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Capítulo 13. Me voy

—No sé por qué se enoja. Es un imbécil.

—Te llevaré a acostar rubia—pasa un brazo por debajo de mis piernas y otro por mi cuello y me carga. Sabe las escaleras. —Ya estás muy ebria

—Y tengo más de aquel lado—le señalo la alacena. Pero me ignora y continúa hasta depositarme en la cama.

Por fin estamos en mi casa. Ya la extrañaba.

—Tu hermano es un imbécil. Me mintió. —Lo veo quitarme los zapatos— ¿Tú también me ocultas algo así?

—De hecho rubia, la creación de esa agencia es obra de los tratos pero lo de Hollywood te lo has ganado solita.

—Eso no cambia nada. Además, lo de la falla del celular...

—Es eso, una falla. Nosotros no fuimos. Ya duérmete.

—¡Quiero que me digas la verdad!—se queda de pie a mi lado.

—Bueno...—se rasca la cabeza fingiendo nerviosismo—quizás evitamos que entraran las llamadas

—¡Estaba apagado!—agito las manos en su dirección.

—¡Si, lo apagamos! ¿¡Contenta!? ¡Ya duérmete!

—Ven a mi lado, quiero reclamarte muchas cosas. Me siento timada.

—Tu no me mandas—se cruza de brazos

—¡Pues bien! ¡Sera de pie!—me levanto descalza. Sin los tacones soy más baja que él. De por si me rebasa por casi una cabeza.

—¡Te vas a caer!— y en efecto. Me tambaleo y me sujeta de la cintura. Me aferro con fuerza a su chaqueta y unas arcadas trepan por mi garganta.

—Quiero vomitar—apenas lo digo y ya estoy inclinada manchando media habitación.

Me echa el cabello atrás.

—Aj, llamare a una de tus compañeras para que cuide de ti—pero le aprieto la mano impidiendo que me abandone

—No te vayas—lo abrazo —Ayúdame a recuperar a mi demonio favorito

—No vayas a Hollywood y fóllatelo

—Quiero ir

—Vamos a que te des una ducha—me alza y conduce al cuarto de baño. Me deja en la tina y abre la regadera. Dejo que mi cuerpo descanse sobre la orilla y recargo la cabeza detrás.

Es lo último que recuerdo...

☆☆☆


Apenas abro los ojos y un fuerte dolor de cabeza hace que me queje. Alguien se revuelve a mi lado. Veo un tranquilo Alexander suspirar. Esta bocabajo con un brazo debajo de la almohada y otro por arriba pegándola a su cabeza.

Hasta se ve tierno.

De pronto sonríe y sé que está despierto.

—¿Te gusta lo que ves?—cuestiona con voz ronca, sin abrir los ojos.

—Algo—mi cabeza punza. Siseo de dolor.

—Tomate la pastilla detrás de ti—giro en la cama. En la mesita de noche esta una pastilla sobre una servilleta y un vaso de agua al lado.

—¿Confió en ti?

—Solo esta vez—murmura

Me siento y la tomo, la paso con el agua y vuelvo a acostarme.

—¿Qué hora es?

—Cerca de las nueve. No ha sonado ningún despertador

—No lo puse. No voy a la agencia hasta el miércoles— me cubro con las cobijas. Hace frio. Volteo hacia él.

—Ah—salta en la cama. —Estas fría—me río. Lo toque sin querer.

—Estas calientito, ven acá—lo busco con los pies y me pego a él. Abre los ojos enseguida.

—No, aléjate.

—¡Alexander!—río. Retrocede pero voy tras él.

—¡Joder!—logro pegarme lo más que puedo a él. Me abrazo a su torso y se pone de lado para alejarme.

—¡Tengo frio!

—¡No me importa!—se recorre más. Sé que si lo hace de nuevo caerá de la cama así que me aprovecho y me junto con él.

—Carajo, rubia—se da por vencido y sonrió victoriosa.

Hasta que siento su erección en mi vientre.

—Alexander...

—Es tu culpa. Te has polvoreado del baño para acá completamente desnuda y ahora te revuelves sin control por la cama.

Alzo rápidamente las cobijas. Es verdad. Estoy desnuda. Me quedo muda. No sé qué hacer. El solo trae puesto el bóxer. Vuelvo a mi lugar en silencio. El dolor vuelve, leve pero ahí está. O tal vez me había olvidado de el por estar jugando.

