justin ni significaba gran cosa.
—No estoy jugando a nada —murmuró.
—¿Descubriste su existencia buscándome? —interrogó el muchacho.
—No —se apresuró a negar ella— Lo conocí por casualidad.
—Ya. Casualidad.
—¡Es cierto!
—El mundo no es tan pequeño, Linda —apuntó él con manifiesto cinismo.
Aquella insinuación provocó que el enojo brotara de la chica.
—Piensa que lo se te dé la gana, —escupió— pero lo mío con Justin no tiene nada que ver contigo.
Logan la observó con vehemencia durante varios segundos. Los dos sabían que, si respondía a eso, una de sus típicas peleas comenzaría. Aspiró con fuerza y suavizó su expresión tensa justo antes de dirigir su mirada al campo frente a ellos.
Esa acción tomó desprevenida a Linda, quien ya estaba preparada para la batalla. Lo imitó, procediendo a observar la extensión de césped, el cual brillaba por el sol reflejado en las gotas que acababan de regarlo. Notó que una figura femenina deambulaba por la cancha. No parecía que estuviera haciendo algo en particular y cruzó la salida del campo pocos segundos después de ser detectada.
—Lo único que quiero es ayuda —habló Logan, captando la atención de su acompañante nuevamente— Solo quiero conocer lo que es una buena vida. Nada más —murmuró.
El corazón de Linda cedió en ese instante. No había manera en que pudiera decirle que no a eso. No había manera en que pudiera decirle que no a él.
Suspiró, frustrada consigo misma. Pensó con amargura que, después de todo, aquel era su problema patológico: No podía decirle que no a Logan Roy. Siempre estaba ahí para él y él para ella, como si uno fuera parte del otro. Y, en un sentido insano, sumamente perjudicial, así era.
Lo miró a los ojos una vez más, recordando exactamente cómo se sentía cuando vivía y moría solo por él. La dependencia emocional que existía entre ambos siempre había sido patente. Sus ánimos y actitudes siempre estaban sujetos a cómo estuviera su relación.
Cuando su ex novio se marchó, Linda había tenido que esforzarse mucho por cortar ese lazo dañino que los unía. Y, aunque había logrado desintoxicarse, tal como un adicto, solo le bastó volver a tener el mínimo contacto con la droga para entregarse a ella otra vez. Porque en el momento que pronunció en voz alta que estaba dispuesta a ayudarlo, sintió que estaba recayendo en Logan.
Repentinamente, tomó consciencia de la cercanía entre sus rostros y, por tan solo una milésima de segundo, tuvo el impulso de inclinarse y besar sus labios como había hecho tantas veces en el pasado. Aquella incitación la causó verdadero pánico. Se puso de pie dando un salto, sus extremidades temblaban y su corazón golpeaba su pecho con frenesí.
A partir de entonces, el sentimiento de culpa pesó como un lastre dentro de la joven. Se hizo todavía más tedioso cuando Justin la recibió en su departamento por la noche, con esa enorme sonrisa que exhibía cuando la veía, y se sentaron uno al lado del otro a la mesa para comer una cena ligera.
—El profesor dijo que mi capacidad de asimilar las notas tan solo de oído es admirable. Dice que tengo un don para el lenguaje de la música. Es un poco irónico, ¿no? —comentó él.
A pesar del sarcasmo evidente en su voz, una alegre sonrisa curvaba sus labios. Linda intentó imitarla mientras contestaba:
—Eres un excelente músico, Jay. Sé cuánto amas lo que haces y eso se traduce en lo bueno que eres.
Luego de emitir eso, dio otro pequeño bocado a su porción de pizza, pero aún se le hacía difícil masticar y tragar a causa del nudo en su estómago.
—Gracias, mi bella princesa... Ahora, ¿vas a decirme qué te sucede?
La aludida se mostró sorprendida por la interpelación. Había estado haciendo un buen trabajo en ocultar la afección que sufría, mas su novio podía ver a través de ello. A veces, olvidaba que él también era experto disfrazar penas.
No obstante, ella continuó cerrándose:
—Solo estoy un poco cansada.
Justin se acomodó en su silla para mirarla de frente al tiempo que estiraba su brazo para tomarla de la mano.
—¿Estás segura que es solo eso? —indagó.
La preocupación que él evidenciaba hacía que Linda se sintiera peor.
—Sí —susurró.
El chico se inclinó e hizo que los labios de ambos se rozaran.
—Sabes lo mucho que te amo, ¿verdad? —murmuró— Y que eres el centro de mi universo.
Al culminar su oración, finalmente la besó. En ese instante, todo lo demás se esfumó de la mente de la muchacha. Lo único que existía era ese dulce beso y quien se lo estaba proporcionando.
Amaba a Justin. Estaba segura de ese amor, y no podía dejar que algo lo arruinara. Si se había confundido por la tarde cuando estaba en las gradas junto a su ex, no había sido más que por las viejas costumbres. Nocivas costumbres.
Ya no quería eso. Ya no quería a Logan. Lo dejaría ir en cuanto terminara de brindarle la ayuda pertinente.
Percibió que su boca y la de Justin conectaban con mayor urgencia mientras él metía una sigilosa mano debajo de su camiseta. Con los dedos, trazó un camino por su estómago, provocándole cosquillas, hasta que llegó a uno de sus pechos y lo acunó en su palma. Lo apretó, separándose un centímetro de su novia para tomar aire y anunciar con voz ronca:
—Eres tan hermosa.
Cuando cayó dormida esa noche, entre los brazos de la persona que amaba, luego de haber hecho el amor con ésta, Linda tuvo pesadillas.
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