|16| Antes de la paz siempre existe tormento
Justin se quedó inmóvil, al punto que ni siquiera parpadeaba mientras observaba fijamente la fotografía. Pasaron largos segundos, o tal vez minutos, su noción del tiempo estaba distorsionada. No sabía si todo a su alrededor se había vuelto silencioso o era que incluso sus oídos se habían sellado y no podía percibir nada más que los pensamientos arremolinados en su cabeza. Su mente estaba procesando todo lo que sucedía y cada descubrimiento al que llegaba como conclusión resultaba ser más lamentable que el otro.
De repente, cerró sus ojos y los apretó con fuerza, como si acabara de recibir un duro golpe y solo pudiera concentrarse en el dolor que el mismo había provocado. Se tambaleó hacia atrás y buscó apoyo en el respaldo del sofá.
—¿Justin? —la voz de Linda atravesó la bruma en la que se encontraba sumido, mas no abrió sus párpados— ¡Justin! ¿Estás bien?
—Eso era... —logró articular el joven, aunque en un murmullo inaudible.
—Jay, ¿necesitas que traiga algo? ¿un poco de agua? —ofreció su novia, preocupada.
—Eso era —repitió él, con mayor firmeza.
Finalmente, abrió sus ojos, pero éstos se encontraban llenos de lágrimas que tornaban su visión borrosa.
»—Por eso quisiste acercarte a mí —continuó enunciando, angustiado— Por eso insistías en mantener contacto conmigo... —dejó que las gotas cayeran de sus lagrimales y empaparan sus mejillas— Porque me parezco a él —culminó.
Linda miró al suelo, evitando el contacto visual con su novio. No soportaba verlo emanar tal pena y, además, se sentía expuesta ante esas palabras.
—No... —pronunció, dubitativa, hasta que decidió esclarecer— Bueno, al principio sí...
Justin se alejó de ella rápidamente. Rodeó el sofá y se sentó sobre éste, apoyando sus codos en las rodillas y escondiendo el rostro entre sus manos.
—Justin, escúchame —rogó la chica, tomando asiento a su lado— Sí, estaba asombrada al principio, fue una impresión muy grande para mí. Pero todo cambio cuando llegué a conocerte mejor, en serio, ya no se trataba de eso.
—Por eso me pediste mi número de teléfono cuando nos conocimos, por eso me llamaste cada noche... —continuó él, ensimismado— ¿Sabes? Todos los días me preguntaba por qué tú te estabas fijando en mí —una carcajada amarga abandonó sus labios— Ahora lo entiendo. Por supuesto, no estabas fijándote precisamente en mí.
—Sí que lo hacía —repuso ella con voz firme— No pasó mucho antes de que te viera por lo que de verdad eres...
—¿No pasó mucho? —cuestionó Justin, irguiendo su postura y girando su rostro para poder ver a su pareja a los ojos— Dime: cuando me invitaste a almorzar aquel primer sábado, ¿realmente querías salir conmigo o... o solo querías... o solo querías verlo a él?
—Justin... —murmuró Linda.
Se sentía incapaz de admitir la verdad en voz alta, pero eso no era necesario: la expresión afligida en su semblante fue toda la respuesta que su novio necesitó.
Él volvió a esquivar su mirada.
—Necesito estar solo —susurró.
—Justin, por favor...
—En serio, necesito estar solo —la interrumpió, sonando casi desesperado.
Linda se quedó a su lado durante tres segundos más, todavía debatiendo en su interior si debía continuar insistiendo, no obstante, conjeturó que lo mejor era permitir al muchacho esclarecer sus emociones y pensamientos para poder hablar con mayor tranquilidad en el futuro.
Se puso de pie y caminó hacia la puerta, donde vaciló otro segundo, mas finalmente terminó por abrirla y cruzar el umbral hacia el exterior, abandonando el departamento.
Apenas escuchó la puerta cerrarse, Justin volvió a inclinarse sobre sus rodillas, mirando las lágrimas que caían libres de sus ojos golpear el suelo. La revelación era demasiado abrumadora para él y, en realidad, quería que Linda se quedara a reconfortarlo, pero no podía evitar sentirse desilusionado.