—Me duele la cabeza—murmuro

—Y a mí me duele la polla. No he podido descargar desde que me tienen de niñera

—¡No soy una niña! ¡Y no necesito niñera!—se ríe. — ¡Es enserio!— y entonces caigo en cuenta de algo — ¿Tú me quitaste la ropa?

—No. Has sido tú

—Yo no haría algo así

—Me ibas a agradecer por decirte como vengarte de los demonios pero me dejaste con las ganas

Me quedo en silencio, procesando la información.

—Yo no haría algo así—repito. No me lo creo. —No lo recuerdo

—Humm—vuelve a cerrar los ojos.

—No te duermas ¿Los demonios duermen?

—Yo no pero este cuerpo si

—¿Vamos a desayunar?—abre los ojos de inmediato

— ¿Te estas ofreciendo?—pregunta pícaro. Y justamente esa pregunta refresca mi memoria.

Lo obligue a entrar a la ducha conmigo pero se salió de inmediato. Me duche y lave mis dientes mientras se fue formando una estúpida idea en mi cabeza. Salí desnuda del cuarto de baño y prácticamente me lance a él. Nos devoramos la boca, y él, obvio quería más, le prometí que si pero a cambio de ayudarme con los demonios.

Me dijo que plata con plomo para los demonios locos y para Asmodeus un revolcón.

Después lo deje con las ganas y me metí a dormir.

Rompo en carcajadas y el frunce el ceño.

—¿Y ahora, qué?—gruñe abriendo los ojos

—Ya me acordé

—Humm—vuelve a cerrar los ojos. Lo veo relajar la respiración. Un aura de tranquilidad lo envuelve.

Salgo de la cama y me pongo el primer vestido que encuentro. Bajo hasta la cocina y me preparo el desayuno mientras mi estómago ruge hambriento.

—¿Ahora cocinas?—pego un brinco y él suelta una carcajada . —Te acuestas con un demonio pero ¿Te asustas de todo?

—¡Me asustaste! ¿¡Que querías que hiciera!? —mi mirada lo recorre inmediatamente. Se ve tan sexy con el cabello revuelto, el torso descubierto, pantalones de mezclilla y descalzo. Y para colmo desprende un aura de calentorro.

—¿Estas cachonda?—sonríe pícaro y yo ruedo los ojos.

—Arruinas el momento—vuelvo a concentrarme en el desayuno — ¿Vas a querer de, esta comida?— giro de nuevo hacia él y lo pillo viéndome el trasero. Clava los ojos en lo míos con un brillo malicioso y cruza los brazos.

—No. Pero tengo una idea mejor. —su sonrisa se ensancha y de un momento a otro lo tengo acorralándome entre la barra y su cuerpo. Acerca sus labios a los míos y siento su mano bajar por mis espalda hasta acaparar toda mi nalga derecha.

Me recupero de la sorpresa y mi cuerpo reacciona ansioso. Quiero besarlo, quiero...que me folle sobre la mesa, sobre el sofá o donde sea pero quiero hacerlo.

Nuestras agitadas respiraciones se entrecruzan y mi piel se eriza.

No debo, estoy con su hermano. Y...aquí estoy con mi tormento mental y el muy hijo de puta lo está disfrutando. Me está estrujando contra su cuerpo mientras a saber que le pasa por la retorcida mente que tiene.

—No...—susurro pero mi cuerpo hace lo contrario. Se acerca más y puedo tocar sus labios. Él sonríe antes de ladear la cabeza y terminar de unirnos. El beso lento se va tornando hambriento y rápido. Alza mi vestido y hurga dentro de mis bragas. Todo pasa a segundo plano cuando me carga y enrollo las piernas en su cadera. Lo siento tan duro que pierdo la cabeza. Lo abrazo por el cuello y enredo los dedos en su cabello.

—Hm hm—alguien carraspea y yo abro los ojos de inmediato. Salto atrás con el corazón latiendo a mil. Alexander me suelta. — ¿Interrumpo?

Jean está sentado en el sillón con las piernas separadas y los brazos detrás de la cabeza. Nos mira con una ceja arriba. El ambiente se torna tenso. No sé qué hacer.

—Pues algo—dice Alexander y camina hasta sentarse en una de las sillas de la mesa.

—Jean...—murmuro

—¿Si?—no parece molesto ni triste, esta como...neutral — He venido a saber tu decisión pero veo que salgo sobrando.

