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|10| Apaciguan las bravas corrientes del río

Lo primero que vio Linda al despertar fue la televisión apagada. Ese detalle llamó su atención cuando limpió su mente de la bruma que acompañaba sus sueños y recordó que, la noche anterior, la pantalla del aparato aún exhibía brillantes imágenes cuando ella se quedó dormida.

Era primero de enero. Un nuevo año estaba comenzando. La noche anterior, tal como en Navidad, se habían reunido en la casa de su padre para cenar, festejando el fin de un ciclo y dándole la bienvenida a otro. Luego, Justin y ella habían subido a su habitación y habían pasado casi toda la madrugada viendo películas. Recordaba que, en algún momento, su cabeza comenzó a pesar y sus párpados a cerrarse solos. Conjeturaba que debió haberse quedado dormida poco después de eso.

Ambos se habían acomodado en la cama, sentándose en el colchón apoyando sus espaldas en el respaldo de la misma. Sin embargo, en ese momento, se encontraba sola, su cabeza hundida en la mullida almohada y las frazadas cubriendo su cuerpo de manera pulcra, como si hubiera sido arropada. Pensó que, probablemente, así fue, pues Justin era ese tipo de persona.

Desde la conversación que tuvieron la noche de Navidad, cuando abrieron las puertas de sus vidas uno al otro, las cosas habían cambiado bastante en su relación. Su vínculo se había afianzado, creando una conexión más fuerte entre ellos. Los retazos de timidez que Justin todavía mostraba a su alrededor se habían esfumado por completo. Lo notaba menos inhibido cuando estaban juntos, sus reacciones fluían naturalmente y él ya no intentaba retenerlas. El chico resultó ser más encantador de lo que ya demostraba y, además, era realmente divertido. Tenía salidas graciosas que provocaban constantes carcajadas por parte de Linda.

La joven se sentó al borde del colchón y se desperezó. Sabía que su amigo estaba en el cuarto contiguo, destinado a los invitados, mas antes de que pudiera planear ir a despertarlo, dos suaves golpes tocaron su puerta.

-¿Lin? Soy Justin -anunció en tono bajo.

-Pasa.

Él obedeció e ingresó al dormitorio, cerrando la puerta detrás de sí. Sonrió cuando sus ojos encontraron los de Linda.

-Buenos días, Lilin -la saludó, haciendo audible su diversión, pues había empleado el apodo que Candy le había puesto.

La aludida hizo rodar sus ojos, aunque falló al reprimir una sonrisa.

-No te atrevas a llamarme así de nuevo -advirtió.

Una risa corta escapó del muchacho al tiempo que tomaba asiento en la silla del escritorio, justo frente a su compañera.

-Todos están durmiendo aún -comentó.

-Con la cantidad de vino que tomó mi padre anoche, no esperes que dé señales de vida hasta después del mediodía -aseguró Linda- Así que tendremos un largo camino hasta el almuerzo, será mejor que desayunemos bien. ¿Quieres unos panqueques? No es por nada, pero me salen riquísimos.

-Presumida -se burló Justin, sonriéndole- En realidad, estaba pensando... Como no hay movimiento aquí, quizás tú y yo podríamos ir a otro lugar... Tal vez a ese puente del que me contaste -sugirió.

La chica se sintió emocionada por la idea. El puente había sido una impetuosa construcción de piedras en esa ciudad que cruzaba un pequeño río. En su época, era una bella atracción turística, pero el río se había secado hacía décadas y el cruce había sido abandonado. En ese momento, el puente estaba escondido por las hierbas en medio de una explanada. Era el lugar a donde ella escapaba cuando, siendo adolescente, se veía abrumada por las situaciones que le tocaban vivir.

En especial por Logan Roy.

A quien llevaba diez meses y cinco días sin ver.

-¡Sí, vayamos! -aceptó, entusiasmada.

