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Paint on me, Tzu...

—¿Y cómo te ha ido con el Profesor Yoon? —interroga su mejor amiga mientras masticaba el almuerzo. Tzuyu hizo una mueca, era un hábito de la mayor que definitivamente detestaba pero toleraba en ciertos momentos, como ahora— ¿Enseña bien? Me toca esa materia el siguiente semestre, me da miedo, dicen que es súper excéntrico y-…

La voz de Sana sonaba como un radio averiado para ella.

—Sí, eso dicen —abrió su libreta disimuladamente.

Tzuyu solo asintió desinteresada a todo, no muy inmersa en la conversación. La realidad es que aquel periodo de clases las clases de óleo del Profesor Yoon le daban igual, ella lograba entenderlas y aplicar bien los conocimientos, sabía que a muchos alumnos les daban miedo porque sus clases no eran nada convencionales, pero para Tzuyu eran comunes, al fin y al cabo era una materia más; la que verdaderamente le preocupaba era la clase de carboncillo que venía después de ese bloque de hora, esa no, jamás y nunca.

Aunque esa mañana sí le preocupaba un poco su tarea del fin de semestre.

—Muchos me contaron que el trabajo final les tenía preocupados, ¿Así de exagerado es? —preguntó muy interesada la mayor.

Tzuyu no respondió. Solo tenía ojos, manos, cuerpo y mente para aquel boceto.

No muy contenta con que su amiga la ignorara, Sana se quejó:— ¡Agh, Tzuyu! ¿Podrías prestarme atención por una vez en los malditos tiempos libres? Siempre te la pasas dibujando.

Era cierto, Tzuyu en ese momento no lograba centrarse en lo que sea que estuviese parloteando Minatozaki. Para ser honesta jamás prestaba su total atención a la chica con dientes sobresalientes y cabello ridículamente perfecto.

Tzuyu rodó sus ojos, sus manos jugaban nerviosamente con el estilografo que estaba lleno de marcas. Sí, Tzuyu era de esas, las que mordisqueaba incesante sus plumas y lapiceros cuando algo no la convencía o le preocupaba.

—¡Tzuyu! —repitió Sana, harta de ver cómo su mejor amiga sólo parecía tener sus ojos para su libreta y no en lo que era verdaderamente importante.

Aunque Tzuyu no consideraba nada en la universidad interesante.

Recibió un golpe en el hombro por parte de la mayor.

—¡Auch, Sana-ah! —graznó molesta la castaña, soltó el bolígrafo a regañadientes— Ya, ahí tienes, tienes toda mi atención, ¿Contenta?

Ella, por supuesto, negó— Tú sabes que esa no era la idea. ¿Qué tanto dibujas, Tzuyu? ¡Te la pasas en ello, joder!

—Para algo estudio en este instituto, ¿No? —dijo irónicamente, completamente consciente de que esa respuesta sólo traería la actitud de Diva que Minatozaki Sana cargaba desde su nacimiento.

—Cómo sea —evitó el cinismo de Tzuyu a la hora de responder—, ¿De qué es el maldito trabajo final? Nunca me respondiste la pregunta.

Ah, eso…

El trabajo final.

Ese maldito trabajo final que erizaba cada uno de sus vellos en nerviosismo.

Aparentemente el rostro de Tzuyu demostró su consternación acerca de ese trabajo final, pues Sana frunció su entrecejo, sus ojos mostraron su curiosidad. ¿Qué podría haber asignado el excéntrico Profesor Yoon para que Tzuyu sintiese vomitar ahora mismo en aquella mesa? Tenía que ser algo demasiado extravagante, al menos para Chou Tzuyu, como para que esta tuviese sus ojos perdidos evitando la incógnita de Minatozaki.

—No es nada. ¿Podemos hablar de otra cosa, no quieres? Mejor cuéntame lo que me habías dicho el miércoles —mencionó Tzuyu, claramente estaba tratando de evadir las preguntas de Sana. Conocía a la mayor desde que entró a la universidad, desde el primer año, Sana siempre había sido una persona muy curiosa; jamás se dejaba vencer cuando Tzuyu era terca acerca de ocultar sus pensamientos.

¿Vida personal? ¿Eso acaso existía? Sana sabía todo de su mejor amiga, y así era siempre.

Y antes de que Sana llegara a bombardear y hacer a Tzuyu perder su paciencia, sintió el mentón de alguien sobre su hombro, reconociendo aquel peso sobre ella, cerró de golpe su cuaderno de dibujo.

Dos nuevas presencias habían llegado a su mesa.

Sintió el suave aroma de su perfume atacar su nariz. Sí, era ella.

Sintió el aliento levemente tibio acariciando su oído.

Oh, por supuesto que era ella…

—Hey Tzuyu-yah, ¿Qué pintabas? —Hoy todos querían conocer detalles de absolutamente todo. Qué horror. Tzuyu sintió como se le revolvía el estómago. Volteó su mirada levemente y se encontró frente a frente con la adorable coreana, una de sus amigas más cercanas, Im Nayeon.

—Ah, hola Nay —saludó bajito la taiwanesa.

—¿A qué se debe tanta cercanía hoy? ¿No me piensas contar? — Bromeó con ella con una sonrisa de labios juntos e infantil obviamente fingida, a sabiendas de que la cercanía a Tzuyu lograba ponerla nerviosa. Amaba fastidiarla.

—Bah, la que está cerca de mí eres tú —respondió de la misma manera que ella.

Jeongyeon tosió a su lado. Aún tenían compañía.

—Sí van a empezar con sus homosexualidades, retírense de la mesa, ¡Hay varios moteles cerca, oigan! —Exclamó Jeongyeon. Y sí, era con ánimos de ofender.

Nayeon carcajeó en lo alto, se alejó de Tzuyu e inmediatamente acercó su cuerpo para recostarse en el de Tzuyu, eso era común entre ellas.

—Nah —negó la pelinegra de cabellos largos—, Te equivocas, aquí las únicas homosexuales son Sana y tú— Jeongyeon sintió sus mejillas arder, y Tzuyu rió burlona—, ¡Ah, hola Sana-ssi! ¿Sabías que Jeongyeon-ah venía a invitarte a salir? Le dije que viniese sola, pero ella siempre es tan nerviosa —alargó aquel “tan”, cosa que hizo a Jeongyeon esconder la cabeza, Tzuyu no podía aguantar más su risa, esa rubia definitivamente estaba enamorada de su mejor amiga —. ¡Hasta me arrastro aquí con la excusa de hablarte! ¿Qué dices, sales con ella?

Sana miró a su lado a una Jeongyeon recostada sobre la mesa escondiendo su cara llena de vergüenza, el tono rojizo de sus mejillas llamaba mucho la atención de Sana, le parecía adorable esa rubia tonta y penosa. Le gustaba saber que provocaba eso en ella. Y no era la única que le sucedía en eso en esa mesa… Sana tocó la espalda de Jeongyeon ligeramente y cuando la rubia levantó la vista, todas en la mesa rieron.

Ella intentó no debatirse mentalmente por qué era amiga de esas idiotas, pero se armó de valor:— Sana… Me gustaría mucho salir contigo, ¿Puede ser?

Sana solo sonrió. ¡Hasta que por fin! Nayeon había hecho algo bien después de todo—. Puede ser… —respondió adorablemente Sana, Jeongyeon quiso hacer un sonido de victoria pero se contuvo.

—Bien, mucho romanticismo por hoy —irrumpió Tzuyu en aquel momento—, ¿Podemos hablar de otra cosa, mejor?

A Sana se le ocurrió una idea, su sonrisa mostraba picardía:— ¡Ah claro! Estabas apunto de contarme sobre tu famoso trabajo final en clases de óleo.

Los ojos de Tzuyu se abrieron y su corazón amenazó con salir de su pecho. ¡Bendita conveniencia! Sana tenía que abrir su bocota de loro chismoso justamente cerca de Nayeon, la estudiante de leyes, ¿No podía ser más inoportuna Sana? Le dio una mirada de regaño que ni Nayeon, ni ninguna en la mesa detalló.

Jeongyeon recuperando la compostura luego de su ataque de nervios, tomaba un sorbo de la malteada de Tzuyu sin que esta se diera cuenta:— Mmh, ¿Cuál trabajo? ¿Ese en el que es al azar? — indagó sin mucho interés Jeongyeon. Al parecer esa rubia tonta sabía todo sobre la clase de artes.

Nayeon la miró con curiosidad. Apretó sus labios intrigada. ¿Qué le habría tocado a Tzuyu?

Todas en la mesa la miraron con intensidad, Tzuyu se sintió atrapada. Mierda, ¿cómo se huía de ahí? ¿Cómo se podía volver invisible?

—Está bien —suspiró antes de poder hablar—, El Señor Yoon me asignó un… un… —tragó grueso—. Un desnudo —soltó finalmente.

Sana arqueó su ceja. Así que eso era… Un desnudo. Claro que sí, Tzuyu jamás en toda la carrera había llegado a ese incómodo momento.

—¿Eso es lo que te tenía tan nerviosa? ¿Un desnudo? Es sencillo, Tzuyu, busca referencias en Twitter —se encogió de hombros.

Tzuyu sonrió débil.

—No, no puedo usar referencias preexistentes, el Profesor mencionó que debo buscar… —buscó las palabras, se había puesto en blanco y más con Nayeon mirándola atentamente—, debo buscar a alguien real, que conozca, de carne y hueso. No una maldita imagen.

Nayeon definitivamente se había interesado más en la conversación.

—¿Y a quién piensas elegir? —dudó Jeongyeon.