Cuando se conocieron, creyó que había logrado llamar la atención de la joven por sí mismo, creyó que ella había visto algo en él lo suficientemente digno de estima. Sin embargo, en ese momento, creía que no era así. No había sido algo suyo lo que había despertado el interés de Linda y aquello era otro duro golpe a su ya dañada autoestima.
Rumió en ese momento que no había nada significativo en su persona. De hecho, ni siquiera sabía quién demonios era su persona. No era un Bieber y, por mucho que eso lo hiciera feliz, se había quedado sin una raíz a la que aferrarse.
Entonces, aparecía ese indicio, ese condenado indicio, señalando que estaba emparentado con el ex novio de su novia.
Soltó un resoplido, manifestando con aquel gesto lo exasperado que se sentía por los golpes que la vida no paraba de proporcionarle.
Volvió a mirar la foto, la cual había dejado suspendida en el respaldo del sofá. Logan era, realmente, tan idéntico a él que se estremeció mientras lo observaba. Tenían que ser parientes cercanos para parecerse de tal impactante manera.
No sabía mucho de ese tipo, solo que había compartido un largo noviazgo con Linda y que, en ese período, la había lastimado profundamente, dejando en ella varias heridas emocionales. Justin, como su actual pareja, era capaz de discernir algunas claramente, así que estaba convencido del impacto negativo que significaba Logan... Y éste, probablemente, era su familia.
Familia.
La palabra ya sonaba extraña para él, como uno de esos términos inventados ("unicornios", "dragones") cuya meta única era señalar una mera fantasía. Deseaba poder darle algún grado de realidad, aún si ésta era dolorosa.
Buscó su teléfono celular y marcó el número de Fabrizio D'amico.
—Mi contacto en el registro civil me envió los archivos de nacimientos —comunicó el hombre el sábado siguiente al mediodía, cuando se encontraron en un bar.
Aquellas palabras lograron captar la atención de Justin. Éste se encontraba sentado a la mesa de forma que enfrentaba, no solo a su acompañante, sino también a la puerta, y no paraba de mirar en dirección a ésta, esperando que Linda entrara.
No la había visto desde el jueves, día en que ella le había revelado, con aquel colgante y esa fotografía, la noticia que volvió a cambiar su mundo por completo. Había sido comprensiva y le había dado espacio, diciéndole que la llamara cuando se sintiera listo para hacerlo.
Por supuesto, él procedió a hacerlo poco tiempo después, exactamente la noche del viernes. Sin embargo, no había hablado mucho con ella. Simplemente, le pidió que estuviera allí ese día. A pesar que todavía se sentía contrariado con respecto a su novia, sabía que solo su presencia podría brindarle soporte en medio de tanta incertidumbre. Ella era la persona con quien se sentía seguro, la única a quien quería a su lado en ese momento.
—¿A-archivos de na-nacimientos? —repitió, centrándose en Fabrizio.
Éste asintió, sacando de su bolso deportivo un papel arrugado y poniéndolo sobre la mesa.
—Me dijiste que estabas seguro que tu nombre empezaba con J, por el collar. Así que me aventuré a creer que, al menos, el primer nombre y el cumpleaños que aparecen en tu identificación son verídicos —hizo una breve pausa, mirando fijamente la hoja, antes de continuar— El año en que naciste, en esta zona del Estado nacieron otros trescientos ochenta y ocho bebés bajo el nombre de "Justin". En el mes en que naciste, nacieron treinta y uno... —suspiró al tiempo que levantaba la vista y la clavaba en el muchacho— El día exacto en que naciste, lo hicieron solo dos.
Le tendió el papel, deslizándolo por la superficie de la mesa. Justin lo tomó y vio varias letras allí plasmadas, incluso algunos números. Trató de leerlas, pero los nervios acrecentaban su dificultad para adjuntar los símbolos correctamente y lograr comprenderlos. Solo pudo reconocer su primer nombre (a causa de las centenas de veces que lo había escrito a lo largo de los años).
Frustrado, exhaló con fuerza y estuvo a punto de confesar al hombre su incapacidad hasta que captó un movimiento con su visión periférica. Linda había llegado. Se encontraba de pie, al lado de la mesa, mirándolo fijamente con expresión alicaída.
