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Capítulo 8. Destapando Secretos

—No te harán daño—habla rápido.

—Ella entró—me señala con el cuchillo saliendo y cerrando la puerta detrás de él.

Jean lo acribilla con la mirada. El otro se queda callado y baja el cuchillo.

—En cuanto terminen vayan a casa y esperen instrucciones de Alexander—clava su mirada en mí y Jean me suelta para ponerse entre él y yo. — ¿Algún problema? —su voz cambia a una más rasposa y cargada de advertencia.

—No—siento su presencia irse. Jean gira hacia mí y me da un beso en la frente.

—Te dije que me esperaras desnuda—vuelve su voz normal. Me empuja con su cuerpo a la habitación de donde no debí salir.

—Lo haré—le sonrío levemente. Aún estoy temblando.

—Vamos...—se sienta en la cama—Les das mucha importancia—los señala con los ojos —Ven acá y dame un beso

Suspiro. Lo hace parecer fácil. Incluso me siento un poco tonta por el escándalo que monté.

— ¿Qué hay de la mujer? Hay que ayudarla...

—Ya está muerta, déjalo ya—un escalofrió recorre mi sistema. Lo dice como si nada, frio, sin sentimientos. Me asusta pero...como él dice, que puedo esperar de un demonio. No se debo hacer. Mi conciencia clama justicia para la mujer, que haga algo, pero mi otra parte pide no hacer nada o no volveré a ver a mi demonio favorito.

— ¿Ellos nos escuchan? —me iré al infierno por esto. Pero...no quiero perderlo, soy egoísta y estúpida.

—Supongo—se encoge de hombros —aun que no debe importarnos. —sonríe travieso, bajando el mentón sin dejar de verme

—Jean es enserio hay que hacer algo por la mujer. No se... ¿sacarla de ahí?

—Tayna —suspira tomando mi rostro entre sus manos  —Concéntrate en mí

—No puedo —me da un suave beso

—Tayna, mírame —sus ojos me miran fijamente y mi cuerpo se va relajando, me tranquilizo un poco. 

—Que se jodan. Me voy a follar a mi chica. —una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro. No necesito un príncipe azul con gestos amables, tengo un demonio con gestos obscenos y protectores. Aunque lo último no lo quiera admitir.

Voy con él y subo en sus muslos. Me deshago del vestido y lo lanzo por los aires. Uno nuestros labios y disfruto de su tacto en mis piernas y rodeando mi cintura. Abrazo su cuello y pego mi torso al suyo. Lleva sus dedos a mi entrada y hurga ahí. Mete dos y se empapa para después deslizarlos por todo mi sexo. Rompo el beso en busca de aire y el sonríe.

—Sin bragas ¿eh? —alza una ceja. Divertido

—El grandulón de la cocina me las quitó —se relame los labios—Y también tiene una foto mía

—Tendrás que pedírselas— sonrío captando su indirecta.

— ¿Quieres unirlo a nuestra platica? —pregunto moviendo un poco las caderas. Sigue deslizando sus dedos.

—Sería un placer. Me va el Voyeur—echo la cabeza atrás cuando mete por completo los dedos. Los revuelve ahí dentro. Luego empieza a jugar al meter y sacar. Jadeo. — ¿Te he contado que es mi otro hermano? Se llama Alexander

—A ¿sí?—su voz me parece tan hipnotizante que mis oídos se deleitan.

—Sí y parece que le agradaste. Algo raro puesto que no acepta a nadie que no haga sacrificios por él

—Lo tendré en cuenta—cierro los ojos y doy pequeños saltos. Suma otro dedo. Siento su mirada. Sé que está atento. Muerdo mis labios. No quiero que nos escuchen.

—Córrete, quiero que lo hagas encima de mí—lame y succiona mis pezones. El placer me recorre completa. Me está acercando al cielo. Entre abro la boca. Besa mi cuello, lame mis labios. — ¿Te gusta?

—Si—respondo entrecortado

— O ¿Quieres que pare?—bajo la cabeza y le recrimino con la mirada

—Ni se te ocurra—sonríe y saca los dedos. Los chupa en mi cara. Lo observo frustrada.

— ¿Qué harás al respecto?

Le sonrío planeando venganza

Bajo de su cuerpo. Desabrocho su pantalón. Sonríe pensando que tal vez solo lo dejaré con las ganas. Está equivocado. Saco el cinturón y lo pongo al lado. Llevo abajo su ropa y me concentro en su rosada polla. Cubro los dientes con mis labios. Lo acaricio y la meto en mi boca lo más que puedo. La ensalivo y succiono. Suspira de placer. Me agarra del cabello y me empuja lo más que le permite mi garganta antes de soltar una arcada. La saca un poco y vuelve a arremeter. Clavo las manos a sus lados y lo dejo mover la cadera contra mi boca. Jadea y gruñe. Se escucha su polla chocando contra la saliva dentro de mí. Alzo la mirada y veo que tiene los ojos cerrados. Tomo despacio el cinturón y le enrollo una mano. Abre los ojos confuso y frente a el enrollo la otra mano, las junto y las aseguro. Me enredo la mano con la orilla que queda y tiro de ellas arriba. Me levanto sonriendo satisfecha. Limpio mis labios.