Oh, cuantas preguntas, se estaba abrumando con esas tres detectives sobre la mesa.

—No lo sé, supongo que reprobaré, no conozco a alguien con la suficiente confianza para… para…

Jeongyeon la interrumpió bufando:— ¿Para verlos expuestos? ¡No puedes ser tan virgen! Alguna vez en tu vida debes de haber visto un pene, o unos senos.

Tzuyu solo negó. No quería hablar sobre ese trabajo, desde que había salido del aula entró en pánico. ¿Por qué? De todas las cosas que podía hacer para su trabajo final, ¿Por qué le habían asignado únicamente a ella pintar un desnudo? ¿Por qué el Profesor Yoon no aceptó su sugerencia de cambiarlo por algo más cuando se acercó a su escritorio? Estaba asustada, y también cohibida. Rechazaba totalmente la idea de buscar a alguien para pedirle que se quite la ropa frente a ella. ¡Era una locura para Tzuyu!

Y es que Tzuyu no era fanática de los que pintaban desnudos. Los admiraba por tenerle paciencia al modelo, saber exactamente como quería que ellos posaran, que tuvieran la seriedad y admiración por la anatomía humana como para pintar la vulnerabilidad de una piel expuesta.

A Tzuyu le gustaba dibujar retratos, así que sintió alivio en cierta forma, pues su fuerte jamás fueron los animales, paisajes o edificios. Desde pequeña sabía que le gustaba el arte y sus primeros pasos en ese camino, sus primeros trabajos, eran retratos de sus seres queridos.

Así que por ese lado estaba bien… por el otro… Bueno.

No tenía más opción que buscar un modelo.

—Yo creo que deberías hacerlo a la vieja escuela, pregúntale al vigilante del campus si no quiere ganarse un par de wones a cambio de desnudarse para ti —Obviamente Sana iba a aprovechar la oportunidad para fastidiarla hasta morir de vergüenza. Quería que la comiera la tierra.

Jeongyeon tampoco desaprovechó su chance de acompañar su cita con eso—: ¡Ey, ey! Y cuando lo hagas, él te dirá: “Pintame como una de tus chicas francesas, Jack” —Jeongyeon hizo una voz chirriante que molestó en sus oídos.

¡Joder! Es que las chicas no perdían ni una. Cada segundo en esa mesa hacía que Tzuyu quisiera abandonar la carrera y trabajar en un puesto de hamburguesas de por vida.

Nayeon solo veía la escena.

—¿Pueden callarse de una vez? —rodó los ojos—. Son tal para cual. Enhorabuena que vayan a hacerse novias.

Sana y Jeongyeon cesaron sus risas para mirarse mutuamente y sonreír con timidez. ¿Novias? ¿Acaso habían hablado de eso?

—No-nosotras no hemos hablado de eso, Tzuyu —aclaró la rubia—. O sea, ya sabes…

—Honestamente deberíamos hablar de eso a solas, ven —Sana tomó su mano y se largaron de la mesa. Tzuyu se permitió respirar, tenía jaqueca porque las burlas de sus dos amigas aún sonaban en su cabeza.

Maldita clase de óleo. Estúpido profesor Yoon. ¡¿Por qué específicamente ver a alguien en pelotas?!

Por otro lado, la coreana mayor no había emitido un solo comentario. Estaba algo pensativa con todo.

Una vez las chicas abandonaron el mesón, ella decidió romper el silencio que arropaba a ambas.

—Así que… —empezó leve—, ¿no tienes a nadie para que sea tu modelo?

Tzuyu se sorprendió un poco por la pregunta. Con Nayeon no le daba miedo hablar de ello, pues sabía que al contrario de Jeongyeon y Sana (unas burlonas de primera), Nayeon sólo estaba buscándole conversación como cualquier otra persona.

Era mera curiosidad. Pensaba Tzuyu.

—No, creo que tampoco conseguiré uno. Me da pena preguntarle a alguien —Nayeon río un poco—. ¿Te parece gracioso?

—No, me parece tonto que te dé pena algo como eso.

Tzuyu aceptaba eso, sin dudas era tonto. Aunque en su cabeza tenía sentido. ¿Quién no se sentiría a morir pidiéndole a alguien que se desnudara y expusiera de esa forma ante alguien? Sonaba hasta aterrador.

Nayeon analizo su expresión:—¡Ay, no puede ser, qué tierna!

Tzuyu la miró consternada.

—¿Qué pasa? ¿Tengo algo en la cara?

—No, es que te pones roja y todo. Por Dios, Tzuyu, ¿qué tan complicado puede ser pedir un favor como ese?

Ella se ofendió con esa pregunta. ¡Es que claro que sí! Nayeon no entendía lo preocupante que era para ella hacer eso. Encima con cualquiera.

Y es que no, y mil veces no. Nunca hubiese pasado por su mente que eso pasaría. Aunque debió anticiparlo. Su tío estudió lo mismo que ella, y sabía de primera mano, según sus historias universitarias. Que era más común de lo que parecía pintar anatomía humana.

Esa idea igual no le emocionaba mucho…

Chou gruñó frustrada:— No lo sé, Nay. Creo que simplemente debo resignarme y no entregar el final —Nayeon negó. Le parecía adorable las cejas arrugadas de Tzuyu en ese instante. Ella tenía ese hábito incluso cuando comía algo delicioso, se acercó a ella cuando la vio recostada sobre sus brazos en el mesón— ¿Qué? ¿Por qué me miras así?

Nayeon tenía una idea. No estaba de acuerdo con que Tzuyu se rindiera fácilmente, así que le tomó unos segundos tomar valor y hablar:

—¿Y si no es tan difícil, Tzu? Digo… Sé que parece que no te entiendo porque no estudiamos lo mismo, y jamás siendo abogada creo que me vaya a tocar pedirle a alguien que se desnude, o tal vez sí, me falta ponerme al día con La Ley y El Orden para saberlo —Tzuyu no entendió la referencia, pero sonrió porque la sonrisa en los labios de la surcoreana la contagiaba— Pero, creo que yo podría ayudarte a que sea menos fatídico para ti.

Al parecer Nayeon se había tomado la cara de tragedia que cargaba la taiwanesa muy a pecho.

—¿A qué quieres llegar? —Confusión. Eso era lo único que había.

—¿Estás segura que no conoces a nadie con quien tengas la suficiente confianza para hacer ese trabajo?

Tzuyu negó de inmediato.

Nayeon tomó aire:— ¿Y conmigo tendrías esa confianza?

Tzuyu sintió como su cabeza empezaba a marearse. ¿Dónde quería parar Nayeon con todo eso?

—Sé más directa —invitó Tzuyu impaciente. Sentía como el nudo en su garganta la asfixiaba.

Y lo dijo. Se mordió el labio de los nervios pero lo dijo, pacientemente preguntó:

—¿No te gustaría pintarme a mí? —La sola pregunta hizo a Tzuyu palidecer y a Nayeon enrojecer su cara completa. Mierda. Ambas estaban apenadas, el pulso de Tzuyu se aceleró.

¿Pintar a Nayeon? ¿A ella? ¿Desnuda?

No parecía tan loco. No tanto. Era su amiga. De su confianza, tenía sentido para ella. Lo que no le cuadraba del todo era eso, que Nayeon quisiese ser su modelo.

Era extraño. Nayeon se le estaba ofreciendo. ¿Con qué razón? O quizá a Tzuyu le estaba afectando la paranoia.

Nayeon se apresuró en cuanto vio los ojos de Tzuyu demasiado inquietos mirando a todas partes. Su mano tembló y tomó la de ella —Yo solo digo… ¿sabes? No creo que sea una mala idea. Tú y yo tenemos años de conocernos.

Exactamente, muchísimo tiempo. Cerca de cuatro años conociendo a Nayeon, desde que la conoció jamás sintió una pizca de no confiar en ella. Le tenía aprecio, y ciertamente la surcoreana le estaba salvando el pellejo, pues Tzuyu solo tenía unos escasos días para entregar ese trabajo; y el tiempo empezaba a partir de hoy.

Sería una ridiculez rechazar la ayuda de Nayeon. Solo que ahora quería ser ella la que se animara a preguntarle decentemente, y que no fuese la coreana quien hiciera todo el esfuerzo. Después de todo era su trabajo final.

Además admitía que Nayeon sería una musa perfecta, lo sabía, solo ella lo sabía y el objeto de cuero sobre la mesa también.

Su libreta estaba llena de bocetos que quisiera o no, se terminaban asemejando a Nayeon.

Cualquier idea que cruzara su mente, cualquier silueta femenina, tenía la delicadez y facciones definidas de la surcoreana a su lado.

Conocía perfectamente cómo dibujarla. Nayeon desconocía eso. Pues Tzuyu sentía vergüenza al tomarla como inspiración en algunas ocasiones.

—¿De verdad harías eso por mí? —Preguntó la castaña. Buscó en los ojos de la coreana algún rastro de no querer, pero al parecer fue en vano. Sabía cuan segura era Nayeon cuando quería algo.

—Sí. Digo, no por nada me estoy ofreciendo —sonrió suavemente para que Tzuyu se relajara, sabía cuan insegura se podría poner Tzuyu si pensaba que la estaba obligando, pero no, ella de verdad quería ayudarla.

Además no podía mentirse. Le parecía interesante ver que estilo usaría Tzuyu para retratarla.

—¿Estás dispuesta a desnudarte para mí? —Oh, mala elección de palabras. Tzuyu se dio cuenta rápidamente y miró a cualquier otro punto del campus. ¡No seas torpe Tzuyu! Se regañó mentalmente.