Luego de cambiar su pijama por ropa abrigada (pues la ventisca de invierno soplaba con fuerza esa mañana), ponerse su collar con el diente del tiburón y empacar en una vieja mochila algunas galletas, un termo de chocolate caliente y unas tazas, Linda salió de la casa, seguida por su compañero.

Mientras se dirigía a su coche, estacionado en la entrada del garaje, apretó el botón correspondiente para desactivar la alarma. En cuanto el automóvil emitió un pitido y sus luces parpadearon, Justin se apresuró en abrir la puerta del conductor para ella, tomándola por sorpresa.

-Gracias -murmuró, sintiéndose de pronto cohibida por el gesto y la bella sonrisa que su amigo le dedicaba.

-No hay de qué -aseguró él, cerrando la puerta cuando estuvo acomodada detrás del volante.

Su corazón empezó a palpitar con fuerza mientras lo veía trotar frente al parabrisas, rodeando el auto hacia el asiento de acompañante. Su cabello dorado se agitaba por el paso acelerado y varios mechones tocaban su perfil. Era la primera vez que se encontraba cautivada por lo apuesto que se veía.

Intentó recomponerse cuando Justin se sentó a su lado.

-¿Listo? -preguntó, esperando que su voz no fallara, ya que todavía le faltaba el aliento.

-Listo -confirmó él.

Condujo unos veinte minutos hasta el lugar. No había nada allí más que un camino de tierra bordeada de césped y árboles gigantes. Se internaron entre ellos y les bastó poca caminata hasta encontrar el puente.

El barranco que antaño descendía hacia el río continuaba allí, aunque sólo contenía hierbas y diversas flores. Éstas, no obstante, se habían secado en otoño y solo pocas especies habían sobrevivido para ver el invierno. El puente también estaba cubierto en su mayor parte por césped y flora. Escalaron los peldaños de éste y se sentaron justo en el borde, sus piernas colgando por éste. No podía oírse nada más que el viento y el cantar de los pájaros. Era sumamente relajante.

Linda sirvió el chocolate caliente y le tendió una taza a Justin, quien la aceptó, agradecido. Por unos instantes, se mantuvieron en silencio, dejando que el paisaje los absorbiera mientras sorbían su infusión y comían las galletas.

Finalmente, el joven habló, con mucha cautela:

-¿Cómo se llamaba tu novio?

La pregunta tomó desprevenida a su amiga. No habían vuelto a tocar ese tema durante toda la semana y le resultaba desconcertante que estuviera interpelándola sobre ello justo en ese momento.

-Logan -respondió- Logan Roy.

Justin miró hacia abajo, el punto exacto por donde alguna vez había corrido un río embravecido y del cual, para entonces, ya no había ningún rastro más que el cuenco que lo sostuvo y el puente que lo atravesó.

-¿Todavía piensas en él? -inquirió en voz baja.

Linda se tomó unos segundos antes de contestar.

-Cada vez menos -admitió.

Una bandada de pájaros empezó a cantar al unísono y, de repente, el batir de múltiples alas resonó en el aire. Ambos echaron la cabeza hacia atrás para ver las aves remontar vuelo entre las nubes grises. Linda se quedó absorta contemplándolas. Cuando llevaba a cabo los cuadros con el equipo de porristas, esos breves segundos en los que se elevaba hacia arriba al hacer una pirueta aérea, eran sublimes. Hubiera dado su alma por tener un par de alas e ir detrás de aquella banda de plumíferos hacia el cielo.

Cuando tanto su vista como su mente volvieron a posarse en el suelo, se llevó una sorpresa. Justin la estaba mirando fijamente, de la misma forma en que ella miraba los pájaros. Sin embargo, cuando sus ojos hicieron contacto, él apartó la vista de inmediato, exponiendo sus sonrojadas mejillas.

-Eh... Uhm -el chico carraspeó- Debes estar cansada de oírlo, pero... eres... eres preciosa.