—Hey... —murmuró, tomando asiento a su lado— ¿Cómo estás? —inquirió con suavidad, estirando su brazo para tocar el hombro del muchacho.
Él se relajó al sentir su tacto. Sus músculos aflojaron el tenso agarre que los endurecía y una ola de sosiego inundó su pecho, previamente afligido. Ofreció un breve encogimiento de hombros como respuesta, indicando así su confuso estado.
Su alivio fue mayor cuando Linda tomó el papel de sus manos con suma delicadeza y comenzó a leerlo en voz alta, sin detenerse a vacilar ni a esperar a que él se lo pidiera. Se sintió tan agradecido con su novia en ese momento que casi olvida lo dolido que había estado con ella esos días. Casi.
—"Justin Drew..." —Linda hizo una pausa para inhalar aire con brusquedad, como si, de repente, algo la hubiera pinchado— "Justin Drew Roy" —continuó, aunque su voz había comenzado a temblar— "3,352 kilogramos. Grupo sanguíneo A+. Padres..." —otro breve titubeo — "Padres: Travis Roy y Patrice Mallette"
Dejó el papel sobre la mesa en señal de que la lectura había concluido. Eso era todo. Y era más que suficiente.
Roy. Ese apellido había estado rondando en la mente de Justin por los últimos dos días. Aquel era su verdadero nombre, aquella era su verdadera identidad... Pero no lo sentía de esa forma en absoluto.
El malestar volvió a asentarse en su pecho y, esa ocasión, también subió hasta su garganta, obstruyéndola. Intentó desatar el nudo que lo asfixiaba a costa de tragar saliva, pero no logró mayores resultados.
Levantó la vista de su regazo para encontrar a Fabrizio observando fijamente a su hija. Ésta le devolvía la mirada y parecía como si se estuvieran comunicando algo a través de la misma. La joven fue la primera en romper el contacto visual y hablar (a pesar de que lo hizo en un susurro apenas audible):
—Travis es... Es el padre de Logan.
—Y Patrice Mallette es su madre —agregó el hombre— También lo vi en los registros de nacimientos.
Justin comprendió enseguida lo que intentaban decirle, aún si lo hacían de forma sutil para que el impacto no fuera tan grave (ni para él, ni para Linda)...
"Logan es tu hermano". Aquella era la traducción oficial.
Se dio cuenta que Linda había dejado caer su brazo y ya no estaba acariciándolo. Ellos estaban sentados tan cerca que, si abría un poco sus piernas, sus rodillas chocarían. Sin embargo, repentinamente, los escasos centímetros que los separaban se sentían como millas, y aquello entristecía a Justin en sobremanera.
Transcurrió un largo instante donde primó el silencio. Parecía que ninguno sabía realmente qué decir ni cómo afrontar las revelaciones que estaban siendo tiradas sobre la mesa.
—¿Cómo fue que terminó con los Bieber?
Linda fue la primera en hablar, formulando uno de los interrogantes más difusos.
—Conseguí comunicarme con una asistente social que trabaja para Defensoría de los Derechos del Niño —comentó su padre— Ella estaba vigente en la época que todo esto ocurrió. Cuando le nombré el caso, supo enseguida de quién se trataba. Tiene mucha información que aportar —dirigió su atención a Justin y sugirió con cautela— Si quisieras escucharla, puedo concertar una cita para esta noche.
El aludido asintió. Era mejor tomar todos los golpes juntos en vez de fraccionarlos y exponerse a un daño mayor en el futuro. No obstante, necesitaba unas horas para recomponerse antes de hablar con esa mujer. Se levantó del asiento, anunciando su partida.
—Yo también voy al campus. Puedo llevarte —ofreció su novia rápidamente.
Justin aceptó, aunque vaciló varios segundos antes de hacerlo. Quería estar en compañía de la joven tanto como quería reprocharle muchas cosas. Sabiendo que no era el momento adecuado, dejó para otra ocasión los temas que debían aclarar y se subió al auto con ella.
