Alianza.
Era difícil olvidar. Cerrar los ojos solo revivía los recuerdos. Mi cuerpo se estremecía con las ideas fugaces y un suspiro tembloroso escapaba de mis labios cuando lograba apartar las imágenes.
La puerta lateral llevaba 3 días cerrada y no había conseguido ni un solo atisbo de visión de Jimmy en ese tiempo. Había comenzado a pensar que el señor Morgan me había descubierto antes de que saliera huyendo y había decidido resguardar al chico solo para él.
Me daba repulsión el considerar las posibilidades. Repulsión y celos. Ese hombre era capaz de todo, ahora lo sabía. Podía hacer aparecer y desaparecer a Jimmy a su conveniencia. Su existencia le pertenecía más de lo que alguna vez podría pertenecerme a mí.
Mi cabeza me torturaba con miles de escenarios. Algunos, de placer; otros, no tan placenteros. Mis demonios gritaban eufóricos pidiendo a mi imaginación por más y cada vez me era más difícil aguantar. Quería más.
Aparte la mano de mi boca al sentir una pequeña punzada de dolor en mi dedo. Una pequeña gota roja resbaló desde mi uña. Necesitaba tranquilizarme y callar las malditas voces de una vez por todas.
Salí de mi habitación y bajé las escaleras hasta la cocina del primer piso. Rebusqué en uno de los cajones por una bandita o algún ungüento que aliviara la molesta de mi herida y, justo cuando comienzaba a curarme, mi madre y una de mis tías entraron al lugar hablando. No presté atención a sus palabras hasta que escuché la mención de su nombre.
—Beth me acaba de decir que el pobre chico tuvo fiebre por 2 días. Nadie en la casa se enteró, a excepción de su hermana y el señor Morgan— escuché decir a mi tía.
—¿Nadie le dio cuidados durante ese tiempo?
—Dicen que el señor Morgan estuvo al pendiente de él y su hermana pasó ahí la mayor parte del tiempo también. Pobre chico. Me siento mal por él. No tener a sus padres debe ser muy duro, especialmente, en momentos así.
Algo dentro de mí se revolvió. Yo sabía que no hubo ninguna enfermedad. Estaba perfectamente cuando lo vi. Fruncí el ceño. ¿Era acaso una excusa del señor Morgan para mantener a los demás alejados mientras disfrutaba de él?
Comencé a caminar fuera de la casa dispuesta a verlo, a no alejarme hasta saber qué había sucedido en esos días. No tenía ningún derecho a pedir esas respuestas, pero no me importaba. Sabía lo suficiente para merecerlas y no me detendría hasta obtener una explicación.
La congregación de hipócritas hablaba en susurros y daba miradas de indignación a la nada, pero preferí no prestar mucha atención y continuar con mi faena. Seguramente ya sabían de la herencia y querían alimentar sus bocas con habladurías sobre Jimmy.
Empujé ligeramente a una mujer que bloqueaba mi paso hacia las escaleras laterales de la casa Morgan sabiendo que, aunque lo intentara, nunca sabría quién de todos fue el que se comportó grosero con ella. Eran las ventajas de tener una familia numerosa.
Toqué la puerta con más fuerza de la necesaria sintiéndome incapaz de calmar mi enojo. La puerta se abrió y la visión que recibí me paralizó. El chico de cabello negro hizo una media sonrisa al reconocerme. Repentinamente me sentí idiota, pero, a la vez, algo en mi vientre comenzó a despertar.
El silencio mental que había disfrutado por varios minutos comenzó a ser llenado por susurros. Mis demonios estaban despiertos, reían de histeria por la situación en la que me había metido.
—No viniste hasta aquí por respuestas— susurraban.
Los ojos azules que me observaban con diversión comenzaron a hipnotizarme y el mantra que se repetía en mi cerebro me impulsaba a ordenar.
—¿Puedo ayudarte? — preguntó.
—Quiero que me folles.
La puerta interior de su habitación se abrió en ese momento. Lo observé dirigir su vista unos segundos hacia ella antes de observarme nuevamente. Una chica de unos 14 años, con facciones similares a las suyas, sonreía hacia mí de la misma manera en que él lo hacía. Debía ser la hermana que mi tía había mencionado.
—Lo siento, es su turno— respondió Jimmy haciendo un ligero movimiento con la cabeza hacia la chica —, tendrás que esperar.
Abrí la boca para decir algo, pero me fue imposible hacerlo, ya que la puerta fue cerrada directamente en mi cara. La humillación y el enojo me inundaron. Sentí mis mejillas cosquillear mientras aumentaba la temperatura de esa pequeña zona.
Esa familia de mierda que solo conocía el incesto acababa de arrastrar mi dignidad por los suelos y no pensaba dejar que lo hicieran de nuevo. Podían continuar con su pequeño juego de poder y búsqueda del tesoro todo lo que quisieran, yo no sería parte de él.
