Bestia.
Observaba, como siempre solía hacerlo, desde la ventana de mi habitación en el cuarto piso, a la congregación usual de hipócritas en el frente de la casa. Mi único pasatiempo. A veces imaginaba que eran una pequeña reunión de psicópatas que reían y se mataban los unos a los otros. La sangre salpicando dentro de las bocas abiertas que aún reían, mostrando la verdadera naturaleza, que escondían debajo de sus máscaras, desesperada por consumir a todos los demás. La desquicia y pudrición de sus almas. El rojo y las sonrisas. Un final épico.
Pero, claro, eso nunca pasaba. Solo era un día igual que los otros.
A excepción del chico Johnson.
Su habitación se encontraba en el tercer piso, con una ventana y una puerta que daban directamente hacia el costado de mi casa, y que podía usar para salir y entrar en vez de las escaleras del interior de su hogar.
Por alguna razón, quizá por el pequeño calor que permanecía en el ambiente o por la sensación de libertad que otorgaba, la puerta estaba abierta. No por completo, pero sí lo suficiente para lograr ver una significativa porción del interior.
El señor Morgan estaba parado en la puerta de acceso interno diciendo cosas que no alcanzaba a leer en sus labios. El chico Johnson escuchaba con atención sin dejar de verlo al rostro, con una actitud de suficiencia casi desafiante.
Corrí hacia el exterior de mi cuarto y bajé la interminable fila de escalones lo más rápido que pude. Atravesé los 20 metros de separación entre ambas edificaciones sin que la congregación de hipócritas se percatara de mi presencia y subí los escalones laterales de la casa Morgan de 2 en 2. Intenté tranquilizar mi respiración antes de acercarme a la puerta semi abierta. Necesitaba comprobar lo que había visto.
Observé la misma escena de hacía unos momentos, pero, esta vez, el señor Morgan desabrochaba su cinturón mientras seguía burlándose del chico Johnson. Pensé en la paliza que estaba a punto de recibir por desafiarlo, en qué podía hacer para intervenir y ayudarlo antes de que fuera demasiado tarde. Era la primera vez que lo veía en esa actitud y no podía dejar que la llama que ardía finalmente en su interior se apagara. Debía enfrentarme al señor Morgan si era necesario, pero no traía conmigo nada para defenderme. Mi cerebro no había planeado muy bien las cosas.
—Bájate los pantalones y ponte en posición— lo escuché pronunciar y mi corazón se detuvo. El señor Morgan sonreía de lado mientras proseguía a desabrochar sus pantalones después de asegurar la puerta que había a su espalda.
Vi cómo el chico Johnson regresaba a su actitud habitual, imperturbable, bajaba sus pantalones y se ponía en 4 patas en el suelo. Había cerrado la puerta frente a mí unos centímetros más mientras se acercaba a su tío; sin embargo, el pequeño rango de visión que quedaba me permitía ver todo claramente.
Por alguna razón que aún no entendía, quería verlo.
—Buen muchacho— sonrió mientras se ponía de rodillas en el suelo justo frente al trasero expuesto de su sobrino—. Debemos colaborar ambos para hacer que esto funcione, ¿no lo crees?— sacó un pequeño frasco con líquido transparente de su bolsillo y observé cómo ponía un poco sobre su miembro y lo esparcía mientras continuaba hablando, pero ya no tenía mi atención en él, sino en el chico de ojos avellana que me miraba directamente a los ojos—. Vamos, Jimmy, no piensas tardarte en esto como lo hiciste para ir a ver a tus padres, ¿verdad?
Jimmy. Ese era su nombre. Jimmy Johnson.
El señor Morgan apoyó sus manos en las caderas de Jimmy y comenzó a penetrarlo. Él no rompió contacto visual conmigo en ningún momento. Lo vi moverse en compás del hombre para facilitarle la acción y, después de unos segundos, él también comenzó a gruñir.
Mi corazón aumentó sus latidos mientras lo veía transformarse de ese chico mojigato y sumiso a un amante complaciente. No podía apartar mis vista de él. La forma autosuficiente y retante con la que me miraba era hipnótica. Había descubierto que dentro de él había una bestia tan hermosa como grotesca y no podía dar crédito de ello.
Hizo una media sonrisa y, sosteniendo su cuerpo en un brazo, alcanzó su miembro y comenzó a acariciarlo. Su rostro se estrujó en placer, pero no apartó su mirada de la mía.
Mi mano se movió como si tuviera vida propia y se adentró en el frente de mis pantaloncillos deportivos, a través de mi ropa interior, hasta alcanzar mi propio centro de placer. Jimmy sonrió.
Moví mis dedos por todo el exterior disfrutando de la sensación y del ruido que hacían sus gruñidos. Imaginé la mano de su miembro siendo la mano que me estimulaba y tuve que agarrarme de la barandilla para no caer.
Escuché al señor Morgan gritar de liberación y saqué mi mano de mi ropa interior.
—Tú serás el propietario de la herencia— dijo mientras yo intentaba mantenerme fuera de su rango visual.
Bajé las escaleras, intentando no ser descubierta, y recorrí el camino de regreso a mi habitación. Mi vientre cosquilleaba ansioso y me era difícil regular mi respiración.
Al llegar a mi ventana, la puerta que me había dado ese espectáculo estaba cerrada. Cerré mis ojos y, después de intentar calmarme por algunos minutos, decidí cerrar la mía con cerrojo también y terminar lo que había comenzado.
Me senté en el sofá que estaba frente a la ventana deseando que la puerta se abriera y pudiera dar un espectáculo también. Quité toda mi ropa rápidamente, incluyendo la ropa interior, y comencé a tocar todo mi cuerpo imaginando esa mano que complacía su miembro.
A esa hora del día toda mi familia se encontraba en el primer piso o en la congregación de hipócritas, afuera, así que no me tomé la molestia de guardar silencio y, después de posicionarme de piernas abiertas en el sofá, comencé a tocar mi centro y gritar de placer en el proceso. Esperaba que Jimmy lo viera y pudiera sentir el mismo placer que me había provocado a mí.
Logré 2 orgasmos antes de sentir que necesitaba tomar aire unos segundos.
Pensé en el chico Johnson, en su mirada desafiante y esa sonrisa de autosuficiencia. Su imagen de mojigato era parte del juego que había en su familia, nada más. El sumiso que complacía al tío Morgan sin rechistar y había logrado ser el favorito sobre los demás. El heredero universal de la familia Morgan.
Pero, más importante aún, había descubierto que Jimmy Johnson albergaba una bestia en su interior, una que era tan salvaje como la pasividad de su máscara. Y a mis demonios internos les agradaba la idea.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro