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Cap. 7. Atracón

Recorrimos cada lugar que frecuentaba, su teléfono estaba apagado, prácticamente este día se lo había tragado la tierra, llegamos hasta su casa y tampoco había rastro de él, sólo se encontraba una gran soledad por toda la mansión, me sentía diminuta ante tanto lujo del lugar.

— Iré con los de seguridad — dijo Louis, dejándome sola en el gran pasillo

Suponía que debía hacer algo más que quedarme aquí esperando a que me dijeran qué hacer, simplemente me sentía totalmente inútil por no poder hacer nada mas que esto, realmente estaba preocupada.

Empecé a recorrer toda la casa, los grandes pasillos llenos de fotos de personas que desde luego no conocía, eran como esas películas de las casas de los gánsters, puede que un ligero miedo por involucrarme con gente como esta saliera a la luz en estos momentos, pero un buen amigo me necesitaba en estos momentos, cubriendo ese sentimiento.

Abrí varias puertas, sólo eran habitaciones comunes y corrientes, nada que pudiera ayudar a saber dónde se encontraba, hasta que una en particular llamó mi atención, estaba rasguñada y desgastada, me acerqué para abrirla y al entrar me topé con algo que me dejó sin habla.

«Qué...demonios...» — pensé al ver una recámara llena de fotos mías en la universidad, tomadas sin que me diera cuenta, y otras cuando estaba con Derian, el cual estaba tachado con tinta roja

— ¡Hannah! — me tomó de los hombros Louis, haciendo que brincara del susto

— ¡¿Qué es esto?! — grité molesta — ¿Me vigilan?

— No...es...un pasatiempo de Michael...él es muy obsesionado cuando quiere algo — decía rascando su nuca nervioso —, no esperaba que vieras esto, de verdad lo siento.

— Yo me largo — lo hice a un lado enojada —, ustedes están locos.

— Kim, no te pongas así — decía tras de mi, tratando de convencerme —, pensé que querías ayudarlo.

— ¡Si! — me detuve volteando hacia él —. Hasta que me topo con algo como esto, son unos acosadores, y no me interesa involucrarme con alguien a quien acabo de conocer — sentencié

— Él te quiere a ti y...

— ¡¿Y?! Que se consiga a otra, en primer lugar no sé porqué me eligió a mi, en segundo no sé lo que quiere y en tercero ¡sé que ustedes son peligrosos! — terminé para taparme la boca al darme cuenta de lo que acababa de decir

«Son peligrosos » — recordé a mi hermano

De inmediato cambió su cara: — Exactamente...— se acercaba con una cara amenazante — ¿Qué sabes de..."nosotros" exactamente? — clavó sus ojos penetrantes en mi

— N-nada, no...no quise decir eso, yo...

— ¡Señor! — entraron unos hombres con lentes oscuros — ¡Lo encontramos!

— Bien, gracias — los mandó retirarse para después alejarse de mi —. Escucha Hannah, pensé que no sabías nada de nuestro..."pequeño" negocio, pero por lo visto estás enterada de más de lo que creí — pausó mientras caminaba a mi alrededor —, y entonces también sabrás que si dices algo, tus padres pagarán las consecuencias — me miró

— ¿Crees que te tengo miedo? Adelante, de cualquier forma, todos moriremos algún día.

— Tienes razón — rió con burla —, pero no creo que le quieras adelantar la muerte a...cómo se llama...¡Vivian!

— No te atrevas a...

— ¡No, no, no! Tu aquí no estás en condiciones de amenazar, aquí más bien es, u obedeces o mueren — terminó —, es más, ya me cansé de ser buena persona, te diré las cosas como son, aquí tu eres de Mike, ¿me entiendes?

— Vete a la mierda maldito imbécil — susurré

— ¿Qué, perdón?

— ¡Que si, maldita sea!

Me crucé de brazos enojada: — Ya lo encontraron, ¿me puedo ir?