Me giré dispuesta a irme lo más rápido posible, pero no di ni dos pasos cuando una voz a mi espalda me detuvo.
—¡Hey!
Volteé soltando un bufido, intentando expresar todo el odio que sentía —¿Qué quieres? —solté.
Jimmy estaba sin playera ahora, con el cierre de sus pantaloncillos abajo. Se recargó con aire desgarbado en el marco de la puerta antes de responder —Danielle quiere que te unas— mis rodillas flaquearon y todo dentro de mí comenzó a expresar una imperiosa necesidad por entrar a esa habitación. Él rió—. Claro, si te atreves a hacerlo.
El enojo previo tomó control de mí y me encaminé adentro de la habitación con paso decidido. Mis entrañas habían decidido tomar el control sobre mis decisiones en esos últimos minutos de mi vida. Me congelé cuando estuve dentro, pero era muy tarde. Jimmy cerró la puerta detrás de mí, bloqueando mi salida. Tragué saliva ruidosamente.
La chica, Danielle, que podía ser mi hermana menor, se había deshecho de su pijama y estaba acuclillada encima de la cama. Desnuda. Me miró con emoción infantil antes de apresurarse a bajar de la cama y correr hacia mí.
—¿Cómo te llamas? —preguntó mientras acariciaba mis pechos por encima de mi camiseta. Fui consciente en ese momento de la ausencia de un sostén. Pequeños detalles que mi cerebro no tomaba en cuenta cuando el enojo me nublaba y me hacía salir de casa. Idiota.
—Hannah— contesté intentando mantener la calma.
—Nunca he estado con una chica y me muero de ganas por intentarlo, ¿tú has estado con alguna? —apretó mi pezón izquierdo entre sus dedos haciendo que la laguna entre mis piernas se hiciera más grande.
—No.
—Al idiota de ahí atrás le encantaría vernos— su cercanía fue inmediata, sus labios casi rozaban los míos, tentándome—. ¿Quieres hacerlo conmigo? —su mano se adentró en mis pantalones deportivos y hábilmente hizo a un lado mi ropa interior para acariciar mi centro. No pude evitar gemir. Estaba hambrienta de contacto sexual.
—Sí—, respondí con un jadeo sintiendo cómo mi razón se nublaba de nuevo.
Unos brazos masculinos me rodearon por detrás. Podía sentir la sonrisa en su rostro.
—No nos agradan las personas que no son cooperativas, pero haremos una excepción contigo solo esta vez. Podrás dejarte llevar y simplemente sentir, pero tendrás que recompensarnos después— su aliento caliente cosquilleaba en mi oído. Mi monstruo interno se despertó y toda la timidez abandonó mi cuerpo. Giré intentando besarlo, pero puso una mano entre nosotros para impedirlo. Danielle reía a mis espaldas—. No, cariño. El día de hoy solo seré un espectador. Tendrás que encargarte de mi hermana, no de mí.
Un gruñido de frustración se arremolinó en mi pecho. La impaciencia que sentía por su toque era enorme. Mis demonios gritaban, ordenaban que los complaciera. Todo lo retorcido que había en mi interior salió en ese momento y, en cuestión de segundos, mi ropa yacía en el suelo.
Observé a Jimmy sentarse en un pequeño sofá de la esquina, justo alado de la puerta lateral. Su erección empujaba contra sus pantaloncillos.
Me giré a Danielle decidida y urgida por obtener lo que buscaba. Ella sonreía divertida. Tomé su mano y la coloqué en mis genitales de manera autoritaria —trabaja en esto—, ordené mientras envolvía una de mis piernas en su cadera para darle mayor acceso. Tambaleó un poco debido a lo pequeño que era su cuerpo, pero no dejé de sostenerla. La sorpresa la hizo dudar unos segundos, pero yo no tenía tiempo para eso —. Hazlo— ordené y comencé a besarla posesivamente.
Escuché una ligera risa a mis espaldas, pero decidí ignorarla y concentrarme de lleno en mi tarea. Podía mirarnos todo lo que quisiera, solo me importaba saciarme en ese momento.
La pequeña niña comenzó a estimular mi centro hábilmente mientras yo jugaba con sus casi inexistentes pechos.
El hambre y la desesperación aumentaban en mi interior y mis demonios vitoreaban clamando por más.
Bajé mi pierna de la cintura de Danielle y la empujé hasta que estuvo recostada en la cama. Abrí sus piernas bruscamente para acomodarme entre ellas y sentí cómo sonreía contra mis labios. Comencé a jugar con mis dedos en su clítoris mientras ella soltaba risas entre gemidos. Mordí uno de sus pezones y bajé hasta su zona de placer con mi lengua. La lamí hasta saciarme, me paré sin darle tiempo de responder y acomodé mi vagina en su cara —. Hazlo— ordené nuevamente, y sentí cómo su lengua comenzaba a lamerme.