Nayeon solo sonrió y le golpeó juguetonamente el hombro:—Sé que te va a encantar.

—Ay por favor, silencio —rogó ella.

Era oficial. Nayeon iba a ser su modelo, su musa. Pasarían tiempo juntas para terminar la odiosa pintura de un desnudo para aprobar con cien toda la jodida materia. Sí, estaba decidido.

—Gracias —Nayeon le guiñó, dándole confort.

Ninguna sabía lo que vendría después. Porque si era complicado pedirlo. Era todo un reto hacerlo.

Días después, Tzuyu estaba frente al estudio de su tío. Tocó el timbre con algo de temor, sabía que él no se negaría a su petición de ningún modo. Era su pariente más cercano y con quién más charlaba cuando tenía tiempo libre.

Pero sabía que iba a querer cavar un hoyo hasta el centro de la tierra cuando su tío, Chou Mark, se enterara de para qué fines quería prestado su estudio.

¿Por qué su estudio y no hacerlo en un lugar más acogedor como su departamento o la casa de Nayeon? Simple, la luz, lo profesional y lo cómodo que era para ese tipo de trabajos, tendría espacio de sobra y una distancia saludable y discreta para no hacer sentir incómoda a su amiga. Por supuesto que desde aquel Viernes, ella y Nayeon habían conversado poco sobre el tema, querían tomarlo como lo que era, un favor, y algo completamente natural.

Sin embargo, Tzuyu mentía muy mal, y sobre todo a ella misma. No sabía fingir muy bien lo raro que iba a sentirse tener a Nayeon con las piernas abiertas para ella, exponiendo su intimidad durante horas. ¡No era algo de todos los días! No es como si jamás haya visto a una mujer desnuda, pero lo de Nayeon le alteraba porque… Bueno, ni ella entendía por qué, había visto su cuerpo en trajes de baño y en ropa interior muchas veces, jamás desnuda, pero se acercaba.

Pero verla desnuda… Eso sí que no sabía como tomárselo.

Después de varios minutos esperando en la puerta de aquel enorme estudio. La puerta se abrió revelando a un hombre alto, con barba y canoso. Chou Mark, la versión menos seria y estirada de su padre. El hombre cargaba un traje completamente blanco y lleno de manchas negras que Tzuyu reconoció como tinta china, la traía hasta en la nariz. También entre sus labios tenía un cigarro encendido, y un mechón de su cabello rebelde caía en su frente.

—¡Tzuyu-yah! —Saludo alegremente el hombre mayor. Obviamente amaba mucho a su adorada sobrina. Desde que Tzuyu había buscado seguir su camino siempre le daba un par de consejos de vez en cuando—. ¿Todo bien? Pasa, adelante.

Tzuyu ni se inmutó y pasó de plano al gran estudio de Mark. Vio a sus alrededores, había visto el lugar en medio de su remodelación, había quedado perfecto. Ella añoraba algún día tener algún sitio para ella así, y decorarlo a su gusto como solo ella sabía.

Mark tomó asiento y apoyó sus pies con relajo sobre su escritorio, mientras se apoyaba cómodo sobre la silla de cuero blanco que poseía.

Pasaron unos segundos hasta que Mark decidió preguntar:—¿Qué te trae por aquí hoy?

Tzuyu sonrió—Uhm. Lo de siempre, hablar un poco contigo, pero también algo especial.

—¡Ay, algo especial! ¿Y qué es? —Se emocionó Mark.

—Se trata de un trabajo. Verás, necesito tu estudio porque me asignaron un cuadro para el final y yo pensaba que-…

Mark se levantó rápidamente y apoyó fuertemente sus dos manos sobre el escritorio.

—¡¿Un cuadro?! ¡Excelente sobrina! Felicidades. ¿Y de qué es? ¿Un paisaje? ¿Alguna locación especial? —Le arrojó miles de preguntas y Tzuyu no sabía cuál contestar primero.

Ojalá pudiera decir “Sí” a alguna de esas opciones.

Se rascó la nuca. Bien aquí vamos…

—No —detuvo a su tío quién le mato la curiosidad ahora más que nunca—, es un cuadro con temática al azar, el Profesor me ha pedido que sea un desnudo —lo dijo así, sin ningún tipo de anestesia. Tenía que tomarlo naturalmente o iba a sentir mareos recurrentes cada vez que lo pensaba o lo mencionaba a los demás.

Su tío sonrió de oreja a oreja. Tzuyu rezó para que solo le dijera que su estudio sí estaba disponible y poder largarse a dormir antes de que llegara el día de pintar a Nayeon.

—Oh, así que vas a traer una mujer a mi estudio —Tzuyu abrió los ojos y tragó grueso. ¡¿Cómo sabía su tío que iba a traer a una mujer?! Mark soltó una carcajada sonora viendo la expresión asustada de Tzuyu—Vamos Tzuyu, mi sexto sentido jamás falla. Recuerda que yo también hice mucho eso en mi juventud.

—No insinúes cosas, solo es una amiga —Claro que ella se iba a negar, y más con su tío, por más confianza que le tuviera… ¡Sentía mucha pena de hablar sobre la situación!

—Tzuyu tómalo natural. Relájate, ¿Sí? Parece que cada vez que lo recuerdas se te explota un vaso del ojo —Y se sentía idiota, muy muy idiota, pues sabía que podía pasar.

En el momento en que viese a Nayeon desnuda, no sabría cómo reaccionar.

—Cariño, todos nacimos así, sin nada. Dios no te trajo precisamente al mundo con esos pantalones cargo que llevas justo ahora, así que sí Tzuyu, debes tomarlo como si nada —Agradecía el consejo. Pero no sabía si lo tomaría o no, estaba sudando.

Ignoró completamente el tema y solo preguntó:— ¿Al menos me dejarás el estudio por estos cuatro días?

Mark lo pensó falsamente, solo para molestar a su sobrina. Obvio se lo iba a dar en bandeja de plata. No sin antes recordarle que aquel trabajo debía ser tomado como lo que era, algo simple y ya.

—Por supuesto, querida —dijo con obviedad— Solo promete que nada de sexo en mi escritorio, el resto del estudio es tuyo —Tzuyu negó hastiada— No hagas eso niña, te harás más vieja si te mortificas tanto.

—No lo hago —respondió.

—Repítelo hasta que te lo creas, Tzuyu.

Bien, al menos ya tenía las llaves y el estudio libre para el fin de semana. Y le había quedado claro que haría todo lo contrario a lo que su tío insinuó.

Nada de sexo en esa oficina. Por Dios, ¿con Nayeon? Era el tipo de cosas que quería evitar con ella en esa situación.

Cuatro días enteros y horas de arduo trabajo mientras Nayeon permanecía allí tendida para ella.

Tenía que respirar hondo y tomarlo con naturalidad. Sí, eso haría.

El taxi se estacionó en frente del estudio. Nayeon salió con apuro pues estaba llegando diez minutos tarde de la hora acordada con la taiwanesa. Sabía que Tzuyu se estresaba fácilmente cuando las cosas no salían como ella quería. Seguro cuando entrara por esa puerta la vería en medio de una crisis nerviosa con cuatro tazas de café sobre la mesa.

Tomó un par de billetes pagándole al conductor, quién solo se despidió tocando el claxon.

Nayeon ese miércoles por la tarde, asistía con ropa deportiva. Tzuyu le había pedido que fuese con ropa fácil de quitar y poner para mayor eficiencia, no tenía mucho tiempo y tenía que comenzar con ese cuadro ese mismo día. Pasarían cinco horas durante esos días juntas, a puerta cerrada con el olor a pintura ahogándolas a las dos. Para Tzuyu algo de todos los días, y para Nayeon, una experiencia completamente nueva.

Tocó el timbre dos veces y en la tercera oportunidad Tzuyu apareció frente a ella:— ¡¿Qué haces ahí?! ¡Muévete!

No era sorpresa para Nayeon verla así, de hecho, la había visto así más veces de las que sus manos eran capaces de contar.

Siguió a Tzuyu sin rechistar. Sabía que probablemente la crisis que estuviese teniendo justo ahora empeoraría si no la seguía. Soltó una risilla disimuladamente, le parecía adorable cuando la veía así.

Al llegar al cuarto donde empezaría todo. Tzuyu se volteó y la enfrentó:—¿Por qué tan tarde?

—¿Por qué no? —una pregunta respondida con otra, el tipo de cosas que estresaban a Tzuyu—. No me mires así, vas a tener tiempo de regañarme mucho estos días… —Habló con falsa inocencia.

—Ya, olvídalo. Mejor te muestro donde debes ponerte y algunas de mis ideas —dijo bastante seria. Frente a Nayeon ahora tenía a la Tzuyu aplicada de la carrera de Bellas Artes.

Tzuyu tomó su mano de un apretón y la dirigió hasta un espacio con un sofá de cuero blanco en forma de “L”, todo el sitio parecía tener solo blanco y tonos grises, muy minimalista para su gusto. Hizo un mohín con sus labios y arrugó su nariz, Tzuyu se percato:— Es el estudio de mi tío. Él y su esposo tienen una obsesión por el blanco muy extraña.

—Ya veo —hizo conversación. Nayeon ese día también se encontraba en medio de una especie de crisis. Luego de ofrecerse a apoyar a Tzuyu con el cuadro, llegó a su casa y miró a un punto fijo pensando en qué carajos estaba pasando.

¿Por qué se preocupaba? ¿No confiaba ella en Tzuyu? ¿O le daba espina de que a ella no le gustaría su figura para pintarla en aquel lienzo que veía detrás de su amiga?