— Si, a partir de mañana empiezas a poner tu sonrisa pintada ante él, ¿entiendes?

Me fui molesta sin importar que me dijeran o no dónde estaba Michael, maldito el día en que lo conocí. ¿Le diría a mis padres? No, ellos estarían de acuerdo en todo momento, mientras no les quiten el puesto que tienen y aquél salario que tanto presumen, esta vida no es para una chica de tan sólo 18 años, hubiera querido regresar el tiempo para no ayudar a Michael Jackson a encontrar aquella sala de música, siempre digo que odio a todas las personas pero finalmente siempre termino ayudando a todo mundo.

(...)

Tomé un taxi para que me llevara a casa, al abrir la puerta me esperaba mi hermano con cara de pocos amigos, viéndome de pies a cabeza.

— ¿Qué?

— ¿Dónde demonios estabas? — preguntó molesto — ¡Pensé que te había pasado algo! La puerta abierta, tu mochila tirada en el piso...

— Relájate, ¿De cuándo acá te interesa lo que me pase? — respondí molesta, dirigiéndome a mi cuarto para descansar, lo que me molestó fue que me siguió hasta él

— Es enserio — me sujetó del brazo

— Me lastimas Demian

— Tengo que darte algo — dijo con seriedad —, ven conmigo.

Me llevó a la fuerza hasta su cuarto, me soltó bruscamente para ir a sacar una caja grande de madera, me acerqué y cuando la abrió dejó a la vista muchas armas, entre ellas cuatro pistolas.

— ¿Desde cuándo tienes eso? — cuestioné temerosa

— Eso no importa — decía nervioso —, toma esto — me ofreció una de ellas con las manos temblorosas

— No, tu estás loco si crees que yo...

— ¡Tómala! La vas a necesitar de ahora en adelante

— ¡Pero explícate!

Guardó silencio unos segundos, se sentó en una orilla de la cama llevando sus manos hasta su cara, podían escucharse unos sollozos de su parte, me acerqué hasta él, sentándome en el suelo esperando a que se terminara de desahogar unos momentos, me extrañaba que él estuviera en este estado. Siempre solía estar frío en muchas circunstancias y nada parecía ser lo suficiente como para ponerse así.

— Me ordenaron mandar tirar el avión de los padres de Michael — soltó

— ¡¿Qué?! ¡En ese avión también estarán nuestros padres!

— Lo sé, yo me rehusé y ahora me acaban de echar, no tardarán en enviarme a alguien para que se deshagan de mi, y con mis padres...

— ¿Con ellos qué?

Me miró con los ojos llenos de lágrimas: — Si no lo hice yo, lo hará alguien más. Perdóname Hannah — tomó mis muñecas dejando caer sus lágrimas en ellas

— ¡¿Pero cómo se te ocurrió terminar así?! — me zafé de su agarre molesta y apunto de llorar — ¡¿Qué...qué clase de hijo le hace eso a su familia?!

— Kim...yo...

— No, ¿sabes qué? Ahórrate tus explicaciones, y si te vas a ir, vete de una buena vez, yo trataré de llamar a mis padres

Salí más que molesta y me encerré con seguro en mi habitación, no sabía a ciencia cierta la verdadera razón de mis lágrimas, no sabía si era porque mis padres estaban en peligro, porque tratarán de matar a mi hermano, porque estoy metida en un negocio de gánsters, o porque ahora tengo dueño. Puede que sea por todas esas razones.

(...)

Esperé a que me calmara un poco y me levanté del suelo. Con mis ojos hinchados y mis manos rasguñadas salí para la cocina, saqué un montón de comida, papas fritas, pan con mantequilla, algunas donas y comencé a comer hasta reventar, mi ásperger para las calorías pasaban frente a mi sin tomarle importancia, comía más y más mientras una inmensa culpa era la que remplazaba las ganas de comer.

