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Capítulo 7. Demonios

Muevo la cadera de un lado a otro, lentamente. Me pongo de espaldas al tubo y abro las piernas, bajo. Acaricio el tubo por encima de mi cabeza. Doblo las rodillas para hincarme en el suelo. Estiro los brazos hacía en frente y voy bajando hasta que me tumbo por completo bocabajo. Elevo la cadera para que vean mi trasero. Los veo babear. Sonrió triunfante. Me gustan sus miradas deseosas. Giro y vuelvo a abrir las piernas. Arqueo la espalda. Vuelvo a darme vuelta pero esta vez con las piernas hacia ellos, apoyando la espalda en el tubo. Las abro de nuevo. Les sonrió mientras me acaricio desde el inicio de mis senos y bajo hasta meter la mano entre mis piernas. Gritan emocionados.

Busco con la mirada al demonio. No está por ningún lado. Necesito poner los ojos en alguien. Mila me ofrece una sonrisa. Se la devuelvo. Me tranquiliza.

Les lanzo una mirada orgullosa. La canción termina. Bajo por detrás y voy directo a mi camerino. Me cambio rápido y vuelvo a arreglar el maquillaje. Tomo mi tiempo en lo que termina el show de mis otras compañeras. Me pongo un doble top, las bragas con suma tranquilidad y las botas de tacón que llegan a medio muslo. Acomodo el antifaz en mi rostro. Espero ver a Jean bebiendo en la esquina o entrar aquí y bajarme las bragas.

Cuando salgo de nuevo, no hay ni lo uno ni lo otro. ¿Se habrá enojado tanto de verdad? ¿Tanto? ¿Sólo por no haber "iniciado" con él?

Voy a la barra.

—Sírveme un trago Lui. Pero esta vez el más fuerte que tengas—se sorprende.

— ¿Problemas?—deja de limpiar para servirme.

—Creo que me han abandonado—murmuro. Él siempre me cayó bien. Parece ser más comprensivo que todas las mujeres juntas. Es amable y honesto.

—Quizás les agrada más una operada—me da el vaso y suelto una carcajada. Además de guapo es divertido. —Dicen que la silicona puede mantener cosas erectas—vuelvo a reír y el me acompaña.

Raras veces había hablado con él. Siempre estaba pegada con Leo y últimamente con Jean.

—No lo había pensado—me limpio con sumo cuidado las lágrimas de la risa. No quiero arruinar el maquillaje y el antifaz se me puede caer o mover y revelar mi identidad. Se inclina un poco sobre la barra.

—Pues ya te di el tip—murmura.

—No lo olvidaré—lo señalo. Ríe. Sigue limpiando la barra y atiende clientes. Me tomo el contenido del vaso. Quema pero me gusta. — ¿Me sirves un poco más?—alzo el vaso y asiente sonriendo. Lo llena frente a mí. —Quiero una botella de eso para cuando salga. Esta noche voy a embriagarme

—Tengo muchas de esas allá atrás. Aparto una para cuando terminemos —me guiña el ojo. Me quedo pasmada. Uff ¿Y a este que mosca le picó? —Terminamos al mismo tiempo —canturrea. Miro a todos lados. Vale, ¿Me está coqueteando a mí? —Además mañana es sábado, nadie trabaja.

—Bueno—alzo los hombros. ¿Qué puedo perder?

Tomo la bebida de un trago. Lauren baja y Emily me hace señas discretas que me toca. Dejo el vaso a un lado y subo al escenario. La música empieza. Ondeo las caderas, doy vueltas alrededor del tubo acariciándolo de arriba abajo. Sé que su imaginación vuela. Afianzo mi agarre y subo, elevo las piernas, las abro y giro despacio. Aplauden y chiflan. Bajo lentamente. Les doy la espalda. Me inclino alzando el trasero hacia ellos, me acaricio. Voy a la silla que está a la orilla. Toco todo el respaldo con mis dedos mientras los miro fijamente. Rodeo y me siento. Llevo la cabeza de atrás adelante haciendo que mi cabello vuele y se despeine. Acaricio mis piernas y subo lentamente por mis muslos, mi cadera, abdomen y desabrocho el top. Gritan emocionados. Me deshago de él arrojándolo al aire. Solo me queda un ligero sostén blanco. Ideal para lo que viene. Entonces abro las piernas y el agua cae sobre mí. El sostén se empapa y mis pezones se marcan. Chiflan y gritan obscenidades. Me acaricio desde el cuello a los senos y aprieto los pezones. Arqueo la espalda. La música termina y salgo del escenario.
No necesité mirar a nadie esta vez. Me emociona.

