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Capítulo 17. El verdadero Asmodeus [maratón 3/3]

Toda mi vida pensando que ellos no existen y ahora tengo uno a mi lado, conduciendo mi auto porque me negó hacerlo a mí. No sé a dónde vamos, ni que me espera con este nuevo Jean. Solo espero que esté ahí Alexander y no sea también una versión malvada. Al menos él sé que me cuida, muy a su manera, pero lo hace.

Me altero al ver que estamos saliendo de la cuidad, hay campo y muchos árboles, un bosque muy frondoso y camino empedrado.

— ¿A dónde vamos? Jean, estamos saliendo de la cuidad. —me revuelvo en el asiento.

—No te voy a decir—su seriedad me causa miedo.

—Jean, en la noche tengo que ir al club, tengo que trabajar

—Lo están remodelando ¿no te dijo el asqueroso ese? ¡Ah claro! Estaban muy ocupados, un minuto más y los pillo follando como conejos—la rabia trepa por mi cuerpo.

— ¿¡Quién me crees!? ¡No soy una cualquiera! —digo apretando los puños. Quiero golpearlo.

Pero frena de golpe lanzándome contra el parabrisas. No íbamos tan rápido, no se rompió pero si me sentí mareada al instante y una hilera de sangre bajo de mi frente hasta mi mejilla.

Lo mire sin poder creérmela. Y no tardó en herirme más. Me toma del cuello y me presiona contra el respaldo.

—Mira maldita zorra—dice apretando la mandíbula—sé que un poco más y terminabas follandotelo, puedo oler su excitación y sé que tú no te hubieras resistido, eres tan fácil de convencer...que das nauseas

Sus hirientes palabras parecían cuchillos atravesando mi corazón. Las lágrimas recorren mis mejillas, mezclándose con la sangre. Estoy muerta de miedo. ¿Dónde está ese Jean que me volvía loca? ¿El que cada que veía hacia que mi estómago se llenara de mariposas?

Toda esa tristeza, decepción, angustia y miedo estallan en mi cuerpo.

Me suelta no sin antes azotarme contra el respaldo. Se lame los labios y vuelve a concentrarse en el camino. Acelera. Me limpio las mejillas y me abrocho el cinturón con las manos temblorosas. Capaz este nuevo Jean vuelva a frenar de repente y esta vez sí salga proyectada del auto.

—Quiero ir a mi casa—sorbo por la nariz.

—Ya te dije que no—me da un leve vistazo.

—Jean, por favor—le suplico, pero me ignora.

Me agarro con fuerza del asiento y del cinturón. Temo por mi vida. Tenso las piernas y a mi mente llegan una serie de plegarias.

Pasan los minutos y por fin va disminuyendo la velocidad. Se detiene frente a una casa similar a la suya y baja de inmediato, sin esperarme entra en ella.

Veo como hombres de traje oscuro salen de detrás de la casa y algunos de a los lados, se detienen en la entrada, como vigilantes. Llevan un atuendo similar al de Alexander a excepción de los tatuajes por lo que de inmediato los relaciono con él. Seguramente son sus guardaespaldas.

Me desabrocho el cinturón sin dejar de ver sus movimientos, con precaución por si alguien se me echa encima. Salgo de prisa de auto y casi corro a la entrada y así, de cerca puedo ver sus ojos completamente negros ¡Son demonios!

—Humm por aquí abunda la carne fresca—bromea uno y no hace más que hervirme la sangre cuando los demás ríen. Entro azotando la puerta y me quedo impactada al ver la impecable decoración antigua. Incluso hay pinturas y artefactos desde antes que naciera.

¿Pues cuantos años tendrán estos hombres?

— ¿Jean? — pregunto con cautela. Caminando hasta la única puerta abierta que supongo da a la cocina.

Y no me equipo, es una amplia cocina, pero en medio esta la escena más escalofriante y decepcionante de mi vida.

Jean sujeta de la cintura a su asistente mientras tiene la cabeza en su cuello. Ella está sentada sobre la mesa, me da la espalda, tiene la falda arriba y a Jean entre las piernas. Jean, esta con los pantalones abajo y los dientes encajados en su cuello. Y no solo eso, me mira fijamente al mismo tiempo que la embiste con salvajismo y ella suelta un bajo gemido.

Me sonríe.

Mi cuerpo no reacciona, se ha quedado paralizado, me he quedado muda. Solo siento mis ojos llorar por mí.

¿A eso me trajo? Maldito bastardo. Ni siquiera me dio explicaciones, hizo a Lui irse muy confundido sobre lo que le paso y luego me obligo a meterme al auto.

No conteste su estúpida pregunta. ¿Qué sea de él? ¡Ja! Que ni lo piense. Y qué bueno que no lo hice.