Pasó todo el fin de semana pensando si era correcto o no seguir con eso. Pero lo hizo, no porque fuese orgullosa o algo, sino porque Tzuyu podría perder la calificación por su culpa, y no quería meterla en problemas.

Tzuyu soltó un suspiro. Miró a Nayeon unos segundos y hablo con torpeza:— Tú iras allí. Y-y… Me gustaría que, solo te sientes y practiquemos la pose.

Genial. Fantástico. Ya no podían regresar el tiempo y no meterse en ese estudio a practicar poses para un desnudo.

Nayeon solo hizo caso y fue hasta el sofá. Se sentó en él, esperando alguna indicación de una pensativa Tzuyu. Mientras la veía detallaba su vestimenta de ese día.

Una camisa de vestir blanca, con dos botones abiertos que dejaban ver un poco sus clavículas, en su cuello veía un bonito collar dorado con una flor. Sus labios tenían un labial suave, sus ojos estaban concentrados y eso lo demostraba en todo su lenguaje corporal.

Traía unos joggers grises que acentuaban sus piernas, botas un tanto desgastadas, y algunas pulseras rústicas en su mano izquierda. Tzuyu era el tipo de chica que no destacaba mucho en su ropa, y menos si iba a ensuciarse un poco. Estaba cómoda, lo suficiente como para estar tanto tiempo sentada frente al lienzo. También notó algunos anillos en sus dedos. Los que siempre solía llevar a clases y a todas partes.

Tzuyu estaba concentrada y pensando por mucho tiempo, mientras analizaba el espacio en el que Nayeon estaba sentada. Sus pisadas al suelo ponían un poco nerviosa a Nayeon.

—¿Sucede algo? —rompió el silencio la surcoreana.

Tzuyu le prestó atención al fin—. No, nada. Solo estoy… Pensando en como debería ponerte.

Cualquiera malinterpretaría lo que tal vez pasaba por la mente de la taiwanesa. Aunque Nayeon no, sabía que solo era un cuadro, un trabajo, no había nada de lo cual debía sentirse como se sentía ahora…

—Claro —jugó nerviosa con sus dedos—  ¿Puedo hacer una sugerencia?

Tzuyu puso atención a sus palabras— Adelante.

Nayeon se levantó, se acercó a su oído y le contó a detalle como le gustaría salir en aquella pintura, Tzuyu se sonrojó un poco, aunque Nayeon no lo notó en primer instancia. Vio su rostro buscando alguna señal de que su idea ayudó a Tzuyu de alguna forma.

Tzuyu la miró con intensidad:—¿Estuviste buscando referencias?

Nayeon sonrió burlona.

—Tal vez. ¿Sí te gusta la idea?

No lo pensó tanto.

—Me parece bien. Hagámoslo.

Nayeon se quedó allí esperando el siguiente paso. Ya sabía cuál era. Desvestirse.

Todo estaba pasando tan rápido para ella, pero no se acobardó, y le preguntó a Tzuyu donde debería cambiarse:

—¿Algún lugar donde pueda cambiarme? —Dijo con sus mejillas calientes, esperaba que su amiga no notase el rosáceo en ellas— ¿Tzu?

—¡Ah-ah! Sí… sí… Bueno —sonrió apenada—. Esperaba que pudieras hacerlo aquí mismo.

Ahora ambas eran dos tomates y sentían el calor en toda la habitación, y eso que había buena ventilación en ella.

—¿Aquí? ¿Estás demente?

—Te prometo que no miraré de más —aseguró. Quería que Nayeon confiase en ella.

Nayeon lo dudó unos segundos. Hasta que levantó el borde de su camisa deportiva que dejaba sus hombros al descubierto y Tzuyu sintió pánico:—¡Espera, espera! ¡Deja que me voltee primero, no seas avión! —se giró agresivamente y se tapó los ojos para seguridad—. Listo, ya puedes hacerlo.

Nayeon rió y negó divertida. Aún así, empezó a sentir como tragar saliva se le dificultaba y como sentía algo de agitación. ¿Por qué reaccionaba así? Si hasta la misma Tzuyu estaba completamente asustada de toda la situación.

Había que tomarlo natural… Solo era su cuerpo completamente expuesto, solo para Tzuyu.

Si lo pensaba así, estaba todo saliéndole al revés.

Tzuyu esperó con sus ojos bien cerrados y con sus manos sobre ellos. Con cuidado de no parecer tener interés en verla. Aunque no sabía qué debía esperar al girarse por fin…

Nayeon quitó poco a poco su ropa, no veía por qué tener prisa, Tzuyu no la estaba presionando, en realidad la actitud que tenía la taiwanesa al voltearse y esperar pacientemente le causaba ternura, era como una niña pequeña esperando por una sorpresa.

¿Se iba a sorprender? ¿Cómo la iba a mirar a los ojos después de eso?

Desabrochó su sostén tranquilamente dejándolo caer al suelo, el frío del estudio le erizó un poco los pezones, los cuáles le dolieron cuando los rozó contra sus brazos levemente, sintiendo como estaban erectos, hizo un pequeño sonido de queja que Tzuyu no dejó pasar.

—¿Todo bien, Nayeon-ssi? —Sonó un tanto preocupada, Nayeon sólo decidió responder un pequeño “Sí”.—¿Segura?

—Totalmente —dijo muy segura.

Lo último que era claramente sus bragas, eso era lo que más estaba prolongando, no quería hacerlo aún, o tal vez sí… Pero no sabía si era bueno admitirlo.

Finalmente las dejó caer y el frío la invadió, empezando a temblar.

Tzuyu volteó sin previo aviso pero con sus ojos aún cerrados:—¿T-Tienes frío? ¿Quieres que suba un poco la temperatura? ¿Te presto una bata?

Las preguntas adorables y cuidadosas de Tzuyu la hicieron sonreír, ahí se dio cuenta que Tzuyu de verdad estaba tomándose aquello con cautela.

—Una bata estaría bien, ¿Sí? Puedo soportar el frío un poco.

—No te creo Nayeon.

—Puedo acostumbrarme y lo sabes —Tzuyu no sabía si se refería al frío o a algo más, no quiso percibirlo de otra manera.

Ella tal vez, sí lo hacía.

Tzuyu buscó en el escritorio aún con ojos cerrados y solo con su tacto una bata, Nayeon observó también como tomaba una corbata, y esta se la colocaba sobre los ojos.

La morena caminó tambaleándose hasta donde estaba parada Nayeon, quien aunque nadie la estuviese viendo, se abrazaba para cubrirse a sí misma.

Extendió la bata hacia la coreana:—Ten, ya me encargo del aire — se quiso ir, pero Nayeon la detuvo ahí.

Ya con la bata puesta, pudo hablar más confiada con Tzuyu.

—No es necesario, Tzu —le transmitió seguridad en su voz—. Quiero empezar de una vez.

Tzuyu sintió como su garganta se secaba, le empezaba a arder. Asintió a lo dicho por la coreana.

Nayeon quiso sacarle la venda, pues ya estaba vestida aunque sea por aquella bata de baño. Pero las manos de Tzuyu la dejaron a medio camino cuando las tomó sorpresivamente:

—No, Nayeon-ssi. Aún no quiero, yo misma me la quitaré, ¿Sí? — murmuró como si fuese algo que solo Nayeon debía escuchar, y eso que estaban solas.

Solas, ambas. Las próximas horas, serían ellas dos juntas.

Se ató el cabello en un moño desordenado que dejaba unos cabellos rebeldes sobre su frente, los colocó detrás de las orejas. Nayeon la ayudó a llegar hasta el sofá, pues se negaba a quitarse la venda de los ojos.

Ya sentada frente al lienzo. Nayeon se colocó en la posición que habían acordado. Quitó la bata y la dejó a un lado. Sentía como su corazón latía de adrenalina por lo que estaba a punto de pasar.

—¿Lista? —Preguntó pacientemente Tzuyu, con voz tenue.

—Sí —respondió de la misma manera.

Cuando Tzuyu quitó la venda, aún cerraba sus ojos, con miedo. Cosa que impacientó a Nayeon. ¿Por qué todo era tan malditamente lento hoy? ¿Por qué no abría los ojos de una vez? Esto no estaba saliendo natural, para nada.

Los labios de Tzuyu temblaban ligeramente.

—Tzuyu —llamó la surcoreana—, Tzuyu, por favor solo abre los ojos, ¿Sí? Nos estamos complicando…

Tzuyu hizo caso. No podía no hacerle caso. Y cuando sus ojos se abrieron, sabía que probablemente sus piernas habían flaqueado.

Siempre había detallado lo hermoso que era el rostro de la coreana frente a ella. El puente de su nariz, la forma de esos ojos almendrados con un brillo especial cuando reía, sus manos con dedos finos y largos. Hasta cuando Nayeon se atrevía a mostrar un poco más en su ropa, sabía que sus curvas conducirían a cualquiera a la locura. Lo poco que había detallado de esa mujer que ahora observaba en el cuero con su cuerpo totalmente libre, era precioso.

Y ahí agradeció a todos los dioses que probablemente la ignoraban, el que Nayeon se haya ofrecido a ayudarla. Iba a sacarse un diez con esa obra de arte, veía su pintura en vida real mirándola con la misma intensidad que ella.

Aunque la intensidad de Tzuyu provenía del simple hecho de que, desde siempre, y desde que la dibujaba en todas sus libretas del semestre. La veía con adoración, como deberían mirarla todos, como una obra de arte, intocable, perfecta, tan perfecta que no lograba comprender como un ser así había llegado a pisar el planeta.