Voy al camerino a cambiarme por un conjunto seco. Me pongo una braga corta, medias y tacones. Cambio el antifaz por uno similar. Salgo de nuevo pero esta vez ya me toca a mí servir entre las mesas y Mila sube.

Piden cervezas y copas de algún vino, meten billetes a mis bragas y piden que les baile. Subo a sus mesas y cumplo. Alguna vez se me ha ocurrido dejar que me toquen pero está prohibido. A Leo le gustaba verme bailarle a otros tipos y se ponía celoso si me llegaban a tocar pero no decía nada, hasta siento que lo excitaba.

La noche transcurre sin mayor importancia. Ahora que no está Jean extraño a Leo.

Pero recuerdo que tiene a otra y me hierve la sangre. ¿La habrá tenido cuando estaba conmigo o después? Porque fue muy rápido en conseguirla.

El último cliente sale y el de seguridad cierra la puerta. Voy al camerino a cubrirme como la sociedad lo dicta y regreso. Lui tiene una botella llena frente a él y me hace señas. Asiento y voy.

—No soy muy fan de beber —abre la botella.

— ¿Por?—lo veo servir. Me siento en el taburete.

—Conduzco —me da la copa

— ¿Entonces cómo te irás?—Emily, Mila y varias chicas más se unen. Lui les sirve igual.

—Pediré un taxi—se alza de hombros — ¡Salud!—alza su copa y todos lo imitamos

— ¡Salud!

☆☆☆

Un hipo sale de mi boca. Es gracioso. Rio. El hombre del taxi me mira raro. Las luces de la cuidad son excesivamente brillantes. Quiero tocarlas. Pego la mano al vidrio. El hombre carraspea.
Un extraño olor inunda el auto. Frunzo el ceño. Debí esperar al Uber en el que todos se irían. Pero ya estoy cansada y ellos querían seguir en casa de Emily.

Lo veo por el espejo retrovisor y el corazón se me detiene un minuto. Sus ojos...reflejan llamas. Mi cuerpo entero se eriza y mi cerebro grita en pánico. Con las manos temblorosas busco la manija de la puerta. Un nudo se me forma en la garganta. ¡No la encuentro!
Me recorre un escalofrió y evito su mirada. Mi cuerpo reacciona y trato de abrir la puerta. ¡No se abre!

— ¡Auxilio!—aporreo el vidrio desesperada. Nadie me escucha y el hombre ríe a carcajadas mientras acelera desviándose del camino.

—Nadie te oirá—vuelvo a clavar los ojos en él y su diabólica sonrisa me hace escuchar un pitido a lo lejos. ¿¡Enserio me voy a desmayar!? No, no, no.

— ¡Jean!—grito sin pensarlo. Vuelvo a golpear el vidrio y esta vez también la puerta. Pero nada sucede. Solo el hombre ha dejado de reír. Tengo miedo de voltear a ver porqué dejo de hacerlo.

Un ruido en la cajuela me hace saltar del asiento con el corazón a mil. Giro a ver qué es y me encuentro con un hombre de cuclillas totalmente vestido de negro y con la mitad del rostro cubierto con una pañoleta. No lo resisto más y caigo inconsciente sobre el asiento.

Despierto con unos murmullos. Alguien cubre mi boca con su mano. Tiene una pierna entre las mías y me tiene acorralada contra la pared. Abro los ojos asustada. Un hombre de unos 25, 30 años me hace señas que guarde silencio. Sus pupilas son extremadamente rojas, su piel es pálida y tiene el cabello negro con blanco muy largo. No sé si quedarme quieta, parece haberme salvado de aquel hombre. Veo alrededor y creo que estamos en un basurero. Huele horrible. Hace frio y estoy titiritando. No parecía que llegáramos tan lejos. No conozco esto ni a sus alrededores. Tengo miedo.

Un fuerte golpe, como de algo de metal cayendo, me hace voltear asustada. Vienen corriendo dos hombres más con características similares al que tengo enfrente solo que dos de ellos tienen el cabello corto y uno igual largo, completamente negro, ojos amenazadores y maliciosos.

—Lo tenemos. Se lo llevaremos a Alexander—dice uno de cabello corto y clava la vista en mí. Sus ojos son azules— ¿Qué hacemos con ella?

¿Alexander? ¿Dónde había oído ese nombre? ¿Será el mismo...? Espera... ¿¡Qué!?