—¿Mi decisión?... ¡Ah!—cuando menos lo espero tengo una mano alzada y él, la cara de lado con mi palma marcada en la mejilla. — ¡Esta es mi decisión! ¿¡Quién te crees!? ¡Ir a Hollywood es mi sueño y ahora solo por un pacto me pides que me quede! —voltea la cabeza, con los ojos brillando de confusión y sorpresa. Escucho a Alexander burlase — ¡Y tú, cierra la maldita boca!—lo señalo furiosa. Deja de reír y toma un bocado de mi desayuno aun con una sonrisa en la cara.

—Pero bien que te gusta esta maldita boca—murmura y estoy que suelto chispas. Camino de prisa hasta él y estoy a punto de plantarle una bofetada igual que su hermano pero me detiene y le grita a Jean:

—¡Asmodeus, calma a la fiera!—dice con tono divertido.

—¿¡Fiera!?—y con la otra mano le cruzo la cara. Su sonrisa se borra y se queda serio. — ¡Y no me importa si quieren matarme después de esto! ¡O si me voy al infierno pero yo voy a ir a Hollywood y punto! —respiro agitada. Me zafo del agarre de Alexander y me quedo de pie entre los dos. Temblando de rabia. —No porque me acueste con uno debo aceptar sus decisiones. —y subo los escalones hasta mi habitación. Azoto la puerta y me dispongo a hacer la maleta. Aunque sé que es hasta mañana cuando salgo, quiero que sepan que voy muy enserio.

Pasa el día completo. No he hecho más que sollozar bajo las cobijas y regañarme por hacerlo. Me acomodo entre los cojines de la cama y me frustro cuando no puedo pegar el ojo.

A primera hora mi asistente me manda un recordatorio que a las cuatro en punto tengo que estar en el aeropuerto y eso me hace revuelve el estómago. Termino vomitando en el baño y después, nada, me quedo en el limbo tumbada en mi cama.

Hasta que una idea pasa por mi cabeza.

Lo llamo de inmediato pero rechaza mis llamadas. Tres, cuatro y cinco veces. Seguramente está ocupado...quiero pensar que en el trabajo y no con su asistente. Eso hace que me hierva la sangre. No me he ido y ya está con ella o consiguió otra, no faltara quien.

Busco el número del hermano. Suenan dos timbres y contesta jadeando.

—Qué

—¿Alexander?

—Agsh, Tú me hablaste ¿no? Debes saber qué número marcaste—contesta fastidiado.

—Vale, señor enojón—y rio nerviosa. — ¿Esta Jean cerca?

—¿Por qué no le llamaste a él, rubia?—se escucha un quejido de mujer. Niego sonriendo. Claro, como conmigo no se pudo, va con la que sigue.

—No contesta. ¿Estas con alguien?

—¿Te molesta?—lo escucho moverse y se escucha ruido a su alrededor.

No debería pero sí.

—Lo digo para que pases por mí y vayamos a buscarlo.

—¿Tan temprano? Rubia, son las siete de la mañana

—Ya estás muy despierto ¿no?—vale eso sonó como reclamo

—Te molesta ¿Eh? —dice burlón. —Además ¿Que humano en su sano juicio se despierta tan temprano si no va a hacer nada?

—Pues...yo

—A menos que no hayas dormido ¿Qué hiciste? ¿Te tocaste toda la noche? —habla con cierto tono pícaro.

—Ya cierra la boca y ven. Te espero en la puerta —salgo de las cobijas y entro al baño.

—Ya estoy aquí—pego un brinco cuando lo escucho detrás de mí. — ¿Te vas a ir así?—me desnuda con la mirada pero en cuanto llega a mi cara se queda serio.

—¿Qué pasa?—señala el espejo y corro a ver.

—No, no, no, maldita sea ¡Tengo ojeras! —me toco la piel debajo de los ojos. Esta oscura.

—Mejor ve a dormir—lo veo recargarse en los fríos azulejos y cruzarse de brazos.

—No. Quiero ir con Jean. Podemos llegar a un acuerdo o...

—Si te ve así. Te obligara a dormir y de todos modos no hablarán. Mejor duerme un poco y al rato vamos.

Lo pienso. Tiene lógica. Puedo esperar, solo un poco. Despertare e iré a verlo.

—Bueno...solo un poco—salgo del cuarto de baño y me meto a las cobijas.

—¿Te quedaras conmigo hasta que despierte?—me observa fijamente. Parece que es ya debatiéndose internamente y finalmente asiente despacio. Sonrío tranquila.