Hasta que vi algo envuelto en la mesa con una nota.

"La vas a utilizar, guárdala bien"

Me dejó nuevamente la pistola, pero por mi mente no pasaba la idea de usarla en caso de emergencias, sino todo lo contrario, lo que pensaba es en darme un tiro para ahorrarme todo el futuro bueno o malo que me esperaba.

La sujeté de mala gana y la guardé en uno de los cajones con los cubiertos.

Me encerré en el baño y metí mi dedo índice a dar ligeros masajes a la úvula de la boca, dando como resultado los vómitos provocados, no paraba, seguía así hasta que ya no pudiera salir nada más que un líquido bastante amargo. Me levanté, lavé mi boca, la cara, cepillé mis dientes y salí a la sala.

Me senté como casi todos los días y empecé con mis abdominales, con cada uno que hacía, para mi era media caloría quemada, no me bastaba todo el sudor que salía, no era suficiente, nunca lo era, reducir comida, hacer ejercicio, tomar mucha agua, nada de eso servía, me miraba al espejo con la esperanza de que todo terminara y adelgazara un poco, pero no. Nunca era demasiado delgada.

Mi teléfono comenzó a sonar, me detuve unos instantes, ¿no debía haber llamado a mis padres?

— ¿Hola?

— Estoy afuera de tu casa Campbell — hablaba Michael del otro lado de la línea

Me asomé por la ventana y ahí estaba él, pero esta vez sin Louis. Maldita sea la vida de mierda que llevo.

— ¿Esperas que te abra?

— Por favor, vine para cobrarte la apuesta

«No ahora por Dios»

— Mike, no estoy para visitas. Además, estoy echa un asco en estos momentos, por favor aléjate ya de mi

— No, yo te quiero a ti niña. Te espero afuera, en lo que te arreglas si quieres

— ¿Y si no quiero? — sonreí sin darme cuenta

— Pues aquí estaré hasta que salgas, es eso o sino entraré a la fuerza, después de todo, viviremos ambos aquí.

— ¿Siempre eres así de terco?

— Si — contestó al instante —: ¿entonces?

— Espera, ya te abro — colgué

Le abrí la puerta y de inmediato pasó, no se molestó en pedir permiso esta vez.

— Tengo que ir a bañarme, ¿me esperas aquí en la sala?

Se acercó a centímetros de mi, poniéndome nerviosa, hasta que inconscientemente me trajo de nuevo del pequeño shock, señalando mi camisa manchada por las botanas que había comido.

— Que bueno que hoy si comiste — me sonrió feliz

— ¿A qué te refieres con que "hoy si"?

— Tienes...anorexia — dijo con tono más de afirmación que pregunta —, estás muy delgada

— No tengo anorexia, y no estoy delgada — dije molesta —, y si sólo viniste a eso entonces...

Me detuve al recordar las palabras de Louis, me había amenazado con hacerle daño a mis padres y a Vivian, no podía arriesgarme a que le hicieran algo a las personas que quiero.

— Te-tengo que ir a ver si mi hermano sigue aquí...

— No, ya se fue. Lo vi cuando salió de la casa con un par de mochilas

«entonces si se fue...sin despedirse»

— Me voy a bañar un rato, espera aquí si quieres — dije decaída

Estuve a punto de irme si no fuera porque Michael me tomó del brazo, haciendo que un quejido de dolor saliera de mi boca

— Te lastimaste — me miró con ojos de enfado

— No te importa — me di media vuelta pero me trajo a él de la cintura

— No me gusta que lastimen a las personas que quiero, así que mejor ten cuidado, me enojaré si te lastimas de nuevo

— ¡Es -mi- cuerpo! — articulé, una lágrima salia en esos momentos

— Eso lo podemos arreglar — susurró en mi oído —, puede ser mio también.

Lo retiré con fuerza y me fui a mi cuarto


Continuará...

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