— ¿Se la echamos a cerbero o nos damos un banquete? —cuestiona el otro de cabello corto con un tono de voz malévolo.

Niego repetidas veces. Quiero gritar o patalear pero mis extremidades no responden y mi garganta parece dormida.

—Yo tengo una idea mejor—se asoma el de cabello largo y completamente negro, me escanea con lascivia. Grito lo más alto que puedo esperando que ojalá a pesar de tener su mano en mi boca puedan escucharme. Los cuatro me acuchillan con la mirada.

—Súbele el vestido le voy a dar motivos para que grite bien—se acerca sacándose el cinturón del pantalón. Recupero el control de mi cuerpo y pataleo. Me revuelvo como loca. Alcanzo a morderle la mano con la que me cubre y el salta atrás sorprendido. Aprovecho y echo a correr lo más rápido que me permiten las piernas. Los escucho perseguirme tirando cosas y aventando otras. La adrenalina me recorre alentándome. El corazón palpita agitado y el cuerpo me tiembla al imaginarlos detrás de mí.

Un fuerte tirón de cabello me hace caer de espaldas. Mi cabeza rebota y veo borroso por unos segundos.

—Rómpele la cabeza y la metemos entre las pilas de basura, nadie la encontrará—mis ojos se nublan de lágrimas. No quiero morir. Vuelvo a levantarme y en un momento tengo a los cuatro rodeándome.

Este es mi fin.

El primero que vi, me tumba al piso y otro levanta el pie sobre mi cabeza dispuesto a pisarme. Cierro los ojos y los aprieto mientras rompo en llanto. Siento un golpe en la boca y el sabor a sangre toca mi lengua. Lloro más alto. Sin control.

— ¡Jean!—grito con las pocas fuerzas que me quedan. Y todos se detienen. Escucho sus agitadas respiraciones.

—Mierda. Espero que no sea el mismo Jean que conocemos. —murmura alguien

—No creo. Hay miles de Jean

— ¿Eres la actriz porno? ¿Jean es el demonio con el que pactaste?

Asiento con la cabeza despacio. Abro los ojos temiendo lo peor pero solo me observan con ojos calculadores.

—Hay que llevársela—propone el de cabello negro con blanco poniendo las manos en la cadera.

—Hecho—otro me golpea en el rostro y lo único que escucho es un "¡Ira!" Y todo se vuelve oscuro

☆☆☆

Lo próximo que veo al abrir los ojos es una habitación con muebles, alfombra y sabanas rojas. Me encuentro dentro de la gran cama. Cubierta hasta la cintura. Solo traigo puesto el vestido, no siento las bragas ni los zapatos. Me destapo rápidamente y confirmo lo dicho. Me incorporo rápidamente. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Busco mis bragas y los zapatos pero solo encuentro los zapatos así que me los pongo. Voy a la puerta y me asomo primero. Es un pequeño pasillo con piso tapizado de alfombra de terciopelo rojo. Camino de puntitas hasta donde se ve el inicio de las escaleras y bajo con cuidado. Supongo que esa es la salida. Mi cuerpo se relaja cuando voy viendo fotografías de Jean solo, Jean al lado de su mamá y papá y junto a dos hombres más. Sé que uno es Jake pero el otro hombre de ojos claros y fríos no lo conozco.

Termino de bajar las escaleras y veo la puerta principal justo enfrente pero escucho ruido en la cocina al lado. Me acerco silenciosa. Tal vez sea él. Quiero sorprenderlo. Mi interior se ríe al sentirme traviesa.

Me asomó y veo a alguien de pie frente al refrigerador, tiene metidas las narices en el congelador.

— ¿Qué haces?—pregunto y me paralizo cuando veo que su vestimenta no es como la de Jean. Es ropa holgada y oscura, de hecho es más robusto y está lleno de tatuajes hasta el cuello.

Cierra distraído. No es Jean. Pero se parece bastante. Sisea y pronto se le forma una sonrisa perversa en los labios.

—Busco algún bocadillo. ¿Qué tal tú?—dice en tono chulesco y gira hacia mí. Tiene una mirada grisácea, feroz y desafiante. Es el mismo hombre de la foto.

— ¿Quién eres?—provoca que mi corazón lata acelerado. Parece un loco que escapó del manicomio.

—La pregunta es ¿Quién eres tú? —Me señala —Asmodeus no me dijo que traería compañía —abro los ojos sorprendida.

— ¿Asmodeus? Creo...que me he equivocado

Una lobuna sonrisa se forma en su cara y alza el mentón con aire burlón.

