¡No quiero ir contigo!
Luisa atravesó con calma el pasillo de la tienda de antigüedades, las manos que escondía en el bolsillo delantero de la sudadera enredadas en un prístino collar de perlas y varios anillos de oro.
La euforia se le acabó cuando intentó guardar una pequeña cajita plateada...y una serie de dientes afilados se clavaron con saña en sus dedos.
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