— ¿Pero que...?

Lo empujo hasta que su espalda toca la cama y subo en él. Agarro su polla y me deslizo sobre ella, sin meterla. Lanza un alarido y se lame los labios. La abrazo con las piernas y me restriego. Hace el amago de tocarme y jalo sus manos arriba. Gruñe

— ¿Sabías que puedo correrme con solo restregarme?

—Lo sé—y su brillo de diversión se apaga cuando descubre mi plan. —No

—Si—Subo y bajo frotándome. El orgasmo se acerca y en cuando lo tengo me bajo de él. Sujeto sus manos a la cabecera y corro al baño.

— ¡Tayna, joder!—gruñe afuera de la puerta. Puedo imaginármelo todo duro y frustrado. —Lo hiciste como una maldita perra

No lo había pensado

— ¡No me importa que me llames así! ¡Me han dicho peores! —pego la oreja a la puerta y lo escucho andar de un lado a otro. Río bajito. Mi traviesa interior se está carcajeando.

— ¿La regadera sirve para otro raund?—pongo el seguro a la puerta.

— ¡Tayna! —vuelve a acercarse a la puerta. Gira varias veces la perilla. Me alejo un poco—Abre la puerta—dice en un tono más bajo. Trata de hacerme creer que no hará nada

—Necesito privacidad—se escucha un ruido seco. Parece que pegó la cabeza en la puerta.

—Te voy a castigar

—Hazlo —voy a la regadera y dejo correr el agua. Veo todos los shampoo que hay. Son como cinco y todos son de hombre. Tomo uno y entro a la ducha. Espero no me maltrate el cabello.

Me doy una larga ducha. Una vez que termino tomo una de las toallas y me enrollo en ella. Con otra toalla me paro frente al espejo para secarme el cabello pero esta empañado del vapor de la ducha así que lo limpio con una orilla y pego un salto cuando veo a Jean detrás de mí. Esta cruzado de brazos, con ropa nueva y me ve fijamente.

—Es hora del castigo—masculla y en un segundo me está cargando en brazos. Lanzo un gritito y río. Quita el seguro y abre la puerta. Pataleo riéndome. No me lo puedo creer. ¿Cómo no lo vi venir? Si es un demonio. Pueden aparecerse en todas partes ¿no?.

Me lanza a la cama y arrebata la toalla dejándome expuesta ante su vista. Me folla con la mirada mientras saca un maletín de debajo de la cama. Me recargo sobre los codos y observo atenta sus movimientos. Lo pone a mi lado y lo abre dejándome impactada. Es una amplia variedad de juguetes sexuales. Me imagino probando todos y mi sexo se humedece de nuevo.

— ¿Sabes? Me ha dado hambre—pasa los dedos por todos hasta que se detiene en uno. Me deja sin aliento. Un vibrador. — ¿Qué tal si vamos a comer y regresamos a jugar? —lo toma entre sus dedos. Lo mira como si fuera una joya y finalmente me lanza una mirada traviesa.

☆☆☆

— ¿Qué va a ordenar? —nos pregunta el camarero

—Una hamburguesa doble carne y para ella una ensalada y el pollo en salsa—ordena. El camarero lo anota y asiente caminando a la cocina.

Me revuelvo incómoda. Es bastante grande. Me hace cerrar las piernas. Estoy tensa. Siento que la gente lo sabe y aunque es imposible me siento rara.

Jean toma de su taza de café sin dejar de darme esa mirada divertida. Veo alrededor y luego a la ventana. Trato de distraerme. Siento su mano acariciar mi pierna.

—Mírame—susurra. Hay demasiada gente afuera. —Tayna...—veo de reojo como esculca en el bolsillo de su pantalón y siento que tiemblo toda cuando activa el vibrador.

Clavo los ojos en él. Sonríe. Sabe lo que hace. Junto las piernas con fuerza y me muerdo los labios. Un remolino se forma en mi estómago. Me sujeto de la mesa. El placer trepa por mi cuerpo.

— ¿Te quieres tocar?—susurra acercando su torso a la mesa.

Arqueo los pies. Me revuelvo ansiosa. Quiero gemir.

—Tócate—veo alrededor y siento el morbo de saber que estamos rodeados de gente.

Niego. Aumenta la velocidad. Presiono los dientes.