—Te estoy bromeando. Tú eres Tayna ¿no?

—Si

—Asmodeus me pidió encargarme de ti y ufff hasta siento que ya nos conocemos...Camile—una vez más abro los ojos de par en par. Sabe mi seudónimo como actriz porno.

En cuanto ve mi reacción rompe en carcajadas y aunque suene raro, me hace sonreír su travesura. Esto le quita lo loco.

—Por eso no puse objeción en encargarme de ti ni en...—saca su celular del bolsillo del pantalón y me enseña una fotografía mía durmiendo en la cama de hace un momento pero sin la sabana y con las piernas abiertas de par en par. Sin bragas. No tengo el sueño tan pesado ¿Cómo no me di cuenta? —...Tomarte esta foto. Joder. Me voy a manosear viéndola

La rabia toma control sobre mí y salto hacia el tratando de quitarle el celular.

— ¡Bórrala! —se da vuelta y sube el celular lo más que puede

— ¿Por qué? Si eres actriz. Debes estar acostumbrada a las fotos así.

— ¡Esa no es de dominio público!—doy pequeños saltos tratando de alcanzarlo. Sin embargo es demasiado alto, incluso más de Jean y temo que se me doble un tobillo por los zapatos o se me suba el vestido.

¿Y si la sube a internet con otros motivos? ¿Y si la pública para cosas raras? ¿O la usa para hacerme daño?

—Ira, deja de aconsejarla—mira detrás de mí. Giro curiosa y veo al hombre que me golpeó antes de llegar aquí. Me dedica una sonrisa cómplice. ¿Ese loco, aconsejarme?

— ¡Tú maldito hijo de...! —estoy dispuesta a hacerle frente, sabiendo que estoy en casa de Jean y lo que me suceda lo sabrá, además el grandulón me da buena espina, pero de pronto se escucha la puerta principal y aparece Jean portando un elegante traje gris que le decora la figura y resalta su entrepierna. Se me hace agua la boca. Literal.

—Que te la folles, dice—dice otro de los que me querían matar saliendo de la puerta de enfrente. Estoy que ardo en rabia. ¿Y si Jean los mando para asustarme? ¿O se quiere deshacer de mí?

— ¡Ira!—le vuelve a gritar el grandulón.

— ¿Los conoces?—los señalo con furia. Jean asiente despacio.

—Ven—se quita el saco y su torso está cubierto por una camisa blanca con los tres primeros botones abiertos.

No puedo parecer furiosa cuando se está desvistiendo delante de mí

—Vamos a mi despacho. Hablemos—me tiende la mano y yo camino a él, hipnotizada por su atractivo físico. Los dos imbéciles detrás de mi empiezan a reírse.

— ¡Esos idiotas intentaron matarme!—exclamo furiosa y dejan de reír

—Vale eso yo no he sido—murmura uno de ellos. Jean les lanza una mirada y escucho la puerta abrir y cerrar. Volteo a ver y ya no están.

—Ya me encargare de ellos. Vamos a mi despacho, ven—tomo su mano y lo sigo.

— ¡Me llevo el auto!—grita el grandulón. Jean le hace seña con la mano restándole importancia.

Le doy un leve vistazo y alza mis bragas en una mano. Las agita sonriendo divertido. Ahora sé quién las tiene. Abro los ojos de par en par. Con la otra mano sube y baja los dedos despidiéndose y sale de mi campo visual.

— ¡Jean!...—lo llamo, quiero recuperarlas pero me ignora y sigue su camino. — ¡Mis bragas!— corro hacia él y este sale corriendo entre carcajadas cerrando la puerta detrás de él. Giro la perilla y esta se niega a abrir. Bueno, son solo bragas. Tengo más.

Regreso con Jean y entramos por la puerta que está debajo del pasillo de las escaleras. Cierra la puerta detrás de mí.

— ¿De dónde los conoces? —las paredes están tapizadas de reconocimientos y trofeos dentro de un estante de vidrio. Fotos de su familia y pinturas de la época medieval. En el centro se encuentra un escritorio con documentos y bolígrafos. Él se sienta en el asiento reclinable detrás del escritorio y me mira impaciente.

—Son demonios del Sentir, parte de mi legión—se termina de abrir la camisa y sus pectorales quedan al descubierto.

—Eran cuatro y trataron de matarme, bueno después del conductor del taxi y... ¿Conoces al del taxi?

—Estás haciendo muchas preguntas... —masculla sobándose las cienes. Parece agotado.