Sí, efectivamente, Linda estaba hastiada de las adulaciones a su aspecto, pero algo fue diferente esa ocasión. No recibió el elogio de su amigo con indiferencia, como solía hacer ante cualquier otra persona, sino que éste penetró en lo profundo de su mente, llenando su corazón de una calidez extraña. Por primera vez, realmente creía esas palabras.

-Gracias, Jay -susurró.

Justin mordió su labio inferior, aún centrando su atención en la copa de un alto roble. Sentía que si volvía a mirar a su compañera, no podría pelear contra el impulso de estirar su mano y tocar su rostro.

Se maldijo internamente. Había dejado que sus sentimientos por Linda llegaran demasiado lejos. Debía haberles puesto un freno cuando empezaron a emerger. Su amistad era lo más hermoso que tenía, no quería arruinarla con emociones que solo iban a lastimarlo, pues jamás iban a ser correspondidas.

Por otro lado, no podía evitarlo. No podía evitar el acelere de sus latidos cuando estaban cerca, ni el cosquilleo en los puntos donde, a veces, hacían contacto. No podía evitar el anhelo de acariciarla, tan intenso que le dolían sus brazos cuando los obligaba a quedarse quietos. No podía evitar pensar en ella, soñar con ella, imaginar lo que sería besarla...

Linda no pudo evitar imaginar lo que sería besar a Justin cuando vio que éste mordía su labio inferior. Probablemente sería algo dulce. Tan dulce como él. Aquel ensueño causó que su interior cosquilleara. Tuvo el impulso de inclinarse y pasar los dedos por el cabello de su amigo, mas lo retuvo. No podía hacerlo. Él era demasiado bueno para ella. Él era demasiado bueno para el mundo.

-¿Quieres ir a caminar por el río? -preguntó, intentando despejar sus pensamientos- Me refiero al pozo donde solía estar el río, claro.

Justin sonrió con gracia, volviéndose para mirarla.

-Gracias por la aclaración, me preocupaba no haber desarrollado aún tales habilidades paranormales.

Linda empezó a reír, sintiendo la tensión construida en su interior desvanecerse. Su compañero cargó la mochila por ella y ambos descendieron por la pendiente hasta encontrarse de pie en medio de la fosa silvestre. Emprendieron la caminata mientras hablaban sobre una escena ocurrida la noche anterior durante la cena y estallaban en carcajadas ante el recuerdo.

Recorrieron un largo tramo sin siquiera percatarse de ello, pues estaban enfrascados en su charla. Llegaron a una zona rocosa, donde enormes piedras se encontraban enterradas en la tierra. Algunas estaban cubiertas por una enredadera que había envuelto sus hojas en ellas, creando un bello paisaje.

Los jóvenes se detuvieron allí y admiraron la imagen.

-Gracias por traerme, Lin -articuló Justin, girándose para enfrentar a su amiga- Todo esto es de verdad muy lindo.

-No tienes qué agradecer. Se siente bien estar aquí contigo -expresó ella.

El chico le dedicó una amplia sonrisa justo al momento en que la misma bandada de pájaros que previamente habían visto volvía a pasar sobre ellos, haciendo su camino de regreso a los árboles. Los dos levantaron la vista para observarlos y, al parecer, sus cuerpos se impulsaron unos centímetros hacia adelante por aquel acto, ya que cuando volvieron a mirarse, sus rostros estaban mucho más cerca.

Justin se quedó sin aire. La cercanía era tal que podía sentir la respiración de Linda chocar contra su rostro, produciéndole cosquillas. Tragó saliva, esforzándose por mantener el contacto visual y no deslizar sus ojos hacia la boca de la muchacha, tan llena, tan rosada, que en ese momento estaba entreabierta, soltando cortas exhalaciones...

Volvió a maldecir en su mente, dándose cuenta que ya la estaba observando.