Duermo un poco. Lo primero que hago al despertar es ver el reloj. Tengo tiempo. No está Alexander pero escucho la televisión en el piso de abajo. Voy a la ducha y me arreglo.

Tengo el tiempo justo así que tomo la maleta y bajo las escaleras. Lo encuentro cambiando los canales con cara de aburrimiento, tendido a lo largo del sillón.

—¿Vamos?—me ve y ve la maleta, apaga la tele y se levanta.

—¿Vamos?—la observa pero no dice nada. La dejo en el lobby y prometo regresar por ella. Subimos a su carro y conduce a la mansión.

Entramos viendo poca gente, hablando por el celular, mensajeando, caminando apurada.

—¿Crees que quiera ir conmigo?—pregunto nerviosa cuando subimos por el elevador.

—No lo creo. Tiene muchos pendientes aquí— contesta mirando los números

—Puede ir y venir. Así como le hiciste tú.

—Estar contigo requiere energía, transportarse requiere energía, su trabajo requiere energía.

—Conmigo no todo es sexo ¿sabías? Podemos salir a pasear, a comer o ir al cine.

Se ríe

—¿Que?

—¿Si recuerdas que somos demonios verdad? —me mira divertido

Me quedo muda. Seguramente no querrá, le parecerá cursi.

—Tayna, él cerró un pacto contigo y...

—Solo soy un pacto ¿verdad?

Guarda silencio. Mi cuerpo tiembla ante la dura realidad. Mis ojos se inundan de lágrimas y bajo la mirada sollozando en silencio. Me quiero regresar. Pulso el botón para bajar.

Lo escucho suspirar. Se acerca y presiona el botón de stop. Ya me dejó en claro que solo está aquí por su hermano. Solo lo cubre a él.

—Si no le importaras no me hubiera mandado a cuidarte o no tendría miles de ojos sobre ti dispuestos a protegerte. —murmura. Detengo mi llanto y lo escucho—Nunca se había quedado con otro pacto ni lo había guardado tan celosamente. Le gustas de verdad rubia...

—Entonces se iría conmigo—lo miro —Porque le importo ¿no?

—Le importas pero también tiene trabajo que cumplir.

—¿Más pactos? —asiente— y todos los cierra igual ¿verdad?—vuelve a asentir —Entonces seguramente ahorita esté...—la ira me invade. Yo llorando y el follándose a otras.

—Rubia. Él es el demonio de la lujuria ¿Eso que te dice?

"— ¿y tú que poder tienes?

—Yo nena, puedo follar por horas"

—Tiene que cerrar pactos. Es su trabajo. Tanto el infierno como Lucifer se lo han encargado.

—¿Entonces qué puedo hacer?

—Vuelve pronto...— Me quedo absorta, pensando. Imaginando una cursi escena donde regreso y el me recibe con los brazos abiertos. No pude evitarlo, solo me agradó. Haré todo rápido, serán unos meses de grabación y luego tendré tiempo libre, entonces, regresaré.

—¿Qué hay de ti?

—¿Yo que?

—¿Te importo?

Vuelve a ver los números y pulsa el botón para subir de nuevo. Estamos a punto de llegar.

—Bueno, estoy aquí. Eso resuelve tu pregunta. —sonrío. Quiero abrazarlo pero no quiero ser rechazada, así que me aguanto.

Salimos del ascensor y caminamos por el vacío pasillo. Toca la puerta y se aparta.

—Voy a revisar unas cosas

—Oye... ¿te puedo encargar mi casa?—le extiendo las llaves, él las toma y asiente despacio. —Gracias—me guiña el ojo y sigue su camino rumbo a los cuartos de seguridad. Le sonrió.

Se abre la puerta y entro. Jean está detrás del escritorio hojeando documentos. Eleva la vista y puedo ver lo cansado de sus ojos. Parece que él tampoco durmió bien.

—Quiero hablar contigo—señala el sillón en la cabeza

Lo ignoro y me planto frente al escritorio.

—Dime—en ese momento se abre la puerta y asoma la cabeza su asistente.

—¿Ya es ya listo?

—Aun me falta. No tardaré—saca la cabeza y cierra la puerta.

Me quedó pensando

"— ¿crees que quiera ir conmigo?—

—No lo creo. Tiene muchos pendientes aquí"

—No, nada. Solo venía a despedirme—sus hombros caen y puedo ver un brillo de decepción en sus ojos.