¿Dónde está Alexander cuando se le necesita? En cuanto lo vea lo abofetearé por dejarme sola con el idiota de su hermano. Y yo que decía que era amable y nunca haría algo como esto. Yo también soy una estúpida por creerle todo. Pero de mí no se va a burlar nunca más.

Camino decidida hasta ellos y la jalo de cabello hacia atrás para poner una gran bofetada a el que hasta le hace voltear la cabeza. Ambos se quedan quietos y yo doy la vuelta dispuesta a salir. Sin en cambio cuando trato de abrir la puerta, esta no se abre, ni siquiera gira la perilla.

De pronto me gira y me empuja contra la puerta. Lo miro dolida unos segundos. Sus ojos demuestran tanta rabia contenida que la seguridad y adrenalina que me recorría se esfuman de inmediato. Aun su boca tiene sangre.

— ¿Quieres tenerme miedo de verdad? —vuelve a desquitarse con mi cuello, lo oprime y me revuelvo cuando me alza unos centímetros. —Pues lo vas a ver—murmura. Cuando me suelta, los pulmones me arden y la visión se me pone borrosa unos breves momentos. Me llevo la mano al cuello para sobarme. Me jala del brazo hacia la puerta debajo de las escaleras que dan al segundo piso. La abre de mala gana y me arrastra por un pequeño pasillo. Entre más me trato de soltar, más afianza el agarre. Me da miedo que me rompa el brazo. Lo rasguño, me sujeto de algo para evitar continuar, pero pone más fuerza para hacerme hacer su voluntad.

Abre otra puerta y me quedo estupefacta mientras soy presa del pánico. Es una habitación roja con artefactos para tortura y en medio una cama matrimonial.

Me suelta para cerrar la puerta. Lo miro con miedo, suplicando por el antiguo Jean y no el demonio frente a mí.

—De rodillas frente a mí—ordena

—No, no ¡Jean, por favor! —vuelvo a tratar de salir.

—Por las buenas o por las malas—advierte señalándome los aparatos escalofriantes.

El corazón me martillea en el pecho y la cabeza me punza. Da un paso hacia mí, amenazándome con la mirada. Me tenso.

Camino con las piernas temblándome y me arrodilló lentamente, sintiéndome humillada y a la vez furiosa.

—Cierra los ojos y extiende las manos frente a ti—su autoritaria voz me asusta aún más.

—Pero...

— ¡Hazlo! —hace que pegue un brinco.

Obedezco y siento una tela tapar mis ojos. Se asustó tanto que la quito y retrocedo mirándolo con miedo.

— ¿¡Quieres sentir el miedo de verdad!? ¡Vuelve a tu posición! ¡Me lo debes! ¡Así que obedece! — exclama con ira haciéndome cerrar los ojos de vez en cuando. Su aspecto vuelve a ser diabólico.

— ¿Me...me vas a lastimar?

—Si— dice en un jadeo

Niego y avanzaba hacia mí con la tela roja en la mano.

—Por las buenas o por las malas— susurra en mi oído cuando me acorrala entre la puerta y su cuerpo.

Miro a todos lados, buscando ayuda, con lágrimas acumulándose en mis ojos.

—Por favor...

—Haz lo que te digo

Cuando la primera lágrima resbala por mi mejilla me toma del brazo y me jalonea hasta una pesada silla donde esposa mis manos a las patas delanteras de esta. Cubre mis ojos con la tela y me arranca la ropa.

Lo escucho moverse y pronto habla:

—Esta noche tenemos nueva mercancía, que empiece la subasta— y eso hace que rompa en llanto. Vuelvo a tratar de zafarme, solo por instinto porque sé que no podré quitarme las esposas. Grito por ayuda y lloro. —Se acaba de hacer famosa en el mundo de la pornografía así que supongo no tendrá problemas en dar muestra de su trabajo.

Mi cuerpo se tensa al sentir alguien detrás, sujetando mi cadera para pegarla a su pelvis. Lo siento desnudo, pero sé que no es Jean porque su voz suena lejos.

—Jean, Jean, basta, por favor.

Pero soy ignorada y cruelmente penetrada por el hombre detrás de mí. Suelta un jadeo y me presiona la cabeza en la silla. Grito desgarradoramente y el gime más fuerte. Suplico que pare, suplico ayuda y no hace más que acelerar las embestidas. Mete un dedo en mi boca y aprovecho para morderlo. Salta atrás saliendo de mí. Parece que se aleja y unos apresurados pasos vienen hacia mí.