Se mantuvieron en silencio la mayor parte del viaje. Era evidente que la noticia los había afectado a ambos y, por consiguiente, al vínculo que compartían. No era fácil para Linda asumir que estaba saliendo con el hermano de su ex novio. Esa idea la incomodaba y producía que percibiera su relación un tanto ilícita.
Aparcó frente al departamento de Justin y, por primera vez desde que ingresaron al vehículo, miró a su acompañante. Él ya la estaba observando fijamente, mas, al hacer contacto visual, agachó su cabeza, ocultando el rubor que empezaba a teñir sus mejillas.
En ese momento, se olvidó de sí misma y su propia contrariedad. Lo único que le importaba era aportar al bienestar de su novio.
—¿Quieres que me quede contigo? —preguntó, preocupada por dejarlo solo luego del estrés al que había sido sometido.
Él negó con la cabeza, contestando:
—Qui-quiero, pero n-no es lo me-mejor ahora —mantuvo sus ojos clavados en la palanca de cambios mientras agregaba— ¿Po-podrías ve-venir en la noche, p-por favor? —imploró.
—Por supuesto, Justin —aseguró ella.
No faltó a su palabra. Volvió a encontrarse frente al departamento esa noche y, cuando Justin abrió la puerta, descubrió que tanto su padre como la asistente social ya se encontraban allí, sentados alrededor de la mesa.
La mujer, que rondaba los sesenta años, le sonrió a Linda al saludarla y, sorprendida, no pudo evitar hacer un comentario sobre la belleza de la misma. La joven agradeció el halago con cortesía, pero, como habituaba, no lo recibió con verdadero regocijo.
Para su fortuna, la asistente social no volvió a mencionar nada sobre su apariencia, sino que se aventuró a contar una de las historias más fatídicas que ella hubiera escuchado.
—Conocí a Patrice cuando ella estaba embarazada de su primer hijo —empezó a relatar— Era apenas una jovencita, sin recursos para mantener al bebé que venía en camino, pero estaba dispuesta a todo para cuidarlo como se debía. Se presentó en las oficinas de Protección Social, donde yo trabajaba entonces. La orienté para que asistiera a grupos de ayuda que, pronto, limpiaron su vida de las drogas que solía consumir y le conseguí una cita en Recursos Humanos. Ellos lograron encontrarle un puesto como empleada doméstica... Así fue que empezó a trabajar para los Bieber —expuso— Se encargaba de la limpieza y diversas atenciones para esa familia. Lo hacía con verdadero esfuerzo y dedicación porque sabía que aquel era el único ingreso que tenía. Su marido era un desempleado y las necesidades de su hijo corrían por cuenta de ella. Eso la volvió sumamente eficiente, por lo que los Bieber decidieron dejarla permanente en su puesto. Trabajó para ellos durante muchos años. De hecho, no solo tuvo a su primogénito, Logan, sino que volvió a quedar embarazada en ese tiempo...
La mujer realizó una breve pausa, poniendo su atención en Justin y dedicándole una pequeña sonrisa.
—Fue entonces que naciste tú, Justin. Junto con tu hermano, ustedes eran el motivo por el que Patrice luchaba día a día. Quería darles una buena vida, su sueño era verlos felices... —su voz se quebró y tuvo que carraspear para recuperar la firmeza de su tono— Su marido ya cuidaba de Logan cuando ella no estaba y se negó rotundamente a encargarse de ambos al mismo tiempo. Era un desperdicio de ser humano... —expresó, realizando una mueca con su nariz que delataba su disgusto — No me sorprende que no pudiera con dos niños. Patrice tenía que llevarte a ti a su trabajo, pero a los Bieber realmente no les importaba. Eras un bebé tranquilo y apenas se notaba que estabas allí.
»—De esa forma, el tiempo continuó transcurriendo. El mismo año en que cumpliste tres, Justin, fue la época en que una fuerte crisis económica golpeó a la nación. La inflación se fue por las nubes y los sueldos apenas alcanzaban para cubrir las necesidades básicas... En el caso de Patrice, ni siquiera para eso. La presión de cargar con una familia entera a sus hombros fue demasiado para ella. Las últimas veces que logramos reunirnos, la noté muy nerviosa, al borde de la desesperación.