En sí, Tzuyu estaba convencida viendo desde la curva de sus caderas, hasta la forma de sus senos, de que esa obra de arte que Nayeon era, dejaría a todos boquiabiertos en la sala.

Sonrió inconscientemente.

—Me darás una buena calificación —Dijo sin dudarlo.

—¿Ah, en serio Tzuyu-yah? No me había dado cuenta —dijo con narcisismo. Aparentemente Nayeon sabía el efecto hipnotizante que había dejado a Tzuyu en un trance.

—No me tortures así. Vinimos a pintar —sentenció ella.

¿Pero qué tan segura estaba de que solo podía sentarse allí, y limitarse a pintarla?

Muy segura.

Ambas estaban seguras. O al menos así fue.

Dos horas después, Tzuyu seguía totalmente metida en su papel de artista. En el lienzo, sin dejar de mirarlo. Arbitrariamente miraba a Nayeon y luego lo que tenía en frente. Tenía varios lápices tirados sobre la mesa. Miles de papeles yacían allí, arrugados y tirados por la misma Tzuyu.

Tenía un trapo sobre sus hombros, y una paleta dulce en su boca pues no había comido nada. Las mangas las tenía hasta el antebrazo, y sus cejas se juntaban en una concentración que lograba asustar a Nayeon.

No habían hablado mucho en aquellas horas, solo ocasionalmente cuando la taiwanesa se acercaba a pedirle que se acomodara para mejor visión de la misma. O cuando le ofrecía agua a Im, pues estar tanto tiempo en aquella posición que le permitía ver todo de ella, era cansado.

Tzuyu soltó un suspiro alarido mientras acomodaba su espalda. Sentía como crujía del dolor.

Miró a Nayeon quien tenía una expresión algo aburrida, pues ver a Tzuyu tan ensimismada en su cuadro la verdad era una actividad que no tenía mucha emoción. Aunque, el lado positivo era verla de esa manera, podía reconocer por qué amaba tanto su carrera, la manera en la que analizaba sus pinceladas, se alejaba para hacer correcciones cada cierto tiempo, su seriedad, todo. Y el que tuviese aquella camisa con escote no ayudaba mucho.

Estaba bastante ocupada en su cuadro que cuando notó la mirada de pesadez en Nayeon se sintió culpable.

—Nayeon-ssi —llamó con pena—, ¿Te sientes bien? ¿Quieres que pare? ¿Por qué la cara larga?

Nayeon rodó los ojos:—Solo ignórame, Tzuyu.

—No es algo que precisamente pueda hacer justo ahora, Nayeon-ssi — Nayeon sonrió apática. Sí, definitivamente la chica estaba enfadada o le hastiaba algo.

—¿Por qué estás así? —Insistió la taiwanesa.

—Porque no me has hablado desde hace media hora, eres una aburrida.

Tzuyu rió encantadoramente. Cosa que hizo la molestia de Nayeon punzar. ¿Entonces se reía de ella?

—¿Quieres que te hable mientras pinto?

—¿Por qué te ríes? ¡No me parece que me ignores así, idiota! Estoy desnuda desde hace tres horas, pedazo de imbéc-…

Pero Nayeon no pudo terminar su insulto. Pues la muy molesta y encantadora pintora se acercó con una sonrisa juguetona entre labios. ¿Qué se traería entre manos? No estaba de humor.

Tzuyu se acercó a donde estaba, ignorando la obvia desnudez:— Levántate, ¿puedes?

Nayeon quedó atónita. ¿Ahora le daba órdenes?

Bueno era de esperarse. Ella tenía derecho, solo era su modelo.

—¿Por qué? —preguntó entre dientes.

—Solo hazlo, ¿Sí? —la voz. El tono en que lo dijo hizo que una pequeña ola de crisis se apoderara de Nayeon. ¿Qué estaba pensando Tzuyu?

Cuando Nayeon se colocó sobre sus rodillas. Tzuyu no dudó en tomarle el mentón. Y la miró directamente, sin pena:—No me gusta que estés enojada conmigo —le tomó las comisuras de los labios y las apretó—. Sonríeme, ¿Sí?

¡Esa pedazo de idiota!

Nayeon sintió como su cara se calentaba. No había razón para que Tzuyu hiciese eso, quiso empujarla. Aunque no quiso del todo, pues el tacto de las manos de Tzuyu sobre sus labios no era ningún disgusto.

—No seas así conmigo. Te odio.

—Me quieres, y como me quieres vas a darme una expresión coqueta y seductora porque tu cara de grano en el culo no me ayuda para nada —dijo ella.

—¿Seductora?

—Sí. Eso siempre te ha salido bien.

—¿Y estás segura que no te dará un paro cardíaco si me tienes por dos horas y media más mirándote así? —bromeó ella.

Tzuyu bufó.

—No. De hecho he estado aquí sentada todo el rato y lo único que noté es que un bicho pasó cerca del mueble —Nayeon se quejó.

—¡Chou Tzuyu!

—Solo deja de estar enojada conmigo. Dame una buena cara, ¿va? —Hizo un puchero, Nayeon no se pudo negar.

—Cómo sea.

Pero cuando Nayeon hizo su mejor cara de seducción. Tzuyu sintió que había cometido un error, uno fatal para su estado mental.

—¿A-Así te vas a ver? —tartamudeó.

—Obvio —respondió con naturalidad—. ¿No te gusta?

—Me encanta —respondió—¡La cara, por supuesto!

—Tzuyu.

—Obvio que me refiero a tu expresión. ¿Alguna vez has pensado en ser modelo?

—Tzuyu —repitió.

—Y ni hablar de tus labios. Se ven bonitos de esa manera, ¿Ese labial dónde lo compraste— siguió sin escuchar a la coreana.

—¡Tzuyu!

—¿Ah? —dijo confundida.

—Sigue la pintura, ¿Sí?

Pero ahora, Chou Tzuyu no podría concentrarse como era debido. Pues tener a Im Nayeon, seduciéndola sutilmente a través del lienzo, no era de mucha ayuda.

Fueron tres horas muy largas.

Al final de la jornada, Tzuyu estaba girada nuevamente esperando que Nayeon se vistiera. Había sido algo tenso al principio, pero ya había más confianza en el aire.

—¿Ya?

—Listo. Gracias por esperar —la vio nuevamente vestida como al llegar y por fin en su pecho sintió que podía respirar correctamente.

—No, no. Gracias a ti. En verdad, no debió ser fácil.

—No lo fue. Cualquiera romantizaría la situación y tendrían sexo en el momento. Bah, no quiero tener sexo contigo y tu cara de tragedia —Tzuyu se quejó, pero era cierto.

Rieron juntas.

—Yo tampoco tendría sexo contigo, Nayeon —confesó—, Aunque me gusta como eres físicamente. Estoy segura que no tenemos química sexual.

—Mentirosa, te encantaría besarme —Tzuyu lo meditó— ¡Tzuyu, deja de fingir!

—Está bien, lo haría. Si me pagan un millón de dólares lo pienso.

—No me vengas a herir de esa forma.

Tzuyu quitó su camisa de vestir, debajo de ella tenía una camisa negra así que no pasaría frío. Se la dio a Nayeon que aún no se acostumbraba a la temperatura del lugar.

—¿Te gustaría un café? —ofreció Tzuyu—Digo, no te di mucho durante todo este tiempo.

Le dio un asentimiento y Tzuyu la dejó sola unos momentos.

Nayeon visualizó el cuaderno de cuero marrón sobre el escritorio. Ese que Tzuyu siempre solía llevar a todas partes. Durante todo el tiempo en que estuvieron juntas, ella lo miraba muchísimo, y solía pasar las páginas muy seguido.

No sabía cuán importante era ese cuaderno para ella. Pero la curiosidad la invadía y quiso abrirlo.

Cuando tomó el cuaderno entre sus manos. Logró ver un dibujo de una mujer, su mandíbula era definida, sus ojos rasgados, y su nariz era familiar…

Nayeon detalló más los trazos, solo para darse cuenta, que tal vez Tzuyu no la estaba dibujando por primera vez en su vida.

Soltó el cuaderno cuando escuchó los pasos de la taiwanesa de vuelta al estudio.

—¿Todo bien? —Vio un tanto rara a Nayeon, pero no quiso profundizar en ello.

—Erm, sí —respondió tratando de actuar normal, tomó la taza de café que Tzuyu le ofrecía y tomó un sorbo—. Gracias.

Estuvieron unos segundos en silencio.

—¿Crees que esté listo antes del Martes? —preguntó Nayeon.

—Creo que estará listo mucho antes si no dejas de venir.

—Sabes que vendré.

—Gracias, es en serio, Nayeon-ssi. Eres una buena amiga.

—Nada de eso. Desvistete tú.

—¿Con que sí? —jugó con ella—. No es mala idea.

—¿Eh?

Tzuyu no sabía si lo que estaba apunto de decir era buena idea, ya tenía suficiente confianza con Nayeon.

No le dio más vueltas al asunto, y le preguntó sin más:— ¿Y si en las próximas sesiones me desnudo yo también?

Nayeon la miró boquiabierta:— No hablarás en serio, verdad…

Pero cuando vio el rostro confuso de la taiwanesa. Se dio cuenta que eso iba a suceder.

¡Era increíble! Ya habían logrado pasar la barrera de lo incómodo ese día, y ahora Tzuyu quería hacerlo el doble de incómodo. No entendía el por qué, pero el desnudarse ella le daba nervios, pero no tantos, de hecho fue totalmente satisfactorio hacerlo ante Tzuyu solamente.