—Obedéceme o sigo aumentando—lo miro con la respiración agitada. Llevo mi mano abajo. Subo lentamente mi vestido y hago a un lado las bragas. Veo alrededor, quiero estar segura que nadie nos ve. Meto los dedos y me acaricio, estoy chorreando. Menos mal es muy amplio el restaurante y los sillones están acomodados en U. Estamos en los últimos lugares.

— ¿Qué tal ahí abajo?—dice con diversión.

Veo que el camarero viene y saco rápidamente la mano. Subo los codos a la mesa y tomo un mecho de cabello. Lo presiono entre mis labios y dejo salir un pequeño gemido. Siento que voy a explotar.

—Señor, su comida—el camarero pone los platos sobre la mesa. Distrayéndolo. Apaga el vibrador y se lo agradezco mentalmente. —Buen provecho—se retira

—Comemos y vamos a casa—empieza a destapar la hamburguesa — ¿O tienes pensado otra cosa? —entrecierro los ojos. Me voy a vengar.

Jean 2 Yo 1. Me va ganando.

Come despacio la hamburguesa, observa mis movimientos con diversión. Quiero acabar.

Me limpio con enojo fingido los dedos con una servilleta y la meto en mi bolsa. No dejaré mis fluidos aquí.

Pruebo el pollo y me deleito con la ensalada. Esta rico. Lo ignoro a él por completo y me centro en la comida. Veo por la ventana. Quiero un plan.

Termino la comida y más o menos tengo una idea. Escucho que pide la cuenta. El camarero retira los platos. El paga.

—Ven—lo veo.

— ¿A dónde? —se levanta. Tomo mi bolsa y voy con él. Se dirige a los baños. —Te espero afuera—pero me toma de la mano y me lleva a los de hombre— ¿Qué haces? No puedo entrar aquí, es el de hombres, ni siquiera sabía que los demonios van al...—me empuja dentro de un cubículo y me estampa contra la pared. —Jean—une nuestros labios. Disfruto el beso. Es tan... urgido pero lleno de pasión. Me sube el vestido y mete la mano en mis bragas para sacar el vibrador. Se mueve un poco y escucho la tapa del inodoro caer de golpe, me arrebata la bolsa y baja su bragueta. Me alza la pierna y entra en mí. Tomo aire y entreabro la boca pero me la tapa con la mano. Lo muerdo y lengüeteo. Embiste deprisa poniendo su cabeza en mi hombro. Siento su acelerada respiración en mi oído. Suspiro y dejo salir un gemido bajo. Jadea, clava sus uñas en mis nalgas. Siento el frio de los azulejos en la espalda. Sin embargo no le doy importancia.

Escucho la puerta de los baños abrirse y alguien caminar hasta los lavamanos. Abre el grifo y tose.

A Jean le importa poco, sigue en lo suyo. Sin embargo yo temo que nos descubran y nos echen de aquí.

Trato de hacer el menor ruido posible pero creo que las respiraciones agitadas nos delatan porque el que entró se ríe bajito y habla:

—Oye bro, en la calle siguiente hay un hotel

Y Jean lo sigue ignorando. Lo rodeo con las piernas y hago que pare. Me mira frustrado. Le señalo con la cabeza.

—Como si no hubieras follado nunca—el hombre deja de reír —Lárgate

Tarda unos segundos en escucharse la puerta.

—Bájame. Ya vámonos, no quiero que no echen de aquí—Jean rueda los ojos.

—Pero si nos la estamos pasando bomba. No lo arruines. —me da palmaditas en la pierna y lo suelto. Arremete de nuevo. Sin control. Jadeo alzando la cabeza.

☆☆☆

Regresamos a su casa y enciende la pantalla gigante en la sala. No se oye más que el ruido de la tele. Parece que se han ido los demás.

Me siento a su lado en el sofá. Nos cubre las piernas con una manta que pensé que era almohada. Busca una película en Netflix mientras me rodea con un brazo.

— ¿Ya se han ido?

— ¿Te incomodan?

—Mucho—suspira y me pega a su cuerpo

—Les diré que no vuelvan.

—Esa no es la solución. Mejor... háblame de ellos, quizá si los conozco un poco mi miedo disminuya—me mira de reojo. Se le hace raro, al igual que a mi, pero quiero saber qué fastidia a esos demonios. 

—Habíamos quedado que en la noche

—No puedo esperar—asiente y parece que piensa un poco antes de hablar.

—Además de provocar en los humanos también tenemos poderes, Cruell, el de ojos azules, puede infringir dolor con la mente, Venganza, el de cabello negro con blanco, puede oír lo que piensas, Dolor, el de ojos verdes, puede paralizar, Ira, el de cabello largo y negro, puede entrar en tu mente

—Vaya...—me quedo memorizándolos en silencio. —Es decir que ¿Venganza puede escuchar mis pensamientos e Ira puede lavarme el cerebro?