Podía sentir su mirada atenta y oscura sobre nosotras. Quería que me mirara. Quería que se diera cuenta de que era lo suficientemente digna de estar con él.
Me separé cuando el placer que la pequeña niña me daba dejó de ser suficiente y nos coloqué a ambas de forma en que nuestros sexos estuvieran en contacto. Comencé a moverme, pero el contacto se sintió doloroso. Mi inexperiencia no me dejaba saber en qué exacta posición debía colocarme para lograr lo que quería. Después de unos segundos más intentando, Danielle se unió a la búsqueda y tomó mi mano —. Vi esto en un vídeo— dijo y comenzó a moverse en el punto correcto. El placer era exquisito. Nuestros centros estaban completamente mojados y todo era tan delicioso de repente. Tan liberador.
Placer. Placer. Placer.
Nos frotamos lo suficiente para lograr nuestra liberación, pero no era suficiente para mí.
Giré mi vista al chico sentado en el rincón. Estaba completamente desnudo y su erección era evidente. Me miraba con una sonrisa casi imperceptible y un brillo no identificable en su mirada. No se movía.
Danielle rió —. Tienes su aprobación. Quiere que hagas lo mismo con él. ¡Me toca ser el espectador!
Me levanté de la cama y caminé hacia él sin cortar el contacto visual. Me senté con las piernas en cada lado de su cadera y solo en ese momento se movió. Bajó su mano hasta mi sexo y jadeó mientras se mojaba con mi humedad. Mordí su labio antes de dirigirme hacia su oreja y susurrar —tendrás que complacerme la próxima vez—. Tomé su miembro entre mis manos y lo dirigí hacia mi interior.
***
—¿Por qué hacen esto?— pregunté rompiendo el silencio mientras yacía en la cama junto a Danielle. Habíamos tomado turnos para ser el espectador y después nos unimos en un trío. El día se había pasado experimentando nuevas formas de obtener placer. Ya era de noche, pero no me importaba. Nadie en casa se daría cuenta de mi ausencia.
—Es parte del juego del tío— contestó Danielle—. Tiene hábitos sexuales bastante extraños. Le gusta ver, pero Jimmy es el único con el que le gusta unirse. No deja que ninguno de nosotros lo toque por más de 5 minutos— escuché a Jimmy bufar desde el sillón.
—Pero, ¿por qué lo hacen?, ¿acaso la herencia es tan importante?
—No hay forma de huir de ello— contestó el chico—. No importa cuánto lo intentes—. El silencio regresó con mayor densidad. Mis demonios estaban en calma por primera vez en mucho tiempo. Era pacífico y tranquilizante no escucharlos.
Me senté en la cama dispuesta a cambiarme para ir a casa. La pequeña cama de esa habitación no era suficiente para los 3 y no me apetecía pasar la noche ahí. Ese lugar era solo una aventura, no un hogar. Danielle se estiró en su lugar mientras toqueteaba sus pechos y su sexo. La ignoré, pero no pareció importarle, hacía eso para sí misma.
—Queremos deshacernos del tío—, pronunció Jimmy y los gemidos de Danielle se detuvieron—. Tenemos todo planeado. Hoy vino el notario con el abogado a terminar el testamento. Me hizo el heredero universal.
La chica a mi lado rió—. ¿Quieres incluirla en el plan?
—¿Tú no lo pensaste?
—Obviamente lo hice, pero no quería que te enojaras conmigo.
Sacudí la cabeza—. ¿De qué están hablando?— pregunté. Me sentía aturdida.
—Queremos que nos ayudes— la pequeña niña se acercó a mí sonriendo—. Y queremos que formes parte de nosotros también. Ese sexo fue jodidamente increíble— rió—. Ninguno de nuestros primos es tan bueno y nuestras primas son demasiado mojigatas para intentarlo.
—La herencia será para los 3— giré mi atención al chico de ojos azules—. Tienes mi palabra.
—¡Tenemos un contrato!— chilló Danielle—. Puedes unirte a él, así, el idiota este no se quedará con nuestro dinero.
Mi cabeza daba vueltas. No sabía realmente en qué mundo me estaba metiendo ni estaba segura si quería sumergirme tan profundo en él.
—Piénsalo. Te esperamos mañana a las 10am con la respuesta— Jimmy se acercó y comenzó a besar mi cuello—. Si no aceptas, al menos espero que regreses por más de esto. Mi polla tiene muchas ganas de estar en tu boca— tragué saliva—. ¿Sabes qué? ¡A la mierda! Puedo aguantar toda la noche haciendo esto— dijo y arrancó mi playera de mis manos para después empujarme sobre la cama. Jadeé y escuché la risa de Danielle—. No te irás aún de aquí. Hay algunas cosas que quiero probar.
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