Cuando volvió a subir su mirada, Linda se estaba acercando. Por un segundo, creyó que era producto de su imaginación, hasta que sintió sus narices rozar. Entonces, pensó que debía estar soñando. Probablemente, seguía en la casa de los D'amico, en la habitación de invitados, durmiendo profundamente en la cama. Sí, tenía que ser un sueño porque de ninguna manera en el mundo real sus labios podrían estar acariciándose con los de Linda, con tanta lentitud, con tanta suavidad.

La muchacha cerró los párpados al capturar su labio inferior entre los de ella. Los ojos de Justin, en cambio, se ampliaron debido a la sorpresa. Se quedó inmóvil, sintiendo su corazón desenfrenado golpear su pecho como si fuera un martillo en su interior y mirando fijamente a su amiga. Pero aquel estado duró pocos segundos, pronto, el contacto entre sus bocas empezó a resultarle un viaje a las nubes, por lo que él también permitió que sus párpados cayeran, comenzando a mover sus labios con los de ella.

Al fin, permitió a sus manos acariciar las mejillas de Linda mientras continuaba besándola. Era una sensación embriagadora, tan exquisita que quería prolongarla para siempre, mas tuvieron que separarse por falta de aire. Justin inhaló profundamente, aún manteniendo sus ojos cerrados. Seguía acunando el rostro de la joven entre sus palmas y no se sentía capaz de dejarla ir. Jamás.

Era su primer beso, algo con lo que él solo había podido fantasear. Nunca creyó que llegaría, ni menos que sería tan perfecto. Era demasiado bueno... Demasiado bueno para ser real.

Su pesimismo lo abordó nuevamente.

-Me besaste -pronunció en un suspiro, abriendo sus ojos con lentitud.

Soltó aquellas palabras como una declaración, no obstante, su tono de sorpresa también había planteado una duda. Esperaba que ella le confirmara que el hecho había sido voluntario, sentido, o había algo más. Quería escuchar sus razones para saber si debía ponerse a bailar de alegría o esconderse a llorar.

-Lo siento -Linda se apresuró a disculparse, avergonzada- Es que últimamente... hemos sido tan cercanos y yo... Contigo me he sentido... -balbuceó, antes de reafirmar su tono- Lo siento, no pude retenerlo.

-No lo hagas -sentenció Justin, todavía falto de aire- No lo retengas. Nunca.

Se sentía extasiado al pensar que, por un milagro del cielo, ella experimentaba las mismas sensaciones que él.

Con eso, se inclinó para besarla otra vez.

La parte racional de Linda insistía en que había cometido un error. Si bien ya no podía negar la atracción que sentía por su amigo, no debería haber cedido a sus impulsos con tanta ligereza. Tendría que haber esperado un tiempo hasta que sus sentimientos se esclarecieran, pues acarreaba un tormentoso pasado del cual todavía no se libraba por completo.

Pero, entonces, los labios de Justin volvieron a buscar los suyos y todos sus temores se hicieron añicos. La conjetura que había sacado en el puente era correcta: el chico era dulce, suave. La besaba con tanta delicadeza que su corazón empezaba a derretirse en su interior. Su cuerpo se sentía liviano y las sensaciones agradables la elevaban hacia arriba.

Al fin, su sueño se hacía realidad, pues sentía que estaba volando.

A su noción, transcurrió poco tiempo antes de que volvieran a separarse para tomar unas profundas bocanadas de aire.

-Cielos, Lin -suspiró él, dejando a sus ojos embelesados examinar cada facción de su compañera- Eres tan bonita -declaró, dándole un beso rápido- Tan bonita -volvió a besarla fugazmente- Tan... tan... tan bonita -remarcó al tiempo que continuaba picoteando sus labios.