Rompe en carcajadas y yo frunzo el ceño.

— ¿Qué es gracioso?—deja de reír

—Lo que más te asustó es que vieran y escucharan lo hay en tu mente ¿Acaso ocultas algo?—su rostro se queda serio, su mirada se vuelve oscura y penetrante. Trago saliva y niego.

— ¿Estás segura? Porque en este tiempo no te he oído mencionar a tu familia, ni siquiera un amigo o amiga. Además vives lejos de donde creciste.

—Ya lo dije, es por trabajo

—Hay algo más...—me mira fijamente — ¿Quieres que lo investigue por mi cuenta o me darás tu versión?

Desvío la mirada. Me estoy poniendo nerviosa. Aun que sé que no fue mi culpa.

Lo observo dudosa. No sé si deba...

—Fue hace tres años. Mis padres viajaban mucho por cuestiones de trabajo, mi hermano me cuidaba. Él era dos años mayor que yo y se llamaba Douglas. —me acomodo en el sillón de frente a el mientras a mi memoria vienen los recuerdos. Jean también gira hacia mí recargando su brazo en el respaldo. —Era feliz a pesar de casi no ver a mis padres. Dou me cuidaba. Tenía una mejor amiga llamada Elisa. —mi confidente, era casi mi hermana. —Dou y ella eran mis mejores amigos. Tiempo después ellos empezaron a andar, no me pareció mala idea, me gustaba como se miraban, estaban muy enamorados. —cuento con entusiasmo. Pero entonces viene lo malo. —Sin embargo eso no le bastó a Elisa. Nos traicionó a mí y a mi hermano. Ella se metió con un pandillero y nos robó dinero para fugarse con él. Eso destrozo a mi Dou—y la voz se me corta al recordar. —Lo destrozo tanto que...se quitó la vida— Mi corazón se encoge y las lágrimas resaltan en mis ojos al recordarlo colgando del techo de su habitación. Y como lo bajaron los paramédicos al querer salvarle la vida. Buscaban su pulso y yo solo tenía la mirada clavada en el lazo alrededor de su cuello. No supe como habían llegado ni que paso después. —Mis padres volvieron de su viaje y estuvieron en casa durante meses. Eso sí lo recuerdo. Tiempo después se tuvieron que volver a ir y me quedé sola. —me acaricia suavemente la pierna. Las lágrimas bajan por mis mejillas. —Por eso no tengo amigos, porque no confió en nadie.

— ¿Y dónde están tus padres ahora?

—Meses después un accidente automovilístico me los arrebató y vivir sola en esa casa llena de...—sorbo por la nariz. Me limpio las lágrimas—...recuerdos, me parecía una tortura, así que la vendí y el comprador resulto ser un camarógrafo de cine para adultos. El me consiguió un puesto a cambio de un costo menor por la casa.

—Y aceptaste...

—Ya no tenía a nadie, Jean. Jamás conocí a más familia. —asiento —acepté y con el dinero de la casa me vine a vivir acá porque el trabajo reside aquí —me toma de la cabeza y me limpia las lágrimas con los pulgares. Me da un breve beso en los labios y uno en la frente.

Suspira y me abraza. Y por primera vez siento tranquilidad después de contar esto. Ya no quiero llorar, quiero que me abrace así por siempre.

Lo rodeo con los brazos y hundo la cabeza en su pecho. Inhalo su aroma. Es simplemente perfecto. Él pone su barbilla sobre mi cabeza y nos quedamos así largo rato.

—Quería jugar todo el día pero no creo que tengas ganas. —susurra

—Fue hace tres años, Jean, solo dame unas horas y estaré como nueva—sonrío levemente

— ¿Estas segura?—asiento y nos quedamos en silencio.

Pasan unos segundos cuando vuelve a hablar: — ¿Qué película quieres ver? —a mi mente viene el estreno de la película que filmé con el nuevo contrato. Entre hoy y mañana sé que tanta fama logré.

— ¿Sabías que mi película se estrena hoy? —me suelta y me obliga a imitarlo cuando se separa. Me mira emocionado y eso me fascina.

—Vamos a verla ¿A qué hora es?

—A las diez ¿Sabes dónde es?—alzo una ceja

—Por supuesto—sonríe arrogante.

— ¿Cómo es que sabes?

—No por nada soy el demonio de la lujuria—frunzo el ceño

—Demonio de la... ¿Qué? ¿Lujuria? —asiente y a mi mente llega el recuerdo de cuando el grandulón, bueno, Alexander, lo llamó Asmodeus ¿Dónde había oído ese nombre? —Ahora que lo recuerdo. Alexander te dijo Asmodeus ¿Por qué?

—Es mi verdadero nombre—sus ojos se iluminan—Asmodeus, el demonio de la lujuria....

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