—Bien—asiente —Está bien Tayna, si eso es lo que quieres...está bien—suspira y se levanta, camina hasta pararse detrás de mí. — ¿Podemos echar uno antes de que te vayas?— rodea mi cintura y besa mi cuello. Lo empujo con los codos.

—Suéltame—doy la vuelta hacia él.

—No—pasa mi cabello del otro lado y continúa recorriendo mi cuello.

—He dicho que me sueltes. No te lo repito—retrocedo pero me presiona contra su torso.

— ¿Vas a pegarme de nuevo? —se queda mirándome fijamente. —Hazlo, pero dame tu cuerpo...déjame disfrutar de el porqué en cuanto pongas un pie en el aeropuerto todo habrá acabado.

Me doy vuelta, lo veo fijamente a los ojos. Mi corazón se encoge de tristeza.

"Todo habrá acabado"

No quiero que esto acabe pero tampoco quiero renunciar a mi sueño.

La adrenalina que sentía se esfuma de golpe y la nostalgia me invade.

Me toma de la barbilla y me besa lentamente. Me duele pensar que es una despedida.

—No quiero que sea así—se detiene y pega su frente a la mía mirándome, trasmitiéndome su sentimiento.

—¿No? ¿Quieres que invite a Alexander? —sonríe pero no es la que típicamente conozco de él. Es una sonrisa triste, sin ganas, fingiendo.

—¿Te molesta que él y yo hayamos estado a punto de...?

—No—niega— Me excita que nos desees a los dos...

—Pero...

—Pero Tayna...—se lame los labios —este es el adiós—suspira cansado y vuelve a unir nuestros labios, me pega a cuerpo. Se deshace de mi vestido y mis bragas vuelan mientras caminamos al sillón. Saco su camisa y abre sus pantalones. Caemos en el sillón y termina de quitárselo.

Entra en mí cuidadosamente. Lo hace lento y pausado. Me acaricia como si fuera un cristal a punto de romperse.
Me besa y protege con su cuerpo del mundo exterior. Escucho su agitada respiración y siento mi corazón palpitar a sus compás. Me siento mal, pero no físicamente sino mentalmente. No quiero dejarlo aunque tengo que hacerlo. Es tan contradictorio que me desespera.

Pasan los minutos y soy yo la que acaba primero, luego él y mis ojos se humedecen cuando murmura un:

"Que te vaya bien, Tayna"

Besa mi frente y lo veo partir...

Me quedo en blanco...recordando sus besos, su cuerpo, su forma de sonreír, su forma de hacerme sentir bien...

Me pongo el vestido de prisa y salgo corriendo buscándolo por el corredor. Todo esta tan vacío y silencioso.

Las lágrimas inundan mis ojos. Soy una estúpida. ¡Claro que no quiero perderlo!

—¡Jean! —lo llamo y espero que salga de un de las puertas.

Pero nada pasa.

Recorro el pasillo mirando por el vidrio de las demás habitaciones y no hay nadie. Empieza a hacer frio y me froto los brazos tratando de entrar en calor.

—Jean —murmuro. Quizás bajó. Corro al ascensor y presión la planta baja. Cierra las puertas y comienza a descender. Apenas llega y abre las puertas, salgo buscándolo.

No está.

Solo veo a Alexander bebiendo una botella de cerveza sentado en uno de los asientos del salón, lo acompañan varios hombres tatuados y vestidos de negro. Todos llevan guantes oscuros de cuero. Ni siquiera me nota. Está muy entretenido charlando con los demás en modo serio.

Si no me ve a mi dudo que haya visto a Jean. Quizás esté afuera.

En cuanto atravieso las puertas, un frio inmenso me recorre completa. Vuelvo a frotar mis brazos.

—Me pidió el señor que la llevara a casa —es el conductor de la limusina.

—¿Dónde está el?

—Ha ido a arreglar unos asuntos. —mi esperanza cae en picado. Observo con lágrimas en los ojos la muy transitada calle en busca de su figura, rogando encontrarlo, mirando detenidamente las caras esperando reconocer alguna. Sin embargo, no está.

La he jodido toda. Lo he perdido.

—Pediré un taxi ¿Podría decirle que me llame? —asiente.

—¿Está segura?

—Si—bajo la cabeza par evitar que vea mis lágrimas deslizarse por mis mejillas. —Gracias...

Voy desganada a la esquina y le hago la parada al primer taxi que pasa y subo.

Espero que mañana que me voy, él esté ahí. Por lo menos podré despedirme.

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