—Maldita hija de perra—me quita la tela y veo a Jean con un sencillo antifaz negro que le cubre medio rostro, parado frente a mi justo cuando alza el cinturón y golpea fuertemente mi espalda. Grito con fuerza, arqueándola, viéndolo con terror. Y él sonríe mostrando sus colmillos, sus ojos cambian a rojo oscuro y luego a negro en su totalidad.
Vuelve a azotarme con todas sus fuerzas y puedo ver lucecitas parpadeando frente a mí. Golpea una y otra vez hasta el punto que caigo de pecho contra el frío piso.

Me da un par de azotes más y se aleja. Apaga la cámara frente a mí.
Tengo la visión borrosa a causa de las lágrimas, pero puedo ver a los demonios, esos malditos demonios que se la pasan asustándome y ahora, uno de ellos me ha violado.

— ¿Estás seguro de venderla? —pregunta Venganza, uno de ellos.

—Si— afirma Jean

— ¡Por favor no! — grito horrorizada al oírlos

— ¡Cierra la maldita boca! — me grita Jean dándome un azote más en la espalda

Grito de dolor y Jean solo sonríe gustoso.

— ¿¡Que mierda está pasando aquí!?—entra la rubia que estaba con él la otra vez. Su nueva novia.

Quiero cubrirme, pero sencillamente no puedo.

Me mira y puedo ver su ira cuando voltea a ver a Jean.

— ¿¡Que estupidez estás haciendo ahora!?—entra Alexander y también clava los ojos en mí.

No soporto las miradas. No quiero verlos, no, ya no más por favor. Escondo la cabeza entre mis brazos y sollozo en silencio.

—Llévatela—escucho que dice Alexander y enseguida unas delicadas manos me quitan las esposas y tiran de mi a la salida. Pasamos por un lado de Alexander y lo miro buscando confort, pero me ignora. Está viendo a los demonios con la mandíbula apretada. Muy furioso.

La rubia me ayuda a salir. Ya no puedo, me dejo llevar, me rindo.

—Tranquila—susurra—Te llevare a la ducha mientras te busco ropa ¿Si?

Mis sentidos solo contestan por mí. Yo me he apagado por completo. Me dejo hacer. Cuando me doy cuenta estoy en la ducha, completamente sola. Me deslizo por la pared hasta sentarme en el piso y romper en llanto abrazándomelas piernas.

Estoy harta de los demonios, estoy harta de Jean ¿cómo pude aceptar si quiera acostarme con él? Soy una maldita estúpida.

—Hey—tocan mi pierna y me encorvo más. No quiero que me toquen. —Tranquila, no soy tu enemiga Tayna—la observo. —Quiero ayudarte—sonríe

Cierra la lleve y me ayuda a levantar

—Te he dejado ropa en la cama—camino sin ánimos

¿Ese maldito enfermo me ha traído a verlo alimentarse de su secretaria y a vivir con su novia? ¿Qué clase de...? Ah pues sí, es demonios y uno muy hijo de puta.

—Te traeré algo de comida, ahora vuelvo—sale y me dejo caer en la cama. Cierro los ojos, quiero dormir, quiero descansar. Tal vez así no tenga que pensar en nada más...

☆☆☆

Siento que se hunde la cama a mi lado y abro los ojos de inmediato, asustada.

Me escandalizo cuando veo a Jean en su forma demoníaca observándome fijamente.

—Jean—jadeo. Miro a todos lados, pensando como escapar.

—No vendrá—sonríe

— ¿Quien? ¿Tu novia? —me quito las cobijas de encima. Lista para salir corriendo.

—De hecho, es la novia de Alexander—lo observo perpleja. —Y no va a venir porque están follando a media sala—su sonrisa se ensancha.

Alexander no...

—Así que tengo tiempo para matarte a gusto—salto de la cama con el corazón latiendo de prisa, horrorizada llego a la puerta y la abro, pero él cierra de golpe y se recarga en ella.

—Jean, por favor—retrocedo, temblando de pies a cabeza.

—Es que...—veo como saca la mano detrás de su espalda con un largo cuchillo y se rasca la cabeza—Me estas jodiendo la cabeza. Y así no tendré motivos para cuestionarme. Lo siento Tayna debes morir

—Quiero ir a casa—susurro. Una lágrima cae por mi mejilla. Golpeo la puerta gritando por ayuda y el solo se ríe. La respiración se me detiene al darme cuenta que nadie vendrá en mi ayuda. Me rindo. Cierro los ojos. No quiero ver como lo hace. Solo espero el dolor —Quiero jamás haberte conocido

— ¿Te arrepientes?

—Sí, mucho. —siento su respiración en mi rostro.

—No querías sentimientos ¿no?

