Carta sobre ruedas
Querido Markus:
¡Ja! Me siento como los pijos. No te rías de mí... ¿Cómo empezar esto? Nunca he escrito cartas. Prefiero las redes sociales más modernas, pero bueno, ya sé que donde tú estás no llega el Internet.
Supongo que querrás saber qué he hecho con mi vida todo este tiempo, pero paso de soltarte rollos. Prefiero contarte algo desconcertante que me ocurrió hace dos años en primavera. Aún no sé qué pensar sobre ello. Me gustaría saber tu opinión. Bueno, te cuento y ya me dirás...
Resulta que estaba patinando en la pista de baloncesto del pueblo como hago casi cada fin de semana. Sí, esa que está justo a la salida, junto al bar, la de los aros oxidados y la valla caída. ¿La recuerdas? Sigue igual que siempre, vacía, desolada, con el firme empezando a desconcharse. Suelo ser el único que baja a patinar allá, solo un negro dando vueltas bajo el sol.
Ese día fue distinto. En los bancos bajo las moreras estaban Jenny y su marido, junto a sus hijos pequeños y un par de chicas que no había visto nunca. Me preguntaron si les podía enseñar a patinar y no veía razón para no hacerlo. Fue divertido hacer de profe la verdad.
El caso es que días después una chica desconocida me saludó en el Facebook. Le pregunté quién era.
«Soy Irene, ¿te acuerdas de mí? Patiné el otro día contigo. Le pregunté al Alberto, el marido de la Jenny si tenía tu número, pero no :( Me dijo que te buscara por aquí». Fue el mensaje que recibí como respuesta. Te imaginarás que ya me oliera por dónde iban los tiros...
«¿Qué pasa? ¿Te gusto o algo?» le escribí.
No tardó mucho en responder: «Jaja, sí. ¿No se notaba?»
La verdad es que no supe qué decirle. Hacía apenas un par de meses que había roto con Bianca, te imaginarás que no estaba como para meterme en otra relación tan de repente. Aun así pensé que a lo mejor algún encuentro casual no estaría mal, vivir solo de pajas es una mierda. La chica no es una modelo de pasarela, pero tampoco está mal. Es bajita y tiene buenos morros. Al ser blanca no tiene el culo de una negra, pero en cambio tiene buenas tetas. Le pregunté la edad, al principio no me quiso contestar, al final confesó que tenía catorce y me quedé flipando. Tío, ¿qué les pasa a las niñas de hoy en día? Anda que no hay jóvenes de su edad por la comarca como para que se fije en un tío ocho años mayor.
Le dije que me parecía muy joven como para salir con ella. Me preguntó que si a pesar de ello le parecía guapa. No supe qué decirle. Al final dije que simplemente no me fijaba en chicas de su edad, pero que si quería podíamos ser amigos. Mala idea... Empezó a venir cada fin de semana al pueblo. Para verme, según ella. Jenny la cubría diciéndoles a sus padres que les hacía de niñera. El caso es que tenía a la niña todo el finde pegado encima, como una lapa. ¿Sabes? Mirándome sin decir nada casi. ¡Menudo agobio, tío! Cuchicheaba con Jenny. Sabía que hablaban de mí. Intenté no darle demasiada importancia e ir a mi rollo.
Un día fui a patinar entre semana y me encontré con los críos de Jenny en la pista.
Se reían entre ellos y me miraban. Les pregunté qué les pasaba. Para mi sorpresa me preguntaron si yo era el novio de Irene. Les dije que no, que porqué decían eso y me contaron que ella andaba diciendo por ahí que sí. Que, si no lo era aún, lo iba a ser pronto. No te imaginas cómo alucinaba.
Le escribí a la niña preguntando por qué rayos decía eso por el pueblo.
«Perdona, es que me gustas mucho, estoy enamorada, eres el amor de mi vida, por favor sal conmigo, si no fuera porque soy joven te gustaría, ¿verdad? Por eso no te preocupes, mi último novio fue mayor que tú» respondió.
Le pedí hablarlo en persona, estaba harto ya de que no parara de seguirme y se creyera lo que no era, aunque por otro lado recordé lo que me hizo Bianca y tampoco quería romperle el corazón a la niña.
Pensé que si tenía una mala experiencia conmigo seguro que me dejaría en paz. Bueno, el caso es que quedé con ella para un par de días después. No me duché en dos días para oler a sudor y me puse ropa sucia. Comí ajo y cebolla; bebí cerveza y hasta me fumé un cigarro, entre toses, para tener mal aliento. Nada más quedarme solo con ella le di un beso brusco, a lo bruto, metiendo la lengua hasta el fondo, babeando. Nunca me sentí tan bestia, tío. Casi temí haberme pasado.