Linda sonrió denotando pura alegría. Hacía mucho tiempo no se sentía de esa forma: aquel cosquilleo en el estómago, la liviandad en su interior, la esperanza. Esas emociones primaron al inicio de su relación con Logan, mas el tiempo y las circunstancias provocaron que se extinguieran. Su amor nunca se había caracterizado por la ternura, sino por la pasión y la intensidad de los buenos momentos antes de que éstos fueran arrastrados por una corriente violenta.

Allí, en los brazos de Justin, percibía todo diferente.

Algunos rayos de sol empezaban a colarse por entre las nubes grises. La temperatura había aumentado un poco, delatando la llegada del mediodía. Ambos caminaron de regreso al puente tomados de la mano y, luego, se dirigieron el auto.

Una vez más, Justin abrió la puerta para Linda y ella le agradeció con un beso. No le importaba que sus labios ya estuvieran hinchados, pensaba que podía continuar besándolo por siempre. Por supuesto, no pudo concretar ese deseo. Debieron emplear sus fuerzas para tocarse lo menos posible una vez que llegaron a su casa para compartir el almuerzo con su familia. No podían presentarse ante los demás como algo más que amigos hasta que entre ellos mismos no aclararan su situación.

La hora de marcharse llegó demasiado pronto. Linda se despidió de Molly y de Zoey y luego abrazó con fuerza a Candy, sabiendo que no la volvería a ver en un buen tiempo.

-Te llamaré en la semana, Lilin -prometió ella- Recuerda que asistiremos juntas a las pasarelas de primavera -apuntó- Mis amigos están ansiosos por volver a verte.

Su hija le sonrió a modo de respuesta. Estrechó la mano de Alex y se dirigió al exterior, donde ya se encontraban Justin y su padre, conversando junto al coche. En cuanto la vio aproximarse, Fabrizio sonrió.

-¿Todo listo, damita?

La aludida asintió y compartió un breve abrazo con el hombre.

-Te veré el miércoles -se despidió.

-Sí. Lo único que espero es encontrar a mi equipo en forma -gruñó él, haciéndola reír.

-He hablado con algunos de los chicos por mensajes. Ellos estuvieron realizando el entrenamiento que les dejaste -lo tranquilizó la chica.

-Más les vale... Bueno, espero que tengan un buen viaje. Avísame cuando llegues al campus, ¿si?

-Lo haré, papá ¡Nos vemos!

-¡Adiós!... y, Justin... - Fabrizio llamó al muchacho antes que éste ingresara al automóvil.

-¿Si?

-Espero volver a verte pronto por aquí. Me encantaría que vinieras los domingos a ver el fútbol con nosotros -invitó.

El joven le dedicó una amplia sonrisa, asintiendo con entusiasmo.

-Está bien, ¡muchas gracias!

Se acomodó en el asiento de acompañante y cerró la puerta tras él, sintiéndose sumamente contento. Ese sentimiento se expandió cuando se encontró con los ojos de Linda.

-Está feliz de tener un poco de compañía masculina -explicó ella, sonriendo- Vive rodeado de mujeres -encendió el motor y manipuló la palanca de cambios una vez antes de empezar a conducir- Bueno, mi mamá trae a sus novios, pero ya has visto como son. Alex ni se acercó a la parrilla para que el humo no se pegara a su traje.

Justin soltó una risa y admiró el perfil de su compañera. En medio del torrente de felicidad en su interior, también estaba un poco confundido: ¿qué significaba lo que estaba sucediendo entre ellos? Estaba seguro que habían sobrepasado la amistad, pero no tenía claro en qué etapa se encontraban.

Era todo muy nuevo para él, nunca había siquiera llegado a coquetear con una chica antes. ¿A dónde se estaban dirigiendo con todo eso? ¿Podría él, Justin Bieber, realmente terminar siendo el novio de Linda D'amico?

Novio.

La palabra sonaba irreal en su mente, pero al mismo tiempo, majestuosa. Por primera vez, sus esperanzas y buenos deseos brillaban más que toda la oscuridad en la que había estado sumido durante toda su vida.

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