Solo que la cosa era distinta si Tzuyu lo hacía…

—No es necesario.

—Me lo tomo como un sí —se encogió de hombros, no había reparo —. Buenas noches.

—Pero Tzuyu…

—Buenas noches, Nayeon-ssi —dijo y se despidió de ella con un beso en la mejilla antes de que Nayeon pudiese pensar.

Esa noche Nayeon no durmió pensando en los miles de escenarios incómodos que se le presentarían los siguientes días.

Al día siguiente, en el estudio. Nayeon ya había pasado sin problema alguno, llegó más temprano. Cuando abrió la puerta. Vio a Tzuyu con una bata como la que ella traía el día anterior, tragó grueso.

Oh, ella hablaba muy seriamente…

—¿Tzuyu? —Tzuyu la saludó con una sonrisa. Se acercó a ella y la abrazó, abrazo que hizo que Nayeon se sonrojara.

Últimamente se sonrojaba mucho con cualquier movimiento de Tzuyu.

Volvieron a repetir la acción del día anterior. Solo que ahora Tzuyu si se atrevía a mirarla, tener la intensa mirada de ella analizándola desde el último cabello hasta la punta de sus pies la hacía respirar pesado.

Cuando Tzuyu se sentó en la conocida silla. Y Nayeon volvió a su lugar. Todo se sentía distinto.

Tzuyu empezó a pintar. Y así fue por un largo rato.

Y luego sucedió lo que cambiaba todo.

Tzuyu no se había quitado la bata a diferencia de Nayeon. En realidad se la había dejado a petición de ésta última.

Tzuyu se acercó al sofá. Y levantó a Nayeon un momento. Cabe aclarar que la tomó de las muñecas, y estando sobre sus rodillas se miraron unos segundos. Tzuyu bajó su mirada hasta su vientre.

—Sabes que anoche estaba pensando… —empezó suavemente— ¿Qué opinas si le agregamos algo nuevo?

—¿Algo nuevo?

—Sí. Algo nuevo. Lo hará mejor.

—¿Y qué es?

Tomó su mano izquierda, con cuidado, la puso sobre su vientre, y se alejó un poco para admirar la nueva pose.

En los ojos de ambas se podía observar un oscuro inusual. Las pupilas de Tzuyu llegaron a dilatarse. Nayeon respiró hondo.

—Así te ves mejor.

—¿Quieres que me toque? ¿Estás segura de eso? —Dudó un poco.

—¿Te muestro como te ves? —dijo con voz ronca.

Mierda.

—¿Tzu? ¿Q-Qué haces? —Cuando vio que la taiwanesa se levantó. Sintió su corazón latir con tanta fuerza que podía desfallecer en ese mueble.

Observó como Tzuyu traía un espejo mediano, y antes ella veía la forma en la que la mano estaba casi cerca de entrepierna, la tapaba un poco, así no era tan reveladora para nadie.

Tzuyu volvió a acercarse. Nayeon pudo sentir el roce de la bata contra su pierna, cosa que la hizo perder el aliento.

Estaba todo mal. Era ella desnuda, con una Tzuyu en bata, y con poca distancia que tenía mano cerca de su entrepierna.

Se sentía ilegal cómo había sentido humedad entre sus piernas.

—Pensé en esa pose justamente para que no tengas que… —tomó aire—, abrir tanto las piernas.

—¿No quieres que lo haga? —La sola pregunta ingenua de Im, hizo a Tzuyu toser.

—No —esa negativa la delataba totalmente.

Mentira. Acababa de mentir.

Y también estaba fingiendo que no sentía el pulso acelerado en la muñeca de la coreana.

Y que el suyo también lo estaba.

—Bien. No lo haré.

—No lo hagas —respondió con voz ahogada.

—¿Por qué no te quitaste la bata?

—No lo sé… Hace frío —era una excusa tan barata que dolía.

Hacía de todo menos frío.

—Yo creo que no. Estás soltando aire caliente.

—¿En serio? —preguntó mientras ignoraba como Nayeon se removía un poco.

—Sí.

—Sí hace calor —admitió en un murmullo— Tal vez si deba quitármela.

—¿Puedo hacerlo yo? —Esperaba que se negara. Esperaba que le dijese que no.

Lo más impresionante para ambas. Es que no se negó a que Nayeon fuese quien la desnudara ahora.

Con un pequeño asentimiento. Nayeon recibió la confirmación, quitó la bata y vio los hombros descubiertos de Tzuyu. Su mirada viajó por sus clavículas, lenta y tortuosamente fue revelando los senos de la mujer. Tzuyu solo miraba la destreza con la que Nayeon parecía sacarle la bata.

Cuando vio aquellos senos, solo pudo sentir una punzada de dolor en su centro. Se sentía como una adolescente que jamás había tocado unos, cosa que no era cierta. Pero los de Tzuyu solo la impresionaban.

—Yo… Tzuyu yo… —No podía dejar de apreciarlos. Grandes, se veían suaves, y aquellos pezones morenos estaban llevándola al borde.

Estaba rezando que Tzuyu no bajase la mirada. Pues se daría cuenta de lo mojada que se sentía.

Tzuyu no permitió que Nayeon hablara más, pues se acercó a su nariz y la rozó levemente:— ¿Cómo te sientes? —Ahora mismo no quedaban dudas de que la pintura estaba en segundo plano. Ahora lo que veía era una Tzuyu totalmente centrada en ella, sintió como la mano de Tzuyu la guió hasta sus pechos. Y como su respiración dejaba de funcionar—. Anda, dímelo.

Cómo se sentía... Eso era una pregunta con un gran peso.

Sentía sus piernas débiles. Un calor abrasador entre ambas. Y como la distancia estaba comenzando a ser innecesaria.

Tzuyu relamió sus labios, y miró los contrarios:—¿Sigo con la pintura o-…?

Nayeon solo se dejó llevar. En realidad ya no podía más, fue como un ataque en medio de la guerra. Muchas miradas intensas desde el día anterior, mucha tensión, mucha impaciencia. Ya no podía mentir, necesitaba que Tzuyu la tomara, o al menos dejara besarse justo como ahora. Donde enredaba sus dígitos entre los cabellos oscuros y desordenados de la taiwanesa. Tomaba con fuerza su cabeza, y Tzuyu solo respondía al beso con la misma hambre que Nayeon.

Cuando el aire se hizo necesario. Tzuyu se atrevió a mirar la linda escena de una coreana agitada, sobre sus rodillas, con mejillas rojas, y la boca hinchada. Y lo peor fue cuando vio como intentaba buscar fricción con la bata de Tzuyu.

Tzuyu se sintió abrumada. Y decidió hablar:—¿M-Me dejas continuar, Nayeon-ssi?

Nayeon no podía creer esa mierda.

No era posible. No así. No era posible que se besaran de esa manera tan hambrienta y ella decidiera ignorarlo. Poner su trasero una vez más sobre el banco e ignorar el desastre que había hecho entre sus piernas.

Volvió a su posición inicial a regañadientes. Sintiendo el dolor entre sus piernas.

Bien, ya estaba empezando a despertar eso que no quería admitir desde hace años.

Aquello estaba siendo una de las pocas gotas que haría rebosar el vaso. Tzuyu y Nayeon estaban en una manta de tensión irrompible.

Tzuyu solo podía observar a su obra volverse más y más realista. Cada vello erizado de Nayeon estaba allí, en aquel lienzo. Cada lunar, cada curva, cada cosa que veía en toda su piel, trataba de plasmarla.

Y también estaba plasmando una de sus fantasías.

Ya no podía mentir. Ese día le había dicho a Nayeon que la quería de esa forma, porque había soñado con ella.

Ese día se había dejado besar, porque en el fondo. Si la dibujaba, y la tenía como su musa. Ella también la deseaba solo para ella.

En el tercer día no sucedió nada en especial. Tzuyu simplemente se sentó allí nuevamente, y eso solo puso a Nayeon de un humor irritante. Además de que ese día, la mujer decidió llevar un estúpido cigarro y el olor era insoportable. Se notaba estresada, y no hablaron en toda la sesión. Ni siquiera por mensaje como siempre hacían después de cada sesión.

Ese día visitó a Sana para buscar bajar el estrés. La menor había desaparecido hace días pues ya era oficial que salía con Jeongyeon.

Sana la recibió con los brazos abiertos, las dos conversaban en la cocina:

—Y puedes creer que ella solo… ¡Solo se aplastó allí, y no hizo nada más! El día anterior me besa, me calienta—soltó una queja en alto —. M-Me besa de esa manera y luego decide ignorar todo con un cigarro, Sana, ¡¿Por qué es tan misteriosa?!

Sana solo la miró como si su amiga estuviese a punto de cometer un acto homicida contra la artista de tercer año.

—Nayeon, es solo una pintura. ¿Por qué es tan importante?

Tal pregunta la ofendía.—¿Cómo que por qué? ¡Pues porque es una lenta de mierda! Solo va, hace cosas que me ponen neurótica, y me pone los pelos de punta cada vez que puede. No puedo más, Sana. Odio ese maldito cuadro.

—¿Te gusta, Tzuyu? —No, no le gustaba.—Pensé que solo eran ideas locas de Jeongyeon.

—¡¿Bromeas?! A mí no me gusta Tzuyu, es una estirada, tonta y muy, muy…

—¿Estás estresada porque se cohíbe de ti, y no quiere besarte como Dios manda? Wow, estás mal.

Sí, era cierto.

Pero Sana no tenía por qué ser tan asertiva.