¿Te puedes creer que a la niña le gustó? Me devolvió el beso con furia. Se me abalanzó como una auténtica perra. Puse los ojos como platos del susto.
El caso es que apareció un coche a lo lejos y se separó de mí. Resulta que fue su padre que vino a recogerla. Por suerte no nos vio, ¡joder! Ni te imaginas el mal rato que pasé.
«No te preocupes, no le diré a nadie lo que ha pasado para que no te causen problemas», me escribió por la tarde.
A partir de ese momento empezó a actuar como si estuviera saliendo conmigo. Yo le daba largas, hacía lo posible por evitarla, buscaba cualquier excusa. Me entró el miedo de que se le fuera la olla y empezara a chantajearme diciendo que le había hecho algo.
El caso es que la niña me empezó a contar su vida, me dijo que temía por mí, porque resulta que su ex era el nazi ese del pueblo de al lado. Sí, el imbécil que siempre nos miraba mal cuando nos cruzábamos con él. El niñato que todo el rato anda diciendo que con Franco se vivía mejor a pesar de haber nacido en los noventa y no tener ni puta idea. La verdad es que me entró la risa, como si ese nini, que aún vive con su mami, tuviera huevos pa' hacerme algo.
Ni idea por qué Irene saldría con un tipo así, pero bueno.
Dijo que la acosaba y la intentaba chantajear para follar, no sabía si creérmelo o no, pero me entraron ganas de darle una lección al hijo de puta. Que no quisiera nada con Irene tampoco significaba que me gustara saber que la acosaban. Unos días después me enteré de que Ander, el hermano mayor de Jenny, se me adelantó y le había pegado una paliza al nazi. En estos pueblos se han vuelto muy locos, tío...
El caso es que al final le dije a Irene que lo que había pasado entre nosotros había sido un error. Que hace apenas un par de meses había salido de una larga relación y no quería nada con nadie. Que no se ilusionara más, porque no quería tener que hacerle más daño emocional. Estuvo unos días sin hablarme, no te imaginas el alivio que sentí.
Solo fue momentáneo, no tardó mucho en volver. Primero diciendo que me esperaría lo que hiciera falta. Luego me dijo que el Ander le tiraba los tejos, creo que quiso intentar darme celos o algo. Le dije que saliera con él, no tardó mucho en contestarme que no le gustaba, que le gustaba yo.
Al día siguiente recibí un mensaje desde un número desconocido:
«Hola, soy la Jenny, te escribo desde el móvil de Irene, es que está llorando aquí en mi casa, dice que no quieres salir con ella».
Ya me pareció el colmo. «Es que es muy joven», contesté.
«Bueno eso tampoco importa tanto. Yo y mi marido también nos llevamos diez años. Yo creo que deberías darle una oportunidad, es muy buena chica y está aquí llorando la pobre».
«Lo siento, pero es que no me gusta».
Después de ese mensaje la línea por fin se calló. Me preparé una tortilla para cenar. Al encender la tele me di cuenta de que tenía un mensaje más:
«Oye, soy la Jenny todavía, tranquilo que borraré el mensaje para que Irene no lo vea. Te quería preguntar... Si no te gusta ella, ¿y yo te gusto?».
Casi tiro la puta tortilla al suelo del susto, ¿recuerdas a la Jenny? Yo no sé cómo esa gorda sebosa que no se lava en semanas pueda creer que sienta atracción por ella. Si todos saben que su marido solo se juntó con ella por la pasta de sus padres. Bueno, igual dirás que no debería juzgarla así por su aspecto, pero ¡joder! ¡Menuda impresión! Además, ¿qué coño pretendía?
Por suerte Irene no se enteró de nada, creo. Tres días después volví a recibir otro mensaje suyo:
«¡Hola!, oye me da igual que salgamos o no, si quieres podemos follar igualmente» decía. Yo ya no sabía si reír o llorar. Obviamente le dije que no.
Al día siguiente la vi metiéndose mano con el Ander. No sé qué le pasa a esa niña con los tíos mayores, yo que me acomplejaba por sacarle ocho años y se lía con uno que le saca diez.
Ya..., seguro que pensarás que todo eso del amor era un cuento, que lo que buscaba era una buena polla, yo también lo pensé. Resulta que me equivoqué.
Ahora, dos años después, aún sigue con Ander. Me da un poco grima cada vez que los veo, pero bueno. Si sus padres no le ven problema, para qué iba a hacerlo yo.
Lo gracioso es que el Ander ha dejado de hablarme y cada vez que me ve, da la vuelta. Creo que piensa que me ha quitado la novia o algo así. Iluso..., no tiene ni idea de la que me ha librado.
En fin, ya me contarás tu opinión sobre este hecho.
Espero saber pronto de ti.
Aaron
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