La asistente social se detuvo de forma abrupta. Guardó algunos segundos de silencio. Ninguno de los presentes se atrevía a expedir el más mínimo sonido, expectantes por lo que podría decirse a continuación.
Finalmente, la mujer tomó una bocanada de aire y prosiguió:
—Nadie se dio cuenta que había recaído en las drogas hasta que fue demasiado tarde... Salió a hacer unos recados para los Bieber y aprovechó el tiempo a solas para consumir algo que obnubiló sus sentidos. Un auto la arroyó mientras cruzaba la calle. Murió en el acto.
Si bien los tres oyentes ya anticipaban un final similar, eso no mitigó el efecto del mismo. Linda procuró ocultar su propia aflicción cuando vio las lágrimas que bajaban por las mejillas de Justin. Rápidamente, acercó los asientos y rodeó los hombros de su novio con un brazo. Él se dejó engullir en aquel gesto al instante, buscando consuelo en la calidez de la chica.
—¿Y los Bieber simplemente se quedaron con Justin? —inquirió Fabrizio, quien, a pesar de lucir fuertemente apenado, pretendía llegar al fondo de la cuestión.
—Justin estaba en la casa de los Bieber cuando esto sucedió. Fui yo la que, personalmente, me presenté en su puerta y les di la noticia de lo sucedido. En realidad, solo se encontraba la señora Bieber en ese momento, y no se mostró muy afectada al oír la tragedia, parecía importarle solo el conseguir otra empleada... Y, por supuesto, quería que me llevara a Justin de allí cuanto antes. Así que lo hice. Llevé a Justin con su padre, pero cuando llegué allí, ese hombre estaba dormido en el sofá, casi inconsciente. Era evidente que había estado drogándose. Logan, que tenía tan solo cinco años entonces, estaba preparándose a sí mismo un sándwich en la cocina. Cuando me acerqué, el niño me miró, luego miró a Justin y me preguntó de inmediato dónde estaba su madre...
Sin poder contenerse más, la mujer empezó a sollozar. Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo tapó con éste su rostro por varios segundos. Al lograr estabilizarse, siguió:
—Tuve que decirle la verdad, aunque traté de hacerlo con la mayor delicadeza posible. Nunca podría olvidar como sus pequeños ojos verdes empezaron a brillar por todas las lágrimas que se acumularon en ellos... Pero Logan no dejó caer ni una sola. Siempre había sido muy frio y ya mostraba ser bastante antipático. Sin dudas, todo el tiempo que pasaba con su padre no era bueno para él. Y él también lo sabía, por eso, cuando se recompuso por la noticia que acababa de darle, miró en dirección a ese hombre tirado en el sillón, seguidamente, miró a Justin y, sin apartar los ojos de su hermano, me dijo: "Llévatelo de aquí".
»—Sabía que era inverosímil. No podía hacerlo. Ningún orfanato, ni una casa de acogida hubieran podido tomar ninguno de ellos porque aún tenían a su padre, por muy terrible que fuera... Pero Logan insistió en que lo llevara lejos de esa casa y, entonces, fue que se me ocurrió la idea de ofrecerles un trato a los Bieber... Acobijaron a Justin a cambio de que yo interviniera en las causas que había contra ellos por evadir impuestos. Eso les ahorró millones. Necesitaban un porcentaje muy bajo de ese dinero para proveer a Justin de lo que necesitara, así que no dudaron mucho en aceptar.
La incógnita había sido revelada. Justin tenía la percepción de que estaba oyendo la historia de alguien más. Cuando su mente pudo adaptarse a la crudeza de los hechos y asoció todo aquello con él, le resultó violentamente doloroso.
No obstante, también había consuelo en la angustia que sentía: al fin sabía la verdad, toda la verdad. Ese hecho era liberador. Por fin tenía una historia, por muy trágica que fuera. Sabía de dónde venía, a dónde estaba y tenía la voluntad de descubrir hacia dónde se dirigía.
Se aferró aún más al abrazo que Linda le estaba proporcionando. También sabía, a ciencia cierta, con quién iba a continuar ese camino.
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