—Me das miedo —hizo un puchero—, ¿Cómo hago para que deje el juego y solo vaya y me bese a lo desgraciado?

—Tzuyu es de personalidad pacífica y sumisa, Nayeon. No irá a tomarte como una animal y cogerte sobre el escritorio, si es lo que quieres — Nayeon la miró con espanto— No me mires así, sabes que lo has estado pensando desde que te desnudaste frente a ella. Incluso desde antes…

No podía negar eso… Por Dios.

—Obviamente sí. Pero yo-…

—Nada, amiga. Tendrás que ser tú quién dé las órdenes —aconseja Sana— Créeme que esa chica activará todos sus sentidos si vas y la obligas a mirarte mientras te tocas.

—No haré eso. Por favor dime que no es esa mi primera opción.

—Eso o que simplemente la hagas besarte y hacerle darse cuenta de que se gustan. Hasta a mí me duele su tensión sexual aterradoramente real.

—¿Qué crees que debería hacer?

—¿Y por qué me preguntas a mí? ¡No soy terapeuta sexual, Nayeon!

—Mhm. Es verdad.

Y de pronto una idea cruzó su mente.

Sí, eso haría. Claro que lo haría.

El cuadro aparentemente seguía estando en proceso las horas que Nayeon no estaba con Tzuyu. O eso era lo poco que ella le llegaba a comentar por mensajes de texto cortos.

No había hablado del beso, ni como ambas se habían excitado con toda la situación. Pero Nayeon ya estaba harta de su silencio, sus «Perdón» y lo encantadora que llegaba a ser sin intentarlo.

Estaba harta de fingir que no le encantaba esa mujer.

Por ende. Ese día decidió llegar tarde. Sabía que Tzuyu se estresaría y empezaría a darle órdenes.

Cosa que le encantaba en ella.

Y ella no se equivoco, Tzuyu abrió la puerta con desgano y el enfado en ella era palpable.

—Buenas tardes, Tzuyu-yah —habló felizmente ignorando la cara de desgracia en Tzuyu.

—Solo pasa.

Lo estaba logrando.

Antes de que ella pudiese decir algo. Nayeon le hizo una proposición, algo que Tzuyu podría rechazar.

La miró con cejas elevadas y brazos cruzados:—¿Qué estás esperando? Desvistete —dijo como regaño.

—Tú primero. Así no me siento tan nerviosa.

—Cómo sea —contestó amargada.

Adoraba lo caliente que se podía ver una Tzuyu amargada.

Vio como quitaba su camisa, y bajaba sus pantalones cargo. No buscó una bata pues la taiwanesa solo se quedó de pie en ropa interior.

Ropa interior de encaje negro.

—Interesante elección. ¿Ibas a ver a alguien hoy? —preguntó dulcemente con cinismo Im.

—No. Solo a ti —le agradó aquella respuesta. Pues sabía que en el fondo Tzuyu se estaba apartando de la idea de que le atraía la coreana.

Pero ya no se negaría más, ni huiría de ella.

Ya había admitido esos días que le encantaba Chou Tzuyu.

—Perdón por estar así, tú sabes que odio que lleguen tarde.

—Lo sé —confirmó.

—¿Entonces por qué lo haces? —arqueó una ceja.

—Porque puedo Tzuyu-yah. Es mi trabajo que estés al borde conmigo.

Tzuyu solo se quedó en silencio.

—¿Vas a desvestirte, o tengo que hacerlo por ti yo misma? —Estaba claramente alterada. Estaba impaciente y su tiempo estaba corriendo. Cosa que la estresaba muchísimo.

—Puedes hacerlo tú. Adelante.

Tzuyu se acercó de mala gana. Pero Nayeon se encargó de mirarla a los ojos.

Ese día decidió ir con un top, que dejaba a la vista su abdomen. También con una falda. Y poseía una gargantilla, más su cabello con ligeras ondas debido al clima de ese día.

Nayeon veía como Tzuyu levantaba sus prendas con cuidado, y trataba de respirar con normalidad.

Normalidad. Se lo tenían que haber tomado así. Pero hace bastante dejó de ser una situación normal y natural para ellas.

—Tzuyu-ssi. —Llamó la coreana. A Tzuyu se le hacía tortuoso y apretaba sus labios, llevó su mano hacia su rostro y dos dedos juntos la hicieron ver únicamente a Nayeon—. Tzuyu-yah. Mírame a mí si no quieres morir en el intento de quitarme la ropa.

Tzuyu estaba por desabrochar el brassier:— ¿De qué hablas, Nayeon? Silencio —intentó ignorar sus ojos coquetos.

El click de la prenda y luego cayó al suelo. Tzuyu estaba frente a los senos con los que mentía si no se sentía afortunada de ver todos esos días.

Nayeon sintió las manos de Tzuyu sobre sus caderas jugando con el elástico de su ropa interior.

—¿Puedo?

—No creo que tengas escapatoria de eso si quieres terminar el cuadro hoy mismo —dijo.

—Tienes razón.

Cuando por fin liberó a Nayeon de aquella tortura, volviendo a la tan usual desnudez en la que estaba en cada sesión de ese estudio. Tzuyu fue a su asiento.

Y Nayeon se giró con paso confiado hasta el sofá. Orgullosa de haber hecho sudar a Tzuyu.

Tzuyu quería concentrarse en el cuadro, en la pintura, en el pincel. Nayeon interfería con eso, pues solo se mantenía en su posición, obediente y dejándose llevar por el hecho de ser la musa de la taiwanesa.

Eso era tan molesto para Tzuyu. Ver tanta tranquilidad en Nayeon, aún después de que la ignoró. Tanto silencio, estaba apunto de explotar.

Gruñó un poco no esperando que ella se diese cuenta.

—¿Por qué estás enojada? —le recordaba un poco a la misma pregunta que hizo el primer día.

—Porque esto es estresante.

—¿Quieres un descanso?

Eso no sonaba buena idea. Considerando que apenas comenzaba la última parte del cuadro.

—No, tengo que acabarl-…

—Tzuyu, sabes que me parece gracioso. El hecho de que llevamos tres malditos días aquí encerradas, juntas. Cualquier persona saldría de esta habitación sintiendo que interrumpe algo, estamos tensas, cariño —El apodo al final, la mataba, no lo iba a aceptar.

—No viene al caso —Se sentó en el banco, y decidió ignorar a Nayeon. Pero en cuanto vio que ella se colocaba mal apropósito, suspiró.

—Nayeon-ssi, lo estás haciendo mal.

Fue hasta el sofá, y gateó, colocando sus piernas un lado al otro de ella. Aprisionandola.

Nayeon sonrió victoriosa. Ahí fue cuando la idea de ayer atacó su mente. ¿Debería llevarla a cabo?

Viendo a Tzuyu en bragas negras, encima de su cuerpo, era un problema para negarse a hacerlo.

—Tzuyu-yah. Acércate un poco, ¿Sí?

Tzuyu demoró unos segundos, rozó su nariz con la de Nayeon, supo que ya no podría regresar al banco.

Nayeon tomó su mentón, y decidió preguntar suavemente:—Tzuyu-yah…

Tzuyu no dudó en atender su llamado y conectar sus ojos con los orbes café y brillantes de Nayeon. La mirada y su sonrisa seductora la estaba empezando a poner mal.

—¿Sí?

—Ayer cuando me besaste…

—Tú me besaste a mí primero —se defendió.

—Y tú continuaste el beso.

Claro que era así. Lo había aceptado como si de una bendición se tratase.

—¿Qué pasa con ello?

—No debiste hacerlo, Tzuyu-yah.

Tzuyu sintió su cara arder. Al igual que su cuerpo. Nayeon se había sentido incomoda. Por la manera en la que hablaba paciente tratando de no lastimarla con sus palabras, solo era un aviso de que se sintió mal con ese beso. Ya no quería pintarla, se sentía mal si ella se había sentido mal.

—¿T-Te hice sentir incómoda? —preguntó con cautela. Con miedo, con temor. No quería hacer sentir así a una de sus amigas más confiables, Nayeon se estaba dejando ver de esa manera ante ella por un favor, y ella la besaba con fuerza como si fuese un jodido animal. Como una salvaje, una…

—Tzu —la llamó por aquel apodo que tanto le gustaba de su parte— Préstame tus dedos un momento por favor.

Tzuyu se dejó tomar la mano por ella. Inmediatamente Nayeon se dejó llevar, y abrió un poco sus piernas, tendida en la cama. La guió hasta su vientre y con la mano de Tzuyu empezó a acariciarse ella misma mientras cerraba los ojos. Tzuyu solo se limitó a sentir con sus dedos la piel suave y tersa de su abdomen. Estaban pasando muchas cosas en esas tontas sesiones. Sus dedos quemaban sobre la piel expuesta de Nayeon, sintió como su vientre se contraía un poco. ¿Por qué se sentía tan bien?

—Nayeon… —Quiso sacar sus manos de allí. Sin embargo, la coreana sólo podía atenderse con la mano de Tzuyu.

Para Tzuyu todo estaba siendo peligroso. Estaba ella encima de Nayeon, semidesnuda, y aquella mujer aparentemente dándose placer con su mano.

Nayeon soltaba suspiros altos, y dejó de tocarse por unos segundos, abrió los ojos. Y miró a Tzuyu sin pudor alguno.

—Tzu —ya estaba empezando a sentir como su cuerpo subía en calor—Tzu, necesito que me respondas algo. ¿S-Sí? —Titubeó un poco.

Tzuyu se sentía desorientada. Podía sentir el calor que emanaba el cuerpo contrario y eso la estaba matando poco a poco.