—No creí que este Jean existiera. Yo quiero al otro Jean. Al que conocí primero

—Pues olvídalo. De ahora en adelante tus sentimientos entrégaselos al hombre que te folles. Solo un pacto nos unirá

Y siento mi cuerpo muy pasado, se me revuelve el estómago. Caigo de rodillas y vomito por varios segundos. Me limpio la boca y veo a mi alrededor. Estoy en mi casa. Tengo mucha información que procesar y al recordarla vuelvo a vomitar. Y más cuando resalta en mi memoria que Jean subasta mujeres...

☆☆☆

Emily me confirma la remodelación y en unas semanas más me llama, muy emocionada que está listo todo.

El "Golden" ahora se llama "Dark side" y pasa a ser un elegante complejo para caballeros. Con salas para privados y para "relajación" que no es más que una farsa para que practiquen orgías e intercambio de parejas o sexo son miramientos.

Todo me parece una locura pero puedo ver el ambiente más tranquilo. Parece que se han puesto la máscara de la elegancia y seriedad.

No me gusta del todo pero me agrada el ambiente.

Esa misma semana entro a trabajar. Mi auto aparece de la nada en mi garaje y no sé si debo ocuparlo, me trae malos recuerdos.

—Tayna—la voz me hace saltar asustada.

Hasta que veo al tercer hermano. Jake.

—Hola—continúo limpiando la mesa.

—Supe lo que pasó—lo miro con cautela. Espero que no hable más o volveré a tener otra de esas crisis nerviosas.

—Jake, por favor...

—Discúlpalos, son unos idiotas cuando se trata de mujeres. —parece sincero y hasta apenado. Lo que me hace dar cuenta que él no es igual ellos.

Suspiro un poco más aliviada y termino de limpiar la mesa.

— ¿Te traigo algo de beber? —niega enseguida.

—Solo vine a pedir disculpas y a ver que estuvieras bien

—Lo estoy

—Puedo borrarte esta parte si así lo deseas—abro los ojos de par en par. Sorprendida.

—No, quiero recordar porqué no es bueno confiar en los demonios—hasta que caigo en cuenta— ¿Lo has hecho antes?

Suspira cansado y desvía la mirada un par de segundos.

—Ya te dije, mis hermanos son estúpidos cuando se trata de mujeres—asiente— muchas han pasado por lo mismo que tú y yo tengo que encargarme de corregir su estupidez, pero, no puedo hacerlo si tu no lo permites.

—Y a las que se niegan a que les borres la memoria ¿No te da miedo que digan algo?

—Tu eres la única que se ha negado—sonríe. Me tenso. —Sé que eres fuerte y no tonta, no dirías nada, nos enteraríamos enseguida

Me quedo pensando. Tiene razón, no lo haría. No quiero problemas con ellos.

Su celular suena y lo saca enseguida. Observa la pantalla y frunce el ceño.

—Me tengo que ir, han vuelto a herir a Alexander—se levanta listo para irse, y antes volta a verme —Tienes que cuidarte mucho Tayna, el loco ese viene por ti y aunque no debes preocuparte porque hay muchos cuidándote, corres peligro, tu solo no salgas sola, no hables con extraños, no abras la puerta a cualquiera. Cuídate ¿sí?

Asiento. Aunque lo que más me dejo fría es "han vuelto a herir a Alexander"

Sea como sea, es el único que me ha tratado bien de principio a fin y hasta se podría decir que es mi único amigo, mi mejor amigo, con derecho a roce, pero mi amigo. Olvidando que no me dijo que tiene novia y pienso reclamarle en cuanto lo vea. Aunque, no es como que me importe mucho, lo disfruté y punto.

— ¿Alexander esta en casa de Jean?

—En la casa de campo, pero no te preocupes por Asmodeus, él ha sido llamado por nuestro padre, tardará en volver—ladea la cabeza confuso— ¿Por qué?

—Quiero ver a Alexander. Cuando salga ¿Pasas por mí?

Se queda pensando. Tuerce la boca con la mirada perdida hasta que me sonríe y asiente despacio.

—Aquí estaré

☆☆☆

Apenas termino de cambiarme y salgo

—Oye Tayna...—se acerca Lui con gesto avergonzado. No había hablado con él, había demasiada gente. —Sobre lo que paso la otra vez...lo siento, no sé qué me paso

Ay Lui, si supieras.

—No te preocupes. Asunto olvidado ¿Si? Gracias por estar ahí cuando lo necesitaba—me sonríe

—De que—me regala una gran sonrisa.

—Tengo que irme. Mañana nos vemos

—Claro

—Adiós

Giro de vuelta a la entrada y salgo de prisa. Veo a Jake en el auto de Alexander y voy hasta él. Me hace señas para que suba y así lo hago.

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