—Pues lo lamento pero me interesa mi integridad—me cruzo de brazos. No estoy dispuesta a moverme si no me da respuestas

—El conductor era otro demonio. Lo estuvimos buscando por meses. Apareció hace poco y ellos fueron por él. —palmea el escritorio. Pidiéndome que vaya y suba ahí. Niego, me advierte con la mirada. —Se buena. He tenido un día de mierda—sus ojos se suavizan. Me parte el alma. Voy a él y me siento sobre sus muslos, con las piernas a los costados, de frente a su rostro.

— ¿Qué ha pasado?—acaricio sus hombros. Dándole masaje. Cierra los ojos.

—Mal día simplemente

—Tienes mucho que contarme...

— ¿Cómo qué? —susurra

—Pues todo—frunce el ceño.

—Tengo que hacer unas llamadas. Vuelve a la cama y desnúdate. Te veo ahí. —abre los ojos y me toma de la cintura para bajarme.

—No se di deba...

—Dame este día. Te daré respuestas al anochecer. —me quedo quieta. Pensando.

—Sabes que quieres, solo...déjate llevar...

Asiento.

—Solo...no tardes—suspira.

Regreso a las escaleras y subo. Cuando voy pasando por el pasillo se escuchan risas macabras en una habitación. Continúo acelerando el paso. Puedo distinguir azotes y muy bien las voces de los idiotas que quisieron matarme.

Lo van a pagar muy caro. Me encargaré que así sea.

Entro rápido en la habitación donde desperté. Me quito los zapatos y subo a la cama. Me dejo caer en medio, con los brazos y piernas extendidas. Aun escuchándolos, ahora murmullos, en la habitación de al lado. Mi mente empieza a trabajar a mil. Tengo que hacer algo. ¿Qué puede afectar a los demonios? ¿Será cierto eso del agua bendita?

Escucho un grito y me levanto en alerta. Sonó aterrador. ¿Qué estarán haciendo? La curiosidad me pica pero no quiero encontrarme con algo grotesco. Me muerdo el labio, dudosa de ir.

Bueno, solo un pequeño vistazo.

Camino descalza fuera de la habitación y voy a la otra. Giro despacio la perilla y abro...

Mi mirada expresa el máximo horror. Me cubro la boca evitando gritar.

Una mujer cuelga del techo. Está amarrada con una soga, con los brazos en la espalda y las piernas abiertas de par en par. Su boca está obstruida por una goma roja sujeta a una correa que le rodea la cabeza. Sus ojos están llorosos y transmiten su desesperación. Ellos están a su alrededor mientras uno está entre sus piernas embistiéndola, tres le sujetan las piernas y el ultimo tiene un cuchillo cerca de su garganta.

Creo que sienten mi mirada porque giran la cabeza. Me ven con los ojos completamente negros. Sé que Jean está abajo y no permitirá que me pase nada. Así que trato de tranquilizarme. El que la embiste sonríe de oreja a oreja sin dejar de repetir sus movimientos. Muestra unos filosos dientes. Salto atrás asustada. El del cuchillo me señala antes de tocar el cuello de la mujer y presionar, la sangre brota. Mi garganta lanza un grito y cierro la puerta horrorizada.

En ese momento unas manos me sujetan de la cintura y me abrazan. Es Jean.

—Tranquila—susurra

— ¿¡Qué me tranquilice!? ¿¡Acaso los has visto!? —retrocedo señalando la puerta. Temblando de pies a cabeza. Con los nervios apunto del colapso.

—Sshh—pone un dedo en sus labios y avanza hacia mí—Somos demonios ¿Qué esperabas?

Respiro entrecortadamente. El corazón me martillea de prisa en el tórax. Se me revuelve el estómago. Quiero vomitar.

Sé que tiene razón. Pero me agobia eso.

—Sé que esto es normal para ustedes pero yo...—niego repetidas veces—Soy humana y por ende esto me afecta demasiado...y...

—No, no, no, shh—acorta la distancia entre nosotros y me envuelve entre sus brazos. —Vamos a arreglar esto—toma mi cabeza y me hace alzar la mirada —Te puedo jurar. Escúchame. Te juro que nadie te hará daño. Lo prometo. La próxima vez que veas algo así te aseguro que tu vida no correrá peligro.

Sus palabras suenan demasiado sinceras.

— ¿Lo prometes?—mi voz tiembla

—Lo prometo

Espero que me diga la verdad. De verdad que deseo que si porque la puerta se abre de una manera bizarra y alguien se asoma.

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