—¿La de los bocetos de tu libreta soy yo, no? —Tzuyu abrió sus ojos, y quiso salir de allí. ¿Nayeon había visto sus dibujos? ¿Sabía que era ella? —¿Soy yo verdad?

El tono de voz que utilizó fue terrible para su sanidad mental.

—Sí —la confirmación hizo a Nayeon reír.

—¿Por qué?

Y fue honesta.

—Porque me encanta la línea de tu mandíbula, la forma de tus caderas, tus facciones, el largo de tus piernas. Me encanta todo, siempre has sido una inspiración y mi musa por completo —confesó cerca de sus labios. Cosa que a Nayeon le emocionó más.

—¿Tanto así te gusto? —dudó ella.

—¿Cómo quieres que te lo demuestre?

—Pintame, Tzuyu. Quiero que lo hagas, quiero que me tomes, quiero que me beses, quiero que me demuestres como defines mi cuerpo con tus trazos, quiero ser tu obra de arte hoy —Mordió su labio con dificultad—. Pinta con tus dedos sobre mí, Tzu-ssi —. Fue lo último que pudo decir Nayeon, Tzuyu la besó, con pasión, con ganas, todas esas ganas que por cuatro días se había contenido ese par.

Sintió como los brazos de Nayeon descansaban en su cuello, el beso solo se profundizó más. Tzuyu estaba nerviosa aunque Nayeon no lo notara. Tener a la mujer que había proclamado como su musa debajo de ella, besándola de esa forma, la tenía al borde.

Tzuyu. Sin embargo, besó lentamente su cuello de Nayeon. Ella solo podía cerrar los ojos y escuchar sus respiraciones agitadas y jadeos continuos mezclarse.

La morena atacó lentamente e hincó el diente en su cuello, bajando los besos hasta sus claviculas. Mientras acariciaba con sus manos lentamente los muslos de Nayeon.

Nayeon sentía el peso de Tzuyu sobre ella, ella jugó tentadoramente con el lóbulo de su oreja, mordiendolo suavemente.

—¿Sabes cual es mi parte favorita de dibujarte? —habló con su voz ronca y perdida en el deseo. Nayeon no quiso hablar, estaba aguantando los pequeños gemidos y quejidos que Tzuyu le provocaba—. Mi parte favorita es imaginarme esos muslos alrededor mío, marcarlos con mis uñas—. Hizo dicha acción—, morderlos… besarlos… Me encanta como son.

Nayeon se sentía extasiada con la voz de Tzuyu. Mentiría si dijera que verla soltar palabras con aliento caliente en su oído no la hacía querer correrse allí mismo.

Tomó en un puño el cabello de Tzuyu cuando ésta bajó hasta sus senos. Sintió la lengua caliente y sus dientes mordisquear con paciencia, dándole la debida atención que ella siempre quiso, Tzuyu habló sobre su piel soltando una risa ronca:—¿Por qué no te estoy escuchando?—La coreana apretó sus labios tratando de no gemir. Pero Tzuyu solo la animaba a hacerlo con sus palabras y su toque—. Quiero escucharte o no voy a seguir.

Nayeon hizo caso y en cuanto Tzuyu volvió a hacer su trabajo, soltó el primer gemido. Alto, sucio, casi como un lloriqueo. Aquello solo inspiraba más a Tzuyu a seguir tocándola, lenta y tortuosamente.

Nayeon se atrevió a pasar sus manos por su espalda, mientras que intentaba quitar aquel brassier. En cuanto pudo no desaprovechó la oportunidad y observó el torso desnudo de Tzuyu como aquella vez. Ahora tenía sus senos en su cara prácticamente y eso solo lograba excitarle más.

—¿Qué tanto miras? —Era claro que Tzuyu tampoco quería esperar más y sólo jugó con sus pechos. Sabía que al disfrutar de esa manera, también estaba dejando marcas en el cuerpo de Tzuyu.

Cuando la mano de Tzuyu acarició su entrepierna, se permitió mirar hacia abajo. Tzuyu estaba totalmente desnuda, tomando sus piernas, con uñas clavadas en cada una. El dolor de sentir sus uñas en su piel le encantaba.

Tzuyu la miró antes de adentrar dos de sus dedos lentamente, sintiendo el hinchado sexo de la coreana apretar sus dígitos.

Nayeon solo se permitió suspirar, mientras Tzuyu la tocaba, no se apresuraba y eso le encantaba de ella, pero cuando empezó a mover sus caderas fue el indicativo para Chou de que la surcoreana quería algo más.

Aceleró un poco el movimiento de sus dedos, mientras besaba sus muslos y dejaba besos muy cerca de su centro. El sonido obsceno de la húmeda vagina hizo a Tzuyu temblar. Mientras más se movía, los gemidos desesperados de Nayeon en su oído y aquel delicioso sonido era el equilibrio perfecto entre un cielo e infierno sobre aquel cuero blanco.

El calor era el protagonista, al igual que el nombre de Tzuyu abandonaba repetidas veces los labios de Im.

—¡Ah, Tzuyu! —gimió alto, con ganas

—Sí, linda. ¿De quién eres? —preguntó poniéndola caliente—. Anda, dilo.

—De Tzuyu, agh. Soy tuya, Tzuyu —Intentó decir sin aliento. Sólo podía gemir el nombre de Tzuyu. Sonido que quedaría tatuado en la mente de la taiwanesa.

Curvó sus dedos dentro de la pelinegra. Permitiéndose sentir como se avecinaba el orgasmo de Nayeon. Sabía que ella estaba por llegar al clímax gracias al subir y bajar de su pecho. Su corazón se aceleró y ella también jadeó antes de seguir con su trabajo.

Y lo que vio fue lo que le hizo caer en cuenta de cuanto le encantaba esa chica. Por qué esa chica era su musa.

Era Nayeon. Soltando un último gemido, cansado y fuerte. Anunciando finalmente el final de su clímax.

El sonido más hermoso que había escuchado Tzuyu en mucho tiempo.

Tzuyu sacó sus dedos poco a poco, y miró el desastre, muy lindo desastre, que era Nayeon en esos momentos:—¿Me dejas probar? —. Hizo petición, y probando el sabor de los fluidos de Nayeon, se dejó llevar por el deseo de que, mientras observaba como Tzuyu introducía más aquellos dedos en su garganta. Ella miraba la excitante y erótica escena, como los labios suaves de Tzuyu recibían su propio sabor. Era digno de admirar. La artista consciente del arte que hacía.

Tzuyu no dudó en seguir besando y tocando cada parte del cuerpo de Nayeon como si de pintar con sus manos se tratase, estaba pintando su propia obra, estaba recreando la exquisitez de ver a su querida chica en descontrol, pidiendo más y perdida entre gemidos y gemidos, su mayor obra de arte en esos momentos y el significado de su cuadro siempre fue la perfección de Nayeon para lucir adorable y sexy al mismo tiempo.

Ver cómo sus cejas se juntaban y sus labios entreabiertos maldecían entre susurros, era la mayor pieza artística que se permitió apreciar.

Cuando ambas sintieron la pesadez y el cansancio invadirlas, Tzuyu cayó sobre el pecho de Nayeon. Completamente desnudas las dos.

Nayeon acarició los cabellos oscuros de la artista, los cuales se pegaban a ella con sudor.

Tzuyu colocó su mano sobre el vientre de Nayeon y observó como este estaba lleno de marcas. Sonrió satisfecha por su cometido.

Nayeon abrazó más a la taiwanesa contra ella. Y no sabía qué decir, solo sabía que quería gritar de emoción. Había por fin hecho todo lo que se negaba hacer con Chou Tzuyu, una de sus mejores amigas.

—¿Nay? ¿Cómo te sientes? —le parecía adorable la pregunta cuidadosa de la castaña—, ¿Estuvo bien? ¿Te gustó? —y le ofendía un poco la pregunta tan estúpida que le había hecho.

—Parece que no me escuchaste —rodó los ojos y Tzuyu rió en su pecho desnudo—Eres increíble.

—Por ti —respondió con felicidad—Nunca pensé que pasaría esto.

—Yo sí —rió levemente—. Muchas veces.

—¿Ah sí? —la miró atenta—. ¿Cuántas veces?

—Las suficientes como para saber que te quiero, Chou Tzuyu — comentó e hizo que los ojos de Chou brillaran con felicidad.

—Yo también. Es obvio, porque eres mi musa —admitió por fin después de muchos años.

—¿Lo soy?

—Sí, solo mía —Nayeon sonrió contenta y le dio un pequeño beso—. Y como esto significaba que es oficial que lo eres… Ya no voy a pintarte desnuda, Nay.

Nayeon se sobresaltó:—¡¿Por qué?!

—Porque me niego a que el Profesor Yoon te vea desnuda —Nayeon la miró confundida—. Me niego a que alguien más vea a mi musa desnuda. Eres mi obra de arte y tengo derechos de propiedad intelectual sobre ti —Nayeon soltó una carcajada por la ternura—. Solo yo puedo pintarte, mi querida Nay —la besó con timidez, y Nayeon aceptó gustosa de aquel sello amoroso en sus belfos hinchados.

La miró unos segundos mientras aún sostenía su rostro, Im respondió:—Claro que sí, mi Tzu-ssi.

Ambas sonrieron al fin dejando aquella larga tensión de años, bocetos ocultos y dedos ansiosos que tomaban el pincel, dejaron de pintar sobre el lienzo.

Pues el nuevo lienzo era Nayeon. Y Tzuyu desde ahora pintaría con sus dedos sobre ella.

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